Es necesario desmitificar el uso de la inteligencia y sensibilizar a las empresas y ciudadanos de que es una herramienta que puede utilizar cualquiera que necesite tomar decisiones complejas de forma más racional, eficiente y efectiva.
Para cuestiones lingüísticas siempre utilizo el Diccionario de la Real Academia Española. Ahí he buscado la palabra inteligencia y en la última acepción, la octava, aparece “servicio de inteligencia” que posteriormente te lleva a la siguiente definición: Organización del Estado que proporciona al poder ejecutivo análisis e información para mejorar la toma de decisiones estratégicas orientadas a prevenir o neutralizar amenazas y a defender los intereses nacionales.
Sin duda alguna, se trata de un avance en lo que se refiere a la divulgación de este sector y acercarlo a la sociedad. No obstante, creo que aún hace falta entrar en detalle en la definición de Inteligencia (en sus tres conceptos básicos) y abstraernos de esa idea de que es solo una función del Estado.
El presente artículo pretende desmontar la idea de que la inteligencia es un monopolio del Estado, que es algo rodeado de un aura de secretismo, suspicacia y desconfianza, que al fin de cuentas le causa más daño que no beneficio.
En un principio la Inteligencia quizá que era de los Estados, ahora ya no
No considero relevante explicar en este punto la historia de los servicios de inteligencia, pero sí que vale la pena mencionar que, desde un principio, la función de inteligencia ha estado íntimamente relacionada a los Estados y a la Administración Pública. Incluso me atrevería a decir que, dentro de la Administración Pública, solamente en los ámbitos de la Seguridad y Defensa.
Aunque El Arte de la Guerra de Sun Tzu no hable explícitamente de Inteligencia, la lleva implícita cuando, por ejemplo, habla de la importancia de conocer a tu adversario y de conocerte a ti mismo. Sin lugar a dudas, se trata de un libro destinado a las clases militares alejadas de la ciudadanía. También se puede mencionar la época del Renacimiento y las redes de espías que tenían todos y cada uno de los embriones de los Estados actuales. Incluso sedes religiosas como el Vaticano tenía informadores por toda Europa e incluso más allá. Y así podríamos seguir hasta los tres primeros cuartos del siglo XX con la Primera y Segunda Guerra Mundial. Y, posteriormente, con la Guerra fría, momento en el que aparecen y se consolidan muchos de los servicios de inteligencia que conocemos hoy en día.
Durante todo este tiempo, la Inteligencia, entendida como un proceso de obtención de información, creación de conocimiento y de toma de decisiones, ha estado monopolizada por los Estados. Esto ocurra muy probablemente porque eran ellos quienes tenían intereses (internos y externos) y, a la vez, también tenían los recursos para mantener las redes de espionaje, equipos de analistas, dispositivos de última tecnología, etc.
La inteligencia del Estado casi siempre ha estado rodeada de un aura de secretismo, a veces por interés y a veces por necesidad, que ha llevado al desconocimiento y, en última instancia, a la desconfianza por parte de la sociedad. Durante la década de los años 80, esta situación cambió principalmente debido a la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría. A partir de entonces, los conocimientos sobre inteligencia fueron saliendo del hermetismo estatal y empezaron a ocupar otros lugares de la vida civil, sobre todo en el mundo empresarial.
El sector de la inteligencia hoy en día
La verdad es que hoy en día la inteligencia ya no es un monopolio del Estado concentrado en las Agencias de inteligencia. Muchas grandes empresas tienen Unidades de inteligencia para analizar ámbitos tan críticos como la competencia, el mercado, las regulaciones, la estrategia a largo plazo, la internacionalización, etc.
Mucho de este conocimiento se engloba bajo el nombre de Inteligencia Competitiva. Es decir, la inteligencia enfocada al mundo empresarial. Si estás interesado en profundizar en esta temática, te dejo el enlace de Strategic and Competitive Intelligence Professionals (SCIP), organización puntera en este ámbito.
Las Administraciones Públicas también tienen unidades de inteligencia más allá de los servicios comentados anteriormente. Un par de ejemplos: un Ministerio de Economía puede tener una Unidad de inteligencia dedicada a la generación de escenarios sobre la economía mundial, continental y regional, relacionados con los precios de productos básicos como el petróleo, el gas y el trigo. Otro ejemplo podría ser el de un Ministerio de Exteriores, donde la Unidad de inteligencia se dedica a recopilar información sobre personalidades mundiales y crear perfiles para generar ventajas en futuras negociaciones.
Cualquier tipo de organización también puede beneficiarse de la inteligencia. Imagínate una ONG que principalmente trabaja en zonas de alto riesgo del Este de África. Una Unidad de inteligencia se dedicaría al análisis de la actividad terrorista, a determinar qué zonas son seguras y cuáles no, o a buscar medios para una rápida evacuación en caso que la situación se complique. Este trabajo podría ser de gran ayuda para cualquier trabajador y cooperante de una ONG.
La cultura de inteligencia
Que la Inteligencia esté más o menos extendida en una sociedad depende, en mi opinión, del nivel de cultura de Inteligencia que tenga esta sociedad. Y, por cultura de inteligencia, no me refiero a tener conocimientos profundos en técnicas de obtención de información o de análisis, en saber redactar un informe o en dirigir un servicio de Inteligencia. No. Para ello ya hay profesionales formados y dedicados.
Por cultura de inteligencia me refiero a ser conocedores de este mundo, a quitarle este aura de secretismo y suspicacia (aunque reconozco que siempre llevará un poco de ella encima). A que no genere miedo, sino todo lo contrario, o a utilizarla como la herramienta que es y que su utilización se pueda normalizar en muchos ámbitos de nuestro día a día.
En resumen, la idea de que el uso de la inteligencia es algo inaccesible y ajeno a nuestras vidas ya forma parte del pasado.