El pasado día 8 de diciembre de 2024, el régimen autoritario de Bashar al-Assad llegó a su fin tras más de 20 años en el poder. El conflicto en Siria involucra a varios actores internacionales, entre ellos Rusia, principal aliado del régimen sirio desde la Guerra Fría, y uno de sus principales apoyos militares y políticos durante la guerra civil. En este artículo, exploramos las consecuencias de la caída del régimen sirio para los intereses estratégicos de Moscú en Oriente Medio.
La guerra civil siria, iniciada en 2011 tras la violenta represión de las revueltas de la Primavera Árabe, se convirtió en un conflicto devastador que se extendió durante 14 años. Este prolongado enfrentamiento alcanzó un punto de inflexión con la ofensiva relámpago liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que logró tomar el control de las principales ciudades del país, incluida la capital, Damasco, en tan solo 11 días.
La relación histórica entre Rusia y el régimen de al-Assad
La relación entre Rusia (por aquel entonces, la Unión Soviética) y Siria comienza en 1944, al establecer relaciones diplomáticas. Durante varias décadas fue una relación beneficiosa para ambas partes: mientras que la Unión Soviética buscaba cómo expandir su influencia por Oriente Medio en pleno contexto de la Guerra Fría, Siria buscaba apoyo militar y económico para enfrentarse a Occidente e Israel.
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Siria comenzó a aplicar políticas influenciadas por el socialismo y se convirtió en un comprador de armas soviéticas. La Unión Soviética consiguió con esta alianza el acceso al mar Mediterráneo, lo cual le servirá para contrabalancear el poder estadounidense. En los conflictos árabe-israelíes (1967 y 1973), Siria recibió apoyo militar soviético de manera indirecta para evitar una confrontación directa con Estados Unidos.
Bajo el liderazgo de Háfez al-Assad, Siria, gracias al acuerdo de amistad y cooperación (1980), consolidó su alianza con la Unión Soviética, quién continuó proporcionando armamento avanzado, asesoramiento militar y apoyo económico crucial para modernizar las fuerzas armadas sirias y mantener su posición en la región. Además, la base naval de Tartús se convirtió en un punto estratégico para la Unión Soviética, garantizando su presencia militar en el Mediterráneo. A pesar de algunos momentos de tensión, como las diferencias respecto a los acuerdos de paz en Oriente Medio, la alianza entre ambos países se mantuvo firme hasta el colapso de la Unión Soviética en 1991, marcando el inicio de una nueva etapa en su relación.
Con el colapso de la Unión Soviética, Rusia perdió parte de su influencia global y su capacidad para mantener alianzas estratégicas. La relación con Siria se debilitó, aunque no se rompió. Siria continuó comprando armamento ruso, aunque a menor escala, debido a la crisis económica de ambos países. Eso sí, Rusia mantuvo su acceso a la base naval de Tartús. Esta relación se volvió a intensificar con la llegada de Bashar al-Assad (2000). Moscú, que buscaba recuperar su influencia en Oriente Medio tras la década de los 90, volvió a encontrar en Siria un aliado. Se incrementó tanto la cooperación en proyectos energéticos y la reconstrucción de infraestructura como la compra de armamento ruso.
La intervención rusa en Siria
Después de la intervención de Estados Unidos en Irak (2003), su imagen había quedado dañada dentro del mundo árabe. Rusia, buscando cómo proyectarse de nuevo en el mundo, vio esto como una oportunidad para volver a expandir su influencia, aprovechando esos «vacíos de poder» que había dejado Estados Unidos. Además, Moscú ofrecía una posición menos demandante que Estados Unidos con su visión de expansión de la democracia.
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En 2011 comenzaron las revueltas de la Primavera Árabe. Rusia, al igual que las demás potencias, basó sus acciones en preservar sus intereses. En el caso de Siria, había estallado una guerra civil por las fuertes represiones por parte del régimen de Bashar al-Assad (a pesar de los consejos por parte de Rusia de implantar ciertas medidas para lograr estabilidad en la zona). Rusia se encontró en una posición algo complicada: debía apoyar al régimen sirio (para proteger sus intereses sobre los de Occidente), al mismo tiempo que mantenía el equilibrio para no ser totalmente aislado en el plano internacional, especialmente tras la anexión de Crimea (2014).
En un primer momento, Moscú no intervino en el conflicto más allá de proporcionar protección y apoyo a al-Assad. Sin embargo, en septiembre de 2015, cambió totalmente su postura y decidió intervenir militarmente de manera directa. Por un lado, el régimen sirio estaba debilitado y había perdido grandes territorios frente a grupos opositores y frente a grupos terroristas como el Estado Islámico (ISIS) y el Frente Al Nusra.
Por otro lado, Estados Unidos comenzó a liderar una coalición internacional contra el ISIS. Rusia temía una intervención estadounidense como la intervención en Libia (2011). Por lo tanto, Rusia debía actuar; la caída del régimen pondría en peligro sus intereses estratégicos y debilitaría su posición en Oriente Medio. Entre otros intereses rusos para intervenir, la creciente amenaza del terrorismo islamista preocupaba a Rusia que se extendiera a regiones vecinas como el Cáucaso, donde enfrenta problemas separatistas e insurgencias extremistas.
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También los intereses económicos estaban presentes; participar en la reconstrucción de Siria le aseguraba acuerdos energéticos en la región y el acceso a los recursos naturales de la zona, como los hidrocarburos.
Gracias a su intervención, Moscú logró salvar al régimen sirio y recuperar importantes territorios perdidos, incluyendo Alepo en 2016. La oposición quedó debilitada. Rusia consolidó su papel como actor decisivo en Oriente Medio y como mediador en procesos de paz, como las conversaciones de Astaná. Además, consiguió asegurar su presencia militar permanente en Siria y el acceso al Mediterráneo.
¿Qué consecuencias tiene para Rusia la caída de al-Assad?
La caída de al-Assad supone una fuerte derrota para Rusia. Este conflicto pone en riesgo sus principales intereses estratégicos en la región. Todas las victorias que había conseguido tras su intervención en 2015 parecen haberse reducido a cenizas.
En primer lugar, Moscú pierde a su aliado principal en su estrategia para proyectar influencia a través de Oriente Medio. Desde la Guerra Fría, Rusia utilizó su relación con el régimen sirio para mantener una presencia militar en el Mediterráneo y reforzar su imagen como potencia global. La caída de al-Assad debilita enormemente esta posición. Del mismo modo, este conflicto puede poner en duda su papel como garantizador de estabilidad en la zona frente al terrorismo y la intervención occidental. Por lo tanto, su narrativa también queda debilitada.
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Desde 2022, la invasión de Ucrania ha consumido grandes cantidades de recursos económicos, militares y humanos para Rusia. Este desgaste ha limitado su capacidad para sostener su presencia en otros escenarios, como Siria. Rusia, al no haber podido responder con fuerza a los últimos avances de los grupos rebeldes en Siria ni garantizar la estabilidad del régimen de al-Assad, pone en evidencia, una vez más, su imagen como una potencia militar efectiva.
El principal riesgo que corre Rusia es la posible pérdida de sus dos bases fundamentales para su estrategia en el Mediterráneo: la base aérea de Jmeimim y la base naval de Tartús. Sin un gobierno aliado, podría perder el acceso a estas bases. Moscú podría intentar alcanzar acuerdos con un nuevo liderazgo sirio para mantener su presencia militar, aunque su historial de ataques a grupos rebeldes de la oposición podría complicar cualquier acercamiento.
La relación entre Rusia y Siria, construida a lo largo de décadas, ha sido una de las alianzas estratégicas más importantes para Rusia en el Oriente Medio. Moscú ha utilizado a Siria como una plataforma para proyectar su poder en la región, garantizar su acceso al Mediterráneo y posicionarse como un actor global. Sin embargo, la caída de Bashar al-Assad pone en jaque muchos de estos logros y plantea un escenario de gran incertidumbre. La pregunta clave ahora es: ¿podrá mantener Rusia su influencia en Oriente Medio?
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