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La tecnología como factor decisivo para la estrategia militar

Análisis

Alberto Rodríguez
Alberto Rodríguez
Licenciado en Derecho y Posgrado en Diplomacia y redactor de contenido. Alumno del curso de Experto en Análisis de Inteligencia de LISA Institute.

Un análisis de Alberto Rodríguez, alumno certificado del Curso de Experto en Análisis de Inteligencia de LISA Institute, sobre el impacto de los avances tecnológicos en la estrategia militar y en el caso concreto de los Estados Unidos.

En toda organización militar resulta «evidente» pensar que el país que antes posee un avance tiene mayor margen de maniobra y ventaja sobre sus adversarios o competidores. Podríamos destacar como ejemplo cuando Estados Unidos demostró al mundo su poder nuclear en 1945 y se erigió como primera potencia mundial. Posición, no obstante, que ya venía desarrollando desde principios del siglo XX con, por ejemplo, la creación de la Sociedad de Naciones, después de la Primera Guerra Mundial.

No obstante, hay otros avances con menor afectación histórica y social que han permitido que un país se establezca como «líder» para garantizar el orden, la paz y seguridad global. Durante el Renacimiento, por ejemplo, un joven Leonardo da Vinci fue contratado por los principales monarcas y hombres poderosos de Italia y Francia para esta tarea relacionada con la seguridad nacional. Y es que algo quizá menos conocido del genio florentino es que buena parte de sus inventos eran de uso bélico.

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Del mismo modo que la pólvora fue patentada y utilizada con el arma de cañón, los bocetos y avances de ingeniería de da Vinci sirvieron para nutrir a los ejércitos europeos con una serie de novedades propias del nuevo despertar de la época: carros, ballestas, pólvora o catapultas de la Edad Media perfeccionadas. Y es que en la Italia del Renacimiento las guerras eran constantes y las máquinas que proponía podían suponer una ventaja muy importante.

Estados Unidos como potencia militar

Hay otros avances que han resultado también determinantes para ganar una guerra durante la época moderna. Por ejemplo, las «precision-guided munition» o «armas guiadas de precisión» que permitieron al Presidente Nixon lograr un punto de inflexión en la guerra de Vietnam.

Como aseguran en el Museo Nacional de la Fuerza Área de los Estados Unidos, a pesar de los primeros problemas de desarrollo, las armas guiadas de precisión revolucionaron la guerra aérea en el sudeste asiático. Al final de la guerra, los kits de guía láser convirtieron las bombas estándar en «bombas inteligentes», lo que las hacía 100 veces más efectivas que las bombas libres no guiadas.

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Durante estas décadas debe citarse la labor que discretamente realizó Office of Net Assesment, dirigida por el emblemático Andrew Marshall. Desde su fundación en 1973, la Oficina de Evaluación Neta (ONA, según sus siglas en inglés) ha proporcionado continuamente evaluaciones comparativas a largo plazo de tendencias, competiciones clave, riesgos, oportunidades y perspectivas futuras de la capacidad militar de los Estados Unidos al Secretario de Defensa y al Subsecretario de Defensa.

Durante el paso de Marshall por la Historia de la estrategia militar, numeras innovaciones fueron desarrolladas y estudios e investigación financiada. La ONA era una potente oficina similar a la Defence Advance Research Projects Agency (DARPA). Ésta última tiene como misión hacer inversiones fundamentales en tecnologías innovadoras para la seguridad nacional.

La génesis de esa misión y de DARPA misma data del lanzamiento del Sputnik en 1957, y un compromiso de los Estados Unidos de que, a partir de ese momento, sería el iniciador y no la víctima de sorpresas tecnológicas estratégicas. 

Hay otras innovaciones que también ayudaron a Estados Unidos a ganar la Guerra Fría a la extinta Unión Soviética, desde la tecnología de satélites hasta un entramado de comunicaciones por cable marítimo o un embrión del futuro internet público.

Ya durante la Segunda Guerra Mundial la industria de la aviación y su sabia utilización por Robert Lovett, que ocupó el cargo de subsecretario del Aire durante el conflicto ( desempeñando un papel muy importante en el éxito de la campaña de bombardeos estratégicos) y que permitió girar la balanza en la guerra aérea contra la Alemania nazi.

Desde entonces, el resto de países se han lanzado a la carrera armamentística que les permitía contrarrestar el poderío estadounidense tanto el lugares de interés geopolítico como enclaves geográficos (como puede ser el Canal de Suez en 1956). Durante estas décadas hasta la actualidad se expandió también la industria de misiles, tanto de distinto alcance como supersónicos y sometidos a mejora y reducción mediante los acuerdos SALT con la Administración Reagan.

Resulta paradigmático el papel que los Estados Unidos han ejercido en la mejora de la industria militar aérea mediante fabricantes de primer orden como Lockheed Martin o Northrop Grumann: los célebres B-2 que pueden hacer cosas que otros aviones simplemente no pueden hacer. Su precio los ha dejado casi como piezas de museo.

No son, por tanto, un avance económico que permita un efecto en masa pero sí todo un ejemplo de aerodinámica y diseño puntero por incorporar tecnología «stealth» o «de baja detectabilidad».

Nuevas revoluciones militares: de los drones al «hyperloop»

Con la constante innovación y mediante la entrada en la era de la robotización y control remoto, es comprensible que los drones y el espacio aéreo estén experimentando toda una revolución, tanto a efectos civiles como militares. No en balde es noticia la creciente robotización en una era post-pandemia cuando el poder remoto vuelve a crecer, y probablemente de forma definitiva.

Por ejemplo, el Gobierno británico ha presentado un plan para modernizar sus Fuerzas Armadas y puede marcar el futuro del resto de países. Según el plan de modernización de las Fuerzas Armadas presentado por el Secretario de Estado de Defensa británico, Ben Wallace, ha defendido la decisión asegurando que «una mayor capacidad de despliegue y ventaja tecnológica» significaba que un menor número de personas podría lograr un mayor efecto.

Seguiremos escuchando hablar sobre conceptos como «guerra híbrida», nueva «Guerra Fría» o «guerra espacial» durante los próximos años. Por poner un ejemplo reciente se ha mencionado el concepto de «guerra híbrida» en relación a la crisis en Ucrania y el de nueva «Guerra Fría» en relación a la competición entre los Estados Unidos y China.

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Los principales actores y países tanto a nivel regional como a nivel global cuentan a día de hoy con los avances más significativos, desde la India hasta Japón. Destacando el caso de China que no sólo cuenta con el mayor ejército del mundo en número de efectivos humanos sino también con una creciente industria nuclear y desarrolla avances en aviación y en carrera espacial.

En este sentido hay que tener en cuenta también el papel que tendrá la transición de la industria basada sólo en combustibles fósiles al de una industria de renovables. Sin obviar tampoco los avances en tecnologías de fusión nuclear.

En lo referente a los satélites y a la carrera especial, estamos también inmersos en un conflicto entre las principales potencias, pero sobre todo entre Estados Unidos, China y Rusia. Es importante destacar la «contradicción» de que el uso civil de esta tecnología, más allá del militar, reportará notables progresos económicos a las zonas del planeta más aisladas por la geografía y el comercio.

La investigación y desarrollo serán determinantes a la hora de garantizar el respeto a la soberanía nacional en el uso militar de estas nuevas tecnologías. Se puede mencionar en este sentido el reciente descubrimiento por parte del brazo de tecnología avanzada del Pentágono de una burbuja de curvatura que encaja con el motor de Alcubierre para viajar más rápido que la luz con múltiples beneficios tanto civiles como militares. O el potencial que parece tener en la velocidad del transporte la tecnología «hyperloop«.

Con todo ello, el juego está servido para que las potencias regionales puedan hacerse con su propia tecnología proporcionada por los diseños de fabricación de las principales potencias. Un ejemplo de ello es la lucha por el dominio del mercado de semiconductores y microchips o por la guerra del 5G (y 6G).

En resumen, el desarrollo e investigación se podría concretar en beneficios prácticos, tanto a nivel civil como militar, que permitirán un gradual progreso social y económico y una mejor defensa de los intereses y la seguridad nacional.

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