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Rusia en los Balcanes: una nueva frontera en la «neo-guerra fría» con Occidente

Análisis

Roberto Mansilla Blanco
Roberto Mansilla Blanco
Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Con experiencia profesional en medios de comunicación en Venezuela y Galicia. Entre 2003 y 2020 fue analista e investigador del Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, IGADI (www.igadi.org). Actualmente colaborador en think tanks (esglobal) y medios digitales en España y América Latina. Redactor Jefe en medio Foro A Peneira-Novas do Eixo Atlántico (Editorial Novas do Eixo Atlántico, S.L) Actualmente cursa el Máster de Analista de Inteligencia en LISA Institute.

En medio del conflicto en Ucrania, Rusia ha buscado ampliar su influencia en los Balcanes. Grupos como Wagner y diversas organizaciones prorrusas operan en Serbia y Montenegro. En este artículo, el alumni del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute, Roberto Mansilla Blanco, analiza cómo esta presencia busca reforzar el nacionalismo paneslavo y debilitar los vínculos de la región con Occidente.

La reaparición de tensiones separatistas en los Balcanes tiene un nuevo epicentro: la Federación de Bosnia Herzegovina. El Parlamento de la República Sprska de Bosnia (RS), también conocida como República Serbia de Bosnia, decidió iniciar un proceso de secesión.

Esto abre un nuevo escenario de tensión geopolítica. Rusia podría intentar ampliar sus esferas de influencia en la región balcánica, estableciendo un espacio de actuación próximo al Mediterráneo. Esta dinámica acentúa las fricciones existentes con Occidente.

La crisis balcánica comenzó el 26 de febrero, cuando el presidente de la RS, Milorad Dodik, lanzó un fuerte pulso contra la administración central de Sarajevo. Desconoció la legalidad institucional federal, especialmente en materia de seguridad. Esto le valió una sentencia de un año de prisión por parte de las autoridades bosnias por «desobediencia de la legalidad constitucional».

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Además de su estrecha relación con la vecina Serbia, un histórico aliado ruso, Dodik ha realizado varios viajes a Moscú en lo que va del año. Este acercamiento incrementa la preocupación en Europa. El Kremlin podría estar implicándose en estas tensiones para sacar provecho geopolítico en su pulso con Occidente.

El análisis se enfocará en:

  • Identificar los intereses rusos en los Balcanes, principalmente establecidos en torno a la República Sprska, Serbia y Montenegro;
  • Determinar en qué medida los Balcanes se configura en un nuevo escenario de tensión en las relaciones ruso-occidentales, tomado en cuenta la presencia de la OTAN y la Unión Europea (UE) en la región.

Los intereses rusos en los Balcanes

Como introducción cabe destacar el interés estratégico de las grandes potencias en la región balcánica. Este espacio territorial constituye una península triangular rodeada por los mares Mediterráneo, Negro, Egeo y Adriático.

Su importancia geoeconómica se traduce por sus rutas de transportes entre Oriente y Occidente y por su cercanía geopolítica con Europa Oriental, Turquía, el Bósforo, el Magreb y Oriente Próximo, con especial incidencia no sólo en las rutas comerciales sino también energéticas. Los Balcanes son un mosaico de diversidad etnolingüística de raíz eslava, latina, turca, griega y albanesa, entre otras. 

La República Sprska (RS): ¿una «cabeza de puente» para el Kremlin?

Tras iniciar el pulso secesionista dentro de la Federación de Bosnia Herzegovina, el presidente de la RS, Milorad Dodik, viajó a Moscú el 1º de abril. Allí se reunió con su homólogo Vladimir Putin. El 27 de mayo regresó a la capital rusa, donde denunció la presunta «opresión occidental» en los Balcanes. Esta declaración reflejó su interés en obtener el beneplácito del Kremlin. En lo que va de 2025, Dodik ya realizó tres visitas a Moscú.

Estas visitas levantaron suspicacias en Europa, sobre todo al analizar los posibles intereses rusos ante una eventual declaración unilateral de independencia de la RS. Desde la perspectiva geopolítica, Moscú parece tantear un escenario favorable para sus planes: convertir a la República Sprska en un «satélite». Unido a la alianza rusa con Serbia (y también con Hungría y Eslovaquia, miembros de la UE y la OTAN) esto permitiría al Kremlin disponer de un territorio estratégico en los Balcanes. También le abriría un acceso indirecto al Mar Adriático y, en extensión, al Mediterráneo.

El Kremlin además avanza en bases militares en Libia y Sudán. Aunque la RS no tiene salida al mar, su cercanía al Adriático la vuelve estratégica para Moscú.

Dodik también ha jugado otras cartas. Una de ellas fue el presidente estadounidense Donald Trump. El líder serbobosnio celebró su regreso a la Casa Blanca mostrando en redes sociales una gorra con la inscripción «Make America Great Again». El gesto tuvo eco: Trump respondió con calidez, recordando además su cercanía con el presidente serbio Aleksandr Vučić.

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Un gesto tan inusual de un dirigente que gobierna una entidad no estatal revela las expectativas de Dodik. Busca alinearse más con Putin y mostrar sintonía con Trump en momentos decisivos para el futuro del conflicto ucraniano. Todo esto ocurre sin perder de vista la tensión permanente entre Rusia y Occidente, especialmente con la OTAN y la UE.

En este contexto, Rusia parece ganar influencia dentro de la política de la RS. Si agita la clave nacionalista, podría incentivar el secesionismo y propiciar una eventual unión con Serbia. El escenario se asemejaría al Donbás desde 2014, donde Moscú mantiene influencia directa sobre Ucrania.

Otras fuentes sostienen que Rusia busca darle a la RS un estatus de «Estado-tapón», como ya hizo con Abjasia y Osetia del Sur en Georgia, o Transnistria en Moldavia. Como en Ucrania, donde intenta frenar la entrada a la OTAN, Rusia también quiere impedir que Serbia y Montenegro se acerquen demasiado a Occidente.

Medios balcánicos informan que expertos militares rusos operan en campos de entrenamiento paramilitar en la localidad serbia de Radenka. Allí entrenan serbobosnios, serbios, moldavos, búlgaros y rumanos. Otras fuentes sostienen que Moscú suministra armas a las fuerzas de seguridad de la RS y ampara a grupos paramilitares como el denominado Honor Serbio. Este grupo habría recibido instrucción en el Centro Humanitario Ruso-Serbio en Nis, Serbia.

Como era de esperar, Moscú negó oficialmente esta presencia. Al mismo tiempo, presiona a Belgrado para normalizar el estatus del personal ruso en territorio serbio.

Serbia y Montenegro: alianzas históricas en tiempos turbulentos

La estrecha relación entre Serbia y Rusia ha condicionado las negociaciones de admisión serbia en la UE, iniciadas en 2009, toda vez el presidente Vučić se ve obligado a mantener equilibrios entre Rusia, China y Occidente. Belgrado alcanzó en 2012 el rango de candidato de admisión a la UE. En enero de 2014, en medio de la crisis de Ucrania, Serbia y la UE iniciaron formalmente sus negociaciones de admisión.

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Moscú ha apoyado a Belgrado en sus reclamaciones de soberanía sobre Kosovo. La independencia kosovar se materializó tras la guerra impulsada por la OTAN en 1999. Posteriormente, en 2008, Kosovo declaró unilateralmente su independencia.

Las relaciones serbo-rusas tienen un marcado carácter histórico. El eslavismo y el cristianismo ortodoxo guiaron las acciones rusas en los Balcanes durante los siglos XVIII y XIX. La influencia se reflejó especialmente en Serbia, Montenegro, Bulgaria y Rumanía. El objetivo del Imperio ruso era separar a estos países del dominio otomano. También buscaba establecer esferas de influencia que le garantizaran una salida hacia aguas cálidas, sobre todo al Adriático y al Mediterráneo. Esta pretensión fue clave para la Marina rusa.

En los Balcanes, Rusia plasmó mitos históricos como el de la «Madre Rusia», dispuesta a salvar a sus «hermanos» eslavos y ortodoxos. Estos relatos reforzaron su posición en la región. La decadencia del Imperio otomano a finales del siglo XIX fortaleció el movimiento paneslavista dentro de Rusia. También consolidó la idea del «destino manifiesto» hacia sus «hermanos balcánicos», siempre en función de intereses rusos. La influencia paneslavista penetró en sectores intelectuales, la iglesia ortodoxa, las élites políticas y burocráticas, y en los mandos militares.

La creación de la URSS, con sus bases ideológicas socialistas, no cambió de manera esencial las prioridades balcánicas de Moscú. Consideraba esta región un fragmento de su política europea y de su estrategia mediterránea.

Dependiendo del contexto geopolítico y de sus relaciones con las potencias europeas, Rusia alternó entre periodos de amistad y de conflicto con los Balcanes. Su posición osciló entre mediador y benefactor. En la mayoría de los casos, el papel que Rusia desempeñó estuvo determinado por los intereses de sus élites políticas.

Hubo episodios de distanciamiento, como el que se vivió con la Yugoslavia de Tito en 1948. Más tarde, el contexto postsoviético y los conflictos internos de la antigua Yugoslavia a partir de 1991 redimensionaron las relaciones entre Rusia y los Balcanes, especialmente con Serbia y Montenegro.

Al principio, Rusia buscó no afectar sus vínculos con Occidente. Bajo el mando de Boris Yeltsin, no mostró apoyo inmediato a Serbia y Montenegro durante la desintegración yugoslava. Sin embargo, la crudeza de las guerras balcánicas de los años 90 y el ascenso del nacionalismo en Rusia llevaron a Moscú a involucrarse más en la región.

El Kremlin reutilizó el paneslavismo como estrategia de acercamiento hacia Serbia, considerada incluso un «muro defensor contra la campaña occidental hacia Rusia». La crisis de Kosovo y la intervención de la OTAN en 1999 aceleraron esa implicación rusa. El respaldo no se limitó a Serbia, también incluyó a Montenegro, que en ese momento seguía unido a Serbia dentro de la Federación yugoslava. La desintegración final llegó en 2006, cuando Serbia y Montenegro se separaron en dos Estados independientes.

Desde la llegada de Aleksandr Vučić (Partido Progresista Serbio, SNS, nacionalista de centroderecha) a la presidencia en Serbia en 2017, este país ha fortalecido sus relaciones militares con Rusia, China e Irán, entre otros, a tal punto de hacer de este país la principal potencia militar en los Balcanes Occidentales.

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No obstante, desde noviembre de 2024, Serbia está presenciando una serie de protestas ciudadanas contra el gobierno de Vučić bajo acusaciones de corrupción, clientelismo e incluso represión de disidentes. Estas protestas están incrementando su intensidad desde marzo pasado a nivel nacional demandando elecciones anticipadas.

Manteniendo su apoyo tácito al presidente serbio, Moscú ha denunciado que detrás de estas protestas estaría presuntamente Occidente con su intención de reproducir las «revoluciones de colores» que en la década de 2000 propició cambios de gobiernos precisamente en Serbia, Ucrania y Georgia. 

La guerra de Ucrania refuerza el «paneslavismo»

La guerra de Ucrania ha acercado aún más la relación entre Rusia y Serbia. En marzo de 2022 se realizaron en Belgrado manifestaciones prorrusas y paneslavistas. El país balcánico se convirtió en uno de los principales defensores de la llamada en Rusia «Operación Militar Especial» (SVÖ, por sus siglas en ruso). Al igual que Bielorrusia, Serbia es el único Estado europeo que no ha respaldado las sanciones de la UE contra Moscú.

Existen además informes sobre combatientes serbios, algunos con experiencia en las guerras de secesión yugoslavas. Estos se habrían unido a unidades rusas en operaciones militares en el Donbás.

Otras fuentes sostienen que los «Lobos Nocturnos», un grupo de motorizados ruso cercano a Putin, también se establecieron en Serbia para reforzar los vínculos bilaterales. Algunos de sus miembros habrían integrado grupos paramilitares con experiencia de combate. También aumentaron las campañas de desinformación en los Balcanes Occidentales, lo que sugiere que el Kremlin utiliza estas herramientas para fomentar una retórica antioccidental y nacionalista.

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Otra clave es la influencia religiosa. Existe una fuerte sintonía entre las iglesias ortodoxas serbia y rusa. Esta cercanía ha llegado también a Montenegro. Se estima que clérigos serbios, probablemente con aval ruso, ejercen gran influencia política en la cúpula ortodoxa montenegrina. Incluso intervienen en la gestión del patrimonio de monasterios e iglesias. Conviene recordar que Montenegro es miembro de la OTAN desde 2017 y ha votado a favor de las sanciones europeas contra Rusia por la guerra en Ucrania.

No obstante las relaciones entre Rusia y Serbia también han atravesado por momentos de roces tomando en cuenta la venta de drones y municiones de artillería por parte de Belgrado a Kiev. Las presiones de Moscú obligaron al presidente Vučić a suspender esas exportaciones de armas serbias.

Energía y cultura

Rusia tiene una importante presencia energética en Serbia a través de Gazprom. Esta empresa mantiene el control de refinerías como las de Novi Sad y Panchevo, así como de varias estaciones de servicio. La compañía energética rusa también financia equipos deportivos en Serbia, especialmente en baloncesto y fútbol (Estrella Roja de Belgrado). Estas disciplinas gozan de enorme popularidad en el país balcánico.

El sector energético ha permitido a Rusia mantener a Serbia dentro de sus esferas de influencia geoeconómica. Esto ha incrementado la dependencia energética de Belgrado respecto a Moscú. Líderes opositores serbios acusan a Gazprom de ejercer un control prácticamente de facto sobre el gobierno serbio. Además, empresas energéticas y financieras rusas como Rosneft, Zarubezhneft, Gazprom, Lukoil y Sberbank han iniciado varios proyectos energéticos y procesos de privatización en Serbia y Montenegro.

Desde la perspectiva geoeconómica, y gracias a su potencial energético, los medios occidentales consideran que Rusia busca influir políticamente en los Balcanes. Para ello, establece como epicentro de expansión el puerto de Novorossiysk, en el Mar Negro. En esta estrategia también influyen sus operaciones militares en Ucrania. A comienzos de agosto, Moscú atacó el gasoducto Transbalcánico, que provee a Kiev de gas licuado estadounidense a través de Grecia y Turquía, además de gas natural de Azerbaiyán.

Por su parte, en Montenegro han aumentado las inversiones rusas en sectores como el energético, el turístico y las infraestructuras portuarias. Estas se concentran especialmente en Porto Montenegro, ubicado en la bahía de Kotor, muy cerca del Mar Adriático. Este lugar es muy solicitado por turistas y oligarcas rusos como puerto deportivo de lujo.

No obstante, la decisión de Montenegro de respaldar las sanciones europeas contra Rusia ha afectado a casi tres mil ciudadanos rusos establecidos en esta república balcánica de 620.000 habitantes. Entre estas medidas destaca la restricción de visas para ciudadanos rusos. Sin embargo, algunos con pasaporte vigente pueden viajar a Montenegro por un período limitado sin necesidad de visa. Rusia también mantiene apoyos dentro de Montenegro a través de formaciones políticas proserbias y prorrusas. En marzo de 2022, estos grupos votaron en contra de sumarse a las sanciones.

En los últimos años, Moscú ha redoblado sus esfuerzos por tener mayor presencia en la vida social y cultural de los países balcánicos. Lo hace a través de organismos oficiales como el Centro Ruso para la Ciencia y la Cultura «Ruski dom», establecido en Belgrado. También conocido como «ROŠOTRUDNIČESTVO», esta agencia fue creada en 2008 y opera en 80 países. Su objetivo es implementar la política estatal de cooperación internacional y promover una «comprensión objetiva de la Rusia moderna en el mundo».

Por otro lado, el Kremlin emite en Serbia, Montenegro, la República Srpska y el norte de Kosovo el canal Sputnik Serbia. Esta plataforma le permite manejar una herramienta informativa favorable a sus intereses, especialmente al potenciar el nacionalismo balcánico y las posturas anti-OTAN y anti-UE.

Grupo Wagner

La renovación de las tensiones entre Serbia y Kosovo en agosto de 2022, coincidiendo con el conflicto ucraniano, pareció representar una oportunidad para Moscú. En ese contexto, buscó habilitar la presencia del Grupo Wagner en la región balcánica, específicamente a través de Serbia. Mediante un comunicado, el Grupo Wagner anunció que había abierto una filial en Serbia. Lo hizo a través de una organización local llamada Orly, presentada oficialmente como un centro cultural y de cooperación. Sin embargo, también se declaró como objetivo la «protección de los rusos que están en Belgrado».

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No obstante, no hay indicios claros de que Moscú esté utilizando al Grupo Wagner como fuerza paramilitar de apoyo a Serbia en Kosovo. Encubiertos bajo la figura del centro cultural en Belgrado como herramienta de «soft power», los Wagner parecen más inclinados a actuar como actores de influencia. Su objetivo sería fortalecer los intereses rusos, agitar el nacionalismo paneslavo y difundir la idea del fracaso de Occidente en garantizar la estabilidad balcánica tras la desintegración de la ex Yugoslavia.

Un caso significativo fue la intención de Moscú de obstaculizar, en 2020, las negociaciones de Macedonia del Norte para ingresar en la Unión Europea. Para ello, utilizó actores de influencia regionales en Serbia y Bulgaria, países que también mantienen reclamaciones soberanas sobre este territorio. También se ha informado sobre la existencia de una organización delictiva llamada Izmailovskaya. Esta presuntamente habría colaborado con el Grupo Wagner en operaciones logísticas, de reclutamiento y en el tráfico de armas y personas.

Otro organismo señalado es el llamado «Centro Ruso de Reclutamiento de Espías». Desde Occidente se lo vincula con Rusia y se le atribuye un papel clave en un intento de golpe de Estado en Montenegro en 2017. El objetivo habría sido impedir que ese país ingresara en la OTAN. El radio de acción de este centro abarcaría también Kosovo y Serbia.

Rusia, la OTAN, la UE y la carrera armamentista en los Balcanes

La presencia rusa en los Balcanes se ve confrontada por una mayor capacitación en el terreno por parte de las misiones de la OTAN, específicamente en Bosnia y Herzegovina (Operation Joint Force) y Kosovo (a través de la Fuerza Internacional de Seguridad en Kosovo, KFOR por sus siglas en inglés).

La KFOR cuenta con unos 3.700 efectivos y se encuentra igualmente en contacto con la Misión de la Unión Europea por el Estado de Derecho en Kosovo (EULEX), lo cual evidencia el creciente interés occidental por mantener sus cuotas de seguridad e influencia en los Balcanes, ahora incrementada por los intereses rusos en la región.

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Como se indicó con anterioridad, Montenegro, país situado en la esfera de interés del Kremlin y con una relevante comunidad de origen ruso, es miembro de la OTAN desde 2017. Otros países como Eslovenia (en 2004), Albania y Croacia (2009) y Macedonia del Norte (2020) se unieron igualmente a la Alianza Atlántica. Otros tres aspirantes de ingreso en la OTAN son Bosnia y Herzegovina y Macedonia. En los casos croata y esloveno son hasta el momento los dos únicos Estados balcánicos en pertenecer a la UE, donde ingresaron en 2004.

Toda vez, la OTAN mantiene desde 1951 una de sus principales bases estratégicas en Nápoles (Italia) a través del Mando Conjunto de la Fuerza de la OTAN en Nápoles (JFC Naples), ubicado en Lago Patria. Su capacidad operativa fue redefinida en 2004 con la finalidad de vigilar el Mediterráneo y los Balcanes, con operaciones navales frecuentes en el Mar Adriático para reforzar las misiones en Bosnia y Kosovo. En Nápoles también se encuentra la Estación Naval de Apoyo, que proporciona cooperación logística y administrativa a las unidades de la OTAN y de la Armada de EEUU en la región.

Desde 2023, al calor de la guerra en Ucrania y ante el peso creciente de la influencia rusa en los Balcanes, la UE ha acelerado los procesos de negociación para la admisión de países de la región

La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, y el entonces comisario de Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, iniciaron giras por separado a países como Macedonia del Norte, Macedonia, Albania, Serbia y Bosnia y Herzegovina persuadiéndolos a alinearse con las políticas europeas de sanciones contra Rusia y adoptando medidas de cooperación energética, en particular apostando por las energías verdes, con la obvia finalidad de reducir la dependencia energética de esos países con Rusia. 

El resultado de estas giras fue la apertura inmediata de negociaciones de admisión con Macedonia y Albania y la concesión de estatus de país candidato para Bosnia y Herzegovina. El pasado mes de abril Macedonia del Norte pidió a Bruselas acelerar sus negociaciones de admisión advirtiendo sobre la «creciente influencia rusa» en la región. Con ello, la UE intenta alejar a los Balcanes del visible radio de influencia rusa, un escenario que cobrará mayor intensidad en los próximos años en la medida en que aumenten las tensiones ruso-occidentales.

Más allá de las interferencias exteriores resulta igualmente oportuno observar los equilibrios militares que internamente están comenzando a fraguarse en los Balcanes, en particular las alianzas y el aumento del gasto militar, con el consecuente riesgo de intensificación de los conflictos internos. 

En marzo pasado, Croacia, Albania (ambos miembros de la OTAN) y Kosovo (con misión de la OTAN en su territorio) anunciaron la creación de una alianza militar que fue inmediatamente contestada por Serbia y Hungría (aliados rusos) con la creación de una alianza propia a la que el presidente de la RS, Dodik ya anunció su intención de integrarse. 

Desde finales de 2024 se ha materializado el retorno del servicio militar obligatorio en dos enemigos históricos como Serbia y Croacia. Desde 2016 ambos países lideran el aumento del gasto militar en la región toda vez el contexto actual de tensiones ruso-occidentales determinado por el conflicto en Ucrania está obligando a reevaluar los documentos estratégicos de seguridad y defensa entre los distintos Estados balcánicos.


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