Restricciones de tres horas a la semana en el uso de dispositivos electrónicos para menores, la implementación de un crédito social que penaliza a quienes no mantienen una imagen ideal de ciudadano y el desarrollo de aplicaciones nacionales que censuran y monitorizan el contenido, son solo algunos de los aspectos más controvertidos que Pekín emplea para moldear el ciberespacio chino.
China ha sido el motor de progreso en Asia durante más de 30 años. Sin embargo, recientemente ha incrementado la hermeticidad de sus datos y extremado su seguridad cibernética. Esto plantea la pregunta inevitable: ¿Qué se esconde detrás de la burbuja cibernética china?
Ideología, seguridad y el ciberespacio chino: construcción del régimen
Tras la guerra civil que culminó en 1949 con la victoria del líder Mao Zedong –y por ende, la victoria del Partido Comunista Chino–, se creó la República Popular de China, tal y como la conocemos a día de hoy. Tras instaurar un sistema comunista, Mao no tardó en percatarse de que China también necesitaba modernizar sus industrias para tener un desarrollo competente, al mismo nivel que otros estados comunistas vecinos como la Unión Soviética.
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Estas aspiraciones toman forma en un ambicioso plan de cinco años conocido como «El Gran Salto Adelante» que pretendía mejorar las capacidades productivas del país. Es reconocido como el primer intento en la historia de China de transformar el país. Sin embargo, esto, además de producir una gran hambruna en el país, encarriló su aislamiento.
No es hasta la muerte de Mao Zedong en 1976 cuando el Partido Comunista Chino impulsa 30 años de reforma económica, promoviendo una apertura del país en los años 80 enfocada a su presencia en los mercados globales. Sin embargo, Pekín se encontró con un doble dilema: equilibrar la apertura a la modernidad occidental siguiendo los valores y cultura tradicional china. Esta disyuntiva ha sido afrontada a lo largo de la historia con cautela y medición, eligiendo qué puertas se deben cerrar para protegerse, y hasta qué punto puede haber aperturas en el régimen.
Los años 80 fueron tan solo el primer reflejo de una tendencia perseguida por China: querer alcanzar a las grandes naciones a través de métodos no ortodoxos y cuestionables. Por ello, así es como llaman Christopher R. Hughes y Gudrun Wacker en su libro China and the Internet: Politics of the digital leap forward al nuevo Salto Adelante del siglo XXI de China. Bautizado como El Salto Adelante Digital, la estrategia ha estado presente desde la aparición de internet y su interacción con la nación china.
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Internet suponía para Pekín una nueva oportunidad, al igual que una nueva amenaza. China ha sido un estado autocrático desde la creación de su régimen en los años 50. En este, la censura de información y la imperante necesidad de controlar a la población protegen al Estado. Por ello, ante la llegada de internet, China se encuentra ante una encrucijada. Para poder modernizar su sociedad, gozar de las tecnologías modernas y estar equiparada a sus vecinos de Occidente, debía estar conectada.
Sin embargo, la implementación de estas tecnologías y el fácil acceso a todo tipo de información amenazaba con aflojar el control político del gobierno chino sobre la población. En su historia repleta de cerrojos y puertas. La llegada de internet en China representaba una gigantesca ventana al interior del régimen. No obstante, China logró encontrar la gran solución a su enigma: un ciberespacio único y exclusivo.
La gran muralla digital: control y censura en el ciberespacio chino
El ciberespacio chino siempre ha estado desvinculado del occidental. Mientras, Estados Unidos ha sido motor de progreso en las sociedades de Occidente durante los años 80 en el desarrollo de tecnología. A lo largo de los años, y con tal de no ser partícipe, China ha creado y evolucionado las reglas de su propio juego. Es decir, su propio ciberespacio.
Considerada a día de hoy como la Gran Muralla China cibernética, La Gran Cortafuegos de China separa el espacio cibernético chino del occidental. Su construcción permite la monitorización y censura de contenido dentro de la red en China. Permite no solo la desconexión de China al resto del mundo, sino también la prohibición del acceso a páginas fuera del territorio chino. Es esencial entender lo cautelosa que puede llegar a ser Pekín en el trato de la información en su espacio. Esta es su arma principal para lograr mantener el control.
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Además, el gobierno chino lleva una participación activa en el control de la información. Bien sea, a través de la censura, la desinformación o la distracción. El objetivo principal detrás de la creación de la Gran Muralla digital es controlar a la población, evitando la acción colectiva ciudadana. Es decir, evitar que circulen ideas que puedan conducir a manifestaciones sobre el régimen.
Evitar encontrarse en una posición de tira y afloja, cuestionarse hasta qué punto puede llegar a tensarse la cuerda hasta que se rompa es algo que el partido comunista chino no está dispuesto ni a plantear.
La guerra espacial y la guerra de control sobre los datos
Por otra parte, es necesario hacer mención del telón de fondo en esta cuestión: la carrera espacial. Las potencias globales que buscan la adquisición de poder centran sus esfuerzos en «la guerra espacial». El espacio plantea una nueva fuente de poder para los estados.
Por supuesto, los que consiguen llegar antes a este obtienen una importante ventaja sobre el resto. Por ende, China hace grandes esfuerzos por liderar la guerra en el espacio, en especial ante su principal rival occidental y actual líder, Estados Unidos. El espacio plantea un eje clave en las cuestiones cibernéticas, puesto que el uso de satélites toma cada vez mayor protagonismo.
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El artículo de Daniel Voelsen Internet from Space: how new satellite connections could affect global internet governance revela que no estamos hablando únicamente de satélites, sino de constelaciones de miles de satélites para controlar la información y su transmisión a través de internet. Un ejemplo de esto es la constelación china LEO (Low Earth Orbit), GW, que cuenta con alrededor de 13,000 satélites. La mayor es la constelación estadounidense SpaceX (Starlink), que cuenta con 42.000 satélites.
China declaró en la World Internet Conference de 2019 que los países deberían hacer esfuerzos por mejorar la infraestructura en el espacio para la transmisión de información. Además de hablar sobre «mega constelaciones», se habla de un futuro incierto sobre competitividad, división y regulación en el espacio. Ya se ha llegado a hablar de que los países que actúan en esta guerra espacial (el artículo hace especial mención a Rusia, China y Estados Unidos), no permitirán que satélites operen en sus países si no hay control por parte de alguna empresa doméstica de estos países.
Es evidente la gran importancia que adquiere el espacio y el uso de satélites para proteger y controlar el ciberespacio, y por ende, la transmisión de información internacional y doméstica. Poder controlar qué entra y sale de los bordes de una nación es cada vez más relevante, especialmente para China, que busca poder en dimensiones terrestres, extraterrestres e incluso cibernéticas para controlar el flujo de información.
La carrera espacial: controlando el ciberespacio desde órbita
En la World Internet Conference de 2014 se subrayó el ciberespacio como una cuestión que preocupa a los Estados. Los avances tecnológicos y el uso cada vez más sustitutivo de la tecnología plantea un nuevo desafío para las relaciones internacionales y la soberanía nacional. China ha participado activamente en estas conferencias, exponiendo no solo la importancia de regular el ciberespacio (sin llegar a su militarización), sino también la continua preocupación de las grandes potencias sobre cómo controlar el ciberespacio. El ciberespacio es, sin duda, el arma de doble filo para las potencias globales.
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Por ello, la composición del actual ciberespacio chino se caracteriza por el uso exclusivo de aplicaciones y motores de búsqueda creados y controlados por el propio estado. Baidu sustituye a Google como motor de búsqueda, Tianyi sustituye a LinkedIn como red social profesional, Twitter, Facebook e Instagram son reemplazados por WeChat o Renren, y Weibo sustituye a plataformas de compras en línea como eBay. Así sucede con cualquier aplicación usada en el resto del mundo, especialmente en Occidente.
Contrario a lo que muchos pueden pensar, algunas aplicaciones y motores de búsqueda llegaron a estar operativos en China. Google entró en China en 2006 atraído por aspiraciones de operar dentro del poderoso mercado chino bajo condiciones de censura impuestas por el Gobierno. Sin embargo, se retiró en 2010 por motivos éticos y la competencia de un rival emergente (Baidu).
Otros casos como el de Google se repiten a lo largo de la historia del crecimiento de internet y las redes sociales. Algunas aplicaciones que no estaban dispuestas a divulgar información de sus usuarios al gobierno, así como restringir contenido a petición del gobierno, no podían operar dentro del ciberespacio chino. Es así como empieza a conformarse desde los años iniciales de la aparición de internet un ciberespacio en China con aplicaciones y motores de búsqueda propios. En la actualidad, el gobierno controla a sus anchas la red de información dentro del espacio chino.
En todo este entramado, hay que destacar la razón detrás de China de prestar especial atención a lo cibernético. También conocida como el arma principal del siglo 21: la tecnología. Cada vez más, los ataques militantes han pasado a un segundo plano, sustituidos por los ciberataques. De sangre a datos. Todos los países son conscientes del poder que la tecnología otorga, y todo el que reconoce este poder, destina sus recursos a la ciberseguridad y la gobernanza del ciberespacio.
Y esto es explicado por una sencilla razón: el ciberespacio está repleto de información crucial y valiosa. El gobierno chino, desde hace 30 años, es consciente de lo vital que es la información no solo dentro de las puertas de su propia nación, sino a nivel global. Poder controlar el ciberespacio es una forma de ampliar la seguridad y defensa de una nación, al igual que el poder duro. Aquel que tiene poder, es porque tiene información. En un panorama de crecientes tensiones domésticas y globales, controlar la «verdad» otorga el puesto de vencedor a quien la tenga, o sepa cómo ocultarla.
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