La segunda presidencia de Donald Trump plantea retos sin precedentes para la Alianza Atlántica. Desde exigir un gasto militar del 5% del PIB hasta tensiones sobre Ucrania y Groenlandia, su postura crítica redefine el compromiso de Estados Unidos con Europa. Además, su estrategia hacia Asia-Pacífico y Oriente Medio podría profundizar divisiones, obligando a la OTAN a reconsiderar su rumbo y a los europeos a reforzar su autonomía estratégica.
La segunda presidencia de Donald Trump muy probablemente hará tambalear a la OTAN, donde se plantearán interrogantes sobre la dirección futura que ha de tomar la alianza transatlántica durante estos cuatro años. Tras su victoria electoral en noviembre de 2024, Trump ha retomado su retórica crítica hacia los aliados europeos, y exige un aumento drástico en el gasto en defensa, que podría llegar hasta el 5% del PIB. Esta postura, que va mucho más allá del actual objetivo del 2%, ha generado diversas críticas en las capitales europeas y ha reavivado los temores sobre el compromiso estadounidense con la Alianza Atlántica, incluso pudiendo «negar la protección» a quien no pague. El escenario que se perfila para la cumbre de la OTAN en La Haya en junio de 2025 augura tensiones sin precedentes, con Trump dispuesto a presionar como nunca antes para una «reorientación radical» de la alianza.
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En este nuevo panorama geopolítico, la OTAN se enfrenta a una encrucijada histórica. Por un lado, la amenaza de un posible repliegue estadounidense ha catalizado debates sobre la autonomía estratégica europea y la necesidad de reforzar las capacidades de defensa del continente. Por otro, la posibilidad de un acercamiento entre Trump y Putin sobre Ucrania genera muchas preocupaciones sobre el futuro de la seguridad en Europa del Este. Mientras algunos verán en esta crisis una oportunidad para la «europeización» de la OTAN, otros temen que las divisiones internas y la falta de cohesión puedan debilitar irreversiblemente la alianza. Es por ello que la capacidad de Europa para unirse y responder de manera decisiva a las demandas de Trump podría determinar no solo el futuro de la OTAN, sino también el equilibrio de poder mundial en los próximos años.
Posibles desencuentros con Ucrania
Podría haber tensiones entre los países europeos de la OTAN y Estados Unidos en lo que respecta a la ayuda a Ucrania. Por un lado, casi todos los aliados europeos han demostrado un compromiso firme con el apoyo a Kiev, aumentando su gasto en defensa y proporcionando asistencia militar y económica desde el comienzo de la invasión. Sin embargo, la postura de Trump y su disposición a buscar un acuerdo rápido con Rusia, donde incluya posibles concesiones territoriales, podría chocar frontalmente con los intereses de seguridad europeos. Es probable que veamos a países como Polonia, los Estados bálticos y el Reino Unido presionando por mantener una línea dura contra Moscú, mientras que Trump y sus aliados más vinculados a Rusia como Hungría o Eslovaquia podrían buscar una salida negociada que los europeos consideren demasiado favorable a los intereses rusos.
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Esto podría llevar a situaciones de gran tensión diplomática, con los líderes europeos intentando cambiar la posición de Washington. El punto de tensión más crítico probablemente será el nivel de ayuda militar a Ucrania. Mientras que los países europeos podrían buscar aumentar su apoyo para compensar una posible reducción del compromiso estadounidense, se enfrentarán a limitaciones presupuestarias y de capacidad que harán difícil llenar el vacío dejado por Washington, ya que cubrir el déficit si la administración Trump corta la ayuda implicaría un enorme gasto adicional para el continente. Esto podría llevar a discusiones sobre el reparto de cargas dentro de la OTAN y a acusaciones mutuas de falta de solidaridad.
Además, la cuestión de la membresía de Ucrania en la OTAN seguirá siendo un tema espinoso. Trump posiblemente se opondrá firmemente a cualquier avance en esta dirección, mientras que algunos aliados europeos podrían verlo como una garantía necesaria para la seguridad a largo plazo de Ucrania y Europa del Este. En última instancia, estos desencuentros podrían poner a prueba la cohesión de la alianza transatlántica y obligar a los europeos a considerar seriamente el desarrollo de capacidades de defensa más autónomas, un debate que ya está en marcha, pero que podría acelerarse bajo una administración Trump menos comprometida con la seguridad europea.
Aumento de la industria militar europea
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha confirmado que la industria militar europea «es pequeña, está fragmentada y es lenta». La presión de Trump para que aumenten su gasto en defensa, junto con el posible incremento de la percepción de amenazas externas, probablemente acelerarán los planes para el aumento y perfeccionamiento del sector en la región. La Unión Europea ya ha propuesto inyectar al menos 1.500 millones de euros en la industria militar y busca movilizar unos 500.000 millones en la próxima década.
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Además, el Banco Europeo de Inversiones planea impulsar otros 6.000 millones al sector. Esta previsión de aumento se refleja también en el mercado bursátil, donde empresas como BAE Systems, Rheinmetall y Leonardo han experimentado alzas significativas tras la victoria de Trump. Además, la nueva Estrategia Industrial Europea de Defensa (EDIS) establece objetivos ambiciosos, como que el 50% de las adquisiciones de defensa de los Estados miembros se enfoquen en la industria europea para 2030.
Groenlandia como disputa
Las amenazas de Trump de usar la fuerza militar o imponer sanciones económicas a Dinamarca, un aliado de la OTAN, para obtener el control de Groenlandia podrían generar una crisis diplomática sin precedentes. Esta situación pone a prueba los cimientos mismos de la alianza, ya que enfrenta a sus miembros con el dilema de cómo responder a la posible agresión de uno de los suyos. La cláusula de defensa mutua de la OTAN podría verse cuestionada, y los países europeos podrían verse obligados a elegir entre su lealtad a la alianza o la defensa de la soberanía de Dinamarca.
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Además, la postura de Trump ha avivado el debate sobre la independencia de Groenlandia, con su primer ministro, Múte B. Egede, reafirmando el deseo de los groenlandeses de no ser ni daneses ni estadounidenses. En el peor de los casos, podría llevar a la reevaluación profunda de la estructura y propósito de la OTAN, poniendo en duda la fiabilidad de Estados Unidos como aliado.
Oriente Medio
Probablemente, se produzcan algunas tensiones entre Turquía, Estados Unidos y los países europeos de la OTAN en relación con el conflicto israelí-palestino. Trump probablemente intensificará su apoyo incondicional a Israel, abandonando la idea de una solución de dos Estados y dando luz verde a la expansión de asentamientos en Cisjordania. Esta postura chocará frontalmente con la de Turquía, que ha sido un firme defensor de la causa palestina y crítico acérrimo de las políticas israelíes.
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Por otro lado, muchos países europeos de la OTAN, que han abogado tradicionalmente por una solución negociada basada en la coexistencia de dos Estados, se encontrarán en una posición incómoda, atrapados entre su alianza con Estados Unidos y sus principios diplomáticos. Un posible desencuentro que amenace a Ankara podría llevar a Turquía a amenazar con bloquear iniciativas de la alianza o buscando alianzas alternativas. Los países europeos, por su parte, podrían verse obligados a equilibrar su deseo de mantener la unidad transatlántica con la necesidad de defender una solución justa al conflicto.
Prioridad en Asia-Pacífico
Probablemente, la actitud más agresiva de Trump hacia China podría resultar en un aumento de las tensiones en el Mar de China Meridional, con ejercicios navales y aéreos más frecuentes y provocativos. Además, se intensificará la presencia de la OTAN en esta región, reflejando el aumento de la preocupación por la influencia china. Se espera que Trump impulse una estrategia más agresiva, presionando a los aliados europeos para que asuman un papel más activo en contrarrestar a China.
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La OTAN podría fortalecer sus lazos con socios clave como Japón, Corea del Sur, Australia y la India, aumentando el intercambio de inteligencia y la cooperación militar. Trump podría también buscar una postura más firme en temas como Taiwán y el Mar de China Meridional, lo que podría aumentar las tensiones con Beijing. Sin embargo, algunos aliados europeos podrían mostrarse reacios a involucrarse tan directamente en una región fuera de su área tradicional de operaciones, especialmente si esto implica un aumento significativo en el gasto de defensa.
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