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Rusia y Turquía: entre la cooperación y la confrontación

Análisis

Andrea Vázquez
Andrea Vázquez
Estudiante de Relaciones Internacionales y Filosofía, Política y Economía. Apasionada de la geopolítica y la seguridad internacional, con un profundo interés en analizar y comprender las causas y las dinámicas de los conflictos internacionales.

Las relaciones estratégicas entre los países son esenciales para conseguir sus objetivos. Estas relaciones también pueden contribuir a la estabilidad y la seguridad. Pero, ¿qué pasa cuándo eres rival de con quién tienes que establecer la relación estratégica que necesitas? ¿Es posible ser aliado de tu enemigo histórico? En este artículo analizaremos la compleja relación entre Rusia y Turquía.

Las relaciones entre Rusia y Turquía han estado marcadas por la rivalidad para conseguir el control del Mar Negro, los Balcanes y el Cáucaso.

A lo largo de la historia, se han enfrentado en más de una decena de guerras ruso-turcas, con el Imperio ruso buscando acceso al mar y el debilitamiento del Imperio Otomano. El Tratado de Küçük Kaynarca (1774) puso fin a la guerra ruso-turca de 1768–1774. Gracias a este Tratado, Rusia obtuvo acceso al Mar Negro y ganó influencia sobre los cristianos ortodoxos en territorios otomanos. Además, el Kanato de Crimea obtuvo la independencia del Imperio Otomano, aunque en la práctica quedó bajo la influencia rusa.

Así, Rusia también consiguió instalar puertos en el Mar de Azov, lo que le benefició militar y económicamente. Las concesiones que este tratado le otorgó a Rusia le sirvieron como la justificación necesaria para intervenir en los asuntos internos otomanos, influyendo en la política de los Balcanes y del Cáucaso durante el siglo XIX. 

Otro momento clave fue la Guerra de Crimea (1853-1856). Las principales causas de esta guerra fueron: el intento por parte de Moscú de conseguir el acceso al Mar Mediterraneo por el estrecho de Dardanelos (punto estratégico clave) y la escalada en los conflictos provocados por cuestiones religiosas, ya que el Sultán del Imperio otomano se inclinó hacía los intereses cristianos (apoyados por Francia) en vez de hacía los ortodoxos.

Los intentos de negociaciones diplomáticas no consiguieron frenar el conflicto y la guerra estalló. Rusia intentó expandir su influencia por el Mar Mediterráneo y Oriente Medio, enfrentándose a una coalición de potencias europeas que incluía al Imperio Otomano. La guerra terminó con el Tratado de París de 1856. La derrota rusa mostró los límites de su influencia y marcó un punto de inflexión en la política otomana, que empezó a acercarse a Occidente.

Durante la Primera Guerra Mundial, ambos imperios fueron adversarios. Esta dinámica cambió tras la Revolución Rusa de 1917 y el colapso del Imperio otomano. Después de la guerra, comenzaron a acercarse para colaborar. El Tratado de Amistad y Hermandad Turco-Soviética de 1921 formalizó esta cooperación, con la URSS proporcionando ayuda económica y militar a Turquía durante su Guerra de Independencia.

Sin embargo, durante la Guerra Fría esta relación volvió a torcerse, con el ingreso de Turquía en la OTAN, convirtiéndose en un punto estratégico para contener la influencia soviética en Oriente Medio y el Mediterráneo. El colapso de la URSS en 1991 marcó un nuevo cambio de rumbo en esta rivalidad, abriendo nuevas oportunidades para las relaciones bilaterales, basadas en intereses económicos y estratégicos.

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Áreas de cooperación clave entre Turquía y Rusia

La principal área de cooperación entre Moscú y Ankara es la energía, con dos proyectos estratégicos: el gasoducto TurkStream y la planta nuclear de Akkuyu.

El TurkStream es un gasoducto diseñado para transportar gas natural ruso a Turquía y, desde allí, a los mercados europeos. Este proyecto permite a Rusia explorar rutas alternativas de exportación de gas hacia Europa, evitando el tránsito por Ucrania, lo que es crucial para Moscú en su estrategia energética.

Para Turquía, asegura un suministro estable de gas, fortaleciendo su posición geoestratégica y su papel como un importante corredor energético entre Asia y Europa. Gracias a ello ambos países salen beneficiados y, además, refuerza la interdependencia económica entre ellos. La central nuclear de Akkuyu es la primera central nuclear en Turquía, desarrollada por la corporación rusa Rosatom. Actualmente es el proyecto de construcción nuclear más grande del mundo. Para Rusia, este proyecto refuerza su influencia en el sector energético turco y muestra su capacidad tecnológica en el ámbito nuclear.

Para Turquía, el desarrollo de la planta nuclear le proporciona tanto el acceso a energía limpia como la creación de puestos de trabajo durante años, beneficiando la economía del país. Como podemos ver, estos proyectos refuerzan su cooperación energética y les sirve como una herramienta para fortalecer la influencia de ambos en la región.

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Otra área en la que colaboraron fue en la compra del sistema de defensa antiaérea S-400. Esta fue una decisión histórica, ya que Turquía se convirtió en el primer miembro de la OTAN en comprar un sistema militar tan avanzado ruso. El acuerdo fortaleció la cooperación bilateral entre Moscú y Ankara y subrayó la capacidad de Rusia para desafiar la unidad de la OTAN al establecer vínculos estratégicos con uno de sus miembros. La decisión también fue interpretada como un mensaje político para mostrar la autonomía de Turquía en su política exterior y militar. Sin embargo, esta acción fue vista como un desafío a la OTAN. Estados Unidos impuso sanciones a Turquía bajo la ley CAATSA (Countering America’s Adversaries Through Sanctions Act), y Ankara fue excluida del programa de desarrollo del avión de combate F-35.

También podemos resaltar su cooperación en acuerdos internacionales, como es el caso de La Iniciativa de Granos del Mar Negro, un acuerdo firmado el 22 de julio de 2022 en Estambul por Rusia, Turquía, Ucrania y Naciones Unidas. Este acuerdo permitía la exportación segura de granos, alimentos y fertilizantes desde tres puertos ucranianos clave en el Mar Negro: Odesa, Chornomorsk y Yuzhny/Pivdennyi.

Áreas de conflicto entre Turquía y Rusia

La zona del Cáucaso y Asia Central es un punto de tensión entre Moscú y Ankara. Por un lado, en el conflicto de Nagorno-Karabaj, Rusia (debido a sus vínculos con la región durante la era soviética) actúa como garante de seguridad de la región, especialmente para Armenia, mientras Turquía apoya abiertamente a Azerbaiyán. Ambos luchan por conseguir expandir su influencia por la región.

Rusia, consciente de la situación de desventaja de Armenia, tomó el papel de mediador del conflicto para llegar a una resolución. En 2020 se firmó un alto al fuego entre Rusia, Armenia y Azerbaiyán. El papel de Rusia como mediador y garantizador de la seguridad y la estabilidad en la región se vio fortalecido. Sin embargo, el involucramiento de Turquía en el conflicto muestra una creciente expansión de su influencia en la región que podría desafiar los intereses de Moscú.

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Por otro lado, Rusia considera Asia Central como parte de su esfera de influencia tradicional, pero Turquía está intensificando su presencia en países turcófonos como Kazajistán y Uzbekistán, promoviendo vínculos culturales, económicos y políticos a través de organizaciones como el Consejo Túrquico. Esta expansión turca es vista como una amenaza para Moscú, que busca mantener su dominancia en la región.  

El conflicto en Ucrania ha añadido otra capa de complejidad a la relación entre Rusia y Turquía. Turquía, miembro de la OTAN, ha mostrado su apoyo a Ucrania. Ankara le ha suministrado material militar, como los drones Bayraktar, que han sido esenciales en su defensa contra las fuerzas rusas. Además, no reconoce la anexión de Crimea, apoyando la soberanía ucraniana. A pesar de estas acciones, Rusia ha evitado confrontar abiertamente a Turquía, consciente de su necesidad de mantener a Ankara como un socio estratégico en medio de su creciente aislamiento global. Turquía también ha aprovechado su situación para colocarse como mediador entre las partes, con el objetivo de beneficiarse de ambas y expandir su influencia.


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