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El ascenso de Turquía: ¿cómo está expandiendo su influencia hacia el Océano Índico?

Análisis

Salvador Iborra
Salvador Iborra
Alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute. Graduado en Derecho por la Universidad de Cádiz. Interesado en los tableros de juego geopolíticos, así como en la Historia para comprender el presente en marcha y el futuro que aproxima.

Turquía ha aumentado su influencia en regiones clave, con un interés creciente en el Océano Índico. A pesar de su política exterior ambiciosa, enfrenta desafíos internos y geopolíticos que limitan su alcance. En este artículo, Salvador Iborra, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, analiza cómo el país intenta utilizar su creciente influencia para equilibrar las dinámicas de poder en áreas estratégicas.

Turquía se ha convertido en una de las potencias medias más relevantes del mundo recientemente. Localizada en un territorio puente entre Europa y Asia, ha expandido su influencia en regiones como Oriente Medio, el Cáucaso y los Balcanes.

También ha extendido su presencia en los mares Mediterráneo y Negro. Sus ambiciones no quedan ahí. Pretende acercarse a otras regiones, como Asia Central y África del Norte, utilizando los vínculos históricos que mantiene con estas. No obstante, hay una pretensión menos conocida: entrar en el Océano Índico.

El camino de Ankara hacia el Índico

En octubre de 2022, el presidente Erdoğan presentó «El siglo de Turquía». Este proyecto está compuesto por programas que pretenden situar al país entre las diez primeras potencias mundiales en términos tan variados como el económico, el tecnológico, el diplomático y el militar.

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En palabras de Sánchez Tapia, «la visión contempla un papel activo de Turquía a nivel regional». El país busca desarrollar relaciones constructivas y mutuamente beneficiosas con todos los estados en su vecindario. Turquía pretende establecer «ejes de paz», reforzando lazos con países de lengua y cultura turca en Asia Central. También quiere estrechar vínculos con países musulmanes en África y el sudeste asiático, expandiendo su presencia por todo el mundo de manera independiente. De este modo, se desprende de sus relaciones jerárquicas con las naciones occidentales.

El Océano Índico es otra pieza clave en el rompecabezas de las aspiraciones turcas. El documento de Política Exterior Nacional de 2023 destacó la importancia estratégica del Índico en relación con la seguridad energética y las cadenas de suministro turcas. También es mencionado en la Estrategia Naval turca de 2015 como un área estratégica. Se señala que Turquía debía mejorar su interoperabilidad a través de la «adquisición de bases logísticas e instalaciones portuarias locales».

¿Qué pasos está tomando Turquía?

Ankara lleva invirtiendo en su flota naval desde hace décadas. Numerosos proyectos de la industria de defensa se han acelerado desde que Erdoğan comenzase a gobernar en 2002.

Apoyándose en la doctrina turca «Mavi Vatan», que proporciona una base legal, diplomática, financiera y política para la ampliación de la jurisdicción marítima turca, el país pretende afirmar su soberanía e intereses en su entorno marítimo próximo.

En 2025, los astilleros turcos están construyendo 31 buques de guerra. Entre ellos se encuentran un portaaviones y un destructor con capacidad para llegar al Índico. Serhat Guvenc, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Estambul, ha señalado que la Armada turca trata de ampliar su alcance global. Esto lo hace centrándose en aguas internacionales, yendo más allá del concepto regional de «Mavi Vatan».

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Desde el punto de vista diplomático, Turquía está reforzando sus lazos con los Estados de África oriental y del Cuerno de África. A finales de 2024, Etiopía y Somalia llegaron a un acuerdo tras casi una década de rivalidad. Etiopía, sin acceso al mar desde 1993 tras la independencia de Eritrea, ha tenido como uno de sus objetivos principales la búsqueda de un acceso fiable al mismo. Yibuti sirvió como un salvavidas para el país, pero la dependencia de este pequeño Estado dejó a Etiopía en una situación de vulnerabilidad.

Para acabar con ella, firmó un acuerdo con Somalilandia en 2023. Esta es una región autoproclamada independiente de Somalia. El acuerdo le otorga acceso a su puerto a cambio de un reconocimiento formal. Esta acción provocó una respuesta incendiaria de Somalia que, viendo su integridad territorial amenazada, llamó a la comunidad internacional a oponerse a Etiopía.

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En un hecho que no ha tenido excesiva atención en el escaparate internacional, Erdoğan consigue mediar exitosamente en este conflicto y continúa posicionando a Turquía como un socio fiable y pragmático en dicha región.

No solo es un logro diplomático. El acuerdo habilitará a empresas turcas para participar en importantes proyectos de infraestructura portuaria, redes de transporte e instalaciones comerciales. Pero esto es solo la punta del iceberg de un proceso que lleva en marcha años.

Turquía y Somalia mantienen una estrecha relación desde 2011, tras la visita del presidente Erdoğan al país durante una devastadora hambruna. En ese contexto, muchos somalíes se sintieron abandonados por la comunidad internacional.

Desde entonces, combinando soft power y hard power, Ankara tiene un papel protagonista en el país. Ha proporcionado más de mil millones de dólares en ayuda en 10 años, tiene una base militar que dota de entrenamiento al ejército somalí, está realizando exploraciones de petróleo y gas en las aguas somalíes y administra, a través de Albayrak, el puerto de Mogadiscio.

En cuanto a otras naciones, Turquía ha firmado acuerdos de cooperación y entrenamiento militar con Yibuti. También ha ofrecido su mediación para resolver el conflicto sudanés, ostenta el control de la isla Suakin y se ha convertido en un proveedor de drones a Etiopía.

Turquía más allá del Cuerno de África

La influencia turca no se detiene en el estrecho de Bab el-Mandeb. Uno de los socios ribereños del Índico más importantes para Erdogan es Pakistán.

La relación entre ambos países comenzó cuando los musulmanes del entonces Raj británico noroccidental (Pakistán preindependiente) apoyaron a los turcos en la Guerra de Independencia turca de 1919. Actualmente, ambos Estados mantienen una relación que Turquía describe como de «una íntima amistad y hermandad».

Mientras Pakistán niega su reconocimiento a Armenia y el genocidio armenio, Turquía apoya las pretensiones pakistaníes sobre Cachemira, una vieja reivindicación del país. Ambos países mantienen acuerdos bilaterales muy estrechos en campos como la cooperación militar y la defensa, iniciativas de doble nacionalidad, un acuerdo comercial preferencial y la asociación estratégica. Por ejemplo, en el terreno de la cooperación naval, ambas armadas realizan ejercicios navales conjuntos. Además, en 2018 firmaron un acuerdo por el que Ankara vende a Islamabad cuatro corbetas, el cual fue el contrato más grande hasta la fecha para la industria de defensa turca.

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También ha estrechado sus lazos con naciones insulares del Índico de valor estratégico como son Maldivas y Seychelles. Muizzu, el presidente de la primera, hizo su primer viaje como presidente a Turquía. En un movimiento que ha alejado al país aún más de la influencia india, en 2024 realizó una compra de drones Bayraktar TB2 por un valor de 37 millones de dólares. Estos drones, que ya están en combate en otros conflictos como la Guerra de Ucrania o la segunda guerra del Alto Karabaj, jugarán un papel crucial en la seguridad marítima y en operaciones de reconocimiento.

Las Seychelles, muy próximas geográficamente a Somalia, socio turco, también están acercándose a Ankara. Turquía, cada vez más implicada en la seguridad marítima del Cuerno de África, tiene un gran valor para este pequeño país en operaciones contra la piratería. 

Por último, es imperativo mencionar la Asia Anew Initiative. Mostrada al público por el ministro de asuntos exteriores turco en 2019, es una iniciativa que pretende reforzar los lazos turcos con el continente asiático y dotar al país de un papel aún más relevante en dicho continente. Esta visión es multisectorial, pues pretende mejorar la cooperación en terrenos como la defensa, comercio, energía y alta tecnología.

Así, Turquía pretende beneficiarse de manera más efectiva de las oportunidades generadas por el desarrollo del continente asiático. Este se ha convertido en la región más importante del planeta en este siglo.

Este enfoque estratégico se ve claramente en cómo Turquía y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) han pasado de tener un volumen comercial de 17 billones de dólares en 2004 a 75 en 2021. También se ha reflejado en la inversión recíproca entre ambas, que para el caso de la ASEAN es de 10.300 millones invertidos en Turquía.

¿Cuál es la naturaleza de las ambiciones de Turquía?

Durante la puesta en servicio en 2011 del buque TCG Heybeliada Erdoğan declaró que los intereses nacionales turcos eran “residentes en el canal de Suez, sus mares adyacentes y desde allí se extienden hasta el Océano Índico”. Pese a adoptar una retórica panislámica y neo-otomanista, los compromisos del país son, de momento, comerciales y de seguridad

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En este sentido, Turquía pretende seguir consolidando su condición de exportador de armas emergente y expandir su floreciente industria de defensa. Ya hemos visto arriba acuerdos de ventas militares a diversos países, pero cada vez son más: los Bayraktar TB-2 a Etiopía, tanques Kaplan junto a Indonesia, exportaciones a Catar o un memorando sobre productos de defensa con Malasia. Cabe señalar cómo India está vetada de la importación de armas turcas, en un claro gesto a su aliado pakistaní.

Su posición en el Índico también obedece a la protección de sus valiosas cadenas de suministro procedentes de Asia. Estas son vitales para alimentar su industria química y automovilística.

Cuando Estados Unidos y Reino Unido comenzaron a lanzar ataques contra los activos hutíes en Yemen, lo hicieron en respuesta a los ataques de la milicia chií a buques en el Mar Rojo. La actitud de Erdoğan fue muy crítica. El presidente entiende que la inestabilidad en este espacio marítimo y en el Índico occidental amenaza a sus intereses estratégicos en el Cuerno de África y sus importaciones.

Lo cierto es que, aunque la política exterior turca parezca ambiciosa en áreas como el Cuerno de África, no deben sobreestimarse sus limitadas capacidades de poder duro. No hay que olvidar que el país tiene unas cargas de seguridad fronterizas. Estas empujan a que sus activos estén desplegados más cerca de su territorio nacional.

La cuestión kurda en la frontera turco-siria, un Oriente Medio y un Cáucaso inestables, y un Mar Negro que sigue en disputa militar desde la invasión rusa de 2022. No obstante, esta creciente influencia oportunista de Turquía podría ser aprovechada por Estados Unidos y sus socios. Esto permitiría contrarrestar la influencia china en África oriental y en algunos Estados ribereños del Índico.

Erdoğan, con su creciente autonomía estratégica y en un proceso de diversificación de relaciones, podría ser también un gran activo para Pekín. Esto le permitiría contrarrestar a India junto a Pakistán.

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