Las relaciones de Turquía con Oriente Medio han sido históricamente complejas, marcadas por tensiones ideológicas y conflictos regionales. Sin embargo, la reciente guerra entre Hamás e Israel ha reconfigurado el panorama diplomático, creando nuevas oportunidades de acercamiento.
El pasado 7 de septiembre, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, abogó públicamente por la creación de una coalición islámica, cuyo objetivo sería contrarrestar lo que él percibe como una amenaza creciente por parte de Israel. En su discurso, Erdoğan planteó varios argumentos, entre ellos la supuesta ambición de Israel de ejercer la hegemonía en toda la región de Oriente Próximo.
En consecuencia, el presidente turco propuso que la formación de una alianza entre naciones islámicas sería el medio más eficaz de hacer frente a lo que él denominó como agresión israelí y terrorismo de Estado. Además, en su discurso, Erdoğan postuló que Israel podría tener motivos ocultos más allá de Gaza, sugiriendo que países como Líbano y Siria podrían ser futuros objetivos. A la luz de esta propuesta, es imperativo examinar la viabilidad de una alianza panislámica de este tipo, teniendo en cuenta los contextos históricos y la compleja red de relaciones diplomáticas entre los posibles Estados miembros: Turquía, Egipto y Siria.
Análisis de la relación entre Turquía y Egipto
La relación entre Turquía y Egipto sufrió un deterioro en 2013, tras la intervención militar encabezada por el actual presidente por Abdel-Fattah Al-Sisi, que depuso al entonces presidente egipcio, Mohamed Morsi. Desde entonces, el presidente turco Erdoğan, cuya ideología está vinculada a la de Morsi, ha criticado abiertamente al gobierno de Al-Sisi.
No obstante, en los últimos años esta relación ha ido mejorando. Un claro ejemplo fue la visita oficial de Erdoğan a El Cairo, donde ambos presidentes parecían mantener una interacción cordial. Esta visita, además, supuso un notable cambio en la retórica del presidente turco hacia Al-Sisi, a quien se refirió como «mi querido hermano».
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Estos acercamientos despertaron tras el terremoto que asoló Turquía en 2023 y el reciente conflicto en Gaza. Ambos acontecimientos acentuaron la importancia de Egipto para Turquía, especialmente con las tensiones entre Ankara e Israel.
Además, el pasado 4 de septiembre, Al-Sisi fue recibido formalmente en Ankara. Esta invitación puso de relieve el intento de Turquía de abrazar a un líder al que Erdoğan había denunciado anteriormente como un «dictador brutal». Durante la visita, ambos líderes expresaron su compromiso por fomentar una nueva era de colaboración en diversos ámbitos, como la industria, la defensa, el comercio y la energía. Además, firmaron una serie de acuerdos con el objetivo de ampliar presupuesto comercial entre Egipto y Turquía de 9.000 millones de euros a unos 13.000 millones de euros en un plazo de cinco años.
Otra de las cuestiones abordadas fue el conflicto entre Israel y Hamás en Gaza. Durante su conversación, ambos líderes expresaron su preocupación y deseo de un alto al fuego.
La relación entre Turquía y Siria
De otro lado, Turquía está reevaluando su posición respecto a Siria, una relación que ha experimentado un deterioro significativo desde el inicio de la guerra civil siria en 2011. La relación es muy compleja, ya que, desde el estallido de la guerra, el presidente Erdoğan se ha erigido como un destacado y firme defensor de la oposición siria y sus esfuerzos por destituir al presidente Bashar al Assad.
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Como respuesta a la represión siria a los opositores, Ankara puso fin a sus relaciones diplomáticas con el gobierno de Damasco, convirtiéndose así en el apoyo fundamental de las fuerzas de la oposición. Conjuntamente, Turquía ha desempeñado un papel fundamental como refugio para los opositores, tanto militares como políticos, siendo el país con mayor número de refugiados sirios en el globo.
Sin embargo, esta relación no ha sido únicamente humanitaria. Cabe destacar que, de 2016 a 2020, Turquía llevó a cabo una serie de incursiones militares en territorio sirio que dieron lugar a la ocupación de zonas considerables, además de bombardeos en el norte de Siria.
A pesar de todo ello, desde 2022, Erdoğan persigue activamente una estrategia más amplia de reconciliación con Siria. En junio de este año, el presidente turco expresó públicamente su deseo de mejorar las relaciones bilaterales entre ambos países. Posteriormente, en julio, declaró su intención de invitar oficialmente a Assad.
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Un factor importante es el creciente sentimiento anti sirio hacia los inmigrantes, que se ha intensificado junto con los continuos problemas económicos del país. Esta tendencia alcanzó su punto álgido a finales de junio, cuando se produjeron violentos ataques contra sirios en Anatolia.
Asimismo, la continua disputa en Gaza ha sido un gran estímulo para la resolución de esta prolongada enemistad. Tras una década de tensión, cada vez son más evidentes los beneficios de una unión diplomática para ambos países.
Por otro lado, las elecciones estadounidenses también podrían ser un incentivo, ya que se especula sobre un posible cambio en el gobierno. La posible vuelta de Donald Trump a la presidencia podría suscitar la retirada de las tropas estadounidenses en Siria, factor que también aumentaría la influencia kurda en determinadas regiones.
El rol de Egipto en la mediación del conflicto de Gaza
La relación entre Egipto e Israel, caracterizada por décadas de conflicto seguidas del tratado de paz de 1979, ha seguido representando un aspecto fundamental del compromiso diplomático regional. A pesar de la percepción predominante de una paz «fría» entre Egipto e Israel, con mínimos intercambios económicos y culturales, es evidente que la cooperación en materia de seguridad ha sido un aspecto significativo de su relación, especialmente bajo el mandato del presidente Al-Sisi.
Desde la toma del poder por Hamás en 2007, Egipto ha colaborado estrechamente con Israel en el mantenimiento del bloqueo de Gaza, alineando así sus respectivos intereses de seguridad contra el extremismo islamista.
Sin embargo, el actual conflicto entre Hamás e Israel ha supuesto un reto para esta relación. Egipto ha expresado su profunda preocupación por la operación militar israelí en Gaza y la posibilidad de que se produzca un desplazamiento significativo de palestinos hacia la península del Sinaí.
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Egipto ha lanzado varias advertencias contra cualquier traslado forzoso de población, calificando tal acción de amenaza para su soberanía y la estabilidad regional. Al mismo tiempo, El Cairo ha actuado como mediador fundamental y ha facilitado la entrega de ayuda humanitaria a través del paso fronterizo de Rafah y participando en las negociaciones relativas al alto el fuego y la liberación de rehenes. No obstante, a pesar de las críticas de Egipto a las acciones de Israel, hasta ahora se ha abstenido de tomar medidas formales para romper relaciones diplomáticas, como retirar a su embajador o suspender su participación en el Foro del Gas del Mediterráneo Oriental, en el que Israel es un socio clave.
La necesidad compartida de abordar la crisis humanitaria en Gaza y evitar una mayor inestabilidad podría servir como factor unificador para Egipto y Turquía, facilitando una reconciliación. Aunque Egipto ha sido un ardiente opositor a movimientos islamistas como los Hermanos Musulmanes, a los que Turquía ha apoyado durante años, la amenaza existencial que supone el conflicto entre Hamás e Israel puede obligar en última instancia a ambos países a adoptar una diplomacia pragmática.
Además, tanto Egipto como Turquía tienen interés en prevenir un conflicto regional más amplio y gestionar la afluencia de refugiados de Gaza. Por ello, parece plausible que la cooperación en el suministro de ayuda humanitaria y las negociaciones para el alto el fuego puedan desembocar finalmente en una normalización gradual de las relaciones.
Siria y su rol indirecto en el conflicto Hamás-Israel
La implicación de Siria en el conflicto entre Hamás e Israel es más indirecta, pero no por ello menos significativa. Aunque Siria restableció formalmente relaciones con Hamás en 2022, su apoyo al grupo es en gran medida retórico, dadas sus debilidades internas y su vulnerabilidad militar. Damasco sigue alineado con Irán y Hezbolá, ambos directamente implicados en el conflicto regional más amplio contra Israel. Sin embargo, la capacidad de Siria para influir en la guerra se ve limitada por los efectos actuales de su guerra civil y los frecuentes ataques aéreos israelíes contra activos iraníes y de Hezbolá en territorio sirio.
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La proximidad de Siria al conflicto, sobre todo por la posible transferencia de armas a Hezbolá a través de su territorio, la convierte en un actor fundamental en la dinámica geopolítica general de la región. Sin embargo, parece poco probable que Siria se implique directamente en el conflicto, dada su limitada capacidad militar y la necesidad de priorizar la recuperación interna y la consolidación territorial.
No obstante, este conflicto puede servir para facilitar una reevaluación de la relación existente entre Turquía y Siria. Si bien Turquía se ha opuesto sistemáticamente al régimen de Assad y ha prestado apoyo a los grupos rebeldes en la guerra civil siria, las preocupaciones compartidas en materia de seguridad, incluida la posibilidad de que el conflicto se extienda al norte de Siria y la cuestión kurda, podrían dar lugar a una cooperación limitada entre ambos países.
Aunque una normalización completa entre Ankara y Damasco es improbable en un futuro próximo, la existencia de preocupaciones compartidas en relación con la inestabilidad regional y las operaciones militares israelíes puede facilitar un compromiso más constructivo.
¿Hacia una unión islamista?
La guerra entre Hamás e Israel ha introducido nuevas oportunidades para realineamientos diplomáticos en Oriente Medio, especialmente en el contexto de las relaciones de Turquía con Egipto y Siria. Turquía y Egipto, históricamente divididos por diferencias ideológicas, especialmente en torno a la política, pueden encontrar un terreno común debido a sus intereses compartidos en la estabilidad regional, la cooperación económica y la gestión de la crisis de Gaza.
La guerra puede impulsar a ambas naciones a aplicar una diplomacia pragmática, que les permita dejar de lado algunas tensiones ideológicas en beneficio mutuo, aunque persista una profunda preocupación sobre cuestiones como los acercamientos a los Hermanos Musulmanes.
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En cambio, la perspectiva de una reconciliación turco-siria es más compleja. Una década de conflicto y la presencia militar turca en el norte de Siria plantean importantes retos en el camino hacia la normalización. Sin embargo, las preocupaciones compartidas en materia de seguridad, especialmente en relación con la autonomía kurda, podrían impulsar la cooperación. Además, la mediación de Rusia e Irán podría facilitar el acercamiento entre Ankara y Damasco. Sin embargo, cualquier reconciliación sería limitada y se centraría principalmente en cuestiones de seguridad.
Es poco probable que se materialice el concepto de una Unión Islamista, dado que Egipto y Siria se oponen fundamentalmente al Islam político y qué actores regionales como Arabia Saudí y los EAU se resistirían a tal desarrollo. En conclusión, puede afirmarse que cualquier posible acercamiento entre Turquía y Egipto o Siria sería pragmático y estaría impulsado por la seguridad. Sin embargo, el contexto regional más amplio impide la aparición de un bloque islamista unificado.
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