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Cachemira hoy: qué está pasando entre India y Pakistán y por qué el mundo mira con preocupación

Análisis

Roberto Pozas Lázaro
Roberto Pozas Lázaro
Alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute. Jurista y politólogo con especialización en el ámbito internacional. Tiene experiencia en la interpretación de leyes y el análisis de sistemas políticos globales. Su formación interdisciplinaria le permite abordar retos complejos en contextos multinacionales. Está comprometido con la excelencia y la ética profesional y busco contribuir de manera significativa en entornos diversos.

La crisis en Cachemira ha escalado peligrosamente tras el atentado de Pahalgam y la reciente represalia con misiles lanzados por India contra territorio paquistaní. Aumenta el riesgo de una confrontación abierta entre dos potencias nucleares, mientras se intensifican los cruces diplomáticos y las tensiones en la Línea de Control. En este artículo, Roberto Pozas Lázaro, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute analiza las causas, actores involucrados y posibles consecuencias de una situación que ya ha superado los límites de una crisis fronteriza convencional, con la comunidad internacional en estado de alerta.

El desastroso proceso de descolonización británico en el subcontinente indio ha dado lugar a uno de los conflictos más prolongados y complejos de la actualidad. Cachemira, antiguo principado, se encuentra dividida en tres zonas; la más extensa, administrada por la India como Jammu-Cachemira; otra, bajo control paquistaní, conocida como Azad Kashmir; y la tercera en manos de China, Aksai Chin.

Históricamente, la controversia de Cachemira descansa en profundas diferencias étnicas y religiosas. El marajá, príncipe vasallo de la corona británica, practicaba el hinduismo, mientras la población era mayoritariamente musulmana. Tras la independencia de India y Pakistán, y en medio de la intensa rivalidad entre hindúes y musulmanes, milicias irregulares paquistaníes intentaron ocupar el territorio e incorporarlo a su nuevo Estado. Ante esta amenaza, el marajá suscribió un pacto de adhesión a la India.

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En respuesta, la India concedió a Jammu-Cachemira un estatus especial de autonomía. Sin embargo, esto no impidió ni los enfrentamientos periódicos con Pakistán y China, ni el auge de movimientos insurgentes y terroristas que aspiran a establecer un califato regido por la sharía. La supresión, por decisión del Gobierno de Nueva Delhi, del artículo 370 de la Constitución, que amparaba dicha autonomía, agravó las tensiones. Se han documentado abusos de las fuerzas de seguridad y un repunte significativo de atentados.

El pasado 22 de abril, un atentado terrorista en la región india causó decenas de víctimas, turistas hindúes. La autoría fue reclamada por el grupo armado Frente de Resistencia, organización que persigue la independencia de Cachemira y la instauración de un califato. Aunque el atentado no se produjo directamente desde Pakistán, el Gobierno de Narendra Modi ha acusado a dicha potencia de financiar y albergar a los responsables, desencadenando una de las mayores escaladas de tensión del presente siglo.

Además, en la madrugada del 7 de mayo, India lanzó una serie de misiles de corto alcance hacia objetivos militares en territorio paquistaní, en lo que se considera una represalia directa por el atentado terrorista en Pahalgam del pasado 22 de abril. Los ataques se dirigieron contra supuestas bases del Frente de Resistencia en la región de Azad Kashmir, controlada por Pakistán.

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Aunque Nueva Delhi ha declarado que se trató de una operación «quirúrgica y limitada», Islamabad ha calificado el acto como una agresión no provocada y ha movilizado tropas a lo largo de la Línea de Control. Esta acción marca un punto de inflexión en la escalada entre ambos países y plantea el riesgo real de una confrontación militar abierta, con implicaciones graves para la seguridad regional.

El objetivo de este artículo es analizar, a partir de estos atentados, las represalias diplomáticas y sus implicaciones para la estabilidad regional y global.

El atentado y sus repercusiones inmediatas

El atentado tuvo lugar en el valle de Baisarán, a cinco kilómetros de Pahalgam, una localidad famosa por sus impresionantes paisajes y su importancia religiosa para el hinduismo, lo que atrae a numerosos turistas. Según declararon varios testigos, el brutal ataque se llevó a cabo en una pradera, ejecutándose por distintos flancos desde los bosques colindantes. Los agresores dispararon indiscriminadamente contra quienes no profesaban el islam o parecían no ser musulmanes, provocando 26 muertos y al menos 17 heridos. La elección de la fecha no fue casual, el atentado coincidió con la visita al país de JD Vance, vicepresidente de Estados Unidos y una de las figuras más relevantes de la política internacional.

El Gobierno indio reaccionó de inmediato con medidas drásticas; cerró el principal paso fronterizo con Pakistán, suspendió la cooperación diplomática tras su retirada del Tratado de Aguas del Indo, revocó todos los visados pakistaníes, expulsó a varios diplomáticos y ordenó la búsqueda y detención de ciudadanos paquistaníes en su territorio para su deportación.

Pakistán, por su parte, adoptó una postura similar, acusando a Nueva Delhi de no presentar pruebas que vinculen a su Gobierno con el atentado, adoptando además el cierre de su espacio aéreo para las aeronaves indias, suspendió el comercio bilateral, expulsó a los asesores militares indios y cancelo el sistema SAARC, elevando aún más la tensión.

El Fin del Tratado de las Aguas del Indo

Entre todas las represalias, la más significativa es la suspensión del Tratado de Aguas del Indo. La ruptura de este pacto constituye la principal amenaza a la seguridad nacional de Pakistán, puesto que aseguraba el suministro de las aguas del Indo y de sus afluentes, vitales para un país de clima mayoritariamente árido. El río Indo es la columna vertebral de la economía paquistaní, ya que, garantiza la seguridad alimentaria así como sustenta la agricultura y la ganadería. Este acuerdo ha perdurado a través de todos los conflictos anteriores entre ambas potencias.

En el momento actual, la rescisión del tratado hídrico coloca a Pakistán en una situación crítica, pues atraviesa una de sus peores sequías en décadas, con precipitaciones un 60 % inferiores a las del año anterior. Islamabad ha calificado la ruptura del tratado como un acto de guerra.

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El papel de China en el conflicto

China desempeña un papel complejo y de gran relevancia en el conflicto de Cachemira. Por un lado, Pekín es un socio estratégico clave de Pakistán; por otro, mantiene con India una disputa territorial sobre la región. Sin embargo, en lugar de adoptar una postura hostil, la República Popular ha optado por presentarse como mediadora.

Esta posición conciliadora obedece a dos factores principales. En primer lugar, Cachemira es fundamental para el Corredor Económico China‑Pakistán (CPEC), la principal ruta de acceso de Pekín a su aliado, las inversiones millonarias en infraestructuras, incluido el puerto de Gwadar, se verían comprometidas si estallara un conflicto.

En segundo lugar, la política exterior china ha elevado al subcontinente indio de área periférica a zona prioritaria junto al Pacífico, dado que India se ha convertido en una potencia de primer orden capaz de rivalizar con China y de amenazar sus rutas estratégicas, como el estrecho de Malaca y las vías marítimas del océano Índico, entre otros factores.

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Escenarios de escalada y estabilidad regional

Los escenarios posibles frente al conflicto en Cachemira son dos: una escalada de las tensiones o un estancamiento con estabilización. En el primer caso, no puede descartarse un aumento de los enfrentamientos, dado el historial de escaramuzas y conflictos fronterizos entre India y Pakistán, incluidos enfrentamientos bélicos abiertos en el pasado. Aunque una guerra convencional de gran escala parece improbable, es muy posible que se produzcan choques recurrentes a lo largo de la Línea de Control en los próximos meses.

En este contexto, es crucial tener en cuenta que ambas naciones son potencias nucleares. La doctrina pakistaní, que no existe oficialmente, no descarta el uso preventivo, mientras que la India es defensiva puramente. Esta disparidad doctrinal representa una grave preocupación para la comunidad internacional, ya que una escalada podría aumentar repentinamente las tensiones y conllevar el riesgo de un conflicto nuclear. Sin embargo, cabe señalar que, pese a haber librado guerras abiertas en el pasado, ninguno de los dos países ha recurrido a su arsenal nuclear.

Por otro lado, también es plausible un escenario de estancamiento y estabilización. En este caso, el conflicto podría limitarse a un intercambio de decisiones políticas y perder relevancia mediática con el tiempo, lo que permitiría a ambos gobiernos retomar la vía diplomática como solución.

En cualquier caso, un conflicto en Cachemira tendría implicaciones globales, especialmente para la estabilidad del Indo-Pacífico, poniendo en peligro rutas comerciales estratégicas esenciales para la economía mundial.

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Conclusión y perspectivas

El conflicto en Cachemira se presenta como una encrucijada crítica, no solo para las relaciones entre India y Pakistán, sino también para la estabilidad del Indo-Pacífico. Los recientes acontecimientos subrayan la fragilidad de las dinámicas entre estas dos potencias nucleares y el riesgo que representan para la paz regional.

Las tensiones actuales han llevado a ambos países al borde de una crisis. Sin embargo, la historia demuestra que el diálogo y la mediación internacional son herramientas clave para evitar un conflicto a gran escala. Por lo que es imperativo que ambas partes adopten medidas concretas para la desescalada, como la reanudación de los canales diplomáticos formales y el restablecimiento de acuerdos esenciales, incluido el Tratado de Aguas del Indo. Estas acciones no solo aliviarían la presión en la región, sino que también sentarían las bases para un compromiso más amplio y sostenible.

A largo plazo, la resolución del conflicto en Cachemira requiere que Pakistán reconozca y aborde de manera efectiva el problema del terrorismo, colaborando en foros internacionales para combatirlo y reduciendo las tensiones con India. Por su parte, India debe equilibrar su enfoque de soberanía territorial con un reconocimiento sincero de las aspiraciones y necesidades de la población local.

Sin embargo, es fundamental reconocer las limitaciones actuales. A corto plazo, Pakistán difícilmente renunciará a su apoyo a sus proxies, mientras que India muestra escasa disposición para modificar sus políticas islamófobas y de asimilación cultural. Además, ambas naciones se mantienen firmes en sus reclamaciones territoriales sobre Cachemira, lo que dificulta enormemente cualquier resolución viable al conflicto.

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