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Nicolás de Pedro: “La UE todavía está lejos de tener una estrategia sólida contra la desinformación rusa”

Análisis

Paula Laguna
Paula Laguna
Profesional junior de Relaciones Internacionales con conocimiento e interés en Derecho Internacional Público y en Derechos Humanos. Interesada en el escenario geopolítico de Rusia y el espacio postsoviético. Tesis sobre las estrategias de desinformación y manipulación de medios en las nuevas guerras.

Entrevistamos a Nicolás de Pedro, experto en desinformación rusa y amenazas híbridas, sobre el papel que juega la desinformación para el Kremlin y cómo utiliza este instrumento en su estrategia de política exterior.

Nicolás de Pedro es experto en desinformación, en el escenario de Rusia y en amenazas híbridas. Ha trabajado como consultor en temas de Rusia y Eurasia para el Parlamento Europeo, la Iniciativa de Sociedad Abierta para Europa (OSIFE) y el Proyecto de Monitoreo de la Unión Europea-Asia Central (EUCAM). También ha participado en Misiones Internacionales de Observación Electoral de la OSCE en Rusia (2011), Kirguistán (2009, 2010), Tayikistán (2010) y Ucrania (2010, 2014).

La desinformación –es decir, la difusión de información falsa de forma deliberada– es un elemento común en la estrategia de actuación rusa, ¿de dónde viene esta concepción de la información como un arma? 

Viene desde hace décadas. Ya se hacía desde la Unión Soviética, pero lo que ha cambiado drásticamente en los últimos 10 o 15 años es el entorno estratégico con la información jugando un papel central en todos los aspectos, el propiciado por el auge de Internet, las redes sociales, los ‘smartphones’… Un momento muy importante, con relación a la óptica de Moscú, es la Guerra de Georgia en 2008. A partir de este conflicto el Kremlin va a ver cómo, a pesar de estar convencido de que su causa era justa y su reacción legítima, la prensa y cobertura internacional resulta ser muy desfavorable a sus intereses.

Sumada a la cobertura de las denominadas ‘revoluciones de colores‘, Rusia se convence de que existe una guerra informativa contra ella y se ve obligada a contraatacar. Piensan que mediante su estrategia informativa simplemente le están le haciendo a Occidente lo que Occidente les hace a ellos. Ven a sus medios de comunicación, como Sputnik o RT, esencialmente iguales que la BBC o la CNN. RT, a raíz de la Guerra de Georgia en 2008 es renombrado y deja de ser un canal enfocado en el soft power (enseñando platos culinarios propios del país, paisajes…) y se convierte en un canal esencialmente de corte antioccidental y alineado con la política exterior de Moscú.

Se dice que la concepción rusa de la guerra es distinta a la occidental. En el sentido de que para el Kremlin los conflictos no comprenden periodos diferenciados de guerra y paz, sino que la política en sí es entendida como un enfrentamiento constante. En él, además, Rusia se encuentra permanentemente atacada por Occidente. ¿Es la campaña propagandística que emplea Rusia a través de sus medios de comunicación una forma de enfrentarse a lo que ellos consideran “expansionismo occidental”? 

Sí. Con sus campañas de comunicación y su estrategia política ellos están genuinamente convencidos de que se están defendiendo. Desde el gobierno de Moscú piensan que existe un ataque constante y que además, se manifiesta en diversos frentes. De esta manera, interpretan todas las acciones occidentales (por ejemplo: la actividad de una ONG, un artículo periodístico, o un think-tank) dentro de esa concepción “a la defensiva”. Creen que existe una dirección y un plan detrás de esto con el objetivo de atacarlos. Esto no esta realmente sucediendo, pero lo que cuenta es la percepción del Kremlin.

Putin ha reiterado mucho esta idea, insistiendo en que tienen que protegerse de un ataque que supone una amenaza existencial contra Rusia. De manera que, según ellos, se limitan a actuar en la misma medida en la que ellos creen que Occidente actúa contra Rusia. Consecuentemente, han evolucionado su pensamiento estratégico y militar para llegar a donde estamos ahora. Una situación ambigua en la que no es exactamente guerra, pero tampoco es exactamente paz. Es una zona gris intermedia en la que existe una competición que va más allá de lo que es una mera competencia convencional en tiempos de paz. Es más agresiva y busca objetivos similares a los que se buscarían en una guerra, pero en tiempos de “paz”.  

¿Qué es Ucrania para Rusia?

Ucrania, para el nacionalismo ruso en general, siempre ha formado parte de Rusia. La idea de que Ucrania es un país diferente, independiente y soberano al margen de Rusia no les acaba de encajar. Esto y la independencia de Bielorrusia tras la caída de la URSS, son dos elementos que desde el punto de vista simbólico y emocional, peor se llevan desde Rusia. Por una parte, existe este factor emocional del que hablamos, y luego está también el hecho de que la perspectiva rusa es dominante y cree que, sin Ucrania, Rusia es mucho más débil. 

Rusia quiere controlar Ucrania por varias razones. Mientras que Rusia tiene unos 144 millones de habitantes y Ucrania unos 44 millones, consideran que sin el grueso de la población ucraniana son débiles demográficamente. Por otra parte, necesitan reforzar su presencia en Europa, ya que, sin Ucrania y sin Bielorrusia, pierden influencia en el continente. 

Además, si Ucrania se acerca demasiado a Occidente, se reforma y consigue reducir su corrupción masiva (como por ejemplo ocurrió con el caso de Polonia, que en los últimos 30 años ha pasado de ser un país dominado por un régimen comunista y bastante empobrecido a ser un país mucho más próspero), esto representaría un desafío ideológico para una Rusia autoritaria muy cerca de sus fronteras. 

Claro, además también estaría el riesgo de que Ucrania pudiera virar ideológicamente hacia la UE o la OTAN, ¿no?

Sí, esto es precisamente lo que Rusia no quiere que pase y la variable de la OTAN juega un papel importante. Rusia ha conseguido su objetivo en ese aspecto en el sentido de que mientras haya un conflicto abierto, territorial y con combates (como en las regiones Donetsk y Lugansk) todo el mundo sabe que no se va a avanzar en un proceso de integración con Ucrania, porque muchos miembros de la OTAN no estarán por la labor de admitir a una Ucrania que tiene un conflicto abierto y tener que asumir ese conflicto como propio. 

¿Qué supuso la anexión de Crimea en 2014 para las relaciones Rusia- UE? 

Fue más bien un shock. La Unión Europea empieza a poner sanciones a Rusia básicamente porque no le queda más remedio, y las pone con muy poco entusiasmo. La anexión supuso una violación fragante del derecho internacional y la Unión no lo puede aceptar. En definitiva, esta cuestión permanecerá enquistada mucho tiempo a no ser que haya un acuerdo con Ucrania. En Ucrania todo puede ocurrir, porque es un Estado muy frágil en muchos sentidos, pero Rusia ya ha dejado claro que no va a ceder por las buenas y ya ha incluido a Crimea en su Constitución. 

¿Puede decirse que la campaña de desinformación que Rusia mantuvo durante las protestas del Euromaidán entre 2013 y 2014 contribuye al posterior éxito de la anexión de la península de Crimea?

Esta campaña de desinformación no solo ayudó a confundir al mundo, sino también a la gente de otras zonas de Ucrania, sobre todo en la zona del este. Rusia quería asustar e intimidar a esta población y darles a entender que iban a sufrir prácticamente un genocidio, que a Kiev volvía poco menos que Hitler y que los ucranianos estaban en peligro por los rebeldes y radicales del Maidán. A alguna parte de la zona este de Ucrania sí consiguieron convencerles de esto y a la opinión pública rusa rotundamente también. 

La acción propagandística rusa trata de destruir la legitimidad de otras versiones de los hechos para que la suya sea la realmente válida. Por ejemplo, obviando o camuflando realidades insoslayables como la del Maidán, que era un movimiento de protesta ucraniano masivo y transversal. ¿Habría participación de nacionalistas ultras ucranianos? Sí. ¿Era mayoritaria? Para nada. En el Euromaidán participó el grueso de la sociedad ucraniana, desde médicos a profesores a cualquier tipo de persona. No fue una cosa de “ultras” o “neonazis” y si lo presentas así, como hizo Rusia, estás mintiendo y desinformando.

Muy pocos rusos han llegado a comprender lo que ocurrió en Ucrania entre 2013 y 2014 y a nivel general siguen teniendo un error de percepción muy grande con respecto al país. Las revueltas de Ucrania las vieron narradas a través de los medios de comunicación del Kremlin, cuya historia sobre ello se narró entorno a premisas como “un grupo de nazis que se han hecho con el poder por la fuerza y que quieren matar a todo aquel que hable ruso en el país”, por lo que la percepción rusa de lo que pasa en Ucrania suele ser muy equivocada y no se corresponde nada con la realidad.

¿Cómo ha logrado Rusia consolidar un entramado informativo subordinado al control estatal? ¿Podrá esto, en un futuro, desencadenar en tensiones sociales entre la población o protestas considerables? 

Esto lo lleva haciendo Putin desde que llegó al poder, una de sus prioridades era controlar las televisiones. En Rusia todas las cadenas, menos una que ahora es muy pequeñita, están bajo la subordinación de las narrativas políticas del Kremlin, independientemente de que sean privadas o públicas. Una de las consecuencias directas de esto es que sobre todo la gente joven ha dejado de ver la televisión porque ya no se la creen y desconfían de ese medio. Es algo así como fue el Nodo en España en su día.

De esta manera, la mayor parte de la gente joven se ha refugiado en Internet, en redes sociales… y en este contexto surgen figuras como la del bloguero Alexei Navalny, que es el más conocido y nace de denunciar la corrupción. Por eso el Kremlin en los últimos años ha empezado a introducir mucha legislación nueva con respecto a controlar Internet, entendiendo éste como un filón desde el punto de vista doméstico que se escapa a su control informativo.

De todas formas, este control mediático está relativamente bien hecho porque existen muchos canales en Rusia que dan la falsa impresión de que el individuo tiene la libertad de escoger con cual informarse. 

El Kremlin gasta 190 millones de dólares al año en la distribución y diseminación de programación del medio de comunicación RT. Según la propia gerencia de la cadena, la web de RT recibe al menos 500.000 usuarios únicos al día. Desde su aparición en 2005, los videos de RT han recibido más de 800 millones de visualizaciones en YouTube (1 millón) ¿Cómo se explica este crecimiento masivo? 

Si no me falla la memoria, desde RT dijeron que habían sido el primer medio en llegar a 1.000 millones de visualizaciones en YouTube. En esta plataforma ellos generan mucho tráfico, también se dedican a comprar vídeos virales y los retransmiten desde su canal para generar más afluencia y tráfico de visualizaciones en su canal. Lo que está claro es que, aunque en muchas ocasiones sea mediante “click-bait”, atraen mucho tráfico de visitas, y con esto consiguen redirigir muchas de ellas a sus vídeos sobre temas políticos. Estos videos tienen un sesgo muy potente y están muy alineados con visión estratégica del Kremlin.

Hay estimaciones de que RT recibe unos 400 millones de dólares al año y hay que tener en cuenta que no tiene ningún fin comercial. De manera que con todo ese dinero se enfocan en conseguir impacto (que miden a través de las visualizaciones en YouTube y tráfico en redes) a fin de lograr su objetivo último que es que sus narrativas vayan calando entre la población. En muchos países de América Latina sí se ha hecho un hueco importante en la agenda mediática y de hecho es un medio bastante potente. 

¿Qué papel juega RT en la estrategia de diplomacia pública de Moscú? ¿Ha logrado posicionarse internacionalmente?

Definitivamente ha logrado posicionarse internacionalmente y el Kremlin cada año le da más dotaciones, señal de que están contentos con la cobertura medio como herramienta de diplomacia pública. A Margarita Simonian, redactora jefa del canal internacional de RT, la condecoran constantemente y le dan mucha visibilidad, mostrando evidente que están contentos con su trabajo.

¿Basándonos en el ejemplo de RT, se puede considerar que Rusia mantiene una campaña de desinformación a nivel global?

Con respecto a si se trata de una campaña de desinformación masiva, la prueba te la da el servicio del StratCom de la Unión Europea, que tiene un proyecto que se llama EU vs. DisInfo donde hay documentados miles de casos. Cuando existen miles de casos es muy difícil decir que no haya cierta organización o un factor sistemático detrás de la campaña propagandística de Moscú. Todos los medios pueden cubrir en alguna ocasión una noticia con un fin político, pero si es tan reiterativo como el caso de RT o demás medios de comunicación rusos, se puede decir tranquilamente que existe una estrategia detrás.

Por eso es importante la labor de este proyecto europeo, que permite confirmar abiertamente que estas prácticas desinformativas existen, respaldándose en una base de datos documentada detrás.  

¿Están todas sus publicaciones manipuladas o sesgadas en beneficio del interés político del Kremlin o también producen información no sesgada? 

En lo referente a si todas las publicaciones están sesgadas, hay que tener en cuenta que emiten los 365 días del año durante las 24 horas del día, entonces depende. Para los temas políticos o de interés estratégico para el Kremlin no hay ninguna fisura y están en completa sintonía con el Gobierno, ahora bien, si no se trata de temas de esta índole, sí pueden colarse reportajes que sean periodismo legítimo y digno.

Por poner un ejemplo, hace unos meses, vi un documental de RT sobre el río Ganges, en la India. Este documental, independientemente de si lo compran o lo producen ellos, seguramente no tiene una agenda política clara detrás, simplemente se trata de un buen trabajo periodístico. Cuando se emiten tantas horas también puede haber reportajes exentos de carga política. Sin embargo, en lo referente a los grandes temas y titulares, existe toda una maquinaria informativa que no baja nunca la guardia y está siempre a pleno rendimiento. 

¿Por qué tiene Occidente tantos problemas a la hora de luchar contra la desinformación de estos medios propagandísticos? 

Bueno, Occidente tiene éxito en esta lucha y a la vez no lo tiene. Tiene éxito en la medida de que quién hace un esfuerzo por informarse y en tratar de aprender que es lo que realmente pasa con Rusia o con Ucrania, más o menos, puede rápidamente ver que algo sospechoso existe en lo referente a la narrativa de los medios de comunicación rusos.

Por otra parte, es cierto que para las democracias ésta es una lucha difícil, ya que los Estados idealmente no deben interferir en los medios informativos más allá de establecer una legislación fundamentada en el respeto y en las medidas básicas, a partir de aquí lo ideal es que el Estado interfiera lo menos posible o nada en los informativos. Para las democracias es difícil tratar de regular la desinformación sin ser acusadas de incurrir en censura o en violar el principio de la libertad de expresión.

¿Consideras que desde la Unión Europea se está haciendo todo lo posible por implementar medidas para protegerse de las noticias falsas que diseminan los medios rusos, o existe algún aspecto que puedan mejorar?

Creo que se han puesto recursos, pero todavía nos encontramos lejos de tener una estrategia sólida para lidiar con la desinformación. Considero un problema fundamental que, a pesar de todo lo que se ha escrito al respecto, sigue habiendo una comprensión no muy profunda de la naturaleza del problema que nos acecha y de cómo proceder ante él. 

¿Existe una posición común con respecto a esta amenaza entre los socios comunitarios? 

No. Aunque existe consenso con respecto a que la desinformación supone un inconveniente, no hay un acuerdo común en materia de cómo afrontarlo. Al estar este problema muy vinculado con los medios rusos, también influye mucho como cada Estado miembro ve o piensa que hay que relacionarse con el Kremlin.

Hay quienes creen que para luchar contra ello se necesitan medidas mucho más firmes y restrictivas, y quienes piensan lo contrario, porque no lo ven tan relevante, porque lo ven con distancia o porque consideran que actuar con dureza desde las administraciones públicas en materia de información puede ser una medida contraproducente. 

¿Van a alguna parte los esfuerzos que hacen agencias como STOPFAKE, o proyectos como “EU vs DisInfo” por verificar y desmentir la desinformación rusa? ¿O la noticia falsa siempre se extenderá más que el fact-checking

Creo que los fact-checkers son necesarios y son parte de la respuesta, pero no son toda la solución. Existen organizaciones de verificación que piensan que con su trabajo es suficiente para afrontar el problema, pero yo creo que no.

El trabajo de verificación es necesario para poder desacreditar al desinformador. Si cada artículo de fact-checking que estos medios publican está respaldado con un robusto análisis detrás, es muy útil para evidenciar las prácticas desinformativas. Pero no basta porque efectivamente la vida del bulo es mucho más larga que la de la noticia desmentida.

La noticia falsa se difunde a toda velocidad y entre masas de gente muy diversas, sin embargo, la verificación de la misma llega a un público muy concreto normalmente y además no suele coincidir con el que ha recibido el bulo. De esta forma se crean universos paralelos: por una parte, hay una comunidad virtual que es consciente cómo funciona la propaganda y la desinformación y se reafirma en que hay un problema de fondo y, por otra parte, hay otro colectivo virtual que solo recibe el bulo y la información que recibe esta manipulada. 

¿Cree que los Estados han dado un paso más, con las nuevas tecnologías, a la hora de emplear los medios convencionales y las redes, a su favor, como un arma de diplomacia pública? 

Claro, esto es algo que cada vez se hace más. Además, hay que tener en cuenta que en Rusia hay mucho más control, por lo que es más fácil de llevar a cabo. Otro ejemplo paradigmático de esto es China, donde ni siquiera está permitido Twitter como para nosotros. 

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