A cuarenta años del ascenso de Gorbachov, la perestroika sigue siendo objeto de debate. ¿Fue una oportunidad desperdiciada o el inicio inevitable del colapso soviético? En este artículo, Miquel Ribas, alumni del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y el Curso de Experto en China de LISA Institute, explora sus reformas, contradicciones y consecuencias históricas.
Si bien hasta el momento se ha hablado de la perestroika como concepto rector de las reformas de Gorbachov, no se ha aportado una definición clara a la pregunta: ¿Qué es (o fue) la perestroika? Se trata de un concepto difuso que aún es difícil de definir.
Gorbachov, por ejemplo, la describía así: «Perestroika significa la superación de un proceso de estancamiento…, la iniciativa de las masas…, la intensificación generalizada de la economía soviética…, la resulta adaptación de medios científicos… etc.»
De esta descripción surgen muchas generalidades, sin una definición concreta. Esto permite deducir la falta de ideas claras sobre lo que se pretendía generar. En cierto modo, la perestroika podría definirse, en esencia, como un intento de responder a los múltiples problemas que aquejaban al sistema soviético en todos los ámbitos.
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La llegada de Yakovlev alteró la dinámica de la perestroika. En este contexto, se buscó profundizar las reformas ya directamente orientadas a introducir gradualmente elementos de una economía mixta. Estas medidas incluyeron la aprobación de la Ley de Salarios en 1987, que buscaba incentivar el aumento de la productividad mediante el incremento salarial.
Otro aspecto del reformismo se manifestó en el sector agrícola a través de la reforma agraria de 1986. Esta reforma transformó la estructura agrícola de la economía soviética, basada en granjas colectivas (koljoses), para introducir progresivamente empresas mixtas o cooperativas agrícolas. Finalmente, en 1988, se aprobó una ley que permitía la descentralización de las empresas estatales. Esta medida otorgó mayor autonomía y redujo su dependencia del Plan Estatal de Desarrollo Agrícola vinculado al GOSPLAN.
Todo esto se realizó con el objetivo de lograr mayores incrementos de productividad y producción en la industria ligera, con el fin de frenar el creciente desabastecimiento de productos básicos. Estas reformas, no obstante, no estuvieron exentas de errores notables. Uno de los más significativos fue intentar impulsar mecanismos propios de una economía de mercado en un sistema que llevaba setenta años bajo reglas de planificación centralizada. Por tanto, el conocimiento del funcionamiento del mercado era meramente superficial o incluso inexistente.
A nivel político, se amplió el marco de libertades de los ciudadanos y de la sociedad civil, lo cual constituyó la base de la popularidad de Gorbachov. Se cometió un error significativo durante la perestroika, y esto probablemente explica la diferencia entre la Reforma y Apertura de Deng Xiaoping en China y la de Rusia.
La filosofía de la perestroika fue, en esencia, una revolución. Se basaba en la humanidad, en su libertad de elección y en la posibilidad de desarrollar sus propios valores, de modo que todo estuviera orientado a su expansión.
De igual manera, con la perestroika se criticó el monolitismo como factor que condujo a la corrupción y al partido único basado en el poder personal. También se cuestionó un sistema de relaciones sociales fundado en la verticalidad y la sumisión, no en la igualdad. La perestroika, en este sentido, rompió con los principios y estructuras sociales y de poder que habían regido a Rusia a lo largo de su historia.
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Sin embargo, la expansión de las libertades y derechos ciudadanos, junto con la relajación de la censura y la represión, propició el auge de fenómenos que hasta entonces habían permanecido latentes, pero silenciados, en la historia de la URSS. El factor más inquietante fue el surgimiento de nacionalismos, tanto en Rusia como en la periferia. Esto implicó una ruptura entre el poder central y el de las repúblicas.
Al mismo tiempo, los desfavorables resultados obtenidos durante los años de la perestroika, sumados al compromiso con mayores libertades y la apertura de la glasnost, agravaron las tensiones. Estas tensiones crecieron cuando los líderes republicanos comenzaron a cuestionar los beneficios de permanecer en la Unión.
Perestroika y la ruptura interna del PCUS
Asimismo, en el PCUS, a nivel interno, tuvo lugar una fragmentación entre quienes comenzaban a desertar, como Boris Yeltsin. Él abandonó el PCUS para defender una «Plataforma» o «Unión Democrática» (transformada posteriormente en «Rusia Democrática»), cuya actividad se basaba en la «oposición al orden vigente» y en la defensa de los derechos humanos y de los disidentes.
Todo ello dentro de un marco multipartidista que estaba incluido en la Constitución Soviética. La introducción de la pluralidad, a partir de la presencia de fuerzas políticas alternativas al PCUS, generó un desafío sin precedentes al monopolio del poder del partido. Frente a estas corrientes, emergieron grupos más conservadores y defensores del comunismo ortodoxo, encarnados en el grupo Unión (Soyuz).
Asimismo dentro de Rusia, surgieron formaciones nacionalistas, como la formación política Recuerdo (Pamiat), heredera del movimiento nacionalista de derecha de la Unión del Pueblo Ruso y las Centurias Negras, grupos políticos vinculados al fascismo.
Al mismo tiempo surgió el Partido Comunista Ruso (PCR), considerado como una escisión del PUCS. El PCR devino una combinación heterodoxa de nacionalismo ruso y estalinismo crítica con la política de la URSS de subvencionar a otras repúblicas a costa de la pérdida de bienestar del pueblo ruso al tiempo que se oponía a las reformas de Gorbachov y Yakovlev.
La decisión de otorgar a la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) un rango de entidad política marcó un cambio significativo. Hasta la era Gorbachov, esto no se había concedido debido a la asimetría territorial, demográfica y económica. Esta decisión permitió el ascenso político de Boris Yeltsin, quien ganó las elecciones contra los candidatos respaldados por el Kremlin, reflejando el hartazgo de la población con los dirigentes comunistas.
Al mismo tiempo, en este nuevo contexto, estallaron manifestaciones masivas contra el PCUS en las principales ciudades de la URSS. Esto proporcionó a Yeltsin una plataforma muy relevante para denunciar los privilegios de los que disfrutaban los miembros de la nomanklatura soviética y la corrupción dentro del PCUS.
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Este hecho se reflejó en el lema de Ligachov dirigido a Yeltsin: «Boris, no tienes razón» (Борис, ты не прав) al referirse a la separación de Yeltsin de la política soviética, que tuvo lugar en 1987.
Yeltsin, con un gran capital político en Rusia (principalmente en Moscú) gracias a sus victorias electorales desde 1989, buscó nuevos acuerdos entre el Gobierno de la Federación Rusa y el Gobierno soviético. Dichos acuerdos se centraron en la elaboración de un plan económico conocido como el «Programa de 500 Días», cuyo objetivo era la transición a una economía de mercado en un plazo de 500 días.
Con ello se pretendía obtener una rápida transformación económica y social tras décadas de un sistema económico basado en la planificación centralizada. El plan, no obstante, fracasó debido a la división entre el Gobierno ruso y el soviético. Además, a lo largo de este año, Gorbachov y Yeltsin acordaron una nueva estructura de poder que privó al PCUS del monopolio de autoridad que había disfrutado hasta entonces.
La historia también fue objeto de revisión. La libertad de prensa y la libertad de pensamiento en la sociedad civil comenzaron a generar críticas al pasado soviético. Si bien al comienzo de la era Gorbachov las críticas se centraron en el sistema estalinista y en el estancamiento de Brézhnev como responsables de los males del país, se intentó exonerar a Lenin de sus errores.
Sin embargo, en la etapa final de la perestroika, surgió una revisión histórica que afectó incluso a la figura del fundador del Estado soviético. A Lenin se le acusó de instaurar un régimen de violencia y arbitrariedad como elementos vertebradores. También se le responsabilizó por la represión que llevó a cabo contra la Iglesia Ortodoxa.
Esta creciente crítica a Lenin se reflejó después del 28º Congreso del PCUS, cuando muchas estatuas, monumentos y monolitos del líder bolchevique fueron derribados o destruidos por los consejos municipales locales. Algo similar ocurrió con los de Nicolás II durante la Revolución de Octubre. Estos eventos de rechazo hacia Lenin reflejaron el hartazgo y la desafección de la población hacia el PCUS.
Esto sucedió cuando el partido dio su apoyo a la plataforma democrática liderada por los seguidores de Yeltsin. Esta legitimación popular permitió a Yeltsin cerrar medios de comunicación alineados con el PCUS, como el Pravda.
Los resultados económicos tampoco contribuyeron a reforzar la legitimidad del Gobierno de Gorbachov. El fracaso de las reformas económicas queda ilustrado por la disminución de los ingresos y del PNB. Además, en 1989, el déficit presupuestario alcanzó casi 100 000 millones de rublos y la deuda externa, 40 000 millones. La financiación mediante el aumento de la deuda externa y los déficits presupuestarios no se ajustó al ritmo de mejora en la oferta de bienes de consumo básicos.
La URSS continuó experimentando escasez de productos básicos como refrigeradores o lavadoras, cuadernos, bolígrafos y productos de limpieza e higiene, además del racionamiento de alimentos. Igualmente, persistía el problema de la mala calidad de la vivienda, junto con el bajo poder adquisitivo de los jubilados. La mala situación económica se intensificó en las 58 huelgas de mineros que tuvieron lugar a lo largo del año 1989.
Todo esto condujo a una pérdida de legitimidad del PCUS como fuerza gobernante, que siguió debilitándose con el auge de los nacionalismos que exigían la disolución de la URSS. Gorbachov organizó un referéndum para consultar si los ciudadanos querían preservar el Estado soviético con reformas que otorgaran mayor autonomía a cada república. El objetivo era reemplazar el concepto político de Unión de Repúblicas Socialistas por el de Unión de Estados Soberanos. El resultado fue favorable, con un 76 % de apoyo.
Por otra parte, en junio de 1991, durante el XXVIII Congreso del PCUS (el último de su historia), se decidió que el partido renunciaría a su papel dirigente. Esto estaba reflejado en el artículo VI de la Constitución soviética. A partir de entonces, los comunistas aceptaron presentarse a elecciones compitiendo con otras fuerzas políticas. Este acto significó, de iure, la derogación de la piedra angular del sistema político vigente desde la Revolución y la firma del Tratado de la Unión en 1922.
Este acontecimiento impulsó a los sectores más conservadores y ortodoxos del PCUS a organizar un golpe de Estado contra Gorbachov. El intento pretendía frenar las reformas impulsadas por la perestroika y preservar la URSS, aprovechando las vacaciones del presidente en Crimea. El golpe fue frustrado y abortado por Yeltsin, quien se subió a un tanque frente a la Casa Blanca en Moscú. Desde allí, defendió la legitimidad del Gobierno soviético frente a los golpistas.
Este acontecimiento inclinó la balanza hacia la destrucción de la URSS. El papel de Yeltsin en la detención del golpe reforzó su popularidad, en un contexto donde ya gozaba de legitimidad tras su respaldo electoral. Esto lo convirtió en la figura política más popular de Rusia.
Gorbachov, en cambio, fue incapaz de contrarrestar el ascenso de Yeltsin ni revertir el colapso de las estructuras del PCUS. Aunque adoptó algunas decisiones, como la detención de los responsables del golpe —entre ellos Gennady Yanayev, su principal ideólogo—, su margen de maniobra era ya muy limitado.
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Yeltsin utilizó su cargo de presidente de la RSFSR para apoyar decretos que prohibieron las actividades del PCUS en esa república. Muchas de sus oficinas fueron clausuradas. Al mismo tiempo, contó con el apoyo de los líderes de las tres repúblicas eslavas (Ucrania y Bielorrusia) para firmar el Tratado de Belavezha. Este acuerdo puso fin a la URSS con la declaración de independencia de las tres repúblicas más representativas: Rusia, Ucrania y Bielorrusia, firmantes del Tratado Fundacional de 1922.
Frente a esto, Gorbachov, cada vez más solo y aislado, gobernaba un país que, de facto, ya no existía. Finalmente, tuvo que aceptar la realidad y dimitir de sus funciones como presidente de la URSS el día de Navidad de 1991. Su dimisión significó el fin de la URSS y la independencia de 15 repúblicas. También marcó el cierre definitivo del orden mundial surgido en la Cumbre de Yalta.
Política exterior: el nuevo pensamiento
Algunos de los resultados positivos alcanzados durante la perestroika tuvieron lugar en el campo de la política exterior. Estos cambios se produjeron dentro de una nueva doctrina impulsada por el Kremlin. Dicha doctrina rompía con los paradigmas de política exterior soviética que habían regido el sistema de relaciones internacionales desde la guerra de Corea. En esencia, el «nuevo pensamiento» de Gorbachov buscaba un cambio sustancial en la gestión de los asuntos internacionales.
Promovía la resolución de conflictos políticos mediante la diplomacia y el diálogo, y renunciaba al uso de la violencia. También implicaba dejar de usar la intervención militar del Ejército Rojo en los estados satélites de la URSS. El «nuevo pensamiento» se enmarcaba, además, en un proceso de desideologización progresiva de las relaciones internacionales.
En este nuevo contexto, es importante destacar, una vez más, la influencia de Aleksander Yakovlev. Para Yakovlev, el principal error de la URSS tras el fin de la Segunda Guerra Mundial fue asumir un papel en el sistema internacional equivalente al de Estados Unidos. En opinión del ideólogo de las reformas de Gorbachov, la decisión de ejercer como superpotencia comparable a Estados Unidos, buscando expandir su influencia e ideología a nivel mundial, fue un error estratégico. Esto llevó al Estado soviético a destinar una gran cantidad de recursos a la política exterior. Tales recursos se desviaron del objetivo de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos.
Al mismo tiempo, Yakovlev definía la carrera armamentista como una «competencia absolutamente inútil impuesta por los respectivos complejos militar-industrial de ambas superpotencias». Se trataba de renunciar, como argumenta la periodista Pilar Bonet, al imperialismo. La alternativa era reemplazarlo por un modelo humanista de relaciones internacionales basadas en el respeto mutuo. Esto se vio reflejado en iniciativas como la «Casa Común europea» o la aprobación de la Carta de París para una nueva Europa.
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Las victorias de Gorbachov incluyen el impulso de negociaciones con Washington para iniciar el desarme, mediante cumbres como la de Reikiavik y la firma del Tratado INF. Este acuerdo eliminó toda una clase de arsenales nucleares y convencionales de alcance intermedio y corto, y trajo estabilidad al continente europeo (Taibo, 1995, pág. 80). De igual manera, este nuevo enfoque representó una ruptura con la Doctrina Brézhnev.
Permitió a los países del Pacto de Varsovia elegir su propio camino, en un contexto donde la URSS no intervendría militarmente en los procesos internos. Este enfoque condujo a la caída del Muro de Berlín, la reunificación de Alemania y las transiciones políticas pacíficas en Europa del Este. También implicó la mejora de las relaciones con estados asiáticos, en el marco del discurso de Vladivostok pronunciado en 1986. Del mismo modo, la URSS se retiró de todos los conflictos en los que había estado involucrada al inicio del mandato de Gorbachov. Fue especialmente significativa la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán.
A pesar de la mejora en las relaciones con los países del llamado bloque occidental o capitalista, muchos de ellos, como Estados Unidos o el Reino Unido, mantuvieron cierto escepticismo. La mayoría se negó a proporcionar asistencia financiera a Moscú sin garantías de que la URSS adoptaría los principios de una economía de libre mercado. Solo así permitirían la entrada de capital extranjero (occidental).
Discusiones acerca de la perestroika cuarenta años después
Cuarenta años después de la llegada al poder de Gorbachov, continúa el debate sobre si fue posible salvar la URSS y el sistema marxista, o si su colapso era inevitable. Hasta cierto punto, el contexto histórico demuestra que el sistema requería una reforma significativa. La ortodoxia desarrollada desde la Revolución de Octubre no era sostenible. La perestroika fracasó por cinco razones principales:
- Cambio de sistema económico sin conocimiento del funcionamiento del modelo económico que se quería implantar (economía de mercado o capitalista).
- El crecimiento progresivo del capitalismo y la transmisión de valores alternativos al socialismo oficialista marcaron una tendencia difícil de revertir. Entre estos valores estaban los humanistas, los ecologistas e incluso elementos mercantiles derivados de las reformas en las estructuras de propiedad de las empresas.
- El papel del PCUS, quien mantuvo su esencia de única fuerza real (vanguardista) manteniendo a la sociedad civil subordinada a él.
- Ruptura negociada entre diferentes fuerzas políticas, así como de instituciones que en el pasado jugaron un papel clave en preservar la estructura del régimen. Entre ellas destacaban las fuerzas armadas soviéticas.
- Incapacidad del PCUS, a lo largo de sus setenta años de monopolio del poder político, para solucionar el dilema étnico y las divergencias entre centro y periferia.
A pesar de quienes consideran (como el presidente ruso Vladimir Putin o el líder chino Xi Jinping) que la preservación de la URSS habría sido posible, y que, en el caso de Xi, la disolución fue consecuencia de la falta de voluntad de los dirigentes soviéticos para continuar con sus reformas, hay una conclusión que parece obvia.
El Estado soviético surgido tras la perestroika no habría tenido nada que ver con el concebido por Lenin y los bolcheviques tras la Revolución de Octubre. Un ejemplo de ello fue el XIII Plan Quinquenal, que nunca se implementó. Este plan propugnaba la transición de una economía planificada a una economía social de mercado, rompiendo con la matriz principal de la economía soviética bajo los bolcheviques.
La perestroika implicó una ruptura con la arquitectura estatal diseñada por los bolcheviques de tres elementos principales:
- El desplazamiento del centro vital del poder político del PCUS hacia una estructura gubernamental elegida democráticamente.
- Transferencia de la economía desde una base administrativa fuertemente centralizada y autoritaria hacia un sistema más flexible y descentralizado.
- Descentralización de las relaciones reciprocas entre diversos componentes nacionales sometidos, a menudo al nacionalismo ruso, tanto en la etapa zarista como en la soviética.
En suma, se trató de una ruptura con la mayoría de los principios que establecieron los bolcheviques al fundar el Estado soviético. Este hecho lleva a considerar a la perestroika como la contrarrevolución que surgió frente a la Revolución de Octubre. En ella, el líder populista que supo persuadir a las masas contra el aparato estatal del PCUS fue Boris Yeltsin. Esto contrasta con la situación de 1917, cuando fue Lenin quien logró movilizar a las masas para alzarse contra el Gobierno Provisional.
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Sin embargo, a pesar de todas las críticas que puedan surgir en torno al período de Gorbachov, este no es una excepción en la historia de la URSS. Al fin y al cabo, todos los liderazgos soviéticos son contradictorios. Reflejan el ser de la URSS como Estado y como superpotencia. Un Estado difícil de definir, pero que ha sido, en esencia, el resultado de una agridulce amalgama de grandes éxitos y estrepitosos fracasos. Dada la descomposición y el colapso del sistema marxista-leninista, estos últimos parecen haber prevalecido sobre los primeros.
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