La creciente presencia de organizaciones criminales en la región ha generado tensiones y desafíos en la cooperación entre los países vecinos. En este artículo, Lucas Paulvinoch, alumno del Máster Profesional de Analista Criminal y Criminología Aplicada de LISA Institute, analiza los esfuerzos recientes de Argentina y Paraguay para enfrentar la expansión del narcotráfico y el contrabando, elementos clave en esta situación.
La Triple Frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil, se extiende a lo largo de los ríos Iguazú y Paraná. Su ubicación entre los cuerpos de agua no solo define los límites naturales entre los tres países. También ha facilitado históricamente el movimiento de personas y mercancías. Esto ha transformado a la zona en un polo logístico de principal relevancia para el comercio, las finanzas y las actividades delictivas.
De un lado, el Puente Tancredo Neves, que cruza el río Iguazú, conecta Puerto Iguazú en Argentina con Foz do Iguaçu en Brasil. Del otro lado, el Puente de la Amistad, sobre el río Paraná, une Foz do Iguaçu con Ciudad del Este, en Paraguay. Además, el tránsito entre las fronteras por Puerto Iguazú en Argentina y Presidente Franco en Paraguay se efectúa a través de balsas. Las rutas fluviales de la región se extienden hasta encontrar su salida al océano Atlántico por los puertos de Brasil y Argentina.
Ciudad del Este, en Paraguay, es conocida como zona franca. Es un motor económico con transacciones comerciales que alcanzan cifras de 15 mil millones de dólares anuales. Se posiciona solo detrás de Hong Kong y Miami. La diversidad cultural en este cruce internacional se nutre de los intercambios comerciales entre los países. También se ve enriquecida por los flujos migratorios, lo que le da mayor complejidad étnica y religiosa a la región.
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Esta gran riqueza multicultural favoreció el despliegue de actividades ilegales por parte de grupos y clanes familiares con distintas procedencias. Estos grupos, más tarde, dieron forma a organizaciones que, a través de sus conexiones globales, estrecharon relaciones con estructuras criminales de otras partes del mundo.
Desde hace décadas, la Triple Frontera se ha posicionado como un nudo geoestratégico de gran relevancia. También se ha convertido en un centro neurálgico para el contrabando, el narcotráfico, el lavado de activos y una amplia gama de servicios criminales.
Las rutas de la geopolítica de la Triple Frontera
El polo logístico de la Triple Frontera funciona como un corredor y un punto de acopio para las drogas provenientes tanto del interior del continente como del extranjero. Paraguay es el mayor productor de cannabis en Suramérica. Además, la cocaína producida en Perú y Bolivia transita por este corredor para llegar a mercados de mayor valor. Desde Brasil y Argentina, la droga se dirige hacia destinos en Europa, donde el precio de reventa se multiplica significativamente.
La hidrovía del Paraná ha ganado un papel protagónico en este proceso. La droga puede ingresar a Argentina por vía terrestre, a través de Salta y, en menor medida, Jujuy. También puede llegar por vía aérea mediante avionetas que realizan escalas en Paraguay y aterrizan en aeropuertos clandestinos o campos privados.
Los productos que ingresan a Ciudad del Este, en Paraguay, pueden proceder del Asia-Pacífico, vía los puertos brasileños como Santos o Paranaguá. También pueden llegar de Miami, ingresando por vía aérea a través del Aeropuerto Internacional Guaraní. Esta convergencia de rutas y orígenes consolida a la Triple Frontera como un nodo estratégico en la red de tráfico internacional. A su vez, representa un reto para la soberanía estatal en un escenario global cada vez más complejo y competitivo.
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La importancia de la Triple Frontera en el tráfico de drogas configura un eje central de la geopolítica del crimen en la región. La colaboración entre organizaciones criminales locales, como el Comando Vermelho (CV), el Primer Comando de la Capital (CCP) y otros grupos vinculados a mafias internacionales, ha permitido que el narcotráfico se consolide como una de las principales fuentes de financiamiento de actividades ilícitas en la región. Además, ha ganado cada vez más influencia en las estructuras gubernamentales.
Con un poder de fuego y cooptación fortalecido por sus recursos financieros, estos grupos se apoyan en la infraestructura fluvial y terrestre para transportar drogas desde las zonas de producción hasta los centros de distribución. Esto genera un sistema logístico que abarca desde el contrabando de productos falsificados hasta la exportación de estupefacientes a mercados internacionales. Este sistema les permite construir redes criminales cimentadas sobre un nutrido flujo comercial.
De este modo, la Triple Frontera no es solo un cruce de caminos en la geografía, sino un epicentro en el que confluyen intereses económicos, políticos y criminales. El aumento de las capacidades y la modernización de los sistemas de control, junto con la cooperación entre países, serán fundamentales para fortalecer la seguridad y el desarrollo en el Cono Sur.
Las zonas grises en los conflictos actuales
La Triple Frontera, al ser un área donde operan organizaciones criminales con controles estatales limitados, es la principal zona gris de Sudamérica. En este territorio, el control efectivo del espacio se ve socavado por una vasta red de actividades ilícitas que cruzan las fronteras de manera más o menos imperceptible. Estas actividades cuentan con una alta penetración en las instituciones públicas, así como en los organismos y fuerzas de seguridad.
La circulación de productos falsificados ha hecho que la región sea históricamente conocida como un enclave del contrabando. Desde el tráfico de armas y personas, hasta partes de automóviles robados, productos electrónicos, divisas, drogas y cigarrillos, el contrabando ha sido una actividad predominante. Es precisamente en vinculación al contrabando de tabaco donde se han señalado las fuentes de crecimiento criminal de la red de Hezbolá en la región.
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La complejidad del entramado criminal se ve reforzada por la presencia de organizaciones tanto locales como transnacionales que operan en el territorio con alianzas estratégicas que trascienden el Atlántico. El PCC ha forjado vínculos con la’Ndrangheta calabresa a través del tráfico y el lavado de dinero. Estos vínculos permiten que el flujo de bienes ilícitos se retroalimente y facilite la comisión de otros delitos.
La descentralización de las rutas de tráfico y la flexibilidad de las redes criminales han permitido que actores internacionales se inserten en un entorno donde las fronteras se vuelven líneas difusas en la práctica. Las zonas grises de la Triple Frontera se convierten, así, en un escenario propicio para el desarrollo de una amplia plataforma de servicios criminales. Además, se establecen como un centro logístico para las operaciones de organizaciones criminales de todo el mundo, desafiando la capacidad de los Estados para ejercer un control efectivo.
El refuerzo de la presencia militar de los Estados Unidos en la hidrovía del Paraná y su interés renovado en expulsar a los actores cercanos o involucrados con China, Irán y otros grupos ligados a la financiación del terrorismo y la proyección internacional de organizaciones criminales, demuestra que la Triple Frontera no solo representa un desafío para la seguridad regional. También tiene repercusiones a nivel global.
Tensiones vecinales en la Triple Frontera
En los últimos años, las tensiones entre Argentina, Brasil y Paraguay, desencadenadas por conflictos vinculados a la Triple Frontera, han ido en aumento. El papel cada vez más relevante de las organizaciones criminales y su creciente vinculación con grupos y actores ligados al terrorismo internacional incrementó los niveles de alerta. Esto multiplicó las fricciones entre los gobiernos, lo que provocó la parálisis de muchas iniciativas de cooperación.
Además de los recursos hídricos compartidos, la presencia de represas hidroeléctricas de carácter estratégico permite el uso de esas capacidades hídricas con fines de agresión. Esto crea un marco de desconfianza, sustentado por conflictos históricos entre las tres naciones. En los últimos años, las diferencias respecto a la infraestructura y la navegabilidad de las vías fluviales, así como los controles fronterizos, se han convertido en factores de discordia, siendo el narcotráfico un punto fundamental en esta tensión.
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La frontera Paraguay-Brasil está catalogada entre las cinco más peligrosas de América Latina. Desde 1996, un Comando Tripartito, conformado por las fuerzas de seguridad de los tres países, ha intentado contrarrestar el contrabando, el tráfico de armas, el narcotráfico, el sicariato y otros delitos. Sin embargo, a medida que las actividades ilícitas se diversificaron y expandieron, la eficacia de esta coordinación se vio erosionada, y las medidas adoptadas resultaron ineficientes.
Hace una semana, Argentina y Paraguay firmaron la Declaración de Clorinda. Este acuerdo bilateral tiene como objetivo fortalecer la cooperación en defensa y seguridad. Se pone un enfoque especial en la lucha contra las organizaciones criminales en las fronteras. En este marco, se acordó reactivar el Comité Argentino-Paraguayo (CAP) de Defensa y Seguridad Internacional. Este comité servirá como un espacio para la coordinación estratégica y el intercambio de información.
Los recientes cambios legislativos y operativos en Argentina reflejan una creciente presión sobre la zona por parte de los gobiernos de la región. Esto ocurre en el contexto de la determinación de los Estados Unidos de recuperar su influencia en el Cono Sur. De esta forma, se le asigna a la zona una relevancia decisiva para asegurar la parte sur del continente.
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