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Cuál es el origen del artículo 7 de la Constitución egipcia: historia y autonomía de Al-Azhar

Análisis

Álvaro Aguilar del Hierro
Álvaro Aguilar del Hierro
Estudiante del Doble Grado de Derecho y Estudios Internacionales y formación complementaria en Economía en la Universidad Carlos III de Madrid. Alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute. Interesado en el comercio internacional y Derecho de la Competencia y Europeo, así como entusiasta en prospectiva en seguridad y defensa, inteligencia estratégica y terrorismo.

Al-Azhar, centro del islam suní en Egipto, refleja la tensión entre autonomía religiosa y control estatal. En este artículo, el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Álvaro Aguilar del Hierro explica su papel como actor clave en la política actual.

La relación entre Religión y Estado es hoy un eje en el debate político global, tanto por la promoción de la secularización, como por el propio equilibrio de poder entre dicho binomio. A día de hoy, este debate es especialmente visible en los Estados de mayoría musulmana donde ciertas instituciones religiosas mantienen un papel político relevante.

En este contexto, la Constitución Egipcia señala en su artículo 7 Al-Azhar como una institución islámica científica independiente, con competencia exclusiva sobre sus propios asuntos, así como la principal autoridad en ciencias religiosas y asuntos islámicos. 

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Aunque la redacción pase desapercibida, la independencia de Al-Azhar viene de una larga tradición de cooperación y conflicto.

La institución, a pesar de su origen chií en 972, se convirtió al sunismo tras la invasión del primer sultán egipcio Saladin Al-Eyubi. Más tarde, bombardeada por Napoleón, reverenciada por el Imperio Otomano y preservada durante el Egipto Británico y la Monarquía Egipcia, terminó  en manos de reformas políticas que debilitaron gravemente su autonomía

La ley de 1961, bajo Gamal Abd al-Nasser, reorganizó Al-Azhar, expandiendo la institución a la vez que la ponía más firmemente bajo el control del poder ejecutivo. Estas políticas incluyeron la supervisión financiera y administrativa, y el poder del presidente de la república para nombrar al Gran Imán de Al-Azhar.

Las rentas de las Awqaf, donaciones caritativas que tradicionalmente financiaban mezquitas y escuelas, fueron puestas bajo control del Ministerio de Asuntos Religiosos o Awqaf. Esta medida socavó la independencia fiscal de Al-Azhar y erosionó la autonomía de la institución.

Este clima de control y vigilancia se extendió también a otras instituciones, como el nombramiento presidencial del Gran Muftí, líder de Dar al-Ifta (autoridad religiosa encargada de emitir opiniones legales no vinculantes sobre el Islam, conocidas como fatwas).

Esa subordinación histórica hizo que la elección del Muftí tuviera un impacto directo en el gobierno al adaptar y alinear la jurisprudencia e interpretación de la Sharia con los proyectos políticos más seculares.

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Paradójicamente, la manipulación estatal disminuyó el respeto de Al-Azhar entre ciertos sectores de la población, lo que contribuyó al fortalecimiento de los movimientos islamistas militantes (como la Jihad) que veían a los eruditos y oradores como peones. 

A pesar de la subordinación, Al-Azhar ganó valiosos recursos estatales debido a ser el único actor capaz de mitigar las insurgencias islamistas. La institución comenzó a cobrar un alto precio por sus servicios de legitimación, iniciando una dinámica de cooperación y apoyo mutuo.

Esta alianza permitió a Al-Azhar ejercer una presión constante hacia la reislamización de la sociedad y obtener crecientes competencias, como la capacidad de imponer censura cultural sobre publicaciones y producciones audiovisuales relacionadas con el islam.

El giro decisivo llegó cuando el presidente Mubarak nombró en 1996 como autoridad legal de la Sharia y líder de Dar-al Ifta a Muhammad Sayyid Tantawi, conocido por su alineamiento con las posiciones gubernamentales.

Aunque legalmente el presidente ya poseía ese poder, la elección de una figura tan cercana al régimen como Gran Muftí reavivó las críticas sobre la subordinación de Dar al-Ifta, el control sobre las fatwas y el riesgo de una nueva pérdida de legitimidad para Al-Azhar frente a sectores religiosos cada vez más sensibles a la injerencia estatal.

Post-Mubarak: Estado civil con referencia islámica

Tras la caída de Mubarak en 2011, se abrió un periodo de presión intensa para redefinir el papel de las instituciones religiosas. En ese contexto surgió una corriente predominante que intentó disputar la autoridad moral e intelectual del islam público en Egipto: wasatiyya o moderación.

Esta corriente reformista defendía la moderación, la tolerancia y el rechazo explícito de la violencia islamista. Promovía un islam compatible con la vida contemporánea y con un papel limitado pero orientador de la religión en el Estado.

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Este concepto fue respaldado por el Documento de Al-Azhar en 2011, una declaración elaborada por intelectuales y figuras civiles que abogaba por un «Estado civil con referencia islámica». Centrado en unos valores más cercanos a la democracia, la unidad nacional y el rechazo tanto del autoritarismo estatal como del extremismo religioso. Fue un intento de reposicionar a Al-Azhar como árbitro moral capaz de equilibrar las tensiones entre islamistas y secularistas.

Al-Sisi y la renovación del discurso religioso

Bajo el gobierno del actual presidente, la reconfiguración del poder religioso se ha convertido en prioridad

Para ello, Al-Sisi lanzó la iniciativa de la «Renovación del discurso religioso», basada en un intento de reinterpretar la enseñanza y práctica del islam. Ante esto, Al-Azhar ha seguido defendiendo que la renovación es parte de la tradición normativo-suní, y recalca que debe realizarse desde dentro (desde la institución misma) y no desde actores externos que adaptan los valores islámicos a agendas estatales o modernas sin mediación.

En la práctica, este conflicto se concreta principalmente a través de las acciones del Ministerio de Asuntos Islámicos, que se ha convertido en el instrumento político más eficaz del gobierno para modelar la política religiosa. Ejemplos de esto serían el llamado Sermón Unificado, esto es, la imposición del ministerio en 2016 de que todas las mezquitas del país debían pronunciar un sermón único, preestablecido por el ministerio.

O el esfuerzo (y consiguiente logro) del ministerio de aumentar el número de imanes bajo su sueldo y revocar miles de licencias de predicadores que incumplían el código ético que ellos establecen

Otro hito en los intentos reside en la autoridad para emitir fatwas. Si bien históricamente le corresponde a Dar al-Ifta, un incidente de 2017 reveló la tensión, cuando una lista de clérigos y eruditos autorizados a emitir fatwas en televisión excluyó al ministro de Awqaf. Esto fue visto como un intento de Al-Azhar de dejar de lado al ministerio y controlar el discurso religioso.

Dónde estamos hoy

A día de hoy, la visión se centra en buscar un islam moderado. Esta idea se refleja en condenas públicas a la radicalización por parte de Al-Azhar, o la colaboración con el Vaticano a través del Documento sobre la Fraternidad Humana firmado por el Papa Francisco y el Gran Imán al-Tayyib. En el mundo de los negocios, Egipto se ha convertido en una base segura para empresarios.

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Algunos han invertido en medios egipcios y libios para difundir la agenda de un islam moderado y frenar la influencia del islam político, especialmente de los Hermanos Musulmanes. Un ejemplo de ello es Tatanaki, magnate y lobbista libio, que financió un canal televisivo alineado con la visión más moderada de Al-Azhar para contrarrestar el discurso islamista. 

Desde el plano religioso y político hasta el ámbito empresarial o educativo, la figura de Al-Azhar permanece relevante. La institución actúa como un actor geopolítico influyente, equilibrando tanto la cooperación con el Estado como su autonomía religiosa. Una institución que media entre la religión y la gobernanza moderna, capaz de supervisar escuelas de aproximadamente dos millones de estudiantes. 

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