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Eurovisión como reflejo de las alianzas y rivalidades internacionales

Análisis

Rubén Asenjo
Rubén Asenjo
Periodista apasionado por la actualidad internacional y la geopolítica. Escribo para entender el mundo en constante cambio y compartir perspectivas que despierten la reflexión y el debate. Comprometido con la búsqueda de la verdad y las historias que impacten e inspiren.

Más allá de la música, el Festival de Eurovisión, celebrado anualmente en mayo, es un espejo político que muestra las simpatías, las disputas históricas y las alianzas estratégicas a través de sus votaciones.

Eurovisión nació en 1956 en Lugano, Suiza, con solo siete países participantes. Su objetivo era unir a las naciones europeas tras la Segunda Guerra Mundial. Inspirado en el Festival de San Remo, fue concebido por Marcel Bezençon, entonces presidente de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), como un experimento tecnológico y cultural para promover la cooperación y la paz en el continente.

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Sin embargo, con el paso de los años, Eurovisión se transformó en un fenómeno de masas. Esto llevó a ampliar su presencia y adaptar su formato a los cambios sociales, políticos y tecnológicos en cada momento. Por eso, lo que comenzó como un intento de tender puentes entre países, pronto se mostró también como un escenario donde las tensiones, alianzas y rivalidades internacionales encontraban eco, muchas veces de forma sutil, en las votaciones y en las puestas en escena.

Votaciones, geopolítica y patrones recurrentes

El fenómeno del voto vecinal: bloques nórdico, balcánico y exsoviético

Uno de los rasgos más llamativos de las votaciones de Eurovisión es la tendencia de los países a favorecer a sus vecinos o aliados históricos. Los bloques nórdico (Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Islandia), balcánico y exsoviético suelen intercambiar altas puntuaciones de manera sistemática, lo que demuestra sus afinidades culturales, lingüísticas y políticas. Este fenómeno, conocido como «voto vecinal», ha sufrido históricamente tanto críticas como bromas al no tener nada que ver con el criterio musical. Sin embargo, también sirve para analizar sobre cómo la geopolítica moldea el certamen y cuáles son los vínculos entre países.

Pactos tácitos y afinidades culturales que moldean las puntuaciones

Más allá de la vecindad, existen afinidades culturales y étnicas que influyen en las votaciones. El caso de Grecia y Chipre es paradigmático: ambos países casi siempre se otorgan las máximas puntuaciones, algo que se explica tanto por los lazos étnicos que comparten como por sus gustos musicales similares. Del mismo modo, Países Bajos y Bélgica, o Reino Unido e Irlanda, o incluso España, Portugal y Andorra, suelen intercambiar votos por su cercanía histórica y cultural.

Votaciones del público vs. jurado: ¿diplomacia o gusto musical?

El sistema de votación de Eurovisión combina el televoto popular y el voto de jurados profesionales, cada uno con un 50% de peso en el resultado final. Mientras que el televoto suele reflejar las simpatías nacionales, las afinidades de la diáspora y, en ocasiones, las reacciones a la actualidad política, los jurados intentan mantener criterios artísticos. No obstante, tampoco son inmunes a las influencias geopolíticas. Las diferencias entre ambos sistemas han generado polémicas, especialmente cuando el público y los jurados discrepan de forma notable en sus preferencias.

Casos destacados de alianzas y rivalidades

  • Francia y Alemania: del enfrentamiento bélico al intercambio de votos como gesto de reconciliación. Tras décadas de conflictos, la relación entre Francia y Alemania en Eurovisión ha simbolizado la reconciliación europea. Si bien en los primeros años la competencia era palpable, con el tiempo ambos países han intercambiado votos como muestra de acercamiento. Esto es una muestra más de la evolución de sus relaciones bilaterales y su papel central en la construcción europea.
  • Reino Unido y Francia: tensiones diplomáticas y votos esquivos. La histórica rivalidad entre Reino Unido y Francia se ha hecho notar en Eurovisión. Ambos países rara vez se otorgan las máximas puntuaciones, lo que demuestra sus diferencias políticas, culturales y de las tensiones derivadas del Brexit. Esta frialdad en las votaciones suele interpretarse como una prolongación simbólica de sus desencuentros diplomáticos.
  • Armenia y Azerbaiyán: veto mutuo, boicots y denuncias cruzadas. El conflicto histórico entre ambos ha afectado profundamente a su participación en Eurovisión. Los dos países suelen evitar votarse y han protagonizado episodios de boicots, denuncias por simbolismos en las actuaciones y hasta interrogatorios a ciudadanos por votar al país rival. El festival, por lo tanto, ha sufrido en ocasiones acusaciones de propaganda y de tensiones que trascienden lo musical.
  • Ucrania y Rusia: una pugna política reflejada en el escenario (y en las puntuaciones). Su relación es uno de los ejemplos más claros de cómo Eurovisión refleja los conflictos políticos. Desde la anexión de Crimea y el estallido de la guerra, las votaciones entre ambos países han sido nulas, y el festival ha servido como plataforma para mensajes ocultos y gestos de apoyo internacional. En 2022, la victoria de Ucrania, impulsada masivamente por el televoto europeo tras la invasión rusa, evidenció el peso de la solidaridad política en el certamen.
  • Grecia y Chipre: ejemplo de voto estratégico y apoyo incondicional. El caso de estos dos países es casi legendario en Eurovisión. Desde hace décadas, ambos países se otorgan sistemáticamente las máximas puntuaciones. Esto, sin embargo, ha generado grandes críticas sobre la imparcialidad del sistema. Pese a ello, este apoyo mutuo se basa en su cultura similar y una estrecha relación diplomática, más que en pactos explícitos.
  • Los países bálticos y su distanciamiento de Rusia. Estonia, Letonia y Lituania, tras recuperar su independencia, han utilizado Eurovisión para marcar distancias respecto a Rusia y acercarse a Europa Occidental. Sus votaciones muy rara vez favorecen a Rusia, y suelen alinearse con países nórdicos y del centro de Europa, demostrando su cambio en la orientación política y en sus nuevas alianzas estratégicas tras el colapso de la URSS.

¿Hasta qué punto influye la política en Eurovisión?

Aunque la UER prohíbe expresamente el uso de mensajes políticos en las canciones y actuaciones, la realidad es diferente. Y es que en Eurovisión se viven declaraciones, gestos y, en ocasiones, vetos. Por ejemplo, la exclusión de Rusia en 2022 tras la invasión de Ucrania, y la polémica por la participación de Israel en medio del conflicto en Gaza.

De igual manera, a lo largo de la historia del festival, siempre está la duda por algunas decisiones del jurado que parecen responder más a intereses políticos más que a criterios musicales. Por ejemplo, en 2022, la UER detectó patrones de votación anómalos entre seis países, lo que llevó a la anulación de sus votos y a la sustitución por resultados calculados automáticamente, lo que generó un gran debate sobre la transparencia y la imparcialidad del sistema.

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Pese a todo, la UER insiste en que Eurovisión es un concurso para emisoras, no para gobiernos, y que debe mantenerse apolítico. No obstante, su gestión de los problemas geopolíticos (como la expulsión de Rusia y la aceptación de Israel pese a las críticas) evidencia las dificultades de mantener una neutralidad estricta en un contexto internacional tan convulso.

Eurovisión como termómetro diplomático

  • Cómo los votos reflejan la evolución de las relaciones bilaterales. Las votaciones de Eurovisión pueden interpretarse como un termómetro de las relaciones diplomáticas entre países. Cambios en los patrones de voto suelen ir acompañados de cambios en la política exterior o en la percepción pública entre países. Así, el certamen se convierte en un mapa emocional de Europa, donde las simpatías y antipatías se manifiestan de forma simbólica.
  • La música como espacio de protesta, unión o confrontación. Desde letras con doble sentido hasta símbolos en el vestuario o banderas en el escenario, los artistas han encontrado formas de expresar posturas políticas pese a las restricciones. Muchos son los casos que lo demuestran, tales como el de la banda islandesa Hatari en 2019, que mostró la bandera palestina en Tel Aviv, o la descalificación de Georgia en 2009 por su canción crítica con Rusia.
  • ¿Puede Eurovisión contribuir a la diplomacia cultural? A pesar de las tensiones, Eurovisión sigue siendo una herramienta de diplomacia cultural. El intercambio de votos, la colaboración entre artistas y la visibilidad internacional pueden contribuir a suavizar relaciones y tender puentes, aunque también pueden avivar rivalidades. El festival demuestra que la cultura y la música son canales poderosos para la expresión política y la construcción de identidades colectivas.

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