Suecia ha pasado de ser vista como un modelo de bienestar a protagonizar titulares sobre violencia y colapso social. Entre el mito y el alarmismo, la verdad suele quedar fuera del foco. En este artículo desmontamos los extremos y explicamos qué está ocurriendo realmente.
Durante las últimas décadas, Suecia ha sido vista desde el exterior como un ejemplo de éxito social, bienestar y seguridad. En los últimos años, sin embargo, ha ganado protagonismo una narrativa muy distinta: la de un país al borde del colapso por culpa de la inmigración y las bandas juveniles. En este artículo desmontamos ambas versiones extremas, y analizamos con datos y contexto lo que está ocurriendo realmente.
Suecia: ni paraíso social, ni distopía violenta
Suecia fue durante mucho tiempo idealizada como un modelo perfecto de sociedad. Esta imagen, especialmente fuerte durante la posguerra y la Guerra Fría, surgió por su estabilidad económica, estado de bienestar, neutralidad internacional y avances en igualdad de género. En países como España, muchos veían a Suecia como el sueño europeo, y aún hoy existe la creencia de que emigrar a Suecia garantiza sueldos altos y calidad de vida. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja.
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Muchos migrantes españoles que han llegado en los últimos años han descubierto que el coste de vida es altísimo (una entrada sencilla para ir al cine es de más de 15€), que no todos los trabajos están bien pagados (el salario mínimo interprofesional es de menos de 1.500 €), y que sin dominio del idioma y sin experiencia local, es difícil progresar. Además, el racismo estructural no es nuevo: Suecia practicó eugenesia en mujeres mestizas o pobres hasta casi los años 80 y hoy sigue habiendo discriminación en el empleo, la vivienda o la educación.
El «modelo sueco» ha sido muy efectivo en generar una imagen internacional de progreso, pero también ha sido selectivo en lo que muestra y oculta. Por ejemplo, la segregación residencial de algunas ciudades ha sido ignorada durante mucho tiempo, lo mismo que la brecha entre suecos nativos y migrantes, o las largas listas de espera (10 años) para acceder a una residencia en Estocolmo. La desigualdad ha crecido en los últimos 20 años, especialmente en zonas urbanas donde el desempleo juvenil y la exclusión social se han convertido en caldo de cultivo para conflictos sociales y criminalidad.
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También conviene recordar que Suecia ha tenido una relación tensa con su identidad nacional, y eso ha afectado al modo en que se ha visto la inmigración. En un país donde la homogeneidad cultural fue la norma durante siglos, la llegada de poblaciones diversas generó incomodidad en ciertos sectores que fueron rápidamente explotados por partidos de corte populista y nacionalista.
«No se trata de que el periodismo tenga que decir que Suecia es genial. Pero el cliché de «la antigua utopía de Suecia se está desmoronando» es simplemente obsoleto y flojo. Este es un país rico con una calidad de vida que muchos desearían tener. Pero, como en cualquier otro lugar, tiene problemas».
El uso sesgado de las estadísticas de criminalidad en Suecia
Las estadísticas sobre criminalidad se han convertido en una herramienta política y mediática. Muchos medios y portavoces políticos seleccionan los años con más homicidios o tiroteos para construir la imagen de un país en caos. Se ignoran los descensos posteriores, según «Swedish National Council for Crime Prevention (Brå)» en 2024, Suecia tuvo menos delitos que en 2013, así como ha ido disminuyendo desde entonces, cuando llegaron los refugiados en 2016 la tasa fue de 98.443 delitos, mientras que en 2012 fue de 130.134. En EE.UU. el número para 2022 fue de 380.700.
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Estudios han mostrado que cuando se ajustan los datos por nivel socioeconómico, edad y educación, las diferencias y la criminalidad se reducen considerablemente.
Además, muchos medios recurren al «cherry-picking»: eligen los datos más dramáticos y los presentan sin contexto. Si un año hay 300 tiroteos, se presenta como prueba de un colapso, aunque al año siguiente se reduzcan a 200. La comparación con otros países también se omite: Suecia sigue siendo uno de los países con menos homicidios de Europa, situándose en el puesto 11º de un total de 35 países.
Otro factor que contribuye a la distorsión es el lenguaje. Palabras como «guerra de bandas» o «narcoestado» generan una sensación de caos generalizado, que realmente no se corresponde con la experiencia de la mayoría de los ciudadanos suecos, cuya vida diaria transcurre sin violencia.
Tipos de delitos más comunes en Suecia
Aunque los tiroteos y explosiones reciben gran atención, son una minoría dentro del total de delitos. Los más frecuentes según informes de Brå y Eurostat son:
- Hurtos y robos menores (carterismo, tiendas, viviendas).
- Delitos de drogas (consumo y tráfico).
- Violencia doméstica y agresiones.
- Delitos sexuales.
- Tiroteos y explosiones (relacionados con bandas criminales).
- Cibercrimen y estafas digitales.
Las tasas de delitos sexuales y violencia doméstica han aumentado, en parte debido a una mayor concienciación social y disposición a denunciar. En paralelo, el cibercrimen ha crecido como en muchos otros países desarrollados, sobre todo entre adultos mayores y personas con poca alfabetización digital.
El robo de identidad y las estafas relacionadas con el sistema bancario sueco (altamente digitalizado) se han vuelto común. Esto ha obligado al gobierno a invertir en programas de educación digital y en nuevas tecnologías de seguridad.
Las bandas juveniles suecas y el reclutamiento de menores
En ciudades como Gävle, se ha documentado la existencia de bandas criminales juveniles como G15 y G25, integradas casi íntegramente por menores de edad. Algunas de estas bandas operan casi como sectas, con jerarquías, rituales de iniciación y un fuerte control sobre sus miembros.
Estas bandas reclutan y pagan a menores a través de redes sociales como Snapchat, ofreciendo dinero (hasta 80.000 €) o estatus social. Aprovechan que los menores no pueden ser condenados como adultos. En 2023, se documentó el caso de un niño de 11 años reclutado para cometer un asesinato.
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En cuanto a la composición de estas bandas, no hay estadísticas oficiales desglosadas por origen, pero informes policiales y de investigación indican una sobrerrepresentación de jóvenes de segunda o tercera generación de origen inmigrante. Sin embargo, la causa principal no es su etnia, sino la pobreza, exclusión, segregación urbana y racismo estructural.
El caso de la red criminal Foxtrot, una de las más conocidas, ha despertado el interés de medios por su estructura profesionalizada. Operan a nivel internacional y han llegado a subcontratar sicarios jóvenes para sus ajustes de cuentas. Las bandas rivales están en guerra por el control de zonas y rutas de tráfico de drogas, especialmente en Estocolmo, Uppsala, Malmö y zonas del norte como Gävle.
Medios y agendas: cuando la percepción internacional de Suecia importa más que la realidad
Como explicó el Doctor por la universidad de Texas y actualmente profesor en la Universidad de Estocolmo, Christian Christensen, en una serie de tuits virales, la cobertura internacional sobre Suecia muchas veces ignora los datos para centrarse en una narrativa polarizada: antes era el paraíso, ahora es el infierno. Pero ni una cosa ni la otra. En 2024:
- La violencia letal cayó un 25% respecto al año anterior.
- Los niveles de criminalidad son similares a los de 1996 y 2011.
- El 79% de los suecos se sienten seguros caminando por las calles de noche.
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Este tipo de discursos extremistas tienen consecuencias. Alimentan el miedo, promueven medidas represivas que no abordan las causas profundas de la violencia, y estigmatizan a comunidades enteras. Además, fortalecen a partidos de extrema derecha que se nutren de la percepción de inseguridad, aunque los datos digan otra cosa.
También deterioran la imagen internacional de Suecia, lo que afecta al turismo, a la inversión extranjera y a la confianza de la población en sus propias instituciones. El sensacionalismo mediático acaba teniendo efectos tangibles sobre la vida económica y social del país.
Suecia tiene problemas con el crimen: como todo el mundo
Suecia tiene problemas reales: bandas organizadas, tiroteos, dificultades de integración. Pero también tiene instituciones que recogen datos, programas sociales y una población que en su mayoría vive en paz.
El debate sobre inmigración y criminalidad debe realizarse con seriedad, sin caer en generalizaciones ni prejuicios. No se trata de negar los problemas, sino de entender sus causas y buscar soluciones eficaces que respeten los derechos de todas las personas.
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