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Conflicto en Sudán: ¿es posible la paz?

Análisis

David García Pesquera
David García Pesquera
Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos. Sus principales intereses son la geopolítica, el análisis de conflictos y la seguridad internacional, especialmente en Europa del Este, Oriente Próximo y el Norte de África.

Como te contamos en el boletín prospectivo de agosto de 2024 está previsto que el día 14 comiencen las negociaciones de paz en Suiza con la mediación de Estados Unidos y coorganizadas por Arabia Saudí. En este artículo el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, David García Pesquera, explica el contexto de esta guerra que comenzó en abril de 2023 y qué podemos esperar de la paz.

La historia de Sudán viene marcada por las tensiones y los conflictos sucesivos. La guerra civil actual no es la única que ha vivido el país, ya que le han precedido otros dos enfrentamientos bélicos de la misma condición. La primera guerra civil transcurrió entre 1955 y 1972 (iniciándose nada más se produjo la independencia del país) y la segunda entre 1983 y 2005. Por lo tanto, durante esos 50 años solamente se vivieron 11 de relativa paz o situación no oficialmente bélica

El 19 de diciembre de 1955 Sudán declaró su independencia de forma unilateral, algo que reconocería Reino Unido y Egipto el mismo día que comenzaba el año 1956. En esos momentos se desató el primer conflicto civil que tiene como causantes las milicias y el entramado étnico que conforman el país. Si bien Sudán es un país mayoritariamente africano (61% de la población) existiendo gran diversidad de grupos, la población árabe (39%) ha ejercido el control político y social.

Además, los musulmanes son mayoría (70% de la población) frente a los cristianos o animistas que representan minorías principalmente localizadas en la zona sur. Si al control árabe, sumado a la extensión musulmana en términos de identificación cultural, le añadimos el avance de los gobiernos para explotar tierras en el norte y una vez terminado orientarse hacia el sur, encontramos un perjuicio percibido por los habitantes del sur que se articularía en forma de rebelión violenta.

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Esta es la principal causa estructural que afecta a la seguridad y viabilidad de Sudán como estado libre y democrático. La situación evoluciona desde el alto al fuego pactado en 2005 (en concreto el día 9 de enero en la ciudad de Naivasha, Kenia), otorgando autonomía política al sur del país para ejercer sus competencias como una región autónoma con gobierno propio. Se incluía además una Constitución que defendía la celebración de un referéndum de independencia entre el 9 y 15 de enero de 2011. El sí ganó de forma abrumadora, declarándose la independencia de Sudán del Sur el 9 de julio de 2011. 

Los bandos en el conflicto de Sudán

El 11 de abril de 2019 fue derrocado el régimen de Omar Al Bachir, que había sometido dictatorialmente al país durante tres décadas. El país estaba sumido en el estancamiento económico y el aislamiento internacional, mientras las tensiones étnicas no cesaban pese al agrupamiento del nuevo Sudán con mayoría musulmana en un único país. Se abre entonces un periodo de acuerdo político entre el Consejo Militar de Transición (CMT) y las Fuerzas de la Libertad y el Cambio (FLC) y a la Carta Constitucional del 17 de agosto. 

El principal propósito de esta carta temporal era integrar el camino hacia una nueva Constitución que permitiera la celebración de elecciones libres después del periodo de transición. Sin embargo, la transición hacia un nuevo sistema democrático y parlamentario quedó en suspenso tras el golpe de Estado del 25 de octubre de 2021.

El golpe fue liderado por el general Abdelfatah al Burhan, presidente del Consejo de Soberanía (Jefatura de Estado colegiada durante esa pretendida transición). Durante esos meses de renovadas tensiones y enfrentamientos, Al Burhan fue nombrado para encabezar un nuevo gobierno de facto, lo cual provocó protestas populares en todo el país. La oposición civil y los comités de resistencia rechazaron constantemente a la junta militar, lo que llevó, en diciembre de 2022, al relanzamiento del proceso destinado a restaurar la transición democrática.

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Sin embargo, el proyecto volvió a fracasar tras meses de negociaciones. Esto se debe a la falta de acuerdo entre las principales fuerzas que habían articulado las protestas de los meses previos, sobre todo en lo relativo a quién debía sublevarse, a quién. Por lo tanto, volvemos a encontrar un conflicto basándose en el grado de poder central que es capaz de ejercer cada una de las partes. 

En este contexto se llega al estallido de la guerra el 15 de abril de 2023, desde el cual el proceso de necesaria transición democrática está paralizado y no da señales de reactivación. El 15 de abril de 2023 el caos se apoderó de Jartum, la capital del país. A los bombardeos y enfrentamientos violentos en las calles le sumamos la articulación de una nueva división bélica en el país. 

Por un lado encontramos a las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR, lideradas por el exvicepresidente Hemedti) y por otro a las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF, comandadas por el general Al Burhan). La situación es especialmente grave en la capital, Jartum, controlada a partes iguales por FAR y SAF. Además, ambas facciones han extendido sus combates a otras zonas del país.

Los líderes del conflicto son, por lo tanto, el General Mohamed Hamdan Dagalo (Hemedti) y el General Abdel Fattah al-Burhan. Hemedti fundó las Fuerzas de Respuesta Rápida, un grupo paramilitar aparte del ejército oficial, que previamente, e incluso en tiempos de Al Bachir, se encargaba de misiones polémicas como la represión de las revueltas en Darfur, una región en el oeste del país. Las FAR crecieron en número y fortaleza, estando dispuestas a contraponer el poder del ejército sudanés una vez disconformes con las decisiones de Al Burhan. Se estima que ostentan entre 100.000 y 150.000 efectivos.

Al Burhan es el líder de las Fuerzas Armadas Sudanesas, el ejército oficial del país, que cuenta con cerca de 200.000 efectivos. Anteriormente, ambos líderes eran aliados. Lo fueron para centrar la caída del dictador Al Bachir y para articular el golpe de 2021. Sin embargo, actualmente ambos bandos están enfrentados y la población civil sufre las mayores consecuencias de esta guerra.

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Ambos grupos han sido acusados de cometer crímenes de guerra y de lesa humanidad y de llevar a cabo delitos contra la integridad sexual. Desde abril de 2023 se estima que 30.000 personas habría muerto a causa de esta nueva guerra que no parece tener solución próxima.

Actores internacionales en Sudán

Dentro de los actores internacionales con mayor presencia en este conflicto se encuentra Egipto. El vecino norte de Sudán, con el que comparte más de 1.000 kilómetros de frontera terrestre, se ha mostrado muy preocupado ante los enfrentamientos y la violencia. Su primer mensaje fue dirigido a las autoridades sudanesas alegando la necesidad de negociar para que el pueblo sudanés no sufriera las consecuencias de la guerra.

Hemedti ha acusado a Egipto de apoyar a Al Burhan y a las Fuerzas Armadas Sudanesas, enviando soldados de fuerzas especiales y aviones de combate para respaldar su liderazgo. Sin embargo, el gobierno egipcio lo ha rechazado y pese a haber apoyado las pretensiones de transición desde 2019, se muestran favorables a un alto al fuego permanente y a no injerencia.

Sin embargo, y pese a estar convencidos de poder mediar en el conflicto, algo que Sudán del Sur también solicitó, las autoridades de El Cairo conocen los riesgos de la inestabilidad en Sudán. Estos se centran en la crisis migratoria hacia países vecinos con operatividad de mafias, además de las necesidades que los refugiados requieren en los países receptores.

Se calcula que hasta 9 millones de personas han sido desplazadas a causa de la guerra, 7 de ellas dentro del propio país. Por lo tanto, alrededor de 2 millones de refugiados se encuentran en otros países, no solamente Egipto, sino también Chad, Sudán del Sur. A la guerra se le suma la hambruna y otros conflictos tribales fronterizos que hacen que la situación de estas personas no sea excesivamente mejor a la que estaban viviendo en su propio país.

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Con todo ello, existe un gran reto migratorio en la zona. Los países vecinos, de por sí en vías de desarrollo, no cuentan con un sistema de protección garante de cubrir las necesidades de los refugiados. Esto es algo que las mafias aprovechan para promover el tráfico ilícito de personas hacia el Mediterráneo y con destino Europa, provocando decenas de muertos en las costas y el desierto a causa de la peligrosidad del viaje.

Sudán es uno de los países más pobres del mundo. Sin embargo, cuenta con una posición estratégica, bañado por el Mar Rojo y en pleno curso del Río Nilo, además de poseer recursos como petróleo, hierro, zinc, oro o plata. Pese a ello, Occidente no cuenta con un posicionamiento rotundo en esta guerra y los mensajes se limitan a promover la necesaria paz entre bandos.

Las FAR sí que cuentan con aliados cercanos como Emiratos Árabes Unidos, la vecina Eritrea o el grupo Wagner ruso, también de carácter paramilitar. Sin embargo, ninguno de estos actores desarrolla una injerencia lo suficientemente notoria en el conflicto. Una vez más, observamos como el equilibrio internacional con respecto a Sudán es escaso y de ahí que definamos esta guerra como la gran olvidada.

No existe un enfrentamiento paralelo de bandos a nivel internacional que ponga a Sudán ante el espejo de la comunidad global. De hecho, la participación de otros actores se limita a relatar escenarios en los que ellos mismos se verían implicados, es decir, no en interés directo en Sudán, sino en favor de la estabilidad regional que también les afecta.

Entre todo, no existe ningún proyecto de conversaciones de paz que haga pensar que la guerra no va a durar mucho más tiempo, tal y como ya ha pasado en este mismo país con sus fronteras previas, con conflictos que han perdurado varias décadas.

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