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Sudán en crisis: todo lo que debes saber

Análisis

Alejandro Fernández Fresquet
Alejandro Fernández Fresquet
Alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítica de LISA Institute. Graduado en Historia con estudios en Economía. Sus áreas de interés se centran en África Subsahariana, la economía internacional, los retos de la energía, los recursos estratégicos y el papel de la diplomacia en un mundo de disputa geopolítica.

Desde abril de 2023, Sudán ha sido testigo de una escalada en su conflicto interno, desencadenando una nueva guerra civil con consecuencias devastadoras. Las tensiones entre los distintos líderes han sumido al país en un ciclo de violencia que amenaza con desestabilizar toda la región del Sahel. En este artículo, Alejandro Fernández Frasquet, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute ofrece una visión profunda de los desafíos y las dinámicas que alimentan este conflicto, así como sus implicaciones a nivel global.

¿Qué está pasando en Sudán? 

Desde abril de 2023, Sudán vive inmersa en otra guerra civil. Los principales actores implicados son el general Abdel Fattah al-Burhan, jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF); y Mohammed Hamdan Dagalo, «Hemedti», líder del grupo paramilitar de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Ambos bandos cuentan con el apoyo de diferentes potencias extranjeras, que tratan de ganar influencia regional. 

El conflicto ha producido más de 13.000 muertes y el desplazamiento de casi siete millones de personas refugiadas. Algunas de ellas, se han visto forzadas a emigrar a Chad, Etiopía y Sudán del Sur, agravando, aún más, la frágil estabilidad regional del Sahel. Asimismo, la emergencia humanitaria es máxima, ante la propagación de enfermedades,  hambruna y la violación de los derechos humanos.  

La posición geoestratégica de Sudán es incomparable; está enclavado, entre el Mediterráneo, el Mar Rojo y el Sahel. El país cuenta con abundantes recursos petrolíferos, metales preciosos y con Port Sudán, como puerto estratégico del Mar Rojo. Por todo ello, potencias extranjeras, como China, Rusia o Emiratos Árabes Unidos (EAU) ven peligrar sus intereses, en la región. 

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Con una población joven, árabe y musulmana, el país no colapsó como lo hicieron sus vecinos con las Primaveras Árabes. No obstante, Sudán convive con factores de inestabilidad. El conflicto de Darfur (2003-2020) ha sido catalogada como un genocidio, contra los habitantes de raza negra del sur. Como solución, se sustanció la secesión de Sudán del Sur en 2011. Además, la afloración de grupos rebeldes nacionalistas sigue constriñendo el sur del país.  

Por ende, el presente artículo se dispone a analizar los vectores que articulan la inestabilidad de la actual guerra civil de Sudán. Para ello, se analizarán los acontecimientos que se desataron en abril de 2023. Como punto de partida, se considerarán las siguientes cuestiones:  

¿Es solo un conflicto entre dos bandos? ¿dónde queda el protagonismo de la población local, que ansía un proceso democrático? ¿qué influencia tienen los acontecimientos en Darfur? ¿cuáles son los intereses de las potencias extranjeras en la región? ¿Es posible lograr la paz basada en una Constitución?

¿Es un evento aislado o un proceso estructural de Sudán? 

Sudán es uno de los pocos países que puede presumir de una historia milenaria. Testigo del esplendor faraónico, asistió a la llegada del cristianismo en los primeros siglos de nuestra era. Posteriormente, el islam se asentó en el territorio con la llegada de las caravanas transaharianas. A finales del siglo XIX, Sudán formaría parte del condominio anglo-egipcio, del que se independizaría a mediados del siglo XX. 

Desde entonces, el país ha vivido una sucesión de golpes de Estado y dictaduras militares que nunca le han aportado estabilidad. La primera guerra civil (1955-1972) no solventó las fracturas sociales internas, debidos a los conflictos étnicos, religiosos y económicos. Durante la segunda guerra civil (1983-2005), se profundizaron en las dinámicas dictatoriales, personificadas en la figura de Omar Hassan Ahmad al-Bashir. 

El golpe de Estado de 1989 lo mantendría en el poder hasta su derrocamiento en 2019.  En julio, el Consejo Militar de Transición (TMC) firmó un acuerdo con las Fuerzas de la Libertad y el Cambio (FFC) gracias a la mediación de la Unión Europea (UE), Etiopía y las Naciones Unidas (ONU). La finalidad sería crear un gobierno de transición que convocara elecciones.  

El proceso duraría tres años y culminaría en unas elecciones parlamentarias. Así pues, se podría realizar un traspaso gradual del poder militar a un poder civil, surgido de las urnas. En 2020, se emprendieron una serie de procesos de paz que pretendían finalizar con los conflictos de Darfur y del sureste del país. A la postre, al acomodarse a los distintos grupos rebeldes, dichos acuerdos dinamitarían el proceso constituyente.

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Posteriormente, el golpe de Estado de octubre de 2021 paralizaría el proceso constitucional hasta diciembre de 2022. Los protagonistas, al-Burhan y Hemedti,  obstaculizarían el proyecto político del primer ministro Hamdok. Desde entonces, el primero ocuparía la jefatura del Estado, del gobierno y del Consejo Soberano, así como de las SAF. Por su parte, Hemedti ocuparía la jefatura adjunta del Estado y de las RSF.  

El proceso constitucional planteaba la fusión de las RSF, dentro del cuerpo de las SAF.  Además, el estamento militar debía dejar las riendas del país a un futuro gobierno civil. Sin embargo, tanto al-Burhan como Hemedti nunca llegarían a concretar ningún acuerdo. Por tanto, de nuevo, en abril de 2023, unas explosiones en Jartum iniciaron una guerra inesperada para la población civil.

¿Quiénes son Abdel Fattah al-Burhan y Mohammed Hamdan Dagalo, alias «Hemedti»? 

El general al-Burhan es un militar de carrera nacido al norte de Jartum. Su formación militar ha transcurrido entre Sudán, Egipto y Jordania. Ha desempeñado funciones de vigilancia fronteriza y en el exterior como agregado militar. Asimismo, participó en la guerra civil del sur del país contra la guerrilla del Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA). En 2015, estuvo destinado en la guerra de Yemen en apoyo a la coalición liderada por Arabia Saudí.  

Actualmente, es jefe del Estado de Sudán y de sus fuerzas armadas (SAF). El estamento militar está integrado por importantes facciones islamistas, fruto de su protagonismo durante el golpe de Estado de al-Bashir, en 1989. El resurgimiento de los islamistas en el ejército sudanés limita el margen de maniobrabilidad del general. Le resta apoyos internacionales y le condiciona en sus estrategias y conversaciones de paz. 

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Por otro lado, Hemedti proviene del seno de una familia de la tribu árabe y musulmana de rizeigat, entre Darfur y Kordofan. Durante la guerra de Darfur, la tribu apoyó al gobierno nacional, por lo que se articuló en torno a la milicia Janjaweed. Hemedti  ganó protagonismo y escaló puestos en la organización. Bajo el mando de al-Bashir, la milicia se transformó en el RSF, lo que provocó el malestar en las filas del SAF y de los islamistas. 

Hemedti está inmerso en una serie de controversias, pues se le imputan casos de genocidio por su implicación en Darfur. También está considerado como el mayor poseedor de minas de oro del país, al controlar los yacimientos del sur. Junto con la colaboración del Grupo Wagner y de EAU, el líder militar es capaz de financiarse al sacar su oro hacia los circuitos internacionales a través de Dubai

¿Con qué apoyos cuentan ambos rivales? 

Principalmente, al-Burhan cuenta con los apoyos de Egipto y de Arabia Saudí. El presidente egipcio Al-Sisi está interesado en asegurar su abastecimiento de agua del Nilo, ante la incertidumbre de la Gran Presa del Renacimiento (GERD). Egipto cuenta con tener un aliado que haga de contrapeso contra los litigios hacia Etiopía.  

Por otro parte, dada la posición privilegiada de Sudán, algunos países del Golfo Pérsico han puesto el foco en la región africana del Mar Rojo. Contraria al yihadismo islámico, Arabia Saudí buscaría tener acceso al control de las rutas de comercio y de las cadenas de suministro, que atraviesan el estrecho de Bab el Mandeb. De esta manera, la familia al-Saud devuelve el apoyo prestado por al-Burhan durante la guerra de Yemen.  

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Por su parte, Hemedti ha intentado superar las alianzas de su rival. Aunque se ha encontrado con la negativa de Egipto, el general cuenta con los apoyos de Libia y de EAU. No es de extrañar, pues Hemedti participó en las campañas de apoyo al mariscal Haftar (2019). En la lucha contra el yihadismo islámico, EAU ha sido un gran baluarte de las RSF de Hemedti en tiempos de al-Bashir. Por último, queda la cuestión de la asociación informal, entre Hemedti y Rusia, a través del antiguo ejército paramilitar, Grupo Wagner. Bien es cierto que el líder sudanés controla la mayor parte de las minas de oro del país. Sin embargo, necesita disponer de medios informales que le permitan acceder a los circuitos mundiales del oro. De esta forma, Rusia consigue mantener su influencia regional gracias al antiguo grupo paramilitar.

¿Cuáles son las medidas que está tomando la comunidad internacional? 

Principalmente, dos. Por un lado, Estados Unidos y Arabia Saudí mediante el proceso de Yeda. Inicialmente, las conversaciones de paz acordaron un alto el fuego de 48 horas, el 20 de mayo de 2023. Sucesivamente, Estados Unidos y Arabia Saudí han emplazado a al-Burhan y Hemedti a buscar una solución al conflicto. Aunque las diferentes treguas no han supuesto una alternativa de calado, Yeda sí que permite que ambos rivales acerquen sus posturas. 

Por otro lado, destaca el papel de mediador de la Autoridad Intergubernamental sobre  el Desarrollo (IGAD). Desde su creación, en 1996, la organización ha contribuido al establecimiento de la paz en la región. En Sudán, el IGAD ha exigido el cese incondicional de las hostilidades, previo a la consideración de las exigencias de al Burhan y Hemedti.

Especial relevancia merece el papel del presidente keniata, William Ruto, muy activo en las negociaciones de la IGAD. El líder kalenjin disputa la hegemonía regional con Etiopía y las diferentes conferencias regionales de la IGAD suponen un excelente escaparate para ganar influencia regional. No obstante, al-Burhan ya ha mostrado su veto hacia Ruto, como interlocutor, debido a sus acercamientos con Hemedti.  

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Este movimiento no es sorprendente tampoco. El presidente de Sudán ha vetado a Volker  Perthes, enviado especial de la ONU para Sudán. Esto limita la capacidad de maniobrabilidad de la ONU. Aún más si cabe, debido al adiós de las tropas de la Misión Integrada de Asistencia a la Transición de las Naciones Unidas en Sudán (UNITAMS), que brindaba apoyo desde 2019.  

Como respuesta, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha nombrado al exministro de Asuntos Exteriores de Argelia, Ramtane Lamamra, como nuevo enviado especial en Sudán. De esta manera, la ONU espera revitalizar su papel de mediadorLamamra cuenta con una dilatada experiencia en los asuntos internacionales de paz.  Además, posee una extensa red de contactos que facilitarían un alto el fuego.  

Sin embargo, el resto de los actores regionales se encuentran impotentes. El Consejo de Seguridad y Paz de la Unión Africana (PSC) ha cancelado la membresía de Sudán varias veces desde 2019. Las reuniones de alto nivel del panel de la Comisión de la Unión Africana (UA) tampoco parece que den fruto. La colaboración de la organización junto con los actores civiles sudaneses, el IGAD, la ONU y Liga Árabe no logra convencer a los contendientes para que lleguen a un alto el fuego.  

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Asimismo, la UE carece de influencia en el conflicto al no participar activamente en las negociaciones de paz. Por otro lado, la Comunidad de Estados Africanos (EAC) sigue enfrascada, lidiando con la inestabilidad en la República Democrática del Congo (RDC) principalmente. Por tanto, la iniciativa regional está liderada por los foros de la IGAD, mientras que Arabia Saudí lidera la iniciativa bilateral.  

Por otro lado, otros países se muestran más equidistantes. China sigue más interesada en que sus inversiones no se vean en peligro. Israel apuesta por la vía militar, ya que un Sudán democrático exigiría concesiones a Palestina (aunque Jartum entró en los Pactos de Abraham en 2020). El país se encuentra dividido, pues las élites políticas son favorables a al-Burhan, mientras que el Mossad apoya a Hemedti.  

Por su parte, Catar ve limitados sus esfuerzos de mediación al ámbito humanitario.  Su vinculación con los Hermanos Musulmanes —la rama sudanesa, Hassan al-Turabi, protagonizó el golpe de Estado de 1989— y el apoyo a la sociedad civil no le han granjeado una influencia significativa en el conflicto. Además, ideológicamente, Hemedti se encuentra más cerca de EAU que de Catar. 

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Mientras las conversaciones de paz se suceden, la guerra continúa. No solamente, entre  los principales contendientes. Sudán se ha convertido en el nuevo escenario de batalla,  entre Arabia Saudí y EAU, mediante ataques de drones. Igualmente, la entrada en  escena de Irán, en el conflicto, ya se ha materializado con la venta de drones militares al  SAF.  

En este sentido, las potencias occidentales temen el spill over del conflicto. El pasado  25 de enero de 2024, la ministra alemana de exteriores, Annalena Baerbock, viajó a Kenia para pedir un cese de las hostilidades. Sin embargo, el objetivo fundamental de la ministra es realizar una gira por los países del Mar Rojo con la finalidad de ganar apoyos para que el conflicto de Sudán no agrave, aún más con la crisis desatada por los ataques de los hutíes en la región.  

¿Qué perspectivas de futuro tiene el conflicto y qué medidas se deberían adoptar? 

De momento, tanto al-Burhan como Hemedti están agotando sus oportunidades militares para ver quién parte con ventaja en la mesa de negociación. La guerra va para largo, especialmente, dados los recursos y el apoyo internacional con el que cuentan ambos rivales. Lo que pasa es que la emergencia humanitaria se agrava con cada día de guerra. Las muertes y los desplazados aumentan, junto con el hambre y las enfermedades. 

También preocupa la expansión del conflicto. Países como Chad, República Centroafricana o Sudán del Sur son muy frágiles institucionalmente. Además, numerosos países quieren asegurar su influencia en el Mar Rojo. Por tanto, si el conflicto se expande al este de Sudán, es muy probable que se asista una expansión de dinámicas de tipo proxy, lo que agravaría, aún más, las crisis en la región. 

Por ello, es imperativo remarcar la diferencia entre el fin de la guerra civil y el fin del conflicto. Sudán es un país que necesitará reconstruirse, pero debe acabar con el enfrentamiento bélico. Para acabar con la guerra civil, el compromiso de al-Burhan y de Hemedti es indispensable. Tanto los foros de Yeda como IGAD deben presentarles  garantías que abordarán las problemáticas que iniciaron la guerra civil. 

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Asimismo, Estados Unidos, la UE y los demás actores internacionales deberán aplicar sanciones económicas. Pero la estrategia de las sanciones debe ir acompañada de medidas de mayor calado. Para ello, resultaría necesario cortar los tanto flujos de financiación como de aprovisionamiento de armamento y munición. Tanto Arabia Saudí como EAU pueden jugar un papel fundamental. 

Las garantías al fin de la guerra civil se deberían materializar en programas de DDR que incentiven una integración coherente entre ambos militares. Estos programas son muy complejos, arduos de llevar a cabo, pero no son imposibles y allanarían el camino a una transición democrática. Al mismo tiempo, no se puede olvidar la acción humanitaria, que alivie la situación de emergencia de la población civil. 

La agenda política debe considerar la construcción del país de nuevo. El estamento militar tendría que dejar paso a un gobierno civil. Un período de transición que permita el asentamiento de las diferentes culturas políticas del país. Que no abrace el islam político y que legisle en favor de la democracia y los derechos humanos. Para ello, un compromiso fiscal realista debería constituir la piedra angular del proceso constitucional

Así, se observa cómo Sudán está acuciada por el fin de la guerra y por su reconstrucción total. Las medidas deberían tomarse rápido, pues el temor a que el conflicto escale es, cada vez mayor. La guerra de Gaza ya ha extendido sus tentáculos a la región del Mar Rojo, afectando al comercio marítimo mundial. Si no se actúa rápido, el conflicto de Sudán podría derivar en enfrentamientos indirectos, que empeorarían la situación en el Cuerno de África y en el Próximo y Oriente Medio

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