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Qué es el multilateralismo y cómo influyó en la creación de Naciones Unidas

Análisis

Lucia Albarsanz Cordero
Lucia Albarsanz Cordero
Estudiante de último curso del Grado de Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos, con gran interés por la geopolítica en las regiones de Asia meridional y África. He participado en distintos modelos de Naciones Unidas y de la Unión Europea tanto a nivel nacional como internacional, permitiéndome adquirir más conocimientos sobre la materia, siendo mi objetivo poder participar y colaborar en estas instituciones en un futuro con mis análisis geopolíticos.

En un mundo cada vez más interconectado, donde los desafíos globales no conocen fronteras, la cooperación y el diálogo se erigen como métodos para combatirlos. El 24 de abril se celebra el Día de la Diplomacia y el Multilateralismo. Ambos conceptos, que han nacido de la creciente interconexión entre Estados, han conseguido evolucionar desde los congresos internacionales hasta estructuras permanentes como Naciones Unidas.

Este modelo es una forma de toma de decisiones donde el consenso y la negociación entre las partes son esenciales. En la política exterior, se presenta procurando no perseguir sus propios intereses sin tener en cuenta otros países. Esto se debe a la concepción de que obtendrán más beneficios si trabajan juntos. Además, el multilateralismo se diferencia del bilateralismo y el unilateralismo fundamentalmente por el número de Estados implicados.

De este modo, los multilateralistas se caracterizan por querer desarrollar un mundo regido por las normas, la negociación y la cooperación transnacional. Pretenden que los Estados influyan en sus interlocutores de forma sutil e indirecta y prefieren la negociación, diplomacia y persuasión antes que la coerción. Por ello, establecen normas universales aplicables a todos los países recogidas en el Derecho Internacional, mientras emplean los lazos económicos y comerciales para acercarse entre sí. En última instancia, implica un compromiso unido a la búsqueda de denominadores comunes.

Origen y evolución del multilateralismo

En términos históricos, el multilateralismo es un fenómeno relativamente nuevo en el derecho y sociedad internacional. El Congreso de Viena, celebrado en 1815, es considerado el primer tratado multilateral. Este acuerdo reunió a las principales potencias de la época con el objetivo de establecer una alianza comprometida con la diplomacia, tras las Guerras Napoleónicas. La iniciativa buscaba regular las relaciones internacionales a través de mecanismos de cooperación como la Santa Alianza y el Concierto de Europa, basadas en la resolución de conflictos y el consenso.

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En los años posteriores, las organizaciones y los congresos tenían el propósito de establecer modos de colaboración efectivos ante las diferentes cuestiones de interés popular entre los Estados. Sin embargo, contaban con un inconveniente. Debido a su naturaleza, las conferencias eran convocadas a iniciativa de uno de los miembros cuando surgía un problema, convirtiendo las reuniones en foros donde cada delegación se limitaba a exponer su punto de vista.

No obstante, la necesidad de administrar recursos de interés común impulsó a la creación de estructuras permanentes. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, proliferaron las denominadas «uniones internacionales privadas», principalmente de carácter no gubernamental. Entre 1840 y 1914, se fundaron alrededor de 400 entidades, destacando el Comité Internacional de la Cruz Roja que sentó las bases para el desarrollo posterior de organismos de carácter interestatal.

Las reuniones periódicas y las conferencias multilaterales impulsaron el crecimiento y consolidaron la primera generación de organizaciones internacionales. Estas entidades adquirieron sedes y secretariados permanentes, lo que les permitió establecer agendas de trabajo con proyectos a medio y largo plazo. Asimismo, la cooperación entre servicios públicos estatales y el respeto a la administración de recursos comunes compartidos, como la navegación fluvial a través de las Comisiones Fluviales, fueron características distintivas de estas organizaciones.

Posteriormente, con la finalización de la Primera Guerra Mundial, se estableció la Sociedad de Naciones, un hito en la historia del multilateralismo. Marcó un primer intento real de institucionalizar las relaciones internacionales, siendo la primera organización internacional con fines generales y una estructura permanente con el objetivo de mantener la paz. En paralelo, surgió la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que aún pervive. La OIT se convirtió en otro punto de referencia al integrar a delegados de gobiernos, representantes de los trabajadores y representantes de empresarios, sentando un precedente en la participación tripartita.

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A pesar del fracaso de la Sociedad de Naciones con la Segunda Guerra Mundial, los Estados no abandonaron la vía de la cooperación multilateral. La existencia de intereses colectivos y desafíos globales, junto a la necesidad de respuestas conjuntas, impulsaron la creación de una nueva organización internacional mejor estructurada y más eficaz: la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esta organización nació con el objetivo de mantener la paz y seguridad internacionales, fomentar la cooperación entre las naciones y promover el desarrollo social y económico.

Tras esta gran guerra, se produjo la proliferación de acuerdos multilaterales en diversos ámbitos, destacando la creación del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), este último como antecedente de la OMC. Además, cabe mencionar al Programa Europeo de Recuperación, que sentó las bases de la integración europea. A su vez, se produjo un aumento de las organizaciones regionales y subregionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)

Por último, con la Guerra Fría se debilitó el funcionamiento del sistema multilateral debido a la rivalidad entre las superpotencias de Estados Unidos y la Unión Soviética. Sin embargo, su final revitalizó el multilateralismo y generó la esperanza de un nuevo orden mundial.

¿Cuáles son los objetivos del multilateralismo?

Los comportamientos multilaterales de los Estados llevan consigo la consecución de unos objetivos a nivel internacional. En primer lugar, se busca evitar la vulnerabilidad ante los cambios, adoptando leyes e instituciones conjuntas que limiten a terceros y propicien un marco para la cooperación. Con ello, se busca fomentar un orden y reducir las asimetrías existentes en la sociedad internacional.

Por otro lado, los Estados más pequeños buscan ejercer cierto control en el escenario internacional, principalmente sobre las prácticas de países con más poder. Todo ello, con el objetivo de evitar que incurran en prácticas unilaterales que les puedan afectar y estableciendo su influencia.

Factores que impulsan el multilateralismo

El comportamiento multilateral en los Estados se genera por diversos factores. La sociedad internacional se caracteriza por ser anárquica y ordenada, y es en esa necesidad de mantener el orden a nivel internacional donde radica el primer impulsor del multilateralismo. Asimismo, los Estados que no se consideran potencias militares o económicas muchas veces emplean el ámbito internacional para limitar acciones de las grandes potencias y generar su esfera de influencia. En caso contrario, podrían correr el riesgo de vulneración de sus derechos.

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En este sentido, el respeto del principio de igualdad jurídica entre los Estados es fundamental y el multilateralismo se encarga precisamente de que ningún estado en virtud de su poder actúe de manera independiente, vulnerando los derechos del resto de actores internacionales. Por último, es importante que exista una cultura política internacional en la población del país. Los Estados que se interrelacionan con los demás cuentan con una población con una tradición de cultura política internacional. Es el caso de Canadá, que a lo largo de la historia ha sabido mantener el multilateralismo, abogando por el consenso y evitando controversias que pudieran dividir a sus ciudadanos.

Desafíos que enfrenta el multilateralismo

A pesar de haber sobrevivido a grandes crisis internacionales, el multilateralismo aún se enfrenta a una serie de desafíos. Por un lado, el auge de líderes nacionalistas y populistas en diversos países ha debilitado el apoyo a este sistema. Estos líderes suelen priorizar los intereses nacionales por encima de la cooperación internacional, dificultando la búsqueda de soluciones conjuntas a problemas globales. Un ejemplo sería la política de Trump en Estados Unidos, ya que durante su mandato realizó actuaciones unilateralistas, reflejadas en su eslogan «America First».

Asimismo, la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos, junto con la emergencia de otras potencias, está fragmentando el orden internacional multilateral al dificultar la coordinación de políticas en materia de comercio y el cambio climático.

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Por otro lado, ciertas críticas apuntan a que la excesiva burocracia en las Naciones Unidas la hace percibir como ineficiente. Esta visión erosiona la confianza en el multilateralismo y genera la percepción de que no es capaz de responder a los desafíos del s. XXI. A su vez, la falta de reformas en estas organizaciones limita su capacidad para reflejar la realidad actual. Su antigüedad y la ausencia de cambios para adaptarse a los nuevos escenarios geopolíticos las aleja de las necesidades y demandas del mundo contemporáneo.

Ante estos desafíos, surgen dos narrativas entre los defensores del multilateralismo. La primera aspira a reactivar las instituciones multilaterales existentes, abogando por la incapacidad de los Estados, independientemente de su poder, de afrontar por sí solos los problemas actuales como las pandemias o el cambio climático. En esta narrativa, el problema no reside en las instituciones multilaterales en sí, sino en la falta de compromiso de los Estados miembros. De esta manera, para que el multilateralismo funcione eficazmente contra potenciales abusos de poder, se requiere fortalecer las instituciones, por ejemplo, a través de una mayor financiación.

La segunda narrativa propone una reestructuración profunda del sistema multilateral. Al igual que la anterior, admite la importancia de la acción colectiva para resolver los problemas globales, sin embargo, otorga el problema a los defectos de diseño y estructuración de los organismos internacionales. Sostiene que la diplomacia multilateral debe ser reformulada, y sus instituciones cambiadas.

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