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¿Por qué Groenlandia es tan importante para la geopolítica global (y para Estados Unidos)?

Análisis

David García Pesquera
David García Pesquera
Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos. Sus principales intereses son la geopolítica, el análisis de conflictos y la seguridad internacional, especialmente en Europa del Este, Oriente Próximo y el Norte de África.

Tras el anuncio de Donald Trump sobre su interés en incorporar Groenlandia a la soberanía estadounidense, resulta imprescindible analizar en profundidad este territorio. Groenlandia, situada en pleno Ártico, se distingue por sus valiosos recursos naturales y su relevancia geopolítica, factores que explican el creciente interés que suscita en el hemisferio norte. En este artículo, el alumni del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítica de LISA Institute, David García Pesquera explora la historia de la región y el papel de Dinamarca en su administración.

Groenlandia es la isla más grande del mundo, superando los 2 millones de kilómetros cuadrados. Pese a ello, cuenta con tan solo 60.000 habitantes dada su ubicación en el círculo polar ártico, que impide en gran medida el desarrollo humano cotidiano, dadas las duras condiciones climáticas. Se encuentra muy cerca de Canadá, siendo el punto más próximo la isla de Ellesmere con solamente 26 kilómetros de distancia, mientras que su distancia al segundo país más cercano, Islandia, se eleva hasta los 1.411 kilómetros.

Se trata de un territorio autónomo cuya soberanía está en manos de Dinamarca. Ostentó un autogobierno para asuntos internos, mientras que pese a que han decidido no formar parte de la Unión Europea, los asuntos de política exterior son en gran medida gestionados por Copenhague.

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En cuanto a su historia, Groenlandia ha estado habitada desde el año 2000 a.C. aproximadamente, cuando las primeras tribus de inuits llegaron por el norte procedentes del Ártico canadiense. Sin embargo, este territorio fue descubierto de forma oficial por el vikingo Erik el Rojo hacia el año 982 d.C. En ese momento, debido a un exilio obligado de tres años por unos crímenes cometidos, decidió emprender la ruta hacia el oeste de la isla nórdica. Esto lo hizo siguiendo el ejemplo de su padre, quien también había huido de Noruega a Islandia por razones similares. Además, los marinos islandeses ya tenían conocimiento de la existencia de la isla desde la Edad Media.

Desde entonces Groenlandia forma parte de la Corona de Noruega, que llega a fusionarse con el reino de Dinamarca. Tras un período de abandono de la zona, motivado por la relevancia de los acontecimientos en la Europa de la época, durante el siglo XVII el reino de Dinamarca hizo valer su soberanía sobre los mares del norte. Estos experimentaban un creciente interés debido a la explotación de sus abundantes bancos de pesca. Este contexto llevó a la recolonización de Groenlandia en el año 1721.

Llegado el siglo XIX crecen las manifestaciones de identidad groenlandesa, tales como los órganos de gestión autónoma de carácter local en cada distrito y la defensa de la identidad y la lengua propias (escuelas donde se imparten clases del idioma local y la publicación del primer periódico en dicha lengua). Durante el siglo XX, y tras la ocupación nazi de Dinamarca durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos asumió la responsabilidad de garantizar el abastecimiento y la protección de la zona. En 1941, incluso llegaron a instalarse bases norteamericanas en el territorio.

Con el fin del conflicto y la recomposición de las fronteras europeas, el presidente estadounidense Harry S. Truman propuso a Dinamarca la compra de Groenlandia por 100 millones de dólares, opción que replicó Donald Trump en 2019, ambas rechazadas por el gobierno danés. Por otra parte, con la incorporación de Dinamarca a la OTAN, el tratado anteriormente firmado entre ambos países fue reformado, autorizando a los Estados Unidos a constituir la base aérea de Thule y al mantenimiento de otras dos, que actualmente son gestionadas por el gobierno local.

Los recursos naturales de Groenlandia

Dentro del interés creciente de Estados Unidos en este nuevo periodo de Trump en la Casa Blanca se encuentra la proliferación de recursos naturales importantes en la zona.  Destacan los minerales críticos, que son un subconjunto de materiales que forman un requisito esencial de cara a la transición energética. Se incluyen metales como el cobre, el litio, el níquel, el cobalto y las tierras raras, todos ellos minerales que tienden a tener un alto riesgo de interrupción en la cadena de suministro.

Mientras China se consolida como el gran líder en la cadena de suministro de minerales críticos, concentrando el 60 % de la producción mundial de minerales y materiales de tierras raras, Estados Unidos enfrenta el desafío estratégico que esto representa. Desde una posición secundaria, busca revertir esta situación mediante la apertura de nuevos espacios de soberanía.

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Jakob Kløve Keiding, consultor principal del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia, afirmó tras un estudio de 2023 basado en el potencial de recursos de Groenlandia que existen un total de 38 materias primas en la isla, la gran mayoría de las cuales tienen un potencial relativamente alto o moderado. Dentro de estos materiales se incluyen los metales de tierras raras, que son elementos químicos, principalmente lantánidos, con gran valor comercial dado sus grandes capacidades magnéticas. 

Reciben ese nombre dada su difícil búsqueda y extracción, constituyendo un grupo de materiales fundamentales para las grandes economías europeas y americanas. En tierras raras incluimos al grafito, niobio, metales del grupo del platino, molibdeno, tantalio y titanio. Destacamos el valor del grafito, útil para baterías eléctricas, en el que el mercado chino es hoy por hoy inalcanzable.

No obstante, los enormes recursos que Groenlandia posee tienen sus limitaciones, ya que la extracción de petróleo y gas natural está prohibida en la zona por razones medioambientales y el desarrollo de su sector minero se ha visto obstaculizado por la burocracia y la oposición de los pueblos indígenas.

¿Qué mejor manera tiene Estados Unidos de recuperar terreno en la carrera por los recursos naturales, que libran las grandes potencias, que obtener una ventaja competitiva a través de un territorio aliado con el que mantiene acuerdos de colaboración? La cuestión radica en si el debate sobre los recursos naturales debe ir acompañado de una discusión plena sobre la soberanía de Groenlandia.

¿Cuál es el papel geopolítico de Groenlandia?

Dentro de la geopolítica del Ártico, destacamos el interés por dominar la soberanía de la zona que las grandes potencias presentan. En concreto, se trata de una zona del mundo de difícil alcance, pero que actúa como barrera entre la esfera rusa y el mundo occidental. En el caso de Rusia, debido a su posición, cuenta con infinitos kilómetros de costa en el Océano Ártico, lo cual permite al Kremlin dominar las rutas marítimas de la zona.

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Rusia confiere en su interés en la zona desde siempre, movimientos que se vieron recrudecidos durante la Guerra Fría con Estados Unidos. La flota del norte rusa cuenta con capacidades para sobrellevar las duras condiciones climáticas, desde grandes rompehielos a submarinos, algo que viene siendo así desde hace décadas pese a que la capa de hielo va perdiendo espesor en algunas épocas del año, lo cual ha incorporado a nuevos actores en la zona.

Por su parte, desde 2012 China ha ido incrementando su peso en la zona comprando acciones en empresas mineras y energéticas. Sin embargo, en 2019 hasta intentaron comprar una base militar abandonada en el territorio groenlandés. Todo ello, sumado a su ya imparable carrera por el mercado energético y de materias primas, ha puesto en alerta a Estados Unidos.

Estados Unidos busca aumentar su peso específico en la zona. Cuentan con el estado de Alaska y la costa de su aliado Canadá, pero en comparación con Rusia, sus plazas de soberanía en el Ártico son escasas. Con la soberanía plena de Groenlandia, aumentarían su presión sobre Rusia y acercarían su dominio global más enraizado en Europa y presionarían a Canadá, país al que la administración Trump ya está situando como un nuevo Estado bajo la soberanía estadounidense.

Dicho control también otorgaría a Estados Unidos acceso a las rutas comerciales árticas que se están abriendo por el deshielo, así como a importantes yacimientos de metales raros e hidrocarburos que hemos comentado anteriormente, también cada vez más accesibles debido a la crisis climática. 

Destacan dos grandes rutas marítimas Árticas, que ya son practicables en verano y que coinciden a la altura del estrecho de Bering para luego dividirse y emprender caminos distintos. La ruta del noreste, con destino a Europa, que recae casi enteramente bajo control ruso, y la ruta del noroeste, que ya pasa por aguas estadounidenses en Alaska, pero luego atraviesa las aguas canadienses y groenlandesas hasta llegar a Norteamérica.

El control de Groenlandia sería un paso más en la obtención del control total de esta ruta ártica, que garantiza recortar la distancia con Asia y que, con el deshielo, será pronto practicable por muchos más meses.

Trump ha argumentado en la necesidad económica (carrera por los recursos naturales) y de seguridad (vigilancia a Rusia y China) que el control de Groenlandia implica para los intereses de Estados Unidos. Incluso se ha llegado a mencionar una posible intervención militar en la zona o la aplicación de aranceles contra Dinamarca si no cede a negociar la soberanía del territorio, todo ello en un país cuyo 19% de exportaciones totales fuera de la UE tienen como destino los Estados Unidos.

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Dinamarca ha reaccionado con contrariedad a las pretensiones norteamericanas, pero también han reconocido haber descuidado Groenlandia y no haber invertido lo suficiente en su potencial, iniciando medidas en la actualidad dada la situación generada. Por su parte, el primer ministro groenlandés Múte Egede mantiene una posición única influenciada por las dos posturas de máximos persistentes. Aboga por la independencia de su territorio y anima a romper los grilletes del colonialismo, rechazando así su incorporación a Estados Unidos.

Dada la importancia geopolítica que el Ártico despierta para las grandes potencias, incrementada por el deshielo y la inminente explotación de recursos naturales, el papel de Estados Unidos con respecto a Groenlandia marca el inicio de un cambio en la política exterior de la administración de Trump. Aunque Dinamarca es un aliado de la OTAN, las pretensiones de soberanía de la principal potencia mundial, orientadas a salvaguardar su propia seguridad y la de sus aliados, serán los argumentos utilizados por quienes anticipan un nuevo orden basado en la construcción de nuevos imperios y que representan un giro en su concepción tradicional.

El papel geopolítico de Groenlandia viene a ser un capítulo más de la pérdida de influencia internacional de los estados europeos frente al tridente, Rusia, China y Estados Unidos. Los líderes de estos países conocen esta realidad y la emplean en su beneficio, ampliando su enfoque en distintos escenarios, tales como el Ártico en este caso, pero también en otros como el continente africano, Oriente Medio o Sudamérica.


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