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Mahmud Abás: 20 años de poder sin soberanía ni respaldo popular

Análisis

Miquel Ribas Lladó
Miquel Ribas Lladó
Grado en Relaciones Internacionales (Collegium Civitas, Varsovia) y Máster en Estudios Globales de Asia Oriental (UAB, Barcelona). Tiene experiencia como investigador en la Fundación Instituto Confucio (Barcelona) y en el Instituto de Investigación Sociopolítica de la Academia de Ciencias de Rusia (Moscú). Alumno certificado del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y del Curso de Experto en China de LISA Institute.

Durante dos décadas, el liderazgo de Mahmud Abás ha estado marcado por la fragilidad política, la división interna y la falta de control efectivo sobre los territorios palestinos. Su presidencia ha evidenciado la dependencia de la ANP respecto a Israel y Estados Unidos, el debilitamiento del movimiento nacional y el creciente descontento de la población. Miquel Ribas, alumni del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y el Curso de Experto en China de LISA Institute, explica las claves de su gobierno y sus implicaciones para el futuro de Palestina.

Este mes de enero, varios acontecimientos geopolíticos han tenido lugar. El más relevante ha sido el juramento de Donald Trump como nuevo presidente de Estados Unidos Al mismo tiempo, durante estas semanas Israel y Hamás han pactado un alto el fuego en Gaza para cesar, temporalmente, las hostilidades. El acuerdo incluye el intercambio de algunos rehenes secuestrados el pasado 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó la operación «Tormenta Al Aqsa». A cambio, Israel ha aceptado la liberación de varios palestinos recluidos en sus cárceles.

Sin embargo, el 9 de enero fue una fecha significativa para los palestinos. Ese día se cumplió el vigésimo aniversario de la elección de Mahmud Abás como presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Abás, que está a punto de cumplir noventa años, sigue en el cargo. Este aniversario es una oportunidad para analizar los resultados de su presidencia y su impacto en el conflicto geopolítico entre Israel, la ANP y Hamás.

Orígenes de Abás: de su infancia a su integración en Fatah

Mahmud Abás nació en el año 1935 en la actual ciudad israelí de Sefat, en aquel momento bajo la administración del Mandato británico de Palestina. Allí pasó su infancia hasta la primera guerra árabe-israelí, que tuvo lugar en 1948. A la edad de trece años, él y su familia fueron víctimas de la Nakba (la catástrofe) y se exiliaron a Siria buscando refugio. Allí ejerció como maestro de escuela e ingresó en la Universidad de Damasco, donde se licenció en Derecho.

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A finales de los años cincuenta abandonó Siria y se trasladó a Qatar, entonces bajo control británico. Allí trabajó como oficial de personal en la administración pública qatarí. Durante su estancia en Qatar, tuvo su primer contacto con organizaciones políticas palestinas en el exilio, entre ellas el movimiento Fatah. En ese contexto, conoció a Yasser Arafat y a otros miembros de la organización. A pesar de ello, no ingresó en Fatah hasta 1965, tras el inicio de las primeras escaramuzas guerrilleras lanzadas por los fedayines contra Israel.

Un diplomático y burócrata en el seno de la OLP: desde el inicio de su militancia hasta la presidencia de la ANP

Abás fue uno de los miembros que apoyaron a Arafat en 1968 para integrar a Fatah en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Esta organización, fundada en 1964 por los Estados árabes bajo el liderazgo de Nasser, funcionaba como un paraguas para diversos movimientos políticos y paramilitares palestinos. Su objetivo era lograr la autodeterminación del pueblo palestino.

Aunque Abás fue uno de los miembros del primer Comité Central de Fatah y se unió al Consejo Nacional Palestino en su cuarta sesión, en 1968, tardó algunos años en destacar dentro de la dirección palestina. A diferencia de otros miembros de Fatah, como Yasser Arafat y sus lugartenientes Khalil Al-Wazir y Salah Jalaf, que estaban a cargo de los fedayines, Abás nunca formó parte de los guerrilleros. Esto le impidió convertirse en una figura política popular dentro de la OLP, a diferencia de quienes lideraban las operaciones armadas.

A pesar de esta falta de popularidad, fue un dirigente de incuestionable competencia. Durante ese tiempo, actuó como burócrata de la OLP y se encargó del trabajo organizativo, proselitista y propagandístico, además de asumir funciones de tesorería. Abás siempre se caracterizó por su personalidad tímida y su discreción en las tareas administrativas.

El 13 de noviembre de 1974, Arafat pronunció ante la Asamblea General un discurso conocido como la «rama de olivo». Su intervención se caracterizó por llevar consigo un fusil y una rama de olivo. Ambos símbolos representaban las dos almas de la OLP: una defendía la insurrección armada (el fusil), mientras que la otra apostaba por la diplomacia y el diálogo para alcanzar una solución. Abás siempre perteneció a esta última facción, la que abogaba por la paz, la no violencia y la diplomacia como vías para resolver el conflicto.

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Su discreción y defensa del diálogo le permitieron ser elegido miembro del Comité Ejecutivo de la OLP. En 1984 asumió la responsabilidad del Departamento de Relaciones Nacionales e Internacionales.

Desde este cargo, consolidó su perfil diplomático y fue pionero en establecer contactos con representantes del Estado de Israel para concertar un marco político que diera solución a la llamada «cuestión palestina». La proclamación del Estado de Palestina en el XIX Congreso Palestino, celebrado en 1988 en Argel, fue posible, en parte, gracias a los esfuerzos de Abás.

Abás y el entonces ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Shimon Peres, son considerados los principales arquitectos de los Acuerdos de Oslo. Ambos firmaron la Declaración de Principios sobre las Disposiciones de Autogobierno Provisional.

Aunque la imagen de Isaac Rabin y Yasser Arafat estrechándose la mano frente a Bill Clinton en Camp David ha eclipsado gran parte del proceso de negociación, ese momento no habría sido posible sin la mediación de Abás y Peres. El éxito de esta declaración se considera uno de los mayores logros diplomáticos de Abás.

Durante la última década del siglo XX, Abás continuó sus esfuerzos diplomáticos para encontrar una solución al conflicto palestino-israelí. Fue nombrado jefe del Departamento de Negociaciones de la OLP, desde donde fortaleció su actividad diplomática con políticos israelíes. En este contexto, participó en el acuerdo de Taba y en la formulación del Plan Beilin-Abu Mazen en 1995, que buscaba resolver el estatus de Jerusalén.

Abás también desempeñó un papel clave en la negociación de la hoja de ruta para la paz en Camp David en el año 2000. En aquella cumbre, el primer ministro israelí Ehud Barak, Yasser Arafat y Bill Clinton intentaron alcanzar un acuerdo, aunque finalmente fue rechazado por el líder palestino. Asimismo, Abás tuvo un papel relevante en la búsqueda de una solución para poner fin a la Segunda Intifada.

Abás: ¿un títere de Estados Unidos para equilibrar la autoridad y el poder de Arafat?

A pesar de la influencia de Abás dentro de la ANP, el liderazgo principal seguía en manos de Yasser Arafat. En 2001, Ariel Sharon asumió el cargo de undécimo primer ministro de Israel. Un año después, en Estados Unidos, George W. Bush reemplazó a Bill Clinton en la presidencia. Ambos, Sharon y Bush, rechazaban negociar con Arafat debido a su pasado como fedayín.

No obstante, desde el reconocimiento de la ANP, Arafat había ocupado la presidencia y concentrado casi todo el poder, siendo el responsable de las principales decisiones políticas.

El presidente estadounidense buscó aprovechar la guerra de Irak para promover su plan de democratización en Palestina y aislar a Arafat, con el apoyo de Ariel Sharon. La creciente influencia de Washington y Tel Aviv sobre la ANP quedó en evidencia en 2003, cuando el Consejo Legislativo aprobó, con 64 votos a favor, 3 en contra y 4 abstenciones, la modificación de la Ley Fundamental o Ley Básica, que actúa de facto como Constitución de la ANP. Esta reforma introdujo el cargo de primer ministro y definió sus atribuciones. Abás asumió el puesto, ya que era el candidato ideal para Washington y Tel Aviv.

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Gracias a esta enmienda, Abás obtuvo plenos poderes en política interior, con control exclusivo sobre el gobierno, la administración civil, la seguridad interior y el orden público. También se le otorgó la facultad de nombrar y destituir ministros. Arafat, por su parte, conservó el mando supremo de las fuerzas no policiales, la dirección política de la OLP y la última palabra en asuntos de política exterior.

Sin embargo, la creación del cargo de primer ministro respondió a intereses extranjeros, en particular de Washington y Tel Aviv. Su propósito era equilibrar y limitar el monopolio del poder que Arafat había mantenido hasta entonces.

Durante su convivencia como primer ministro y presidente, Abás y Arafat tuvieron varios enfrentamientos debido a sus discrepancias sobre los métodos y pasos a seguir para resolver el conflicto.

Ambos representaban facciones opuestas. Por un lado, la denominada «resistencia», liderada por Arafat, no renunciaba a la acción armada. Por otro, los «nuevos reformadores», encabezados por Abás, condenaban explícitamente la violencia y abogaban por el diálogo y la diplomacia como única vía para alcanzar una solución.

La muerte de Arafat en 2004 marcó un cambio en la política palestina. Por primera vez, la OLP tuvo que elegir un nuevo líder para reemplazar al carismático dirigente. Este proceso electoral se llevó a cabo en 2005, y Abás ganó con más del 62 % de los votos (Shlaim, 2003, pág. 728). Tras asumir la presidencia de la ANP, y luego de la victoria de Hamás en las elecciones de 2006, nombró como primer ministro a Salam Fayyad, del partido Tercera Vía. Fayyad, un tecnócrata con experiencia en el Banco Mundial, reemplazó al histórico dirigente palestino Ahmed Qurei.

En ese momento, la ANP parecía haberse convertido en una marioneta de EE. UU. e Israel, al estar liderada por figuras palestinas que defendían la diplomacia, la no violencia y la economía de mercado.

Sombras: una ANP sometida a los intereses de Israel, corrupta e inoperativa

Los primeros años del mandato de Abás como presidente de la ANP parecían prometedores. En 2005, Israel devolvió la Franja de Gaza a los palestinos. Sin embargo, en 2006, las elecciones legislativas palestinas dieron un giro inesperado. La formación islamista Hamás ganó los comicios en Gaza y obtuvo 76 escaños de los 132 de la Asamblea, asegurando así el control del territorio. Por su parte, Fatah solo logró 41 escaños y perdió su dominio en la región.

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La victoria de Hamás representó un desafío significativo y una advertencia para el liderazgo de Abás. Este triunfo no se debió tanto a la popularidad de la formación islamista, sino al hartazgo y descontento de los habitantes de Gaza con la ANP. Muchos percibían que los Acuerdos de Oslo no habían generado avances tangibles y criticaban la corrupción dentro de la OLP y los cuadros de Fatah.

Además, Hamás logró conectar con las necesidades materiales de la población mediante un programa de beneficencia. A través de esta iniciativa, buscó aliviar la pobreza que afectaba a la mayoría de los habitantes de Gaza.

El control de la Asamblea de Gaza por parte de Hamás representó un desafío significativo para la ANP y Abás. Sin embargo, ni él ni su Administración lograron cerrar la brecha política entre ambas facciones.

A pesar de varios intentos por resolver el cisma, como la Iniciativa de La Meca y la formación de un fallido gobierno de unidad nacional, el conflicto derivó en una ruptura total y estuvo al borde de una guerra civil entre Hamás y Fatah. Finalmente, Hamás tomó el control de la Franja de Gaza, mientras que Fatah y la ANP mantuvieron el dominio sobre Cisjordania.

En cuanto a la división política, Abás, como principal responsable de las negociaciones, se encontraba en una posición difícil. Por un lado, Israel y EE. UU. no estaban dispuestos a negociar con un gobierno palestino en el que participara Hamás.

Por otro lado, tras hacerse con el poder en Gaza, Hamás construyó una administración paralela e independiente, lo que representaba una fuerte oposición a la estructura diplomática y de seguridad diseñada por Abás para alcanzar una solución política al conflicto. Además, Hamás consideraba la insurrección armada un medio legítimo para establecer un único Estado islámico en toda la región de la Palestina Histórica.

Uno de los principales errores de Abás durante su presidencia fue no comprender que la victoria de Hamás se debía al descrédito de la ANP. En lugar de renovar los principales cuadros de Fatah y la ANP, decidió mantener en el poder a la vieja guardia de la OLP.

Tras la ruptura entre Fatah y Hamás en 2007, Abás ha sido acusado de erosionar las instituciones democráticas, debilitar el poder judicial y consolidar políticas autoritarias dentro de la ANP, volviéndose cada vez más autocrático. Como presidente, ha ejercido un férreo control sobre el Comité Ejecutivo, ha marginado a los partidos ajenos a Fatah y ha descuidado los vínculos de la OLP con los campos de refugiados palestinos.

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Además, desde 2009 ha gobernado sin mandato democrático, al no convocar elecciones como exigen los artículos 34 y 36 de la Ley Básica. El liderazgo de Abás en la ANP ha consolidado una corrupción endémica y una gerontocracia dirigente. Sus principales preocupaciones giran en torno a conservar sus privilegios dentro del organigrama y las estructuras políticas de la OLP y la ANP.

A menudo, esto ha llevado a importantes concesiones en favor de Israel sin considerar la opinión de los palestinos. La ANP ha actuado como un gendarme israelí en los Territorios Ocupados de Cisjordania. Así lo demostraron los Papeles de Palestina, filtrados por la cadena qatarí Al Jazeera, que evidencian corrupción y sumisión a Israel.

Durante la presidencia de Abás, la ANP se ha convertido, en la práctica, en el gendarme de Israel en los Territorios Ocupados. Esta actitud de sumisión ha llevado a que Cisjordania se transforme en un conjunto de bantustanes.

La ANP ha mirado hacia otro lado ante la intervención israelí en los Territorios Ocupados, priorizando el mantenimiento del control de su gerontocracia gobernante en las zonas donde aún conserva un grado limitado de autogobierno. Esto ha sucedido a expensas de los intereses generales de la población.

En esencia, la ANP se ha convertido en una forma restringida de autogobierno, sin soberanía real y dependiente de Israel en casi todas las esferas.

Luces: el reconocimiento internacional y la lealtad a la diplomacia para encontrar una solución a la cuestión palestina

Uno de los principales éxitos políticos de Abás se produjo en 2012, cuando la Asamblea General de la ONU reconoció a Palestina como Estado Observador No Miembro. Asimismo, ha mantenido siempre su compromiso con la resolución del conflicto por medios pacíficos, rechazando el uso de la violencia y los métodos coactivos. Esta postura llevó a que, en 2015, durante una visita oficial al Vaticano, el Papa Francisco lo calificara como «un ángel de la paz».

Por otra parte, otro aspecto positivo de su liderazgo ha sido su fidelidad a la hoja de ruta de la diplomacia, al proceso de paz y a los Acuerdos de Oslo. En este contexto, según Yossi Beilin, el dirigente laborista israelí con quien Abás negoció el Plan Beilin-Abu Mazen en 1995, quienes realmente han socavado, de facto, los Acuerdos de Oslo han sido la derecha israelí, más que la ANP.

¿Qué será la ANP tras Abás?

El próximo mes de noviembre, Abás cumplirá noventa años. Es una buena oportunidad para hacer un balance de su legado. Por un lado, siempre será considerado como un líder que abogó por la paz y la diplomacia en lugar de la violencia para encontrar un acuerdo pacífico con Israel.

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Sin embargo, su etapa como presidente de la ANP ha estado marcada por varias contradicciones. Aunque la ANP existe de iure como institución gobernante y representante del pueblo palestinode facto Abás no lidera ninguna organización con poder real. En la práctica, la ANP no ejerce una autoridad efectiva, ya que su papel es más representativo que funcional.

Tampoco puede considerarse una entidad nacional, ya que no tiene control total sobre la población, las fronteras ni el territorio, además de contar con una capacidad limitada para relacionarse con otros sujetos internacionales. Estos son requisitos establecidos por la Convención de Montevideo para ser reconocido como Estado.

Asimismo, no es plenamente palestina, ya que son los propios palestinos quienes se oponen a ella. Así lo refleja un informe del Centro Palestino de Investigación Política y de Encuestas, publicado en julio de 2024, en el que se afirma que el 90% de los encuestados quieren que Abás dimita y el 60 % exige la disolución de la ANP.

En suma, durante sus veinte años de liderazgo, la presidencia de Abás se ha caracterizado por una gestión impotente ante el grave deterioro y el continuo debilitamiento del movimiento nacional. Su mandato ha estado marcado por la intensificación de los conflictos internos entre palestinos, la expansión sustancial de los asentamientos israelíes en Cisjordania y sucesivas guerras de Israel contra la Franja de Gaza, sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

Estos hechos demuestran el poco poder, falta de influencia y falta de autoridad de la ANP. Una pregunta importante es, ya que la ANP sufre esta crisis de legitimidad, ¿qué pasará después de la muerte de Abás?

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