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De las rutas imperiales al siglo XXI: la geopolítica del té

Análisis

Salvador Iborra
Salvador Iborra
Alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute. Graduado en Derecho por la Universidad de Cádiz. Interesado en los tableros de juego geopolíticos, así como en la Historia para comprender el presente en marcha y el futuro que aproxima.

El té, más que una bebida, es un producto estratégico con implicaciones globales. Crisis políticas y ambientales impactan directamente su producción. En este artículo, Salvador Iborra, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, analiza su futuro geopolítico.

Desde que el té llegara a Europa en 1610 gracias a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, esta hoja milenaria ha atravesado un complejo proceso de globalización. Lo que comenzó como una bebida ceremonial puramente asiática pasó a ser un bien codiciado en distintas cortes europeas. Esto dio pie a siglos de intercambios, imperialismo y competencia mundial.

En la actualidad, se ha convertido en una exportación clave para numerosos países del Sur Global, aunque enfrenta diversos retos geopolíticos, climáticos y sociales.

La taza de té: breve recorrido histórico

La evidencia física más antigua conocida del té fue descubierta en 2016 en el mausoleo del emperador Jing en Xi’an, lo que indica que los emperadores de la dinastía Han ya bebían té en el siglo II a. C. 

No obstante, este se convertiría en la bebida nacional china bajo la dinastía Tang. Su influencia era tal que a finales del siglo VIII un escritor chino llamado Lu Yu escribió el primer tratado íntegramente sobre el té: el Ch’a Ching o Clásico del Té. 

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Durante este período su consumo fue extendido a otras regiones de Asia Oriental, como Corea, Japón o Vietnam. El contacto de este con Europa se produjo en el siglo XVI a través de sacerdotes y comerciales occidentales afincados en China. La primera referencia europea escrita al té se encuentra en la de Delle navigationi e viaggi (1545) del veneciano Giambattista Ramusio.

Su introducción física en Europa en 1610 lo convirtió en la bebida de moda en La Haya, Países Bajos. Posteriormente, se extendió a Alemania, Francia y al otro lado del Océano Atlántico, Nueva Ámsterdam.

En el caso ruso, su actual bebida nacional de facto llegó en 1638 cuando los mongoles donaron al zar Miguel I 70 kilogramos de té. Vasili Starkov, enviado ruso, no aceptó el regalo al considerarlo un montón de hojas muertas, pero acabó cediendo ante las insistencias del kan mongol. Debido a la dificultad de importar el té, la bebida era de consumo exclusivo de las élites rusas por su elevado precio. No obstante, un siglo más tarde, Catalina la Grande consiguió su importación regular y a gran escala, abaratando el coste y extendiéndose su consumo.

Con respecto a Gran Bretaña, el primer registro del té en inglés proviene de una carta escrita por Richard Wickham. Él era director de una oficina de la Compañía de las Indias Orientales en Japón y escribió al comerciante de Macao en 1615.

El té verde chino se introdujo por primera vez en las cafeterías londinenses en 1660, aunque su consumo estaba reservado a los aristócratas y mercantes

Su consumo se fue extendiendo progresivamente a todos los sectores de la sociedad. Pasó de ser una bebida vinculada con la respetabilidad y los modales propios de la aristocracia a convertirse en una ingesta clave para los trabajadores ingleses del siglo XIX. Para ellos, era esencial al finalizar sus largas jornadas laborales.

La producción comercial de té fue introducida por primera vez en la India por los británicos. Esto ocurrió como un intento de romper el monopolio chino sobre el té. Los británicos utilizaron semillas chinas, además de técnicas chinas de plantación y cultivo. Así, crearon una industria del té al ofrecer tierras en Assam a cualquier europeo que aceptara cultivar té para la exportación.

El té fue originalmente consumido solo por indios anglicanizados. No fue hasta la década de 1950 que se popularizó ampliamente en la India, gracias a una exitosa campaña publicitaria de la Junta del Té de la India.

La industria global del té

De acuerdo con los datos publicados por el Comité Internacional del Té (CIT) en su boletín anual de 2024, la producción de té continúa aumentando de forma constante año tras año. Se sitúa en 6.604 millones de toneladas métricas, lo que supone un 26% más que hace diez años. 

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No obstante, el consumo sigue rezagado y se calcula en 6.212 millones de toneladas. Esto supone una brecha de 392.000 toneladas entre la oferta y la demanda de este producto.

Cabe señalar cómo las industrias del té y del café difieren en un factor crucial. Apenas el 26 % del té mundial es exportado, ya que tres cuartas partes se consumen localmente. En cambio, el 66 % del café sale de sus centros nacionales de producción hacia el extranjero.

Este dato refleja patrones de consumo distintos. El té no ha alcanzado la alta popularidad del café en Occidente y su consumo se limita, en gran medida, a sus mercados originarios.

¿Qué países lideran la producción mundial de té?

El informe del CIT señala que la estructura del mercado principal en lo referido a la oferta no ha variado: China continúa siendo el principal productor mundial de té con 3.181 millones de toneladas, representando el 49% de la producción global. No obstante, el consumo interno absorbe alrededor del 88% de dicha producción. India es el segundo productor mundial, de cuyos 1.365 millones de toneladas solo el 17% es exportado a mercados internacionales.

A los dos grandes gigantes le siguen otros países como Kenia, con 353.000 toneladas, Sri Lanka, con 251.000, Vietnam, con 174.000 o Indonesia, con 125.000.

También puede destacarse a Turquía como un importante productor de té, destinándose la práctica totalidad de sus 246.000 toneladas a su mercado interno.

Gráfico, Escala de tiempo

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En lo relativo a la estructura comercial mundial del té, no hay un dominio aplastante chino. El mercado mundial se reparte entre cuatro países: China ostenta el 18,5%, Sri Lanka y Kenia el 18,4% respectivamente e India el 10,6%. Japón exporta el 3% del total. Esta diferencia con respecto a la estructura productiva se explica por la preferencia occidental por los tés negros, tradicionales de Sri Lanka, Kenia e India (Assam).

¿Qué Estados importan té?

En cuanto a las importaciones, Pakistán es el Estado que más té importa, con un 8,6% del total, seguido por dos mercados occidentales donde la bebida es popular: Estados Unidos, con un 7,8%, y Reino Unido, con un 5,1. Destacar otros mercados como el emiratí (5%), el ruso (4,8%) o el saudí (4%).

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Si bien es cierto que la mayoría de los países productores promueven activamente el consumo interno de té, los mercados de exportación siguen siendo vitales para sus economías. Por ello, muchos consideran urgente restablecer el equilibrio entre la oferta y la demanda.

Desafíos a la industria del té: clima, problemáticas sociales y vulnerabilidad geopolítica

El cambio climático es una amenaza presente y futura para la producción de té a nivel mundial, según los expertos. Los estudios indican que el cambio climático afectará gravemente a las regiones productoras de té.

Un informe de la Ethical Tea Partnership indica que, para 2050, la idoneidad óptima de las regiones productoras de té en Kenia, Sri Lanka y China se reducirá en un 26,2 %, un 14 % y un 4,7 %, respectivamente. Para 2070, la idoneidad en Sri Lanka disminuirá casi un 30 %.

El cambio climático trae consigo una serie de desafíos, como lluvias impredecibles, deslizamientos de tierra y sequías más severas. También se suman un número creciente de plagas, temperaturas variables y la reducción de las áreas de producción, según los expertos. Estos efectos no tendrán impacto solo en el futuro. Ya se sienten hoy.

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The Guardian recogía en un artículo de 2024 como las cosechas en Kenia e India, que en conjunto suministran la mitad del té del Reino Unido, sufrieron interrupciones por olas de calor, sequías e inundaciones. 

En 2025 la tendencia continúa: la industria del té de Assam, clave para el suministro mundial, ha experimentado una caída significativa del 12% en junio, en comparación con el mismo mes del año pasado. El portal FoodBusiness Middle East & Africa reportó caídas en un 13% de la producción keniata en los dos primeros meses de este año, identificando las condiciones climáticas inusuales como causa principal.

Dada la preocupación por los múltiples incidentes meteorológicos anormales debidos al cambio climático, su impacto en el cultivo del té se está analizando detenidamente para la búsqueda de soluciones. Si bien estos incidentes meteorológicos varían considerablemente de una región productora de té a otra, todos tienen efectos adversos en el volumen y la calidad, y, por supuesto, en los ingresos y los medios de vida de los productores.

El profesor Han Wenyan, del Instituto Chino de Investigación del Té en Hangzhou, subraya que las altas temperaturas y las sequías prolongadas del verano podrían provocar el desplazamiento de las zonas de cultivo de té. Estas se trasladarían del sur hacia mayores altitudes y latitudes, hacia la zona de clima subtropical. Por ello, China está desarrollando activamente cultivares más resistentes al calor.

En las zonas de cultivo de té a gran altitud de Kenia, la aparición de olas de frío inusuales y prolongadas provocó la congelación de las hojas, haciéndolas no aptas para la cosecha. Esta situación impulsó la investigación para crear variedades más resistentes y adaptadas al frío.

Expertos del sector demandan modificaciones estructurales con un enfoque resiliente que ayuden a la industria. También reclaman una plataforma internacional especializada para compartir información y apoyo gubernamental.

Mientras tanto, se emplean medios técnicos prácticos como aumentar la frecuencia de riego en zonas áridas. También se utilizan ventiladores, terrazas para la evacuación de lluvias intensas y un mayor control de plagas.

Si bien existe conciencia sobre el impacto adverso del cambio climático en la mayoría de los mercados nacionales, aún no se han desplegado muchos esfuerzos para investigar estos desafíos de forma coordinada.

En lo relativo al factor geopolítico, la inestabilidad global y la amenaza a las cadenas de suministros influye negativamente en las rutas comerciales del té

Por ejemplo, los ataques hutíes a buques en el Mar Rojo provocaron estancamientos en los envíos al importante mercado británico desde Asia. Los buques tuvieron que optar por la ruta del Cabo de Buena Esperanza, lo que incidió en la rapidez del suministro y, por ende, en el precio del producto.

La guerra de Ucrania también afectó a los suministradores de té a Rusia, uno de los mayores importadores del mundo. Las sanciones impuestas al Kremlin por su ofensiva han incidido en las industrias de Kenia o Sri Lanka.

Adicionalmente, la crisis de Sri Lanka de principios de esta década afectó gravemente a la exportación de té esrilanqués, clave para la estabilidad de su economía: el té representaba 1.300 millones de dólares en ingresos anuales por exportación hasta que la crisis económica azotó la isla.

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La crisis de 2021 se produjo cuando el gobierno de Gotabaya Rajapaksa prohibió la importación y uso de fertilizantes químicos. Los productores de té vieron cómo sus rendimientos se reducían a la mitad. Además, plantaciones enteras sufrieron graves pérdidas económicas por las malas cosechas, lo que contribuyó a la pobreza de los agricultores.

La producción disminuyó más del 20 % en los primeros meses tras la prohibición. Las reiteradas súplicas para restablecer el suministro de fertilizantes químicos fueron ignoradas. Esto ocurrió incluso cuando el gobierno ofreció incentivos temporales para fomentar el cultivo orgánico.

Cuando el asediado gobierno revocó la prohibición de los fertilizantes químicos para sectores clave como el té y el arroz, ya era demasiado tarde. Para entonces, los precios de los fertilizantes habían subido más de un 25%, lo que agravó las dificultades de los recolectores de té, que representan alrededor del 70% de la fuerza laboral del sector.

En total, la transición a la agricultura orgánica le había costado al sector del té más de 425 millones de dólares en pérdidas.

Conclusiones

Aunque el té pueda parecer un producto agrícola tradicional y estable, su cadena de valor revela profundas tensiones estructurales. La aparente simplicidad de una taza de té oculta una compleja red de relaciones globales que conecta a pequeños productores del Sur Global con consumidores urbanos en Londres, Dubái o Nueva York.

A los desafíos del cambio climático (sequías, plagas y alteraciones en las zonas de cultivo) se suman factores geopolíticos cada vez más volátiles. Entre ellos están los conflictos regionales, las crisis logísticas o decisiones políticas desacertadas, como el caso de Sri Lanka.

En este contexto, la cooperación internacional y el desarrollo tecnológico serán claves. También lo será la creación de plataformas globales de coordinación e información, para asegurar un futuro sostenible y resiliente para esta industria.

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