En un mundo en constante transformación, anticiparse a los desafíos y oportunidades del futuro es más importante que nunca. Por ello, LISA Analysis Unit, la Unidad especializada en Inteligencia y análisis de LISA Institute, presenta en abierto una exclusiva serie de análisis estratégicos prospectivos. En ellos se abordarán las principales temáticas que impactarán a nivel global y transversal en 2025 y que cualquier líder, directivo, gestor o analista debe anticipar, monitorizar y tener en cuenta a la hora de tomar decisiones.
- Las fuentes de energía como amenaza y oportunidad geopolítica en 2025
- La administración Trump como disruptor político y económico a nivel global en 2025
- EEUU vs China: sorpaso o contención del gigante asiático en 2025
- Cómo la IA transformará las capacidades humanas, de las empresas y de las instituciones en 2025
- Cómo el aumento de la cibercriminalidad y la desinformación ponen en riesgo las bases de la democracia y la seguridad nacional en 2025
- Procesos electorales de mayor impacto regional y global en 2025
El objetivo principal de esta iniciativa es ofrecer a profesionales, empresas, instituciones y organismos internacionales una visión estratégica de los temas clave que definirán el panorama global en el próximo año. Desde la geopolítica energética hasta las amenazas de la cibercriminalidad y la desinformación, esta serie de análisis profundizan en las tendencias emergentes, los actores relevantes y sus implicaciones para la política, la economía, la seguridad y la sociedad.
Con esta serie, LISA Analysis Unit refuerza su compromiso de democratizar el acceso a análisis de calidad, apoyando la toma de decisiones informadas y contribuyendo a un debate público más sólido, informado y fundamentado.
Análisis prospectivo de las 7 principales tendencias de 2025
El horizonte de 2025 se presenta como un escenario internacional marcado por la volatilidad, la fragmentación y una competencia estratégica más abierta que nunca. Los procesos políticos, económicos, tecnológicos y sociales convergerán para redefinir no solo las dinámicas de poder entre las grandes potencias, sino también la estabilidad en regiones clave, los conflictos bélicos y geopolíticos, la gobernanza interna en múltiples países y las condiciones de vida de sus ciudadanos.
1. Reconfiguración del poder global y competencia estratégica
La tensión entre Estados Unidos y China seguirá constituyendo el eje vertebral del orden internacional. Esta rivalidad no se limita a un enfrentamiento comercial o tecnológico, sino que impacta en la arquitectura misma del poder global.
Con una hipotética segunda Administración Trump, Washington podría optar por profundizar la contención hacia Pekín mediante una estrategia más agresiva en el plano comercial (aranceles generalizados, limitaciones a la inversión), tecnológico (restricción de exportaciones, bloqueo de chips avanzados y software crítico) y geopolítico (consolidación de alianzas como el QUAD, el AUKUS y el reaseguro de socios tradicionales en Asia-Pacífico).
Por su parte, China, consciente de su dependencia en semiconductores y tecnología clave, invertirá masivamente en innovación y en el fortalecimiento de sus cadenas productivas internas, a la par que refinará su diplomacia económica y política para presentarse como líder del Sur Global, ofreciendo una “alternativa” al orden occidental.
Esta puja por la hegemonía, no exenta de riesgos, tensiona el delicado equilibrio en el Indo-Pacífico, con el Estrecho de Taiwán y el Mar de China Meridional como potenciales escenarios de escaladas diplomáticas, geopolíticas y, en última instancia, militares.
2. Impacto en las economías y las cadenas globales de valor
El desacoplamiento parcial entre EE. UU. y China repercutirá en terceros actores. La Unión Europea, América Latina, África y países clave en Asia-Pacífico, se verán obligados a reposicionar sus cadenas de suministro, a diversificar sus socios comerciales y a buscar mayor autonomía en sectores estratégicos.
Sin embargo, la interdependencia entre las economías es tan profunda que un desacoplamiento total resultaría costoso e irrealista, generando tensiones inflacionarias, desabastecimiento de insumos críticos y ralentización del crecimiento en numerosas industrias.
Regiones como la UE deberán navegar en una relación compleja con China —proveedor fundamental de bienes industriales— y con Estados Unidos —líder tecnológico y financiero—, intentando mantener espacios de autonomía estratégica sin ser arrastradas por la competencia hegemónica.
En América Latina, la reorientación hacia modelos más productivistas o más austeros, como en el caso de Argentina, y las tensiones políticas internas erosionarán la capacidad de la región para insertarse con estabilidad en el nuevo orden global.
Al mismo tiempo, África, con recursos estratégicos y mercados en expansión, se convertirá en un tablero de competición entre potencias exteriores, ya sea Rusia, China, EE. UU. o actores europeos, redefiniendo alianzas y equilibrios internos.
3. Volatilidad política y fragmentación interna
Las dinámicas internas en cada país estarán atravesadas por la incertidumbre, las tensiones sociales y la polarización. Europa no es inmune a este fenómeno. Alemania, tras la caída de la “coalición semáforo”, se asomará a un escenario electoral marcado por la fragmentación y el ascenso de formaciones populistas y radicales.
Polonia, tras haber recobrado un gobierno liberal, se juega en las presidenciales la consolidación de su giro europeísta frente a la resistencia de fuerzas antiliberales. Bielorrusia seguirá su sendero autoritario sin cambios significativos. Mientras tanto, en Canadá se verá la declinación de la marca Trudeau y el probable retorno conservador, mientras que Argentina, con un Milei que aplica una “terapia de choque” económica, vivirá unas elecciones legislativas cruciales para el futuro de un modelo que ha reducido la inflación, pero a costa de mayor desigualdad.
Bolivia encara una lucha interna dentro del MAS, que refleja la fragilidad de sistemas políticos sin una institucionalidad sólida. En África, Camerún se prepara para el post-Biya en un ambiente de tensiones étnicas, conflictos separatistas y sin mecanismos claros para la sucesión, mientras la República Centroafricana, en medio de la pugna de influencias externas, deberá decidir su futuro en unas elecciones donde se definirá la orientación geopolítica del país.
4. Dimensión social, fragmentación generacional y nuevos actores políticos
El 2025 también estará marcado por cambios generacionales en el electorado. En países como Australia, el peso electoral de millennials y la Generación Z superará al de los baby boomers, alterando las prioridades políticas, las demandas sociales y las narrativas de campaña.
Estos segmentos poblacionales tienen mayor afinidad con temas como justicia social, lucha contra el cambio climático, igualdad de oportunidades y acceso a la educación. A la vez, consumen información a través de canales no tradicionales, desafiando las estrategias clásicas de comunicación política.
Esto implica la erosión de partidos establecidos y la irrupción de formaciones independientes o emergentes, sumado a un mayor escrutinio público a los líderes y sus promesas.
5. Tecnología, ciberseguridad y la pugna por la innovación
La dimensión tecnológica seguirá siendo un campo de batalla esencial. La IA, la computación cuántica, la biotecnología, la robótica, la automatización y la infraestructura digital (5G, semiconductores y ciberdefensa) serán factores diferenciadores en la carrera por la supremacía.
Estados Unidos y China intentarán dominar estándares, patentes y cadenas de suministro tecnológicas. Europa, con su agenda regulatoria y sus intentos de resguardar la privacidad y los derechos digitales, buscará un nicho propio, mientras que regiones emergentes se verán presionadas a alinearse con un campo tecnológico u otro.
La ciberseguridad será un área crítica: el espionaje industrial, la desinformación, la ciberguerra y los ciberataques a infraestructuras críticas, condicionarán las políticas de defensa y aumentarán la incertidumbre. Esto impactará no solo en la seguridad nacional, sino en las libertades civiles, ya que el control y la vigilancia podrían intensificarse en sistemas democráticos y autocráticos por igual. La “legítima ciberdefensa” y las “ciberguerras o ciberataques preventivos” pasarán a ser un nuevo modus operandi habitual de los conflictos bélicos y geopolíticos.
6. Derechos humanos, cohesión social y contestación ciudadana
La competencia global se despliega en un contexto de mayor contestación ciudadana, polarización y tensiones identitarias. Los movimientos sociales, la crisis climática, las migraciones, las desigualdades y las demandas de justicia racial y de género seguirán presionando a gobiernos y empresas, obligándolos a responder con políticas concretas.
Sin embargo, el fortalecimiento de tendencias autoritarias y el uso de tecnología para la represión interna (como en Bielorrusia o con las prácticas de vigilancia digital en China) comprometen los avances democráticos y en derechos humanos.
En las democracias consolidadas, el descontento con las élites políticas, la corrupción y el estancamiento económico alimentarán opciones populistas y radicales, dificultando la formación de consensos estables.
7. Hacia un orden incierto y multidimensional
En definitiva, el 2025 se caracteriza por la ausencia de un centro de gravedad claro y por la transversalidad de los desafíos. La rivalidad EE. UU.-China es el telón de fondo, pero no es el único factor: el debilitamiento de las instituciones multilaterales, la incertidumbre energética, la inestabilidad en regiones clave, la fragmentación política interna en numerosos países y la transformación demográfica y generacional confluyen en una dinámica global más compleja.
Las oportunidades de estabilización existen: diálogos estratégicos entre potencias, acuerdos limitados sobre tecnología y comercio, colaboración en retos globales como el cambio climático o las pandemias. Sin embargo, nada garantiza que los actores opten por la cooperación.
En este panorama, gobiernos, empresas e instituciones deberán reforzar sus capacidades de anticipación, resiliencia y diversificación. Aquellos actores que comprendan la naturaleza multidimensional de las tensiones —económicas, políticas, tecnológicas, sociales— y adapten sus estrategias a un escenario fluido, estarán mejor posicionados.
El 2025 es, en suma, un punto de inflexión donde las viejas certezas se desvanecen y emergen nuevas constelaciones de poder, riesgo y oportunidad. En este contexto, se valorarán aún más las capacidades de análisis estratégico, análisis de inteligencia y análisis prospectivo tanto en empresas como en instituciones públicas. ¿Con qué objetivo? Mejorar las capacidades de anticipación, prevención y gestión de cualquier escenario disruptivo que ponga en jaque al frágil status quo.
Este Especial Prospectivo 2025 ha sido desarrollado por LISA Analysis Unit, la Unidad de Análisis de LISA Institute. Si tu organización necesita anticiparse a riesgos o amenazas, así como identificar oportunidades o tomar decisiones más informadas, solicita una reunión aquí.
En LISA Analysis Unit, se elaboran análisis personalizados y como resultado se entregan Informes de Alerta, Informes descriptivos, Informes explicativos, Informes evaluativos o Informes Prospectivos, adaptados a las necesidades específicas de cada organización.
Desde análisis políticos, económicos y sociales, hasta análisis de riesgos y amenazas, análisis internacionales, análisis de inteligencia competitiva o análisis reputacionales. Con el soporte de +130 Expertos en múltiples sectores, los analistas de LISA Analysis Unit, trabajan al servicio de tu organización para proporcionarte la información que necesitas para la mejor toma de decisiones en un entorno complejo y en constante cambio.