El pasado 29 de octubre España vivió uno de los peores desastres naturales en décadas. La DANA arrasó parte de la Comunidad Valenciana y otras regiones del sur del país como Albacete o Málaga, dejando un trágico balance de víctimas mortales e innumerables daños materiales. Con el objetivo de poder aportar desde nuestro conocimiento a las víctimas del desastre, en este artículo, la psicóloga y profesora del Curso de Atención a Víctimas de Delitos Violentos, Accidentes Graves y Catástrofes Naturales de LISA Institute, Natalia Moreno, explica las estrategias básicas para afrontar una situación traumática como ha sido la DANA y las habilidades que debe aplicar el personal de atención o emergencias para atender a las víctimas tras una catástrofe.
Un suceso traumático, desde el punto de vista psicológico, podría ser definido como un suceso que genera en quien lo sufre un choque emocional negativo, fuerte y duradero que produce un daño psicológico duradero. Algunos investigadores prefieren ser más precisos y definir un suceso traumático como un hecho que genera una experiencia de amenaza para la integridad física o psicológica de la persona, que está asociado a vivencias de caos, confusión, absurdidad, horror, ambivalencia y desconcierto, que tendría un carácter inenarrable o incontable e incomprensible para los demás y que quebranta en muchos casos los esquemas básicos de seguridad del ser humano y la creencia de que el mundo es un lugar seguro y predecible.
Por otro lado, el término desastre natural hace referencia a las pérdidas materiales y personales ocasionadas por eventos o fenómenos naturales como terremotos, inundaciones, tsunamis, contaminación ambiental o deslizamientos de tierra entre otros. Dentro de los efectos o consecuencias psicológicas que sufren las víctimas de desastres o sucesos traumáticos naturales el trastorno de estrés postraumático ha sido el trastorno más prevalente y el más estudiado.
Estrategias para afrontar un suceso traumático
Ante una situación traumática, las personas podemos poner en marcha una serie de estrategias de afrontamiento que pueden resultar positivas o negativas ante una situación traumática como puede ser un desastre natural. En este sentido, algunos autores, han señalado que serían estrategias de afrontamiento positivas las mencionadas a continuación:
- Aceptar el hecho ocurrido.
- Querer compartir la pena y el dolor.
- Reorganizar la vida.
- Hacer una reinterpretación positiva del suceso (hasta donde sea posible).
- Poder establecer nuevas metas y relaciones.Intentar la búsqueda de apoyo social.
- Implicarse en grupos de autoayuda.
Por el contrario, anclarse a recuerdos y planteamiento de preguntas sin respuesta, tener sentimiento de odio, culpa, venganza, aislarse socialmente o tener consumo de alcohol, drogas y medicamentos generaría un afrontamiento negativo a la situación traumática.
Respecto a la población general, la mayor parte de la sintomatología psicológica que puede presentarse en los primeros días, suele remitir con los días. Entre esta sintomatología hablamos de problema para dormir, inquietud, ansiedad, o enfado entre otras. Algunos consejos para la población serían los siguientes.
- Mantener las actividades de su vida diaria.
- Autocuidado: cuidar la alimentación y el sueño.
- Regular la dosis de información que se consume por diferentes canales, especialmente redes sociales.
- Un aspecto clave y que puede hacer que está sintomatología dure más tiempo o sea más intensa, es la proximidad al lugar y los eventos traumáticos vividos con anterioridad.
Estrategias que debe aplicar el personal de atención o emergencias ante las víctimas de un suceso traumático
El apoyo psicológico en el entorno de la emergencia implica acciones de diferente grado de complejidad, pero todas las personas involucradas accidentalmente o de forma intencionada podemos contribuir en aliviar el sufrimiento de una persona afectada por una situación traumática. Aunque todos podamos hacer algo en este tipo de situaciones, hay situaciones complejas y específicas que requieren de profesionales especializados, pero para el resto de las situaciones cualquier persona con una mínima formación específica podría realizar dicha intervención.
Por ejemplo, el acompañamiento y la cobertura de las necesidades básicas podría realizarse por la población general o el personal de atención y emergencia (bomberos, fuerzas de seguridad, voluntarios). En cambio, una atención más específica como el manejo de los síntomas de estrés agudo, manejo de emociones y reacciones intensas, o intervenciones en crisis serían intervenciones que realizar por un personal más especializado como el personal de atención, psicólogos o psiquiatras. No obstante, en general, todo personal es imprescindible en este tipo de situaciones, siempre que posea unos conocimientos mínimos.
Además de la formación específica es importante que las personas que intervengan en la atención a las víctimas de una situación traumáticas posean una serie de habilidades, entre las que cabe destacar:
- Comunicación verbal: Es importante hablar con claridad, utilizar un lenguaje sin tecnicismos y que sea entendido por todo el mundo.
- Comunicación no verbal y paralingüística: En este sentido, el contacto ocular, la expresión facial, la postura, la proximidad, el tono utilizado, la velocidad son componentes importantes y a tener en cuenta cuando intervenimos con víctimas y/o personas afectadas por una situación traumática.
- Empatía: Ser capaz de comprender las actitudes y reacciones de la otra persona desde su realidad.
- Escucha Activa: Esta habilidad consiste en prestar atención a lo que la persona nos cuenta y ofrécele un feedback verbal y no verbal, indicándole que estamos realizando esa escucha.
- Facilitar el relato de acontecimientos.
- Facilitar la Expresión Emocional.
Aspectos básicos de una intervención del personal de atención o emergencias ante un suceso traumático
Para todo profesional que tenga que intervenir en una situación traumática con víctimas es importante que tenga en cuenta varios aspectos básicos de la intervención.
Crear la sensación de seguridad a la víctima:
- Facilitar la cobertura de las necesidades básicas (comida, ropa, atención médica, alojamiento, traslado a hospitales, búsqueda de familiares…).
- Reducción de la estimulación estresante. Apartar a la persona de la visión, ruidos, olores… relacionados con la situación traumática, ya que cuando menor sea la cantidad de estímulos traumáticos mejor será la recuperación.
- Tener en cuenta los sentimientos y emociones que puede sentir la víctima, normalizarlos y mostrar una actitud empática.
- Validar todas las emociones que la víctima manifieste.
- No decir a la víctima o a la familia como deben sentirse, simplemente apoyarle y darle consuelo.
- Protegerles de espectadores y medios de comunicación.
- Ponerse físicamente a nivel de la persona. Si está sentada hacerlo nosotros también.
- Animar a la persona a que exprese cómo se siente, sin presionarle.
- No tratar a la persona con excesiva simpatía ni con pena.
- Ayudar a la persona afectada a establecer cuanto antes el contacto con sus personas allegadas.
- Hacer cosas que ayuden a relajarse (ej: ofrecer bebidas calientes).
- Tolerar los silencios.
Fomentar el apoyo social:
- Ayudar a los heridos a que puedan conectar con sus familias o allegados (prioridad a los niños).
- Dar pautas a los familiares de cómo tratar a los heridos.
Ser eficiente con la información:
- Dar a los heridos y los familiares una información precisa y clara acerca de lo ocurrido.
- Permitir a los heridos y familiares hablar de lo ocurrido y sus sentimientos, pero no investigar sobre lo ocurrido.
- Animarlos a resolver problemas prácticos, como conseguir localizar a alguien, llegar a algún lugar…
- Evitar proporcionar falsas expectativas, sin conocer los hechos o tener información fiable.
- No hacer promesas que no se puedan cumplir, hablar en términos de probabilidad o de intentos.
- No emitir juicios de valor.
- Intentar que la intervención no se realice en el epicentro de la situación traumática, ya que esto puede hacer que la víctima desarrolle un mayor número de problemas psicológicos por el grado y la duración de la exposición a la situación traumática y los estímulos relaciones
- Animar a los heridos no muy graves a apoyar y ayudar a otros.
- Indicarles lugares de derivación donde pueda encontrar cuidados en un futuro.
Por último, otro aspecto importante es asegurarse de que los miembros del grupo o del personal de atención no se sobrecarguen ni alcancen niveles excesivos de estrés, desgaste y fatiga. Es común, que, en ocasiones, el personal interviniente se sobre-implique (en intensidad y en duración) en el contacto con las personas afectadas y el desbordamiento emocional o la fatiga física vaya mermando la eficacia a su labor. Por ello, es necesario que el personal pueda descansar, que el trabajo se realice de dos en dos o en grupo y que tenga personas con las que pueda desahogarse.
Pautas específicas para víctimas de un suceso traumático y familiares
Algunas de las pautas que podemos dar a los familiares de las personas afectadas por una situación traumática son:
- Que la persona afectada acepte estar y sentirse mal, especialmente en los primeros momentos.
- Tenemos que animarles a que no busquen explicaciones a lo ocurrido.
- Animarles a que pasen tiempo con otras personas y que hablen de ello y de sus emociones.
- Si necesitan llorar que lo hagan, es bueno que afloren las emociones que tienen.
- Es bueno que recuperen la rutina lo antes posible y que se enfrenten a situaciones, personas o lugares que le recuerden al suceso, aunque al principio les haga sentirse mal.
- Animarles a que se pongan pequeñas metas.
- Controlar aspectos importantes y básicos como el sueño, la alimentación y el descanso.
- Buscar actividades y cosas que les haga sentir mejor y tranquilo.
Aspectos básicos de intervención con menores ante un suceso traumático
Ante una situación traumática en la que se vean implicados menores es importante y debemos tener en cuenta que son personas en desarrollo y no tienen las herramientas psicológicas para el enfrentamiento de situaciones críticas. Para ello es necesario tener en cuenta algunos aspectos cuando nos tengamos que dirigir a ellos:
- Identificarnos por nuestro nombre y utilizar un estilo de comunicación adecuado.
- El lenguaje usado por el psicólogo debe ser adecuado a la edad del menor.
- Mantener una posición de respecto, por ejemplo, pedir permiso para acercarse.
- Evitar que se enfrente a estímulos impactantes, sangre, gritos…
- Informarle en su justa medida de lo que está ocurriendo, evitando que pueda generar imágenes contraproducentes.
- No mentirle.
- No dejarle solo.
- Si algún adulto a cargo del menor hablar primero con él.
- Evitar comentarios en las que el menor pueda generar responsabilidad al niño o que contribuya hacerlos sentir inseguros.
Otro de los momentos delicados en la intervención con menores es el momento de comunicar una mala noticia a un menor, así mismo es una de las cuestiones que más preocupa a las familias y a los progenitores especialmente. En este sentido, algo que no debemos olvidar es que los niños son sensibles a las reacciones de los adultos, a los cambios de rutina… y se dan cuenta que algo falta, por lo que es importante no apartarles de la realidad con la excusa de evitarles sufrimiento.
Procedimiento a seguir
1. Dar la noticia
- La noticia debe ser comunicada al menor por los padres o alguna persona cercana y de confianza para él.
- Debemos evitar que los niños presencien el dramatismo.
- Darle la noticia lo antes posible.
- No mentir al niño, ni darle versiones que pueda malinterpretar.
- Dar información clara y simple.
- Dejar que el niño haga preguntas.
2. Conocer las reacciones en base a la edad del menor
La presencia de síntomas suele ser normal y estos pueden aparecer inmediatamente después o a las semanas posteriores. Sólo en el caso de que los síntomas sean muy frecuentes, duraderos o el menor presente conductas claramente inapropiadas (como el consumo sustancias) debe preguntar a un especialista. A continuación, se describen diferentes síntomas en base a la edad del menor:
Menores de 5 años
- Berrinches.
- Cambios de humor.
- Ansiedad.
- Miedo a la separación de los padres.
- Malestar físico.
- Retroceso en etapas evolutivas (volver hacerse pis, chuparse dedo…).
- Exceso de actividad.
- Pérdida de interés por las cosas.
- Momentos de tristeza.
Entre 6 y 11 años
- Fobias, problemas sueño.
- Tristeza, aislamiento.
- Ansiedad.
- Dolores físicos.
- Pérdida apetito.
- Comportamientos infantiles.
- Preguntas sobre la muerte.
- Negativa a separarse de sus padres, miedos, negarse a ir al colegio…
Adolescentes
- Retraídos.
- Cansados.
- Problemas para dormir y comer.
- Cambios en el rendimiento escolar.
- Abuso de sustancias o cambio de amistades.
- Hostilidad e ira.
3. Conocer el concepto y las creencias del menor sobre la muerte
En el caso de los menores, a partir de los 6 años es cuando ellos empiezan a percibir que la vida es limitada, por lo que es importante que se hable con ellos sin tabú y sin miedos. Hay ocasiones en la que los niños actúan como si no pasara nada, en estos momentos es importante ayudarlos en el proceso de duelo. Para ello, debemos facilitar la respuesta de desahogo, hablar de lo ocurrido, ofrecer la información y responder a las preguntas que realicen.
4. Conocer el tipo de relación del menor con el afectado y los lazos de unión que presentaban.
5. Comunicarse con el menor los días posteriores
- Hablar con el niño de lo sucedido.
- Escucharle y hacerle preguntas (aceptar que a veces no quiera hablar).
- Responder a las preguntas que haga y si algo no sabemos responder, le decimos que no sabemos.
- Hablar del fallecido con naturalidad.
- Preguntarle por sus sensaciones y temores.
- Expresar las emociones y preocupaciones con normalidad (pero cuidar el tono emocional)
- Permitir el llanto y el enfado como formas de expresión del dolor.
6. Controlar el ambiente
- Ser paciente (los niños suelen hacer muchas preguntas sobre la muerte).
- Ofrecer seguridad y dar cariño.
- Mantener la rutina de los niños.
- Informar de los cambios que se vayan a producir.
- Evitar separaciones innecesarias.
- Informar al colegio.
- Facilitar el encuentro con amigos.
- No caer en la sobreprotección.
7. Importancia de los rituales
A partir de los 6 o 7 años los niños pueden asistir a los funerales, pero nunca se les debe forzar a que acudan. Siempre se les informará previamente de lo que sucederá en el ritual e irán acompañados de un adulto y persona de confianza para el menor.