Cuando vamos a la playa, solos o acompañados, y queremos darnos un baño o pasear por la orilla del mar, nos surge una sensación de inseguridad al dejar nuestras pertenencias en la toalla por miedo a que cuando volvamos no nos encontremos con nuestros objetos personales. Aunque evitemos llevar artículos valiosos, siempre tenemos con nosotros las llaves de casa, del coche, el teléfono móvil, algo de dinero en efectivo, y es precisamente en esos momentos cuando buscamos soluciones prácticas para mantener nuestras pertenencias seguras mientras disfrutamos del mar.
La ciudadanía ha desarrollado estrategias para ocultar estas pertenencias mientras uno no se encuentre en la toalla y tratar de impedir que las puedan hurtar. Una de ellas es guardar la bolsa o mochila debajo de la toalla o de la ropa. Otra sería dejarlo cerca de otros bañistas, confiando en que vayan a echarles un ojo mientras que uno no está.
Ante esta situación, las empresas han visto una oportunidad para crear productos que ayuden a prevenir el hurto de nuestras pertenencias en la playa. Esto responde a una de las estrategias de prevención del delito que se pueden emplear, esta es, el diseño de productos a prueba de comportamientos delictivos.
Este planteamiento tiene como base el diseño o rediseño de artículos que dificulten la comisión del delito para que así no sean tan deseables para el transgresor y se reduzca la motivación para delinquir.
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Es una estrategia que no solo está pensada para prevenir delitos contra la propiedad, sino también para otros de lesiones, fraude, terrorismo, etc. Incluso para conductas antisociales que no llegan a infringir normativas.
Clasificación de los productos según su vulnerabilidad frente al delito
Los productos se pueden clasificar en tres grupos en función de su fin. En primer lugar, están los objetivos del delito, esto es, los productos que pueden ser robados, dañados, falsificados, modificados, etc.
En segundo lugar, están los contenedores del objetivo del delito. Por contenedor se entiende la barrera que impide acceder al objetivo del transgresor y que este puede dañar para poder acceder al interior. Un ejemplo sería un vehículo, un envase, una caja fuerte, una mochila, etc.
Por último, están los recursos o facilitadores para la delincuencia, estos son productos que facilitan al transgresor la comisión del delito. Por ejemplo, los dispositivos que se colocan en los cajeros automáticos para recolectar los datos bancarios de los usuarios.
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Debido a la gran cantidad de bienes que pueden ser objeto de un delito contra la propiedad, Clarke planteó un acrónimo para evaluar el riesgo de que esto ocurra: CRAVED.
- Concealable (Ocultable): que el producto sea fácil de esconder una vez adquirido.
- Removable (Separable): que el producto se pueda retirar de donde se encuentre y que sea fácil de transportar por el hecho de que sea poco pesado o poco voluminoso.
- Available (Disponible): que esté disponible para el transgresor, es decir, que sea visible y tenga acceso a él.
- Valuable (Valioso): que sea valioso para el infractor.
- Enjoyable (Disfrutable/Placentero): debe proporcionar placer o disfrute al infractor.
- Disposable (Desechable): que sea fácil de vender el objeto posteriormente a su adquisición.
Realizar esta evaluación permitirá una fácil identificación de aquellos objetos que valen más la pena o exista más urgencia para realizar un nuevo diseño del producto y reducir la probabilidad de que se dé el delito.
Estrategias de diseño de productos para prevenir el robo en la playa
En la playa, artículos que pueden ser muy susceptibles de ser objeto de un delito, son las mochilas o las bolsas, pues en su interior puede haber bienes valiosos como un móvil, una cartera o las llaves de un coche, además es fácil de transportar y no llama la atención y, una vez obtenidos los objetos del interior, se pueden desechar fácilmente en un contenedor de basura si se decide no venderlas.
Igualmente, es posible que no se altere el diseño del producto, sino que se creen productos para proteger al objetivo del delito. Por ejemplo, un candado, mochilas más difíciles de abrir, sillas antirrobo de bolsos, entre otros.
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En relación con los productos diseñados para proteger frente al delito en el contexto de la playa, estos se caracterizan por imitar objetos cotidianos que perfectamente se pueden encontrar en la bolsa de la playa de cualquier persona como un bote de protección solar, un libro, una lata de bebida, una botella de agua, etc., los cuales se distinguen por encontrarse huecos para que así el usuario pueda ocultar sus objetos en su interior, desde unas llaves hasta un teléfono móvil.
El diseño seleccionado para estos contenedores logra que los transgresores pierdan el interés al ver que no son objetos valiosos de los que puedan sacar provecho al intentar venderlos, reduciendo el riesgo de que sean sustraídos.
Si bien no es una solución a largo plazo, es una estrategia creativa, que puede generar cierta sensación de tranquilidad y más seguridad en la ciudadanía que decida adquirirlos.
Esta estrategia de diseño de productos a prueba de delitos, como muchas otras, presenta problemas y desafíos. Cabe destacar que realizar estos diseños puede causar el efecto contrario al deseado y facilitar otros delitos o no alcanzar el fin pretendido y fracasar. También puede interferir en otras funciones empeorando así la vida de las personas que no están delinquiendo, por ello se debe buscar que sean ante todo diseños amistosos para el usuario.
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Es relevante destacar que una vez se crea un diseño para prevenir el delito es muy probable que este se quede desactualizado y haya que realizar otro debido a la naturaleza cambiante del delito y a la capacidad del transgresor de adaptarse e innovar nuevas formas de adquirir el objetivo.
Por lo tanto, es esencial que haya una continua adaptación en el diseño de los productos a estos cambios en el modus operandi de los transgresores. Por esto conviene mencionar que el coste puede ser significativo, por lo que muchas veces no se puede realizar por falta de recursos económicos.
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