La vuelta de Donald Trump al Despacho Oval supone para la Unión Europea un enorme reto en múltiples campos: el económico, el de seguridad e incluso el territorial, tras las declaraciones del nuevo presidente sobre Groenlandia. En plena crisis de liderazgo en Europa y el auge de partidos políticos de corte nacionalista y euroescéptico, el camino de la Unión parece abocado a una dependencia aún más fuerte de Washington. En este artículo, Salvador Iborra, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, analiza las implicaciones estratégicas de este nuevo escenario para Europa, desde su relación con Estados Unidos hasta los desafíos internos que amenazan su unidad.
La experiencia estadounidense en Afganistán e Irak, que propició el abandono de la posición de Estados Unidos de transformador global en favor del «orden liberal», así como los efectos perjudiciales de la globalización para un sector de la sociedad, generaron una respuesta nacionalista y proteccionista en el país.
Si en 2008 George W. Bush se oponía a las restricciones al comercio en la cumbre del G20, en 2025 Trump amenaza con un arancel global del 10 %. Si en 2008 Bush enfatizaba que la labor de la OTAN aún no ha terminado, en 2025 Trump llama a un aumento del gasto militar de sus aliados para la viabilidad de la alianza.
El America First del republicano es más coherente con una realidad internacional conflictiva y nacionalista, que se caracteriza más por el egoísmo y el pragmatismo estratégico que por el universalismo idealista.
La visión de Trump de la Unión Europea
No es noticia para nadie que el presidente Trump no se conforme con la relación que mantienen Estados Unidos y la Unión Europea.
Desde el punto de vista comercial, Trump ha señalado en múltiples ocasiones, tanto en su primer mandato como actualmente, a Bruselas como un enemigo comercial que no respeta las reglas, amparándose en el déficit en la balanza comercial que Estados Unidos sufre.
➡️ Te puede interesar: La Administración Trump como disruptor político y económico a nivel global en 2025
Fue claro en una publicación en la red social Truth Social: la Unión deberá aumentar la importación de petróleo y gas estadounidenses o se enfrentará a aranceles a las exportaciones del bloque comunitario al país. La respuesta de la Comisión Europea fue inmediata: están dispuestos a reforzar la relación energética con Washington.
Desde el punto de vista de la defensa, Trump ha sido claro y conciso: exigirá que los países de la Unión miembros de la OTAN incrementen su gasto en defensa hasta alcanzar el 5 % de su PIB. Las respuestas en el viejo continente no se han hecho esperar, y es que el canciller alemán Scholz ha negado la posibilidad de llevar a cabo dicha subida a costa de un aumento de los impuestos o de un recorte en políticas sociales.
En esta tesitura, Europa se enfrenta a un enorme dilema frente a Estados Unidos: ignorar las exigencias de Trump en un contexto continental de tensión con Rusia o acatarlas a costa de enfrentarse a un descontento social que ya está poniendo patas arriba la política tradicional en el continente.
Y si las desavenencias no parecían ser suficientes, a comienzos de este año Trump ha sorprendido a sus aliados con una vieja reivindicación suya: la adquisición de Groenlandia.
➡️ Te puede interesar: ¿Qué es y a quién pertenece Groenlandia?
Groenlandia, territorio autónomo integrado dentro de Dinamarca, país de la Unión Europea, ya estuvo en su punto de mira en su primera presidencia. Ahora redobla su apuesta: no descarta la utilización de la coerción militar y económica para unir a Groenlandia al país como estado número 51.
Esta declaración supone una amenaza directa a la integridad territorial de un Estado fundador de la OTAN y miembro de pleno derecho de la UE, como es Dinamarca. No obstante, y al margen de la gravedad de la misma, la Comisión Europea ha sido esquiva en su respuesta, limitándose a declarar «que la soberanía de los Estados ha de ser respetada».
En conclusión, el nuevo mandato de Trump estará marcado por un enfoque en el bilateralismo transaccional, en el que tratará de estrechar relaciones con aquellos líderes europeos que acaten su posición de fuerza con un objetivo claro: debilitar su poder colectivo. Apenas comenzado el nuevo año, y sin que Trump haya tomado aún posesión de la presidencia, ya ha habido una reunión entre el nuevo presidente y la primera ministra Giorgia Meloni.
¿Cómo llega el liderazgo europeo al segundo mandato de Trump?
El eje francoalemán, motor de la Unión Europea, atraviesa este año una enorme crisis de liderazgo.El modelo económico alemán está gravemente dañado tras el fin de las importaciones gasísticas rusas, claves para la industria del país. La coalición semáforo, liderada por Scholz, fue enterrada tras la salida de los liberales en noviembre de 2024.
El horizonte político alemán es incierto, pues las elecciones de febrero presumiblemente convertirán a AfD, la extrema derecha alemana, en la segunda fuerza política del país. Si bien el nuevo dirigente alemán saldrá de las filas de la tradicional CDU, Friedrich Merz, no es probable que Alemania recobre un liderazgo fuerte en el ámbito comunitario.
➡️ Te puede interesar: Conoce el gabinete de Donald Trump para la nueva presidencia de Estados Unidos
La vecina Francia también atraviesa una inestabilidad política de enorme calado. A principios de diciembre se aprobó una moción de censura presentada por el izquierdista NFP que, con los votos de la AN de Le Pen, puso fin al primer gobierno formado por el presidente Emmanuel Macron tras las polémicas elecciones legislativas de 2024.
El presidente Macron, más cuestionado que nunca a nivel social, es uno de los principales defensores de la autonomía estratégica europea. A principios de este año llevó a cabo una serie de declaraciones llamando al fortalecimiento de Bruselas ante el nuevo mandato de Trump, haciendo énfasis en la protección de la producción europea y en la independencia.
El único líder bien posicionado es el primer ministro polaco Donald Tusk, político con amplia experiencia en el terreno comunitario que destronó a los euroescépticos de PiS el año pasado.
Polonia contará con la presidencia rotatoria del Consejo de la UE el primer semestre de este año, lo que le permite dar forma a la agenda comunitaria durante al menos una parte de 2025. Sumado a eso, si el partido de Tusk vence en las próximas elecciones presidenciales de este mismo año, podrá reforzar aún más su liderazgo.
Tusk es un tradicional líder pro-Estados Unidos. Con la particular visión geopolítica polaca de Rusia, pretende convencer al presidente Trump de que una cooperación europea estrecha en defensa puede fortalecer a la OTAN sin perjudicar los intereses de Estados Unidos. Actualmente, Polonia es el país con más gasto militar relativo (un 4.12% del PIB) y ha apoyado la exigencia del republicano de elevar el gasto en defensa hasta el 5%.
The Guardian citó a un exfuncionario estadounidense que asegura que «si alguien puede hacer que Europa le entusiasme [a Trump], ese es Tusk». La relación entre ambos mandatarios sería mutuamente beneficiosa: para Tusk, porque reafirmará su liderazgo nacional e impulsará su agenda comunitaria de que los 27 aumenten sus defensas, y para Trump, porque podría permitirle desplazar sus recursos hacia Asia-Pacífico si los Estados europeos cuentan con más activos militares.
Bruselas ante dos vías: autonomía estratégica o más dependencia
La autonomía estratégica europea es una vieja reivindicación de distintos sectores comunitarios a lo largo de la historia. El primer documento oficial de la Unión Europea que recoge dicho concepto es un documento del 2013 del Consejo Europeo sobre seguridad y defensa comunes. Este ya apuntaba a la necesidad de una industria y una tecnología de defensa europea que le permita mejorar su autonomía estratégica y su margen de actuación internacional.
➡️ Te puede interesar: ¿De quién será el siglo XXI? El papel de la Unión Europea
No obstante, y al tratarse de una organización supranacional compuesta por Estados con múltiples intereses distintos, la Unión Europea no ha gozado de un apoyo claro a la autonomía estratégica. Mientras que París y Berlín son claros promotores de dicha idea (de momento), la misma nunca ha sido bien recibida en el Báltico o en el centro de Europa.
La realidad, al margen de los discursos grandilocuentes de un Macron debilitado o de Ursula von der Leyen, es que Bruselas camina en una dirección contraria.
Un ejemplo claro de esta tendencia son las declaraciones de Christine Lagarde, directora del Banco Central Europeo, que ha instado a los líderes políticos comunitarios a utilizar una estrategia de chequera: comprar productos estadounidenses para evitar la guerra comercial.
En este contexto, Von der Leyen, en otro intento por aplacar las ambiciones de Trump, ha lanzado la idea de seguir importando más gas estadounidense en detrimento del ruso. Europa ha pasado de una criticada dependencia energética de Rusia a otra de Estados Unidos tras la invasión de Ucrania. Si en 2021 Rusia exportaba el 40% del gas que toda la Unión importaba, en 2024 Estados Unidos es el mayor exportador con un 48%. Aumentar aún más la dependencia energética podría fortalecer aún más la posición negociadora de Trump.
Una de las últimas esperanzas a favor de la autonomía estratégica es el reciente Informe Draghi presentado el 9 de septiembre. Mario Draghi, que fuera presidente del BCE, publicó un documento que pretende ser la hoja de ruta para la nueva Comisión.
Según él, el modelo tradicional europeo de energía barata rusa, exportación al enorme mercado chino y seguridad estadounidense, ha llegado a su fin. Esto ha incidido aún más en la pérdida de competitividad y la falta del dinamismo económico de los que adolece Bruselas.
Europa, según el informe, debe acometer reformas financieras que eviten la fuga de innovación al extranjero, inversión en infraestructuras de investigación y tecnología, un mayor gasto en I+D a nivel conjunto y medidas para favorecer la formación de los trabajadores en un entorno cambiante. Estas deben venir apoyadas por la promoción de la competitividad del sector industrial, de la energía y de la defensa.
Desde el punto de vista de la seguridad, el informe hace hincapié en reducir la posibilidad de coacción de otros países en el plano económico y estratégico. Para ello, propone un aumento del gasto en defensa y una industria autónoma, siempre orientadas a los intereses comunitarios, y una descarbonización que evite la dependencia energética del extranjero y que redunde en beneficio de los hogares y empresas.
No obstante, y como todo en Bruselas, se enfrenta a obstáculos: las necesidades de inversión que propone Draghi se cuantifican en casi el 5% del PIB europeo, unos socios europeos divididos entre aquellos que apoyan la autonomía estratégica y otros que no y una regulación comunitaria en muchos casos ni sencilla ni flexible.
Un horizonte incierto en la era Trump 2.0
La Unión Europea necesita que sus 27 se unan y vayan más allá. Factores que complican económicos este paso: las perspectivas económicas no ayudan y la mayoría de los gobiernos han presentado presupuestos de austeridad para 2025 que les complicarían hacer el gasto público necesario para implementar grandes reformas.
➡️ Te puede interesar: Retos y oportunidades para la Unión Europea en la nueva legislatura: el futuro está en juego
También políticos: a la inestabilidad franco-germana se suma el crecimiento del potencial de voto de fuerzas euroescépticas en muchos países, si no están ya en el gobierno.
El escenario más probable es el de un Trump 2.0 que refuerce aún más su postura proteccionista y nacionalista, que no abandonó Biden, por cierto, de cara a reducir el potencial de Europa como competidor estratégico. No obstante, tampoco puede prescindir de ella en un mundo en el que cada vez son más volátiles los lazos entre socios.
La Unión Europea se enfrenta a un desafío existencial, en palabras de Draghi, en el que no tiene el tiempo a su favor.
➡️ Si quieres adentrarte en la Unión Europea y las relaciones internacionales y adquirir habilidades profesionales, te recomendamos los siguientes programas formativos: