En esta entrevista, hablamos con José Pontijas, profesor del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y del Curso de Analista Internacional de LISA Institute.
¿Cuáles son los principales factores que han contribuido a la escala del conflicto en Gaza y cómo afecta esto al equilibrio de poder en Oriente Medio?
José Pontijas – Los factores son múltiples, tanto internos como externos. Entre los internos destaca la historia de los últimos 80 años, desde que en 1948 se fundara el Estado de Israel con la expulsión masiva de palestinos, que desde entonces viven como refugiados en Estados vecinos, fundamentalmente en Líbano y Jordania. Desde entonces, toda una pléyade de conflictos que se han sucedido entre árabes e israelíes, en los que los israelíes han salido victoriosos y han aprovechado para expandir su control y dominio de más territorios, asfixiando progresivamente a la población palestina en los territorios ocupados de Gaza y Cijordania e imponiendo un régimen que has sido calificado como de apartheid, tanto por la ONU, como por organizaciones humanitarias internacionales.
Por otro lado, el hecho de que Israel pueda contar con la ayuda incondicional estadounidense (alentada por el poderoso lobby israelí en Estados Unidos y que condiciona la política exterior de Washington en la región) hace que Tel Aviv se sienta respaldado y seguro a la hora de llevar a cabo campañas militares ofensivas en los territorios ocupados palestinos y Líbano. Además, Israel se ha embarcado en una escalada con Irán y sus proxis en la región (Hezbolá en Líbano, los hutíes de Yemen y facciones chiitas sirias e iraquíes), lo que amenaza con arrastrar toda la región a un conflicto generalizado, lo que significaría la implicación de Estados Unidos, en el mismo, a fin de salvar a Israel.
Por si esto fuera poco, la enorme y desproporcionada cantidad de víctimas civiles está provocando que en muchos países musulmanes la opinión pública empiece a exigir alguna respuesta a sus gobiernos, especialmente en Jordania (donde la población palestina es mayoritaria), Egipto o Turquía. Lo que tensiona aún más la situación.
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A esto hay que añadir, que tanto Irán como sus proxis, están aumentando su capacidad de golpear Israel en su propio territorio, al haberse dotado de misiles con capacidad para penetrar las defensas antiaéreas israelíes, lo que ha disminuido drásticamente la seguridad israelí y su tradicional seguridad de dominar cualquier escalada militar.
Así pues, Israel se encuentra en una situación estratégica muy complicada embarrada en un conflicto urbano en Gaza que no consigue finalizar; en una escalada con Hezbolá que representa una fuerza mucho más poderosa y amenazadora que Hamás; en una confrontación con Irán que está aumentando sus capacidades de golpear a Israel en su territorio y de defenderse de sus ataques aéreos y con unos hutíes que han conseguido estrangular el comercio a través del canal de Suez (a pesar de las poderosas fuerzas aeronavales estadounidenses y de otros aliados allí desplegadas).
¿Cómo ha evolucionado el conflicto en Ucrania desde su inicio y qué implicaciones tiene para la seguridad europea y global?
José Pontijas – El conflicto de Ucrania no comenzó en 2022, sino en 2013 con la guerra civil entre las regiones del Dombás y el gobierno central de Kiev. El trasfondo de todo se encuentra en la invitación a ingresar en la OTAN, realizada en la cumbre de dicha organización en abril de 2008, que para Rusia significó el principio de su distanciamiento del Occidente liderado por Estados Unidos y que finalmente acabó en ruptura.
Dicha jugada estratégica se produjo como tras el golpe de Estado del Maidán, que expulsó al presidente prorruso y fue sustituido por otro pro occidental. El acercamiento progresivo de Ucrania a la órbita occidental, así como la creciente presencia de asesores de la OTAN en el ejército ucraniano, impulsó al presidente Zelenski a, primero cambiar la constitución ucraniana aboliendo la neutralidad de la misma, así como a anunciar en la conferencia de seguridad de Múnich, de finales enero de 2022, que Ucrania abandonaría su estatus de país no nuclear. El 22 de febrero de 2022, las fuerzas rusas comenzaron la invasión de Ucrania, dando pie a una segunda fase del conflicto, que fue escalando en intensidad hasta convertirse en el mayor conflicto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Los iniciales éxitos rusos, aprovechando la sorpresa, se encontraron con la incapacidad de ocupar Kiev y de seguir progresando hacia Odesa, ya que, la reacción ucraniana resultó muy efectiva y tenaz. El creciente apoyo occidental, tímido y escaso al principio, proporcionó las capacidades para, en una segunda fase, obligar a las fuerzas rusas a ceder una parte sustancial de los territorios ocupados, en una primera fase, para luego, ser obligados a una retirada general de todo el norte de Ucrania, la región de Kursk en el Este y cruzar al otro lado del Dniéper en el sur.
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Tras este éxito inesperado, comenzó una tercera fase en la que el apoyo occidental aumentó considerablemente, con tanques, artillería, armamento, equipo, municiones y adiestramiento de personal y unidades. Esto permitió a Kiev planear una nueva ofensiva, que se consideraba sería definitiva para convencer a Moscú de abandonar su apuesta ucraniana. Pero dicha ofensiva, verano-otoño de 2023 se estrelló contra las defensas y capacidades rusas, que habían aumentado considerablemente tras una movilización y un aumento exponencial en la producción de la industria militar rusa.
Las bajas ucranianas en la fallida ofensiva fueron enormes, lo que ha permitido a Moscú recuperar la iniciativa y desde diciembre de 2023 los avances de las fuerzas rusas han sido constantes. Si bien a un ritmo lento y a costa de muchas bajas en ambas partes, lo que podríamos considerar que constituye la cuarta fase del conflicto. Durante esta fase, una ofensiva sorpresa ucraniana en la región de Kursk consiguió un sorprendente éxito inicial, que finalmente fue neutralizado por la reacción rusa, no consiguiendo alcanzar sus objetivos operacionales, que se supone eran: intentar alcanzar la central nuclear de Kursk (lo que hubiera dificultado enormemente el esfuerzo de guerra ruso en la región) y amenazar la propia ciudad de Kursk, obligando así a transferir fuerzas a la región, lo que detendría sus avances constantes en el Dombás.
Así pues, Moscú está consiguiendo imponerse en este conflicto, que ha servido de catalizador para dinamizar procesos que ya estaban en marcha en el sistema internacional. Por un lado, ha afianzado la alianza estratégica ruso-china, a la que se han sumado Irán y Corea del Norte. Además, ha fomentado el surgimiento del denominado sur global (todos aquellos Estados no occidentales y no alineados) que si bien en su mayoría han condenado la invasión rusa, se han negado en su mayoría a seguir el dictado de Washington y Bruselas de aplicar las sanciones económicas a Rusia. Esta última, lejos de verse hundida por dichas sanciones y aislada internacionalmente, parece que las está sorteando con éxito y ha protagonizado un giro exitoso de orientación económica y diplomática hacia Asia y África, reforzando su posición geopolítica, a través de organizaciones como los BRICS+ y la Organización de Cooperación de Shanghái.
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Por otro lado, Occidente (liderado por Washington) está mostrando su incapacidad para imponer su voluntad en el conflicto, lo que le resta credibilidad ante el resto de la comunidad internacional. Además, el conflicto palestino-israelí ha redirigido el esfuerzo estadounidense hacia este último, restando drásticamente el apoyo a Ucrania. Esta última ha intentado arrastrar a la OTAN y a la Unión Europea al conflicto (su ingreso en cualquiera de ambas organizaciones significaría la entrada automática de las misma en guerra, forzadas por los respectivos artículos de defensa mutua en ambas organizaciones) pero ha fracasado, ante la reticencia tanto de Washington como de Bruselas, que no desean una escalada que pudiera llevar a dicho escenario.
En cualquier caso, dada la implicación de Occidente y lo tenso de la situación militar en la frontera entre OTAN-UE con Rusia y Bielorrusia, con gran cantidad de fuerzas militares desplegadas, existe el riesgo creciente de que un incidente pudiera llevar a una escalada militar que inflamara un conflicto generalizado.
¿Qué papel juegan los actores no estatales, como grupos terroristas y milicias, en la desestabilización de la región del Sahel?
José Pontijas – El Sahel es lo que los analistas denominan una zona vacía de poder, ya que, en ella se dan varias circunstancias simultáneamente. Por un lado, está la debilidad generalizada de los Estados que componen la enorme área que comprende, lo que les impide dedicar los recursos necesarios para realizar un control efectivo de sus territorios. Por otro lado, está la falta de recursos para mantener una población en plena expansión demográfica, lo que unido a desertificación progresiva, acentúa los conflictos interétnicos y sociales, con una mayoría de población joven sin un futuro a la vista. Todo ello provoca que haya importantes sectores de población que vea obligada a subsistir en condiciones muy precarias, lo que les hace ser blanco fácil de organizaciones criminales y/o radicales y terroristas que, ante la incapacidad estatal, proliferan en la región de manera que la misma se está viendo abocada a una desestabilización creciente.
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Por otro lado, está el interés de grandes potencias de utilizar el área como trampolín geoestratégico para impulsar sus intereses. En este sentido, destaca Rusia quien se está expandiendo por la región a base de apoyar a aquellos Estados que sintiéndose débiles y deseando liberarse de lo que consideran el dominio neocolonial occidental (en este caso europeo, personificado en Francia) aceptan de buen grado dicha ayuda, a cambio de proporcionar permisos para explotar sus recursos. Esto proporciona a Rusia la posibilidad de abrir un frente en el vientre estratégico de Europa, quien está siendo expulsada de la región.
Así pues, crimen organizado, grupos terroristas, milicias paramilitares, grupos armados étnicos y fuerzas estatales se están enfrentando en un área, provocando creciente inestabilidad en la misma.
¿De qué manera los conflictos actuales están redefiniendo las alianzas internacionales y el orden mundial multipolar?
José Pontijas – Como ya hemos dicho en el caso de la guerra de Ucrania, la capacidad occidental de influir en el resto está disminuyendo progresivamente y esto hace que actores no estatales y Estados se estén replanteando su posicionamiento geopolítico.
Frente al tradicional y omnipresente vínculo transatlántico occidental, surgen alternativas muy atractivas, tanto en el campo de la seguridad y la defensa, como en el económico (los BRICS+, la Organización de Cooperación de Sanghái, ASEAN, ECOWAS … etc). A caballo del crecimiento económico y demográfico surgen nuevos intereses, necesidades y ambiciones, lo que provoca que el panorama estratégico esté en constante evolución. Así, tradicionales aliados de Estados Unidos como Arabia Saudí, que ha protagonizado un acercamiento a su tradicional adversario Irán fomentado por China, o como Turquía, se permiten distanciarse y buscar la defensa de sus intereses por su cuenta.
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Washington ya no es el único referente en regiones de importancia geoestratégica, mientras que de otras se ha visto desplazado o incluso expulsado (como Afganistán o Asia Central). El vacío occidental está siendo ocupado por otras grandes potencias como China y Rusia, pero también ha animado a potencias medias regionales a jugar papeles más destacados, e incluso a actores con los que nadie contaba hasta hace poco en la escena internacional a condicionar el sistema global (como los huties que dominan el estratégico estrecho de Bab el Manded).
Así pues, un nuevo orden multipolar se está fraguando, diferente del impuesto por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, que se acentuó durante el momento unipolar que siguió a la caída del Muro de Berlín, y en el que Occidente ya no tiene la voz imperante. Todo ello a favor de las nuevas potencias como China, Rusia o India y del denominado Sur Global, quienes están contribuyendo en gran medida a la definición y forja del nuevo orden que está en proceso de surgir.
¿Cómo influyen los intereses económicos y energéticos en la dinámica de estos conflictos y en las respuestas de la comunidad internacional?
José Pontijas – Los intereses económicos son siempre un factor determinante en cualquier conflicto, ya que, proporcionan la capacidad de actuación a través de los medios disponibles y también determinan la cantidad de esfuerzo y tiempo que cada Estado puede emplear en su esfuerzo. Hay países como Estados Unidos que se ven claramente beneficiados por conflictos (venta de armamento, imposición/prohibición de derechos comerciales o venta de recursos energéticos) o como Israel, China o Rusia que les proporcionan la capacidad de aumentar su territorio y/o el control de zonas estratégicas como los Altos del Golán, el Sur del Mar de la China o Crimea respectivamente. Esto incentiva a dichos Estados a continuar con los conflictos mientras la situación económico-social y estratégica se lo permita.
Por otro lado, el acceso a recursos energéticos es un factor determinante en los conflictos, ya que, la posibilidad de poseerlos proporciona seguridad energética, mayor capacidad económica y un mayor grado de autonomía estratégica. Algunos ejemplos son las guerras entre Irak e Irán, la invasión de Irak por Estados Unidos y sus aliados o las crecientes tensiones en el este del Mediterráneo entre Turquía y Chipre-Grecia, en el sur del Mar de China o la guerra de Libia. La comunidad internacional sólo reacciona ante dichos conflictos cuando la situación amenaza los intereses de una gran potencia (normalmente los de Estados Unidos) y esta moviliza coaliciones de voluntarios que se unen a la empresa, ya sea por intereses compartidos o por sentirse obligados a ello.
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Desgraciadamente, Naciones Unidas, que fue diseñada precisamente para evitar los conflictos armados, se encuentra actualmente bloqueada. Para actuar precisa el beneplácito del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, cuya actuación se ve drásticamente limitada por los cinco Estados con derecho a veto en el mismo. Son países que actualmente están divididos en dos bloques enfrentados: Estados Unidos, Francia y Reino Unido, frente a Rusia y China. Así pues, hemos presenciado que para excusar la actuación se emplea una retórica que enmascare los verdaderos intereses egoístas tras una fachada de derechos humanos, libertad, peligro inminente para la humanidad, etc.
¿Cómo pueden los ciudadanos comunes comprender mejor la complejidad de estos conflictos y por qué es importante estar informados sobre ellos?
José Pontijas – Es fundamental desarrollar una capacidad analítica crítica e individual, que sea inmune a la intoxicación de las agencias de noticias internacionales, tanto occidentales (especialmente estas, ya que, son las que actúan en mayor medida en nuestro entorno), como no occidentales. Para ello, el curso dota de las herramientas teóricas y científicas que permitirán al alumno adquirir dicha capacidad.
Esto es importante porque las decisiones de políticos, diplomáticos y militares de muy alta graduación son, en muchas ocasiones, producto de decisiones que se toman en centros alejados geográfica y políticamente y no siempre en línea con los intereses de la ciudadanía y de la nación. Para evitar esto, es muy importante que la opinión pública sepa distinguir cuando una decisión es autónoma y cuando está condicionada por intereses foráneos, sirviendo así de control democrático y efectivo del ejercicio del poder y de su toma de decisiones.
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Con ello, podremos impedir que se nos arrastre a conflictos donde nuestros intereses vitales no están en juego, provocando crisis innecesarias, condenado abusos y quebrantamientos de la legalidad injustificables, pero a la vez, entendiendo las razones profundas que mueven a los diferentes actores del sistema internacional, lo que debería contribuir a establecer un mundo más pacífico, cooperativo y justo.
¿Qué papel juega la diplomacia internacional en la resolución de estos conflictos y cómo se aborda este tema en el curso?
José Pontijas – La diplomacia es la voz de los actores del sistema internacional (ya sean estos Estados, organizaciones internacionales o actores no estatales), permaneciendo activa entre las partes incluso durante los conflictos armados. En función de que dicha diplomacia, sea cooperativa o coercitiva, contribuye a disminuir la tensión o a fomentar los conflictos. Para ello existen una panoplia de opciones, desde la negociación y la mediación, hasta la actuación de tribunales internacionales para dirimir conflictos de manera pacífica. Es cuando los esfuerzos diplomáticos fallan, que los conflictos pueden derivar en confrontaciones armadas.
Por lo tanto, la diplomacia juega un papel fundamental en las relaciones internacionales, de las que no podemos olvidar que los conflictos son una parte de estas. Si bien no hay un capítulo exclusivamente dedicado a la diplomacia, esta permea algunos de los temas del curso.
➡️ Si quieres adentrarte en el mundo de las relaciones internacionales y la diplomacia y adquirir habilidades profesionales, te recomendamos los siguientes programas formativos:
- Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico
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