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Por qué la ampliación de los BRICS no va a revolucionar el orden internacional (o al menos de momento)

Análisis

Soraya Aybar Laafou
Soraya Aybar Laafou
Editora y analista en LISA News. Politóloga y periodista interesada en los derechos humanos, la geopolítica y los procesos migratorios. Me apasionan las Relaciones Internacionales y observo con especial interés al continente africano. Soy directora de África Mundi, el primer medio de análisis sobre África en castellano.

La ampliación de la lista de los miembros del BRICS no convierte al club en una organización fuerte, o al menos de momento. El bloque regional, que recientemente sumó a su equipo a Arabia Saudí, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán, deberá pulir sus disputas internas y conflictos regionales para poder avanzar con firmeza y superar la influencia de Occidente.

En 2001, Jim O’Neill, economista y miembro de la multinacional Goldman Sachs, formuló el término BRIC para referirse informalmente a un grupo de países que estaban ganando peso en la economía internacional. Brasil, Rusia, India y China eran los potenciales candidatos para desafiar el poder global de las economías desarrolladas del G7

Desde la formalización del bloque en 2009 y la posterior incorporación de Sudáfrica en 2010, el club de los cinco (que cambió sus siglas a BRICS) ha permanecido apacible, hasta ahora. Con las últimas noticias desde Johannesburgo y la aprobación del ingreso de Arabia Saudí, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán, el respaldo y las aspiraciones han crecido. Con las nuevas incorporaciones, el bloque agrupará el 46% de la población mundial, el 29% del PIB y el 42% de las reservas de petróleo.  

Más allá del evidente crecimiento económico y demográfico, ¿ampliar la lista de miembros convierte al club del Sur Global en el bloque emergente que O’Neill vislumbró en 2001? ¿Cuentan China y Rusia con una organización fuerte y estable para rivalizar con Occidente?

La ampliación de los BRICS: otro bache más para Occidente

La adhesión de los seis países no solo deja entrever los deseos de configurar un nuevo orden internacional, sino también, los esfuerzos del Sur Global por ganar terreno al hemisferio norte, más concretamente a Europa y Estados Unidos. La decisión, que coincide con una cifra récord de peticiones para entrar al grupo (más de 20 países —como Argelia, Nigeria, Indonesia o Bahréin— han solicitado formalmente su ingreso), consolida, sin duda, el objetivo principal del club: superar a aquellos Estados que les han tratado injustamente y a las instituciones internacionales que han anticipado la hegemonía del G7. 

En el seno de la organización, el objetivo principal puede prosperar a través de dos corrientes concretas. En primer lugar, con la incorporación de países de la región de Oriente Medio, que hasta ahora no tenía representación regional en los BRICS. La llegada de Emiratos Árabes Unidos e Irán refuerza el espaldarazo de la organización contra Estados Unidos, ya que históricamente ninguno de los dos ha tenido una relación favorable con Washington y continúa en deterioro. 

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A pesar de que Estados Unidos aún mantiene una presencia militar destacable en la península arábiga, Emiratos Árabes Unidos ha venido fortaleciendo sus relaciones con China y Rusia. Tanto es así que, en febrero de 2022, EAU se negó a votar un fallo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que condenaba la operación rusa en Ucrania. En cambio, la tensión política entre Estados Unidos e Irán se remonta a la década de los 70 con el inicio de la Revolución Islámica y el posterior apoyo militar de los norteamericanos a Irak. 

Por otro lado, los nuevos países BRICS podrían dar un empujón a la desglobalización, con implicaciones directas sobre el mercado internacional. Durante la pandemia de la covid-19, Occidente sufrió un revés como consecuencia del desabastecimiento y el cierre de puertos y fábricas en China. Para salvaguardar las economías del Sur Global y con Pekín como uno de los principales promotores, los BRICS podrían plantear una nueva alternativa a las relaciones comerciales por países pertenecientes a un área geográfica o a una organización concreta.   

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A más miembros en los BRICS, más complicaciones 

A pesar de que las pretensiones por ensanchar la influencia de los países excluidos del G7, la ampliación también podría complicar más aún los retos y desencuentros entre los propios Estados miembro. A la deficiencia de los sistemas políticos (según el Índice de la Democracia de The Ecomomist, del total de 11 miembros, cuatro son democracias defectuosas y 7 regímenes autoritarios), se suman sus diferencias económicas y unos objetivos en política exterior divergentes. Las diferencias no solo entorpecen la prosperidad de los BRICS sino también el propio modelo de decisiones, de consenso unánime. 

Fuente: El Orden Mundial (EOM).

En Argentina, la formación de un nuevo gobierno tras las elecciones del próximo octubre pone en duda la viabilidad de la adhesión en 2024. Tanto el ganador de las primarias y líder libertario, Javier Milei como la aspirante a la derecha, Patricia Bullrich, ya han advertido que podrían dejar sin efecto la entrada al grupo si asumían el poder en los siguientes meses. Ambos argumentan que no quieren compartir espacio con Rusia, como propulsor de la guerra en Ucrania, ni con Irán, quien está relacionado con el atentado terrorista de 1994 contra una casa comunitaria judía en Buenos Aires. 

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A las complicaciones desde América Latina, se suman otras desde el continente africano, concretamente entre Egipto y Etiopia sobre la Gran Presa del Renacimiento, la más grande de África. El primero depende del río Nilo para abastecer de agua dulce a su creciente población de 100 millones de habitantes, mientras que el segundo insiste en que la presa permite el desarrollo económico de sus 110 millones de ciudadanos. Tras años de conversaciones fallidas, ahora ambos se sientan en la misma mesa.

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A pesar de la mediación de China en Oriente Medio, Irán y Arabia Saudí continúan trabajando en sus relaciones diplomáticas. Ambos cortaron lazos en 2016 después de que Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos intervinieran en la guerra de Yemen, donde los hutíes (grupo insurgente chiita apoyado por Irán) derrocaron a un gobierno respaldado por Riad.

Un camino de piedras para los BRICS: planes fracasados y una rivalidad histórica entre China e India

Aun así, las ambiciones de los BRICS por convertirse en un actor destacable en el escenario mundial han quedado históricamente obstaculizadas por la disconformidad entre sus países miembro. A los nuevos retos, se suman los ya existentes. Primero, el deseo repetido de sus Estados miembro de abandonar su dependencia sobre el dólar nunca se ha materializado. La Brasil de Lula da Silva insiste en la creación de una moneda común para el comercio y la inversión entre las naciones BRICS, algo que una parte del club rechaza. 

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Segundo, el fracaso del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), creado en 2015 como alternativa al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. En su momento, el NDB prometió aumentar los préstamos en monedas locales para así reducir la vulnerabilidad de los miembros a las fluctuaciones del dólar. De los 33 mil millones aprobados, el tipo de cambio de dos tercios fueron en dólares. 

Tercero, la rivalidad entre China y la India. A sus más de cuatro décadas de conflictos territoriales lo largo de los más de 3.000 kilómetros de frontera, se suma el avance geoestratégico de Pekín en el Indo-Pacífico, donde históricamente reinaba India, quien aumenta sus relaciones con Estados Unidos, al contrario que China y, en teoría, la propia BRICS. 

¿Cuentan China y Rusia con unos BRICS fuertes para rivalizar con Occidente?

No queda duda de que el clamor por formar parte de los BRICS ha influido en el análisis internacional, o al menos, sí en apariencia. Ampliar la lista de miembros no convierte al club del Sur Global en un bloque de referencia internacional, no sin antes resolver los retos enquistados en su organigrama, así como afrontar con solvencia y cohesión sus nuevos desafíos. Sin esa intención, la ampliación solo socavará la uniformidad y entorpecerá, todavía más, los logros a medio-largo plazo.

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Sin una organización fuerte, ni China ni Rusia podrán superar a Occidente. Con las nuevas adhesiones solo han logrado comprar un espacio de conversación más amplio, que no efectivo. Si al presidente chino, Xi Jinping le pesaba el acercamiento de India con Estados Unidos, las ambiciones por construir una carpa antioccidental más grande no serán factible con nuevos socios como Egipto, quien recibe el apoyo de Washington sobre la Gran Presa del Renacimiento. 

Por el momento, no podemos entender a los BRICS (ni con el nuevo lavado de cara) como un grupo cohesionado y coordinado, sino como una realidad geopolítica. El Sur demanda un cambio y se reagrupa para priorizar sus propios intereses, a espaldas de Occidente. 

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