Taiwán se ha convertido en el epicentro de una posible confrontación global, con China intensificando su preparación militar y Estados Unidos reforzando su apoyo estratégico a la isla. En este artículo te contamos cómo esta tensión podría desembocar en una invasión para 2025 y qué papel juegan los intereses geopolíticos en este escenario.
La cuestión de Taiwán se ha convertido en uno de los asuntos más trascendentes y complejos del tablero geopolítico. Su esencia histórica y el choque de intereses en torno a la isla entre China y Estados Unidos son prueba de ello. La creciente militarización de China, junto con una meticulosa planificación de una hipotética invasión, añade más tensión al conflicto.
Además, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca intensifica estas tensiones. Durante su anterior gobierno, mostró un gran interés por esta cuestión. Todo esto aumenta la posibilidad de una conflagración real en 2025.
Esta situación no solo pone en jaque la estabilidad del Indo-Pacífico, sino que también desafía los principios del derecho internacional y los acuerdos establecidos desde la Guerra Fría. Por otro lado, se trataría de la primera aventura exterior del ejército chino, con un tremendo potencial comúnmente sabido, pero hasta ahora inédito.
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El siguiente artículo comienza trazando las claves contextuales de la cuestión taiwanesa, desde el contexto histórico, hasta el marco jurídico que lo envuelve, pasando por los intereses de ambas superpotencias en la isla. En segundo lugar, se analiza la creciente militarización de China y los ensayos militares que evidencian la proximidad del conflicto.
Más tarde se presenta la internacionalización que el conflicto conllevaría por el papel de otras potencias involucradas como Japón o Corea del Sur. Por último, se reflexiona y se invita a reflexionar, mediante un ejercicio de prospectiva, sobre los posibles escenarios que el hipotético, y cada vez más realista, conflicto podrían desencadenar.
El complejo contexto de Taiwán
Taiwán, la pequeña isla situada en la costa este de China, goza de una historia compleja. Tras haber formado parte del Imperio Holandés entre 1642 y 1661 y de Japón a partir de 1895 como símbolo de victoria de los nipones en la guerra sino-japonesa, su verdadera historia comienza con la Guerra Civil China.
Este conflicto se desarrolló en dos periodos, el primero entre 1927 y 1936, y el segundo entre 1945 y 1949. Los bandos enfrentados se trataban del Partido Comunista Chino de Mao Zedong, y frente a él el Partido Nacionalista Chino o Kuomintang de Chiang Kai-Sheck. Tras un largo, tendido y sangriento conflicto entre compatriotas, la victoria de Mao Zedong derivó en la consolidación de la actual República Popular de China. Sin embargo, por otro lado, el Partido Nacionalista se refugió en la Isla de Taiwán, donde proclamó la República de China.
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Hasta la fecha la situación de Taiwán es realmente compleja. Desde 1971, Naciones Unidas solo reconoce la República Popular de China, siguiendo la posición política de Una Sola china, según la cual China continental junto a Macao, Hong Kong y Taiwán conforman la única China como nación-estado.
Es decir, la situación jurídica de Taiwán presenta grandes incógnitas. Hoy día, Taiwán opera como un Estado de facto independiente, aunque no ha declarado su independencia. Taiwán dispone de los componentes de un Estado: población, gobierno y territorio, y otros como simbología específica.
Sin embargo, con el Derecho Internacional Público en mano, Taiwán no puede reclamar su derecho a libre autodeterminación, ya que no es técnicamente un pueblo colonial, sino más bien un territorio en disputa, como así apunta Naciones Unidas.
Taiwán podría optar por su libre determinación a través de la vía democrática. Sin embargo, en ese caso, la respuesta de China sería contundente. Esto ya ha sucedido en varias ocasiones debido a su negativa de aceptar la independencia de la provincia rebelde. Además, China presionaría a otros Estados y Organizaciones Internacionales para que no reconozcan al territorio.
Solamente 13 países reconocen actualmente a Taiwán como Estado independiente, destacando entre ellos Honduras, Paraguay, algunas islas oceánicas como Tuvalu o Nauru y otras caribeñas como San Cristóbal y Nieves.
¿Por qué Estados Unidos está tan implicado en la cuestión de Taiwán?
La realidad es que las relaciones entre Washington y Taipéi son complejas y han presentado una larga evolución en las últimas décadas.
Tras la Guerra Civil China y el establecimiento de la República Popular de China en 1949, Taiwán quedó bajo control del gobierno del Kuomintang. Esto ya se ha expuesto previamente. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos decidió defender y apoyar a Taiwán, o, más específicamente, a la República de China. Esta relación bilateral se fundamentó jurídicamente en el ámbito militar mediante el Tratado de Defensa Mutua de 1954.
En 1979, el reconocimiento diplomático de la República Popular de China por parte de Washington marcó un cambio drástico en las relaciones y en la política exterior estadounidense. Este cambio de postura tenía una razón evidente. La apertura diplomática y económica de China, iniciada en 1978, ofrecía importantes beneficios para Estados Unidos en varios ámbitos.
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No obstante, a pesar del cambio significativo de postura de Estados Unidos, las relaciones se han mantenido vigentes y activas por medio de la Ley de Relaciones con Taiwán. Este marco legal asegura el suministro de armas defensivas y el apoyo político para garantizar la capacidad de defensa de la isla.
Los intereses de Estados Unidos en esta isla se reflejan en varios aspectos. Destacan la alianza estratégica, el liderazgo taiwanés en la industria tecnológica, especialmente en semiconductores, y el compromiso con la democracia y los derechos humanos. Todo esto contrasta con la postura de Pekín.
Con la llegada de Trump al poder en la Casa Blanca en 2016 durante su primer mandato, la política exterior americana hacia Taiwán experimentó un giro más firme. Las relaciones se intensificaron y la venta de armamento a la isla creció considerablemente. Tras el nuevo ingreso del presidente republicano en 2025, la situación apunta a un nuevo aumento de las relaciones entre Washington y Taipéi, más aún considerando el contexto de extrema urgencia por la planificación china de invasión de la isla.
Una invasión meticulosamente planeada
China está aumentando más rápido su arsenal nuclear en comparación al resto de potencias en posesión de armamento nuclear (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte). Las estimaciones apuntan a que China ha pasado de 410 ojivas nucleares (arma de destrucción masiva que forma parte de los misiles balísticos intercontinentales), a 500 entre enero de 2023 y enero de 2024, y que el objetivo sería alcanzar las 1000 para 2030.
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Por otro lado, más allá de la artillería nuclear, la milicia china también ha aumentado considerablemente su flota marítima. Ello queda reflejado en que los dos portaviones chinos operativos, el Liaoning y el Fujian, serán próximamente acompañados de otros dos nuevos. El almirante Yuan Huazhi declaró que el motivo de la construcción de los nuevos portaviones no es superar las tropas americanas, sino defender su integridad territorial y soberanía.
Estas declaraciones, junto a la creciente militarización y especialmente en el contexto marítimo, evidencian la cuasi-declaración de conflicto armado e invasión de Taiwán. Es más, los ejercicios militares de la denominada Espada Conjunta-2024B, terminan de confirmar las intenciones de Pekín. Este ejercicio consistió en una serie de maniobras que simulaban un bloqueo naval a Taiwán desde el Mar de China Meridional con el fin de aislar a la isla.
Por otro lado, China ha comenzado a realizar maniobras militares en los desiertos de Taklamakán y Gobi, utilizando maquetas de la flota estadounidense y taiwanesa. Para ello, coloca falsos buques de guerra que recrean las naves de ambos países y lleva a cabo ejercicios nucleares para probar la efectividad de su artillería contra estos objetivos.
La creciente militarización de China, especialmente en su flota marítima, junto con los ensayos militares dirigidos a objetivos específicos, demuestra su preparación para una posible invasión. Además, China lidera su estrategia militar con tecnologías avanzadas, como sistemas de misiles hipersónicos, drones autónomos y capacidades de guerra cibernética. Estas innovaciones no solo colocan a Taiwán en una posición desventajosa, sino que también desafían a una armada estadounidense cada vez más vulnerable y menos indestructible.
Las potencias involucradas en un conflicto globalizado
Una vez conocidas la intención y el plan de China, conviene examinar el resto de los actores implicados en el conflicto sino-taiwanés. El primero de ellos sería, evidentemente, Estados Unidos, por medio del Taiwan Relations Act como respaldo jurídico. Si bien este tratado no involucra una cláusula de respuesta inmediata en caso de ataque contra Taiwán, Estados Unidos se ha comprometido a proporcionar a la isla los medios necesarios para su defensa y mantiene una presencia militar estratégica en la región. En resumidas cuentas, la participación estadounidense en el conflicto es altamente probable.
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Japón y Corea del Sur podrían participar también en la defensa de Taiwán. Estados Unidos cuenta con 13 bases militares en Japón, así como con 30.000 efectivos japoneses y 28.000 efectivos coreanos, junto a otras muchas más en todo Asia-Pacífico. Las principales bases navales japonesas son la de Sasebo y la de Yokosuka. No obstante, existen algunos impedimentos en lo que respecta al uso de estos efectivos.
En primer lugar, el Tratado de Cooperación y Seguridad Mutua entre Estados Unidos y Japón establece que el segundo debe autorizar el uso de estas bases cuando se trate de terceros países. Este proceso involucraría un largo procedimiento burocrático que ralentizaría considerablemente la actuación de las tropas americanas desplegadas. Por otro lado, Japón y Corea del Sur, mantienen relaciones diplomáticas y económicas fructíferas, tanto con China como con Taiwán. En pocas palabras, digamos que no existen incentivos o intereses en participar para Japón y Corea del Sur en un conflicto de tal calibre, más bien se han visto envueltos en él por el vínculo militar que mantienen con Washington.
Escenarios prospectivos
La invasión china de Taiwán conllevaría diferentes resultados posibles en función del rol adoptado por las potencias implicadas. Estos son los posibles escenarios:
‘La Madre’ de las disuasiones
El Acuerdo MAD (Destrucción Mutua Asegurada), adoptado durante la Guerra Fría, busca evitar conflictos con consecuencias catastróficas aseguradas. Basándose en este principio, China y Estados Unidos podrían alcanzar un acuerdo tácito. Según este, China evitaría atacar Taiwán, consciente de que una respuesta estadounidense tendría consecuencias fatales a nivel atómico.
Sin embargo, este escenario contradice la meticulosa y exhaustiva preparación de China para un posible ataque.
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Un conflicto devastador
La Destrucción Mutua Asegurada es efectiva solo mientras no haya errores de cálculo o escaladas no planificadas. Cualquiera de estos factores podría desencadenar una confrontación nuclear incontrolable.
En este hipotético escenario, China comenzaría con ventaja debido a la limitada operatividad de las tropas estadounidenses en Asia-Pacífico. Sin embargo, la inmensa infantería y artillería de Estados Unidos equilibrarían rápidamente el conflicto.
Taiwán, la nueva Hong Kong
En ambos escenarios anteriores se ha asumido la participación de Estados Unidos en la defensa de Taiwán tras una hipotética invasión china. Sin embargo, el tratado que regula las relaciones entre Washington y Taipéi no incluye una cláusula de intervención obligatoria en caso de agresión externa. Establece únicamente la provisión de armas y apoyo en defensa.
Si Estados Unidos decidiera no intervenir por razones de defensa propia, el destino de Taiwán sería fatal. En ese caso, China lograría sus objetivos históricos, económicos y geopolíticos con la posesión de la isla.
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