Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha reforzado la lógica de la Doctrina Monroe, manteniendo a las potencias extranjeras alejadas del continente americano. Aunque los métodos han cambiado, el principio sigue siendo el mismo: cualquier desafío a la hegemonía de Estados Unidos será enfrentado con firmeza.
La estrategia de la Administración Trump se refleja en su política comercial, militar y diplomática. Con aranceles a China y la Unión Europea, restricciones en el Canal de Panamá y un renovado interés por Groenlandia, busca reafirmar el control estadounidense sobre el hemisferio occidental. En un discurso ante la ONU en 2018, dejó claro que la Doctrina Monroe no es solo un concepto histórico. Es, en realidad, ‘la política formal’ de Estados Unidos, y eso ya se refleja en su gobierno.
¿Qué es la Doctrina Monroe?
Hace unos 200 años, mientras el auge de las rebeliones contra el dominio colonial español aumentaban en América Latina, los líderes estadounidenses temían que otras potencias europeas intentaran ocupar el vacío de poder. Para evitarlo, el presidente James Monroe proclamó un ‘sistema americano‘, en el que las potencias europeas quedarían excluidas de cualquier intervención en el continente.
El 2 de diciembre de 1823, Monroe dejó claro que Washington no permitiría nuevas colonizaciones ni la imposición de monarquías en América. Dijo: «Debemos considerar cualquier intento de su parte de extender su sistema a cualquier parte de este hemisferio como peligroso para nuestra paz y seguridad.»
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Si bien el propósito original de la Doctrina Monroe era frenar la expansión de las potencias europeas en América, con el crecimiento del país, su papel pasó de ser un escudo defensivo a convertirse en una espada para afianzar la hegemonía de Estados Unidos.
Es por ello que, con el tiempo, la Doctrina Monroe se convirtió en la justificación para que Estados Unidos expandiera su influencia en varias ocasiones.
Bajo su nombre, el presidente Polk anexó Texas y California; se ejerció presión militar en favor de Benito Juárez, quien logró derrocar al emperador Maximiliano, impuesto por Francia; el presidente Johnson compró Alaska. Como resultado, para la década de 1890, la doctrina ya era vista como un instrumento que consolidaba el control estadounidense sobre el hemisferio occidental.
Otros ejemplos incluyen la toma de Puerto Rico y el establecimiento de un protectorado en Cuba, así como la intervención de Theodore Roosevelt en 1903 para garantizar la independencia de Panamá de Colombia.
Además, en 1904, ante la amenaza de intervención europea por deudas impagas de algunos países latinoamericanos, Roosevelt amplió la Doctrina Monroe con su Corolario Roosevelt. En él, declaró el derecho de Estados Unidos a actuar como una «potencia policial internacional». Lo haría para frenar la inestabilidad o el «comportamiento crónico irresponsable» en la región.
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Este principio sirvió para justificar múltiples intervenciones. En 1904, tropas estadounidenses fueron enviadas a República Dominicana; en 1911, a Nicaragua; y en 1915, a Haití, bajo el argumento de mantener la estabilidad y evitar la injerencia europea. Ese mismo año, el presidente Woodrow Wilson ordenó el envío del ejército a México en una expedición para capturar a Pancho Villa.
Al final, Washington se protegía a sí mismo, pero también se presentaba como el libertador y protector de América. Claro está, obteniendo beneficios en el proceso.
¿Por qué la Doctrina Monroe resurge en la era Trump?
Varios medios, incluido The New York Times, sostienen que la Doctrina Monroe no ha desaparecido, sino que ha resurgido en distintos momentos a lo largo de la historia.
Durante el gobierno de Biden, la implicación de Estados Unidos en la política internacional fue más pausada. O, como Trump ha señalado, una política de «debilidad». En contraste, el presidente republicano ha enfatizado la necesidad de recuperar el liderazgo estadounidense, proclamando el inicio de una «edad de oro» y una «marea de cambio».
En este contexto, la postura geopolítica de Trump presenta claras similitudes con los objetivos que impulsaron la Doctrina Monroe hace más de dos siglos. Un ejemplo de ello es el creciente papel de China en América Latina. En las últimas décadas, Pekín ha invertido miles de millones de dólares en la región, financiando proyectos de infraestructura, energía y explotación de recursos naturales.
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Como bien explica John Yoo, senior research fellow del Civitas Institute en la Universidad de Texas en Austin, China está mucho más cerca de lo que parece. Aunque la distancia marítima entre Panamá y el país asiático supera los 16.000 kilómetros, su creciente presencia económica y política en la región demuestra la intención de China de competir con Estados Unidos por la influencia en el hemisferio.
Durante su primer mandato, Trump ya veía la expansión china en la región como un desafío estratégico. Por ello, su entonces asesor de seguridad nacional, John Bolton, afirmó: «La Doctrina Monroe está viva y goza de buena salud». Advirtió que potencias extranjeras como China, Rusia e incluso Irán no tenían derecho a intervenir en el «patio trasero» de Estados Unidos.
Así, ya sea para frenar la colonización europea en el siglo XIX, contener la expansión soviética durante la Guerra Fría o limitar las inversiones chinas en la actualidad, el mensaje de la Doctrina Monroe sigue vigente. Estados Unidos mantiene su influencia en América, y las potencias extranjeras deben mantenerse al margen o, preferiblemente, cooperar.
¿Por qué es tan importante el Canal de Panamá para Trump? El claro ejemplo de la Doctrina Monroe
Donald Trump ha llamado la atención recientemente al pedir la recuperación del Canal de Panamá. De hecho, su gobierno ha solicitado formalmente al Pentágono «opciones militares creíbles» para garantizar el acceso sin restricciones de Estados Unidos al canal. Esto, según un nuevo memorando enviado a altos líderes y revisado por CNN.
Pero, ¿por qué Trump quiere el control del Canal de Panamá? La cuestión es más compleja de lo que parece y tiene una historia profunda, pues las relaciones entre Estados Unidos y el canal se remontan a décadas atrás.
Como se mencionó anteriormente, en 1903 la intervención de Theodore Roosevelt para garantizar la independencia de Panamá de Colombia permitió a Estados Unidos asegurar la construcción del canal interoceánico bajo su control. Así nació el Canal de Panamá, construido y operado por los estadounidenses durante casi un siglo, hasta su transferencia a Panamá en el año 2000.
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Paralelamente, América Latina ha sido testigo del crecimiento de la influencia china en la región. Aquí radica la conexión con Trump: su interés en bloquear la expansión asiática y asegurarse de que, si es necesario, Estados Unidos pueda restringir el paso de buques chinos por el canal.
Como señala el experto John Yoo, China ha tomado un rol clave en la infraestructura portuaria de América Latina y el Caribe, incluido el Canal de Panamá y su territorio adyacente. Según el Comando Sur de Estados Unidos, empresas chinas han construido al menos 40 puertos en ambos lados del canal. Estos incluyen lugares como Ensenada, Manzanillo, Lázaro Cárdenas y Veracruz, en México.
El Canal de Panamá, por donde pasa aproximadamente el 5% del comercio global, es crucial para la economía y seguridad nacional de EE.UU. Aunque facilita el comercio entre América Latina, Europa y Asia, sigue siendo usado mayoritariamente por Estados Unidos, con China y Japón en un distante segundo y tercer lugar. De hecho, el 40% del tráfico de contenedores de EE.UU. cruza por el canal, y el 74% de la carga que lo atraviesa tiene al país como origen o destino.
Pero China no es la única amenaza para Trump. Venezuela, bajo un régimen aliado de Irán, está desarrollando una flota de pequeños «barcos misilísticos» que podrían interferir con el tráfico en la zona. Esto representa un nuevo desafío para la seguridad en el canal.
Yoo señala que, aunque las preocupaciones de Trump se expresen en términos belicosos, están justificadas. Asimismo, concluye que, si Trump logra su objetivo, el impacto sería enorme. Al reafirmar los derechos de Estados Unidos sobre el Canal de Panamá, enviaría un mensaje claro de que el país no tolerará más la expansión china en las naciones más cercanas a su territorio. Un claro ejemplo de la Doctrina Monroe.
Los aranceles de Trump y su relación con la Doctrina Monroe
Los aranceles que Trump ha impuesto desde que asumió la presidencia han sido numerosos y estratégicos. Con estas medidas, refuerza su posición como líder del hemisferio, aplicando políticas económicas alineadas con la Doctrina Monroe.
- Canadá y México: El 4 de marzo, impuso un arancel del 25% a todas las importaciones de estos países, dejando claro que ni siquiera los socios del T-MEC están exentos si no siguen los intereses estadounidenses.
- China: Aplicó un arancel adicional del 20% a casi todos los productos chinos. Con esto busca limitar su capacidad de competir con EE.UU. en el mercado global y en América Latina.
- Acero y aluminio: Cargó con un 25% todas las importaciones de estos metales, afectando principalmente a Canadá, Brasil y México, sus principales proveedores.
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¿Y qué hace Trump con la Unión Europea?
Mantenerla alejada de las Américas. Impuso altos aranceles, afectando por primera vez a la UE desde su regreso a la Casa Blanca. Además, critica constantemente su gestión interna, retiró tropas, amenaza con la salida de EE.UU. de la OTAN y ha argumentado que la UE «fue creada para perjudicar a Estados Unidos». Su enfoque sigue la misma lógica del principio original de la Doctrina Monroe: mantener a los europeos lejos.
El interés de Estados Unidos por Groenlandia
Desde su regreso al poder, Trump ha puesto su atención en Groenlandia, territorio gobernado por Dinamarca, con la intención de incorporarlo a Estados Unidos. Desde la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. ha mantenido bases militares en la isla, incluida la Base Espacial Pituffik, estratégica para su defensa. En 1951, un acuerdo con Dinamarca otorgó a Estados Unidos derechos para operar en la región, dado que cualquier ataque nuclear ruso pasaría por el Polo Norte y Groenlandia.
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Además, con el aumento de la presencia militar de China y Rusia en el Ártico, Estados Unidos ha reforzado su interés en la zona. Trump también busca el control de Groenlandia por sus vastos recursos minerales, especialmente tierras raras en el sur.
Como ocurrió con la compra de Alaska, Trump considera que Groenlandia está demasiado cerca de Estados Unidos para no ser parte de su territorio. En un comentario similar, aunque con un tono distinto, también sugirió que Canadá estaría «mejor como el estado número 51 de EE.UU.».
La política de Trump muestra un resurgimiento de la Doctrina Monroe, buscando alejar la influencia de otras potencias en el hemisferio occidental.
Sin embargo, como advirtió Roosevelt tras Yalta, la idea de «esferas de influencia» es incompatible con los principios de cooperación internacional. Solo queda observar cómo Estados Unidos sigue expandiendo su poder en un mundo cada vez más tenso.
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