El viernes 3 de octubre la junta militar que gobernaba Burkina Faso fue derrocada tras un golpe de estado liderado por un grupo de soldados al mando de un capitán del Ejército, Ibrahim Traoré.
Finaliza así el mandato del teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, dirigente del país desde el pasado 24 de enero. Damiba entró el poder tras haber liderado otro golpe de Estado a principios de 2022.
Este nuevo golpe de Estado fue impulsado por la incapacidad del gobierno a la hora de frenar la violencia yihadista. Desde abril de 2015, el país ha sufrido un incremento exponencial de atentados vinculados a grupos cercanos tanto a Al Qaeda como al ISIS. Desde el comienzo de los ataques, casi dos millones de personas han huido del país. “Hemos perdido la fe en Damiba. En lugar de retomar territorio, hemos perdido terreno frente a los grupos terroristas armados”, declaró un portavoz de la junta en un comunicado.
A lo largo del viernes, se produjeron disparos y explosiones en numerosas zonas de la capital. El grupo armado liderado por Traoré afirmó pertenecer al Movimiento Patriótico de Salvaguarda y Restauración (MPSR), la junta que lideraba Damiba y que gobernaba el país desde enero.
El mismo día, anunciaron las primeras medidas como la suspensión de la Constitución y de la Carta de Transición, la disolución del Gobierno y la Asamblea Legislativa de Transición y el establecimiento del toque de queda. Además, se ha anunciado el cierre de las fronteras nacionales hasta nuevo aviso y la suspensión de toda actividad política y de la sociedad civil.
El golpe de Estado se produce después de que el lunes 26 un convoy de suministros escoltado por el Ejército burkinés sufriera un ataque terrorista cerca de Gaskindé. Once militares murieron, 28 resultaron heridos y unos cincuenta civiles se encuentran en paradero desconocido.
