En las últimas décadas, los términos cambio climático y crisis climática se han popularizado en medios, informes y también en debates políticos. Aunque puedan parecer sinónimos, no significan lo mismo. El primero es un concepto científico formal; el segundo se emplea para resaltar la rapidez y magnitud de los cambios observados. Diferenciar ambos términos no es solo un matiz semántico: permite distinguir entre la descripción de un fenómeno físico y la valoración de sus posibles impactos en distintos sectores.
Cambio climático: definición y base científica
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), creado en 1988 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM), es el órgano científico de referencia mundial en esta materia. Su función no es investigar directamente, sino evaluar de forma exhaustiva la literatura científica existente para ofrecer a gobiernos y sociedad una visión clara y consensuada sobre el estado del conocimiento.
En su Sexto Informe de Evaluación, publicado entre 2021 y 2023, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) concluye de forma contundente que la influencia humana en el calentamiento del planeta es inequívoca. Este informe, elaborado por más de setecientos científicos de noventa países, constituye la síntesis más completa y actualizada de la ciencia climática disponible. Sus hallazgos son la base técnica de las negociaciones internacionales, como el Acuerdo de París y las Conferencias de las Partes (COP) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Clima.
Así, cuando hablamos de cambio climático desde un punto de vista científico, nos referimos a esa variación estadísticamente significativa del estado medio del clima, mantenida durante décadas, causada en gran parte por el aumento de gases de efecto invernadero (GEI).

Crisis climática: del dato físico al riesgo sistémico
El término “crisis climática” es usado por organismos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE) para enfatizar que la magnitud y la velocidad de los cambios observados ya superan las capacidades de adaptación en numerosas regiones. No se trata de un concepto estadístico, sino de un marco de gobernanza: se habla de crisis cuando los impactos climáticos amenazan simultáneamente la salud pública, la seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua, la biodiversidad y las infraestructuras.
La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), en su Evaluación Europea de Riesgos Climáticos (EUCRA) de 2024, identifica treinta y seis riesgos principales, más de la mitad catalogados como de acción urgente. Estos abarcan desde olas de calor urbanas hasta sequías agrícolas y pérdida de ecosistemas costeros por la subida del mar.
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Señales empíricas de que el cambio ya es crisis
Los informes oficiales de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y de organismos nacionales confirman tendencias sin precedentes:
- Impactos en salud: el verano de 2022 provocó más de 61.000 fallecimientos por calor en Europa, según un estudio de modelización en la revista Nature Medicine, cifra que fue citada por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). El cambio en los patrones climáticos también está alterando la distribución de enfermedades infecciosas, ya que las temperaturas más cálidas y la alteración de las precipitaciones favorecen la supervivencia y la proliferación de patógenos y sus vectores, como los mosquitos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que enfermedades como el dengue, el chikungunya y el zika se están extendiendo a nuevas regiones como Europa y Sudamérica, donde los mosquitos portadores ahora pueden sobrevivir a los inviernos. Se estima que más de 200 enfermedades infecciosas se han visto agravadas por el fenómeno del cambio climático.
- Año más cálido registrado: 2024 superó en 1,55 grados centígrados la media preindustrial del periodo 1850–1900.
- Concentración récord de dióxido de carbono (CO₂): más de 422 partículas por millón en 2024, el valor más alto en al menos tres millones de años, según la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA).
- Calor oceánico extremo: 2024 fue el año con mayor contenido de calor en los océanos en sesenta y cinco años de registros, provocando olas de calor marinas y blanqueamiento masivo de corales, según la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA).
- Glaciares en retroceso récord: el periodo 2022–2024 fue el trienio con mayores pérdidas en series históricas, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
- Nivel del mar en aceleración: datos satelitales de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA) y de la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) muestran que el mar sube cada vez más rápido, lo que compromete costas y acuíferos, de 1,3 mm/año en el siglo XX a 4,8 mm/año desde 1993.

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Argumentos negacionistas y su refutación
“El clima siempre ha cambiado, esto es natural.”
El Sexto Informe de Evaluación (AR6) del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) demuestra que la velocidad actual del calentamiento es varias veces superior a la de los procesos naturales. Este informe concluye que la influencia humana ha calentado inequívocamente la atmósfera, el océano y la tierra, y que la actividad humana es la principal causa del calentamiento observado desde 1850.
“El clima es cíclico; estamos en una fase cálida”
Los ciclos orbitales naturales deberían llevarnos a un enfriamiento suave, no a un calentamiento acelerado. Además, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA) confirma que el actual incremento de dióxido de carbono (CO₂) no coincide con ningún ciclo natural conocido.
“El dióxido de carbono (CO₂) es una fracción mínima de la atmósfera”
Aunque solo constituye el 0,04% del aire, su efecto radiativo es determinante (esto es el desequilibrio entre la energía que entra del Sol y la que sale de la Tierra; si es positivo, el planeta se calienta). Según la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), el aumento de 280 partículas por millón (ppm) a 427 en 2024, ha generado un forzamiento energético global suficiente para alterar océanos, glaciares y clima.
“El calentamiento global es por los volcanes o el Sol”
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) confirma que las emisiones volcánicas anuales de dióxido de carbono (CO₂) son menos del 1% de las humanas. La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA) indica que la actividad solar no muestra una tendencia ascendente desde 1950.
“Hace frío hoy; no hay calentamiento”
El tiempo es variable, el clima se mide en periodos de treinta años, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Pese a inviernos fríos puntuales, la tendencia global es inequívocamente ascendente.
“Los extremos no aumentan”
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) muestran que las olas de calor, sequías e incendios se han intensificado y son más frecuentes, especialmente en el sur de Europa.
“Los modelos climáticos no son fiables”
Una revisión de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA) muestra que modelos de los años setenta y ochenta predijeron con notable precisión el calentamiento observado en las últimas décadas.
“No hay consenso científico”
El Sexto Informe de Evaluación (AR6) del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), respaldado por 195 países, afirma que el origen humano del calentamiento es inequívoco.
“Las ciudades falsean los termómetros (efecto isla de calor)”
Las redes de la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) y la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA) aplican correcciones para eliminar el efecto urbano. Además, indicadores independientes como la temperatura oceánica y la pérdida de glaciares confirman el calentamiento global.
“El calentamiento es bueno para la agricultura”
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el IPCC, advierten que los riesgos para los rendimientos agrícolas se multiplican con cada grado adicional de calentamiento, aumentando la inseguridad alimentaria global.
“España o Europa no están peor; son alarmas mediáticas”
La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) confirman que las regiones del Mediterráneo son particularmente vulnerables, con sequías más frecuentes, incendios más intensos y olas de calor más largas y mortales.

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Prevenir el cambio climático y reducir las catástrofes derivadas
La prevención del cambio climático y la reducción de los desastres naturales asociados exige combinar acciones de mitigación y adaptación. La mitigación implica reducir de forma sostenida las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), alcanzar la neutralidad climática a mediados de siglo es condición indispensable para limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados.
La adaptación, por su parte, consiste en preparar a la sociedad para los impactos inevitables, mediante planes de gestión del agua frente a sequías, infraestructuras resilientes ante inundaciones y subida del nivel del mar, sistemas de alerta temprana para olas de calor, y restauración de ecosistemas que actúan como barreras naturales (humedales, dunas, bosques). Tanto la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) subrayan que invertir en prevención y resiliencia es más rentable y eficaz que responder solo después de la catástrofe.
Dificultades para alcanzar consensos internacionales sobre emisiones
Aunque la base científica sobre el cambio climático está bien establecida, las cumbres internacionales sobre el clima, como las Conferencias de las Partes (COP) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), no siempre alcanzan compromisos con resultados prácticos inmediatos. Entre las principales razones se encuentran la diversidad de situaciones económicas y energéticas entre países, que condiciona los objetivos que cada uno puede asumir, y la complejidad de coordinar a más de 190 Estados con prioridades distintas. Además, la ausencia de mecanismos de aplicación obligatoria dificulta que los acuerdos se traduzcan en acciones uniformes a nivel global. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), estas demoras incrementan los costes futuros y reducen la ventana de oportunidad para limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados.
Conclusiones
El cambio climático es un fenómeno físico respaldado por amplia evidencia científica, mientras que la crisis climática describe el momento en que esos cambios afectan de forma simultánea a la salud, los recursos hídricos, la producción de alimentos, los ecosistemas y la economía. Afrontar este reto requiere una estrategia integrada que combine la mitigación de emisiones, la planificación y adaptación institucional y la formación de profesionales en áreas clave como la salud, la seguridad y la protección civil. El enfoque One Health resulta especialmente útil, ya que reconoce la interconexión entre salud humana, animal y ambiental frente a riesgos emergentes como nuevas enfermedades o zoonosis.
A nivel individual, la adopción de hábitos de eficiencia en el uso de energía y recursos, junto con medidas básicas de preparación ante emergencias, contribuye a reforzar la resiliencia colectiva. En conjunto, estas acciones permiten reducir riesgos y garantizar mayor seguridad y bienestar a largo plazo.
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