spot_img

Del oro al petróleo y a los criptoactivos: cómo el dólar busca mantener su hegemonía en la era digital

Análisis

Diego Uriel Gálvez
Diego Uriel Gálvez
Investigador y Profesor del Curso de Experto en China de LISA Institute. Anteriormente Responsable del Departamento de Promoción de la Inversión en España y Analista de Mercados en la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Pekín (China).

Este es el segundo artículo de una serie que ofrece una explicación accesible, sin necesidad de conocimientos previos en economía, sobre la evolución del respaldo soberano del dólar estadounidense y su dimensión geopolítica. En él, Diego Uriel, profesor del Curso de Experto en China y del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute.

El segundo punto de inflexión fue 1971, a partir de aquí, cambia drásticamente la relación entre la influencia del dólar y la capacidad de EE.UU. de generar deuda soberana. De hecho, el mundo económico tal y como lo conocemos comienza a cambiar y nace el sistema financiero de la actualidad.

Y es, especialmente, a partir de aquí, donde la pregunta que se proponía antes comienza a ser muy pertinente: cómo evitar o suavizar un encarecimiento de los precios internos ante un posible aumento del dinero en circulación necesario para hacer frente a los gastos del gobierno americano.

Pero vayamos unas décadas antes. Para entender la magnitud del cambio a partir de 1971 es necesario conocer el sistema de Bretton Woods, creado por el bloque aliado en 1944, y al que después se adhirieron otros países. Este pacto establece que el tipo de cambio de las monedas extranjeras (libra, franco, yen, marco, etc.) se fijarían con el dólar americano, el cual se mantiene convertible en oro a razón de la tasa anteriormente fijada por Roosevelt, de 35 dólares la onza. 

A partir de Bretton Woods, sólo los bancos centrales extranjeros podían exigir oro por sus dólares. El mensaje era claro: el dólar es «tan bueno como el oro», y se convierte a partir de este momento en la moneda de referencia internacional, desbancando así a la libra esterlina.

Lo que pasó a continuación es bastante conocido; durante los años de la posguerra, EE.UU. comenzó a gastar enormes cantidades de dinero en el exterior. Lo hizo con la reconstrucción de los países a través del Plan Marshall o instalando bases militares por todo el mundo, pero también, financiando las intervención militares en Corea o Vietnam. Esto generó una avalancha de dólares por el mundo, muchos más de los que el Tesoro americano podía respaldar con sus reservas de oro.

➡️ Te puede interesar: Del oro al petróleo y a los criptoactivos: evolución económica y su dimensión geopolítica

En 1965, comienza a verse un cambio de tendencia; el presidente francés Charles de Gaulle exige el oro físico a cambio de los dólares que poseía el gobierno francés, y a esto se suman otros países como Suiza y Alemania. Las reservas de oro de EE.UU., que se guardaban en Fort Knox, comienzan a bajar de forma preocupante. 

Así que en 1971, el sistema de Bretton Woods colapsó, y Nixon prohibió la convertibilidad total del dólar en oro, lo que se conoció como el «Nixon Shock». Las divisas comenzaron a fluctuar libremente unas con otras. Una maniobra que compartía un objetivo con aquella de Roosevelt décadas atrás: evitar una crisis de confianza si los mercados veían que el sistema no podía cumplir con sus obligaciones.

El problema del dólar tras el fin del patrón oro

Así que los EEUU se enfrentaron a un problema existencial, ¿Cómo el mundo iba a seguir aceptando dólares si ya no se podía canjear por oro?

A principios de los años 70, el gobierno americano comienza a negociar con el gobierno saudí (el primer exportador de petróleo del mundo) un pacto por el que aseguraría su hegemonía monetaria. Aunque no hubo un tratado formal público con los EE.UU., el gobierno saudí (y posteriormente, casi todos los gobiernos del mundo) comenzaron a exigir dólares por el petróleo que vendían, además, en ese pacto entre los dos países se estableció que los excedentes de petrodólares saudíes se reinvertirían en bonos del Tesoro estadounidense. A cambio, los EE.UU. garantizaban protección militar y estabilidad.

Nace el sistema del petrodólar en un contexto que sólo puede entenderse tras el Nixon Shock. Un nuevo orden por el cual el petróleo mundial se compra y vende exclusivamente en dólares. Pero ante todo, un «pacto» beneficioso para los EE.UU. principalmente por un aspecto: porque permitía a su gobierno moderar la inflación interna y amortiguar el peso de su deuda.

¿Cómo? Porque ahora todos los países tenían que comprar petróleo en dólares, así que la demanda de dólares americanos por el mundo aumentó drásticamente

Y aquí está la magia de la política monetaria: el aumento de la demanda de una divisa por el mundo reduce el impacto de los efectos adversos que tiene la devaluación interna.

Por esto es imprescindible comprender bien cuál es la relación entre dinero puesto en circulación y pago de la deuda soberana: porque el aumento de los pagos internacionales en esa divisa suaviza la inflación que sufre los EE.UU., por tanto, compensa en cierta medida (y nunca de forma inmediata) los efectos adversos que trae esa maniobra para el pago de su deuda. 

En conclusión, el petrodólar evita una inflación innecesaria para los ciudadanos estadounidenses si se acompaña de una confianza global en el dólar, lo que en muchas ocasiones, incluso entre los aliados americanos se ha conocido como un «privilegio exorbitante del dólar».

Por eso hoy el dólar ya no depende sólo del petróleo, ahora lo hace con un ecosistema institucional y financiero que reproduce esa hegemonía, que se retroalimenta y tiene un efecto multiplicador; los mercados financieros, el comercio internacional y la deuda global se dolarizaron.

El dólar se vuelve autónomamente dominante gracias a su estabilidad, liquidez y una arquitectura institucional como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el sistema SWIFT, que es la infraestructura principal para las transferencias internacionales.

Se creó un sistema que se reforzaba en sí mismo, y esto trajo un fenómeno: No fue el petróleo el que sustituye en sus funciones al oro, fueron los Bonos del Tesoro americanos, ya que se convirtieron en el nuevo «activo de reserva mundial». Los bonos del tesoro son unos pagarés que emite el gobierno americano a cambio de “prestarles” un dinero destinado al pago de su deuda.

Son un activo que los mercados financieros valoran como «seguro» o «de muy poco riesgo», y que además ofrece un rendimiento periódico: un pago añadido al monto prestado inicialmente.

Gracias a este nuevo sistema, a partir de 1973 los bancos estadounidenses comenzaron a convertirse en centros de reciclaje de esos petrodólares. El funcionamiento era sencillo: Los países exportadores de petróleo depositaban allí sus ganancias, un dinero que se prestaba a países en desarrollo o se invertía en deuda del Tesoro americano.

Así nació el orden actual, un sistema donde la moneda dominante se sostiene por la confianza en el poder militar, en las instituciones y bancos centrales y en el valor seguro de la deuda como refugio del inversor.

En resumen, el petróleo aumentó drásticamente la demanda internacional de dólares, y los Bonos del Tesoro absorbieron esa demanda y la institucionalizaron.

Un dato interesante es que el sistema de los petrodólares de protección militar a cambio de un acuerdo financiero/comercial también recuerda a la antigua Roma, donde las respetadas legiones ofrecían seguridad en las rutas comerciales del Imperio a cambio de tributo.

Si bien es cierto que en Roma, el tributo era coercitivo, no un acuerdo financiero voluntario, la realidad es similar: Seguridad a cambio de aceptación del orden económico dominante. Un poder militar que garantiza la estabilidad económica de un sistema de intercambio. 

Pero hoy, ese sistema está erosionado. La pérdida de importancia del acuerdo con Arabia Saudí y la ansiada fragmentación del orden monetario global que persiguen los conocidos como «países BRICS», empujan a Washington a reconsiderar sus márgenes de gasto. Muy especialmente tras la imposición de sanciones financieras a Rusia.

Ahora sí, es tiempo de hablar de la GENIUS Act y los «stablecoins», o de la que podría ser el inicio de una tercera fase de convertibilidad de divisas: del oro, al petróleo, a los criptoactivos.

Esta nueva etapa financiera llega gracias a una tecnología que permite la difusión de una divisa sin la necesidad de bancos centrales; una innovación tecnológica disruptora conocida como «criptoactivos» que proporciona el componente de confianza básico que necesita cualquier divisa, sólo que ahora ya no se hace a través de una materia prima o un Estado, sino a través de la criptografía y un sistema llamado blockchain.

Bitcoin, stablecoins y otros activos digitales permiten crear y mover valor fuera del sistema financiero tradicional gracias a la transparencia de su código y el consenso descentralizado. O lo que es lo mismo, se pasa de un modelo centralizado de instituciones monetarias, a un modelo descentralizado de comunidad.

Como es evidente, los criptoactivos no van a sustituir al dólar de forma inmediata, ni tampoco poner en entredicho la hegemonía de EE.UU. por el mundo, pero traen varias cuestiones que conviene mirar detenidamente. La que mayor interés geopolítico tiene, a fecha de hoy, sigue siendo cómo afecta esto al pago de su deuda.

¿Cómo sostener el dólar sin disparar la inflación?

Entonces, dentro de esa progresiva adopción de los criptoactivos, ¿cómo pueden hacer los EEUU para pagar su deuda soberana sin causar una inflación incontrolable?

La confianza en su divisa como moneda de reserva internacional (una divisa a la que los inversores acuden como valor seguro cuando las cosas se tuercen) es la que ha permitido a los EE.UU. abandonar el patrón oro en 1971 e «imprimir» más dólares con los que pagar esa deuda. Pero esa maniobra no es gratuita. EEUU no puede más devaluar su moneda a través de inflación, por varias razones, políticas y financieras. Por eso se crea la GENIUS Act.

➡️ Te puede interesar: Qué es la inflación y qué nos dice de un país

La GENIUS Act lo que hace es tan sencillo como reconocer esta realidad. Obliga que todas las stablecoins (criptomonedas que fluctúan con el dólar y emitidas por empresas privadas) estén respaldadas por activos como Bonos del Tesoro americano. Por lo tanto, cada vez que alguien compra una stablecoin, el emisor debe respaldar la emisión de ese criptoactivo con una cantidad equivalente en deuda americana a corto plazo (Bonos del Tesoro) o depósitos bancarios. 

Es decir, el que posee una stablecoin americana está financiando al gobierno americano de forma indirecta. Lo hace porque  ese dinero se ha destinado a la compra de bonos o porque se ha depositado en un banco, los cuales usan esos fondos para comprar más bonos o prestar al sistema financiero interno, lo que mantiene liquidez y demanda de dólares dentro del país.

Y ¿por qué son tan atractivas para un individuo las stablecoins respaldadas por bonos del Tesoro? Porque combinan la seguridad del sistema financiero estadounidense con la agilidad del dinero digital. Permiten mover valor en dólares en tiempo real y sin intermediarios, convirtiendo deuda pública en liquidez global.

Es decir, se perciben como activos de alta calidad y menos arriesgados que los de un banco comercial, mientras que los emisores obtienen beneficios al invertir las reservas en esos mismos bonos.

Para los usuarios internacionales, las stablecoins ofrecen acceso al dólar sin necesidad de pasar por bancos estadounidenses, lo que sirve para pagos, remesas o ahorro en países con inflación o restricciones financieras. A nivel macroeconómico, cada «token» emitido aumenta la demanda de bonos del Tesoro y, por tanto, ayuda a financiar la deuda pública de EE. UU., al tiempo que expande el alcance global del dólar. Sin embargo, este sistema tiene limitaciones para el gobierno americano: crea un sistema financiero paralelo, menos regulado y parcialmente fuera del control de los bancos centrales.

¿Emitir stablecoins es como crear más dólares?

Pero entonces, ¿si las empresas crean más stablecoins, no sería esto equivalente a crear más dólares?

No lo es. Las empresas que emiten las stablecoins no crean más dólares, tan sólo tienen que respaldar un equivalente en dólares ya en circulación pero depositado en bonos del tesoro o depósitos bancarios. Los dólares sólo los puede «crear» la Reserva Federal. 

En resumen, no son dólares oficiales pero sí que funcionan como dólares dentro del sistema financiero mundial. Cada vez que un individuo o una empresa adquieren stablecoins, está usando dólares reales de forma indirecta, dólares que han salido fácticamente del circuito interno de los EE.UU. De hecho, la empresa Tether se ha convertido ya en uno de los mayores tenedores de deuda de EEUU del mundo. 

Y esta es la esencia del funcionamiento de las stablecoins: dólares funcionales que «salen» del territorio y no se gastan en bienes y servicios dentro de EE. UU., y que no presionan los precios internos  ni añaden a su inflación. En conclusión, lo que estos criptoactivos permiten es tan sencillo como absorber ahorro global para financiar parte de la deuda americana.

Y esto es muy importante, pero de la frase anterior es necesario hacer hincapié en «parte de la deuda». Por eso las críticas recientes de sus rivales geopolíticos son difíciles de sostener.

Las declaraciones hechas por Anton Kobyakov en el Foro Económico Oriental de Vladivostok el pasado mes de Septiembre, son el último análisis para comprender la dimensión geopolítica de las stablecoins.  La teoría es que los EE.UU. estarían planificando usar esas stablecoins respaldadas por dólares para devaluar su deuda nacional y «reiniciar» su sistema financiero, trasladando su deuda a la «nube de criptoactivos». Todo ello, como parte de una estrategia para contrarrestar la caída de la confianza en el dólar como moneda de reserva mundial.

Ante esto, varias asuntos: Primero, es cierto que esas stablecoins pueden alimentar presiones inflacionarias en países con economías dolarizadas, ya que esos dólares que se han «sacado» de EE.UU. traen una mayor liquidez a la nueva economía, lo que puede depreciar su moneda local, que se vende para comprar dólares (se devalúa respecto al dólar y aumenta la demánda de dólares).

Segundo, la escala de la deuda americana no permite que EE.UU. se deshaga de ella a través de stablecoins. A su vez, por varias razones: Porque, para empezar no hay liquidez en el mercado de criptoactivos para solucionar el problema de deuda de los EE.UU.; sólo la capitalización de mercado de todas las criptomonedas es aproximadamente un 10% de la deuda soberana americana, unos 3,8 billones de USD. Además, «capitalización» sólo indica «valoración de mercado actual» no el dinero real disponible o intercambiable por una criptomoneda. 

«Capitalización», tomando como ejemplo el caso de bitcoin, sólo quiere decir precio actual de bitcoin * nº total de bitcoins en circulación, lo que a fecha de publicación de este artículo ha superado los 2 billones de dólares americanos, casi un 60% de la capitalización total de las criptomonedas. Además, que es imposible «realizar» enormes beneficios en criptomonedas sin destruir el mercado

➡️ Te puede interesar: Donald Trump, el rey de la guerra comercial

Esto es importante, y puede visualizarse a través de un grupo hipotético de personas o empresas que deciden vender de forma repentina, por ejemplo, un 20% de todos los bitcoins en circulación. En este caso, el precio de mercado del bitcoin no caería sólo un 20% o algo por el estilo, como una lejana intuición podría indicar, sino que generaría un efecto arrastre con muchos más tenedores de bitcoin deshaciéndose de parte o gran parte de lo suyos.

Lo más seguro es que se provocaría un colapso de esa criptomoneda. A todo lo anterior, hay que añadir que aunque el Tesoro americano recibiese enormes beneficios de criptoactivos, tendría que convertirlos en dólares y venderlos en mercados que no soportan esa escala.

Por otro lado, pero no menos importante, porque el gobierno estadounidense no puede permitir que una cantidad excesiva de dólares salga de su circulación interna. Eso provocaría una contracción monetaria y habría riesgo de deflación, caída del consumo, salida de capitales y crisis económica. Es decir, pérdida de confianza en el dólar, y ya hemos visto lo importante que es esto.

Y también porque un comercio masivo de estas monedas podría traer volatilidad a un mercado refugio como son los Bonos del Tesoro, lo que puede propagarse como un temblor al resto del sistema financiero en muchos aspectos como cambios repentinos de tipos de interés en banca, y falta general de confianza.

Esto no ocurre con los activos financieros tradicionales controlados por instituciones monetarias, los cuales tienen sistemas de seguridad para garantizar que operan dentro de márgenes que no provocarían un colapso financiero ante una simple crisis de confianza.

Además de que manipular mercados de esa manera es fácilmente detectable, y crearía serios problemas de legitimidad, es decir, un aumento del precio de sus bonos del Tesoro o un aumento del coste de su endeudamiento.

➡️ Te puede interesar: ¿Qué es el liberalismo y cómo influye en la economía global?

Y para terminar este artículo, quizás a modo de conclusión que nos debe de hacer reflexionar: porque la historia nos ha enseñado esto que se intenta recalcar repetidamente, que la confianza que el mundo deposita en la divisa estadounidense es un elemento indispensable para su hegemonía.

Por eso para los EE.UU., las stablecoins son una medida antiinflacionaria más, aunque pueda generar una cierta desconfianza en esas economías extranjeras dolarizadas -quizás, más de lo que les gustaría- y acelerar así el proceso de desdolarización. Por eso mantener el equilibrio entre liquidez interna y externa es tan importante.

Sí es cierto que la GENIUS Act trae un cierto alivio a la deuda americana, y supone sin duda la constatación de la evolución del sistema monetario, pero, ¿es realmente una maniobra del gobierno americano para deshacerse de 37 billones de deuda soberana? Ya hemos visto que no.

No podemos explicar la hegemonía estadounidense a través de su capacidad de gastar más de lo que ingresa, sino porque el resto del mundo aceptó de forma tácita o explícita financiar ese déficit. La confianza internacional es la base de su poder.

Lo que sí genera una respuesta ruso-china es el uso político de su hegemonía financiera; Sanciones, control del sistema SWIFT o dolarización del comercio global responden al poder monetario como instrumento geopolítico, no a una cierta política fiscal.

Por todo lo anterior, es comprensible que Rusia quiera reforzar su discurso de desdolarización e incrementar su presión diplomática, y que lo haga con hipótesis y alternativas al dólar en su área de influencia. Pero la conclusión es clara: las stablecoins, con lo que se puede demostrar hoy en día, no pueden sustituir los medios tradicionales de pago de la deuda.

Por lo que, de momento, su uso seguirá siendo complementario, como una estrategia para mantener el dólar dominante, también en entornos digitales, y no sustitutivo de la política monetaria moderna. Una válvula financiera útil pero limitada. Un instrumento más de mantenimiento del sistema.

➡️ Si quieres adquirir conocimientos sobre Geopolítica y análisis internacional, te recomendamos los siguientes cursos formativos:

Artículos relacionados

Masterclass y eventos relacionados

Formación relacionada

spot_img

Actualidad

Dejar respuesta:

Por favor, introduce tu comentario!
Introduce tu nombre aquí

spot_img