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Transformación de los homicidios en Chile y el rol de las redes sociales

Análisis

Patricia González Olmedo
Patricia González Olmedo
Socióloga. Magíster en Desarrollo Urbano con postítulo en Evaluación de Políticas Públicas con 20 años de experiencia en temáticas relacionadas con el análisis de la criminalidad y la generación de políticas públicas en materias de seguridad en el sector público. Alumna del Máster Profesional de Analista Criminal y Criminología Aplicada de LISA Institute. Además, es analista del Departamento de Estudios y Políticas. de la Subsecretaria de Prevención del Delito en el Ministerio del Interior y Seguridad Pública de Chile.

América Latina es considerada un caso especial con respecto a la violencia homicida, relevante desde múltiples puntos de vista debido a su impacto negativo a largo plazo en la seguridad ciudadana y la calidad de vida. A pesar de que el 8% de la población mundial reside en esta región, América Latina, incluyendo países como Chile, sufre una proporción desproporcionada de homicidios en comparación con el resto del mundo.

De acuerdo con cifras de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en 2022 la tasa global de homicidios fue de 5,61 por cada 100 mil habitantes, esta cifra es menor a las tasas registradas en América (14,63), América Latina y el Caribe (19,58) y Norteamérica (5,97). Países como Honduras, El Salvador y Ecuador experimentan tasas de homicidios que superan ampliamente estos promedios mundiales.

Características del homicidio en Chile y su evolución

Durante la última década, Chile ha experimentado un cambio significativo en la incidencia y la naturaleza de los homicidios. Aunque solía verse a sí mismo como uno de los países más seguros de América Latina, las recientes cifras y los cambios en sus contextos sociales han revelado un aumento sostenido en la comisión de este delito.

La violencia letal dejó de ser esporádica y asumió nuevas formas y características, estrechamente vinculadas al narcotráfico, al control territorial de bandas criminales y al aumento en general de la posesión de armas de fuego. No obstante, hay un factor de cambio clave en este proceso que está relacionado con el uso de redes sociales y nuevas tecnologías digitales. En efecto, estos no solo están transformando la dinámica de los delitos, sino que también están amplificando su visibilidad y percepción entre la población.

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El aumento de los homicidios en Chile durante los últimos años refleja cambios aleccionadores en las dinámicas de seguridad y violencia del país. Aunque los promedios históricos de Chile mostraban una tasa de homicidios comparativamente baja con otros países latinos del continente, en numerarios recientes situaciones se han elevado de manera significativa: de 4,5 víctimas de homicidio consumado por cada 100 mil habitantes en 2018 con 845 víctimas, a 6,3 por cada 100 mil habitantes en 2023 con 1.248 casos. Datos del Centro para la Prevención de Homicidios y Delitos Violentos del Ministerio del Interior Chile

Los homicidios han sufrido una metamorfosis en la vida chilena a raíz de un cambio de entorno. Antiguamente, los homicidios estaban relacionados con luchas personales y violencia callejera, y hoy, los homicidios relacionados con drogas y organización criminal son predominantes. Las ejecuciones planificadas, los ajustes de cuentas y las demarcaciones de territorio, todos ellos, a menudo presentan elementos visibles como las armas y actos de violencia, han formado parte de esta transformación. 

Las regiones de Arica y Tarapacá fueros golpeados por una mayor concentración de homicidios, en gran parte debido a su importancia como corredor de drogas. Al referirse a las comunas y barrios marginales de Santiago, del mismo modo, estos vieron una oleada de crimen violento marcado por luchas de territorio entre bandas delictivas y conflictos por el control de áreas puntas en actividades delictivas.

Las redes sociales y su uso por organizaciones criminales en Chile

La expansión y popularización de los contenidos sobre bandas criminales en redes sociales como TikTok han tenido un impacto directo en el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes. En particular, en ciertos barrios marginales, los jóvenes se han sentido atraídos por los estilos de vida que estos contenidos romanticen la violencia y el lujo debido a los cuales se seducen. Lo anterior se expresa en armas, fajos de billetes, vehículos lujosos, fiestas extravagantes que transmiten la idea del éxito y del poder.

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En contexto de opresión determinada por una pobreza estructural y la exclusión social, estas imágenes les presentan el narcotráfico y la vida delictual como opciones atractivas. Lo anterior, facilitado por la expansión de las redes sociales, promueve una visión distorsionada de la realidad, en la cual la vida criminal se presente como un camino al éxito económico y social.

Según un informe de la Policía de Colombia, citado por Infobae, los grupos armados se encuentran utilizando justamente redes sociales como TikTok, Instagram y Facebook para reclutar a menores de edad. A través de sus cuentas, estos criminales exponen la vida delictiva como un sendero fácil al poder, al reconocimiento y al dinero. Diseñados expresamente para atraer un público joven, estos perfiles públicos exponen a la normalización de la violencia y la desigualdad. Por primera vez, entonces, pareciese como si la criminalidad fuese un escenario donde, especialmente, los menores de edad encuentran a un modelo a seguir.

Esto se observa, por ejemplo, en el caso de Sabrina Durán Montero, la «narco-reina de TikTok», cuyo asesinato en octubre de 2023 se viralizó rápidamente en redes sociales. El reportaje titulado «El asesinato de Ina: la joven delincuente popular en TikTok que desvela la ‘narcocultura’ en Chile» del diario el País, da cuenta como Sabrina utilizaba plataformas digitales para exhibir su estilo de vida relacionado con el narcotráfico, lo que evidenció cómo estas redes son utilizadas no solo para el reclutamiento y comunicación, sino para establecer poder, control territorial y fortalecer la identidad delictiva de ciertos grupos. Hoy, la narco reina se presenta como un objeto de culto entre niñas, niños y adolescentes. 

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La facilidad de acceso a contenido relacionado con la narcocultura y la violencia convierte a TikTok y otras plataformas son herramientas peligrosas para la captación de menores. Las organizaciones criminales no solo usan estas plataformas para exhibir su estilo de vida, sino también para establecer contacto directo con adolescentes, utilizando técnicas de persuasión y manipulación emocional para atraerlos a sus filas. 

Los «narcovelorios» o «narco-funerales» representan un claro ejemplo de cómo la violencia y el crimen organizado se entrelazan con la tecnología y las redes sociales para amplificar su mensaje de control, poder y venganza. Estos eventos, celebrados para despedir a miembros de organizaciones delictivas, se convierten en verdaderos espectáculos en los que se muestran armas, lujos y códigos de honor.

Narco-funerales en Chile: violencia, poder y su difusión en redes sociales

Un caso reciente en Chile que ilustra esta tendencia es el velorio y funeral de Alex Díaz Ampuero, alias «japonés», un conocido traficante de drogas y armas del sector Bajos de Mena, en la comuna de Puente Alto.

El 23 de agosto de 2024, el «narcovelorio» de Díaz Ampuero, asesinado por la banda rival del mismo sector, fue transmitido en vivo a través de diversas redes sociales, difundido bajo los hashtags #x100prejapones, #japonesxsiempre y #vuelaltojapones.

Durante el velorio, se lanzaron fuegos artificiales y se realizaron disparos de balas al aire, amplificando el mensaje de poder y venganza que la banda buscaba proyectar. Las imágenes mostraban el control territorial de la organización, el armamento y el desafío directo a rivales y autoridades. Este tipo de transmisiones tiene un alcance masivo, propagando el mensaje de que la banda está activa, armada y dispuesta a tomar represalias.

La promesa de venganza no quedó solo en palabras, sino que se materializó el 24 de septiembre del 2024, cuando Humberto Cruz Pérez, apodado «Nano», miembro de la banda rival, fue asesinado en el mismo sector de Bajos de Mena. Este homicidio se selló con el mensaje #SangrePorSangre, reforzando la narrativa de retribución violenta y ciclo interminable de ajustes de cuentas que alimenta la cultura de la violencia en estos sectores.

La violencia escaló durante el velatorio en vivo de Humberto Cruz el 26 de septiembre, también en Bajos de Mena, específicamente en la zona de Marta Brunet en Puente Alto. A las 2 AM, un adolescente de 17 años fue asesinado a disparos, mientras otras tres personas, incluidos dos menores de 13 y 11 años, resultaron gravemente heridas. Tras el ataque, la brutalidad no se detuvo; los atacantes siguieron a las víctimas hasta el centro de salud al que fueron trasladadas, amenazando al personal médico para impedir que fueran atendidas.

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Este episodio, que se difundió rápidamente en redes sociales y en los medios de comunicación donde dando cuenta como los preparativos de un velorio en Santiago: 150 balas, un muerto y un triple homicidio frustrado, conmocionó a la opinión pública, no solo por la crueldad del ataque, sino también por la capacidad de movilización y el poder de fuego de los asesinos.

Esta forma de «narcovelorios» y sus transmisiones en vivo buscan proyectar una narración de poder y control territorial. No es solo una despedida, sino una expresión pública de fuerza, organización y capacidad de las bandas criminales para responder a los ataques de otros grupos. La difusión en redes sociales, junto a hashtags específicos, garantiza que la comunidad en la localidad y otras bandas criminales reciban el mensaje, afirman la presencia de la banda y su dominancia en el área. 

La naturaleza de estos eventos plantea serias dudas sobre la normalización de la violencia. También sobre el uso de los medios como herramientas de intimidación y la vulnerabilidad de las comunidades afectadas. Transmitir en vivo eventos violentos y cargados simbólicamente no solo envía un mensaje de poder. También refuerza el dominio del crimen y la perversión en torno al miedo, la ostentación y la venganza.

Finalmente, plataformas de mensajería grupal como WhatsApp y Telegrama permiten la comunicación en tiempo real, lo que permite que los crímenes sean instigados y cometidos de forma rápida y, a menudo, sin dejar rastro.

Percepción de inseguridad: influencia de los medios digitales

En términos generales, la evolución de los homicidios en Chile, más allá de los datos objetivos, también está expresada en la percepción de la seguridad de la población, condicionada en gran medida por la exposición masiva a contenidos violentos a través de plataformas digitales.

Según la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC) 2023, el 87,7 % de la población siente un aumento en la delincuencia nacional. El 41,5 % se informa a través de redes sociales en el nivel comunal. La viralización de videos de asesinatos, enfrentamientos armados y «narcovelorios y funerales» potencia la sensación de inseguridad. Además, distorsiona la percepción de la realidad. Esto lleva a que la ciudadanía crea que la violencia es omnipresente e incontrolable.

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En 2024, cabe recordar que en Chile se utiliza, en términos reales, un total de 26,7 millones de teléfonos móviles, y el 94,3% de los hogares en chile declara tener acceso a internet, según datos de la Subsecretaría de Telecomunicaciones.

Visualización de la violencia y la consolidación de poder simbólico

La digitalización ha permitido el cambio en la forma en la que se comete y se pública la violencia. El hecho de «trasmitir o hacer viral» enfrentamientos, asesinatos o funerales de alto riesgo se convierte en mecanismo para hacer circular el poder simbólico del narcotráfico.

Al hacer viral sus acciones, los grupos criminales no solo se muestran. También avisan sobre su control territorial. Además, envían mensajes a sus rivales y a las autoridades. La visualización de la violencia se convierte en un mensaje sobre poder y control. Esta herramienta reafirma la realidad delictiva en el país. Los factores homicidios, explícitamente, no son solo «hechos» delictivos, sino una narrativa visual que genera nuevas formas de miedo, inseguridad y terror. (Vásquez Mejías 2024; Narco cultura: Imagen y estereotipo del narcotraficante).

Conclusión: la evolución de los homicidios y el poder de las redes sociales

Por otro lado, la transformación de los homicidios en Chile se relaciona en profundidad con las transformaciones de la violencia en América Latina y el empoderamiento cada vez mayor de las redes sociales en la construcción de poder, la percepción de la seguridad y la difusión de la narcocultura.

Ha habido un cambio notable en la dinámica de la violencia letal en el país. Se ha incrementado significativamente en la tasa de homicidios desde 2018, y tanto su perfil como su contexto han cambiado. Cada vez son más frecuentes los asesinatos asociados con el narcotráfico, el control territorial y la exposición pública del poder de armamento. 

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Las redes sociales y las nuevas tecnologías han acelerado este cambio. La posibilidad de transmitir en vivo, de viralizar videos de «narcovelorios», de enaltecer estilos de vida delictual en infinitas cuentas de TikTok, Instagram, Facebook; le han dado a la violencia un nuevo cuerpo.

No son ya eventos delictuales aislados, sino narrativas cuidadosamente editadas para fortalecer su identidad delictiva, garantizar el territorio social conquistado, e intimidar a la población y sus supuestos retadores. Las armas, el dinero, los autos, los que construyen la «franja», seducen a jóvenes vulnerables que ven en esa distorsión del éxito y el poder, una oportunidad fuera del mundo en que viven.

No solo aumenta la percepción delictual, sino que cambia radicalmente la percepción de la inseguridad. Según la ENUSC 2023, la «mayor exposición a contenidos violentos en redes sociales está asociada a una mayor sensación de inseguridad». La violencia digital, que cuenta con un 94,3% de hogares con acceso a internet del país, convierte el delito en un espectáculo, lo que refuerza la idea transmitida de distintos sectores públicos y privados que «la delincuencia está fuera de control».

Casos como el velorio de «japonés» en Puente Alto o el asesinato en vivo de Humberto Cruz Pérez y el posterior homicidio durante su funeral evidencian cómo los «narcovelorios» se convierten en una extensión de la guerra territorial y simbólica entre bandas rivales.

La naturaleza de estos eventos genera dudas sobre la normalización de la violencia. También cuestiona el uso de los medios como herramientas de intimidación. Además, revela la vulnerabilidad de las comunidades afectadas. Transmitir en vivo estos actos violentos no solo envía un mensaje de poder. Refuerza el dominio del crimen y fomenta el miedo, la ostentación y la venganza.

En definitiva, la evolución de los homicidios en Chile no solo refleja más violencia física. También implica una transformación en cómo se comete, se percibe y se normaliza. La tecnología y las redes sociales juegan un papel clave.

La digitalización permitió que el crimen organizado amplificara su voz, su mensaje y su control. Las plataformas digitales se convirtieron en armas tan poderosas como las balas. En Chile, esto no es solo un problema de seguridad. Es también un fenómeno cultural y de comunicación. La audiencia, al proyectar y consumir esta violencia, se convierte en parte de esta nueva realidad social.

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