Mientras China expande su presencia en América Latina con inversiones masivas en infraestructura, Estados Unidos busca reforzar su influencia a través de USAID. Más allá de la cooperación tradicional, la agencia se ha convertido en una pieza clave en la competencia geopolítica, ofreciendo una alternativa a la creciente dependencia de financiamiento chino. En este artículo, Fernando Tapia explica cómo USAID enfrenta este desafío y qué implica para el futuro de la región.
En la actualidad, América Latina se ha convertido en un escenario clave dentro de la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China. A través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), Washington ha intentado consolidar su influencia en la región. Para ello, ha impulsado programas de ayuda, financiamiento y desarrollo sostenible.
Sin embargo, el avance de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, promovida por China, ha desafiado esta hegemonía. Con inversiones masivas en infraestructura, comercio y tecnología, Pekín ha logrado posicionarse como un actor estratégico en la región.
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La USAID ha buscado posicionarse como un contrapeso a la expansión china en América Latina. La estrategia de la agencia, previa a la decisión de la Segunda Administración Trump, así como el impacto de la Ruta de la Seda, han generado un mayor margen de maniobra a favor de China en los próximos años.
USAID en América Latina
Desde su fundación en 1961, la USAID ha sido una herramienta clave de la política exterior de EE. UU. Su labor se ha centrado en promover el desarrollo económico, la estabilidad política y el fortalecimiento de instituciones democráticas en diversas regiones del mundo, incluida América Latina.
A través de programas de asistencia técnica, financiamiento y apoyo a sectores estratégicos, USAID ha buscado consolidar la influencia estadounidense. Al mismo tiempo, ha intentado contrarrestar la presencia de actores externos con intereses opuestos.
En América Latina, USAID ha centrado sus esfuerzos en áreas como el fortalecimiento de la democracia, la lucha contra la corrupción, la asistencia humanitaria y el desarrollo económico. Países como Colombia, Honduras, Guatemala y El Salvador han sido receptores clave de sus programas. En estas naciones, las iniciativas de la agencia se han enfocado en reducir la pobreza, mejorar la seguridad y fomentar el crecimiento sostenible.
Más allá de su papel como agencia de cooperación, USAID también es un pilar fundamental en la diplomacia económica de Estados Unidos. A través de sus programas, Washington busca no solo impulsar el desarrollo en países aliados, sino también generar condiciones favorables para el comercio y la inversión. Además, trabaja en el fortalecimiento de cadenas de suministro estratégicas.
La asistencia financiera y técnica proporcionada por USAID facilita la apertura de mercados para empresas estadounidenses. También promueve regulaciones y estándares alineados con los intereses de EE. UU., reforzando su influencia en la región.
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En este sentido, la diplomacia económica de USAID se traduce en proyectos que van desde el financiamiento de pequeñas y medianas empresas hasta el desarrollo de infraestructura crítica. Estas iniciativas buscan conectar a América Latina con el mercado global. Además, la agencia ha trabajado en el fortalecimiento de marcos regulatorios que faciliten la inversión extranjera directa desde EE. UU. Con ello, pretende evitar la dependencia del financiamiento chino en sectores estratégicos como la energía, las telecomunicaciones y la logística.
A lo largo de los últimos diez años, USAID ha canalizado miles de millones de dólares hacia América Latina, enfocándose en el desarrollo económico, la gobernabilidad y la estabilidad social. Entre 2013 y 2023, los fondos anuales asignados a la región oscilaron entre 1.500 y 2.000 millones de dólares. Los picos de financiamiento se dieron en respuesta a crisis migratorias y desastres naturales.
Un ejemplo notable fue la respuesta humanitaria a la crisis venezolana. Desde 2017, USAID asignó más de 2.700 millones de dólares para asistencia a refugiados y apoyo a comunidades de acogida en Colombia, Ecuador y Brasil. Este flujo de recursos ha sido un pilar clave en la estrategia de EE. UU. para mitigar los efectos del colapso económico en Venezuela y frenar la influencia china.
Países como Colombia y Perú han logrado aprovechar la asistencia de USAID para fortalecer instituciones democráticas y desarrollar infraestructura crítica. Sin embargo, otras naciones han visto cómo los recursos disminuyen o se redirigen debido a cambios en las prioridades estratégicas de Washington.
Durante la primera administración Trump, se redujeron drásticamente los fondos destinados a programas de desarrollo en Centroamérica. El argumento fue que los gobiernos locales no estaban haciendo lo suficiente para frenar la migración ilegal. Esta reducción de recursos dejó un vacío que China ha sabido aprovechar. A través de inversiones en infraestructura, como puertos, carreteras y telecomunicaciones, Pekín ha consolidado su presencia económica en la región.
A nivel estratégico, la asignación de fondos de USAID no solo responde a necesidades de desarrollo, sino también a una lógica de competencia geopolítica. En los últimos años, Washington ha intentado contrarrestar el avance de la Ruta de la Seda con iniciativas como el programa «América Crece», que busca movilizar inversiones privadas estadounidenses en infraestructura y energía en América Latina.
Sin embargo, el reto radica en que los recursos de USAID están sujetos a condicionamientos políticos y burocráticos. Mientras tanto, China ofrece financiamiento con menos restricciones y una ejecución más rápida. Este contraste pone a prueba la efectividad de USAID como herramienta de influencia en un escenario donde la competencia con China se intensifica.
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En los últimos años, la agencia ha ajustado su estrategia para responder a la creciente influencia china en la región. Esto se ha traducido en mayores inversiones en infraestructura digital, energías renovables y proyectos de cooperación técnica. El objetivo es ofrecer una alternativa a los préstamos y megaproyectos chinos. Sin embargo, la competencia es feroz. China ofrece financiamiento sin las condiciones políticas y normativas que a menudo acompañan la ayuda estadounidense.
Este panorama plantea una pregunta clave: ¿puede USAID seguir siendo una herramienta efectiva para la influencia estadounidense en América Latina en un contexto donde China ofrece propuestas más ambiciosas y menos condicionadas?
La respuesta se centra en la competencia entre ambas potencias en la región. Durante más de seis décadas, la diplomacia de desarrollo de USAID ha sido una herramienta clave para promover los intereses de Washington en América Latina. Sin embargo, el panorama ha cambiado con la creciente presencia de China a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta.
China ha ofrecido una alternativa atractiva a los países latinoamericanos, brindando financiamiento masivo para proyectos de infraestructura. A diferencia de USAID, sus fondos no incluyen estrictas condiciones políticas y democráticas.
Este enfoque ha permitido a China expandir su influencia en sectores críticos como el transporte, las telecomunicaciones y la energía. Además, lo ha logrado sin exigir las reformas internas profundas que suelen acompañar los programas de asistencia estadounidense.
A pesar de esta competencia, USAID sigue teniendo ventajas estratégicas que le permiten mantener una presencia significativa en la región. Su enfoque en la gobernabilidad, la lucha contra la corrupción y la promoción de la democracia sigue siendo un atractivo importante. Muchos países latinoamericanos buscan una relación más equilibrada y menos dependiente de grandes potencias.
Además, el financiamiento de USAID suele venir acompañado de un enfoque integral en áreas como la educación, la salud y la sostenibilidad. Esto permite que los proyectos tengan un impacto duradero en el desarrollo social y económico.
Sin embargo, la eficacia de USAID en este nuevo contexto depende de su capacidad para adaptarse a los cambios globales. También será clave que innove en sus programas y ofrezca una alternativa atractiva frente a la oferta de China.
La Ruta de la Seda, China y su expansión en América Latina
La Iniciativa de la Franja y la Ruta, impulsada por China, ha tenido un impacto creciente en América Latina en los últimos años. Este proyecto ha marcado una nueva fase en la competencia geopolítica global.
A través de esta ambiciosa estrategia, China ha logrado ampliar su presencia en la región. No solo en términos de comercio e inversión, sino también en infraestructura crítica. Se ha convertido en un actor clave en el desarrollo de puertos, carreteras y proyectos energéticos. Su enfoque ha sido claro: conectar China con el resto del mundo mediante una red de infraestructura moderna que facilite el intercambio comercial y el acceso a recursos naturales.
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Uno de los aspectos clave de la Ruta de la Seda en América Latina ha sido su capacidad para penetrar en mercados estratégicos. Principalmente, lo ha hecho a través de acuerdos bilaterales con gobiernos dispuestos a recibir inversión sin las condiciones políticas y económicas impuestas por actores occidentales.
La construcción de puertos en Perú y la participación de China en la carretera transoceánica que conecta Brasil con el Pacífico son ejemplos claros de esta estrategia. Estos proyectos no solo facilitan el comercio, sino que también permiten a China garantizar un acceso más directo a los recursos naturales y a mercados de exportación clave para su economía.
Además de la infraestructura, China ha incrementado su presencia en sectores como la tecnología y las telecomunicaciones. Ha ofrecido financiación para el despliegue de redes 5G y otros desarrollos tecnológicos que conectan a América Latina con Asia.
Esto no solo representa una ventaja económica, sino también geopolítica. La creciente dependencia de los países latinoamericanos de la tecnología china podría traducirse en una mayor alineación estratégica con Beijing. En particular, esto podría influir en sus posturas dentro de organismos internacionales y en la formulación de políticas globales.
La respuesta de USAID: competencia y contrapeso a China
USAID ha adoptado una serie de estrategias clave en América Latina para contrarrestar la creciente influencia de China a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Para ello, ha implementado un enfoque que integra el desarrollo económico con la diplomacia económica de EE. UU.
En primer lugar, la agencia ha concentrado sus esfuerzos en promover inversiones en sectores estratégicos donde China ha crecido significativamente. Entre ellos destacan la infraestructura, la energía renovable y las tecnologías emergentes.
Además, USAID ha intensificado su enfoque en crear proyectos de infraestructura más sostenibles y transparentes. Estos proyectos suelen incluir una mayor rendición de cuentas y un mayor respeto por el medio ambiente.
El objetivo es competir directamente con las mega-inversiones chinas, ofreciendo un modelo alternativo. Este modelo combina desarrollo económico con valores democráticos, lo que resulta atractivo para los países que buscan equilibrar sus relaciones con potencias globales.
USAID ha intensificado su colaboración con empresas privadas estadounidenses para movilizar inversiones en América Latina. A través de programas como «América Crece», que busca aumentar la inversión en infraestructura energética y digital, USAID ha facilitado la participación de empresas estadounidenses en proyectos de desarrollo de gran escala en la región.
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Este enfoque de colaboración público-privada es fundamental para reducir la brecha de infraestructura que enfrenta América Latina. También representa una respuesta estratégica a las inversiones chinas. A diferencia de China, que ofrece financiamiento de alto riesgo con pocos controles, la estrategia de USAID favorece la sostenibilidad a largo plazo. Su objetivo es generar modelos económicos que no solo beneficien a las economías locales, sino que también fortalezcan las relaciones comerciales y políticas con Estados Unidos.
Un aspecto clave de la estrategia de USAID en la región es su enfoque en el fortalecimiento de la democracia y la gobernanza. Mientras que las inversiones chinas suelen centrarse en proyectos de infraestructura sin un compromiso profundo con las instituciones políticas, USAID complementa su apoyo económico con iniciativas que promueven la estabilidad política y la lucha contra la corrupción.
La diplomacia económica de Estados Unidos está alineada con este objetivo. No solo busca generar beneficios tangibles a través de la inversión, sino también garantizar que los países latinoamericanos sigan comprometidos con los principios democráticos y de buena gobernanza.
Esta dimensión política y económica de los esfuerzos de USAID resalta un contraste importante con los enfoques de otros actores globales, como China. Mientras que el apoyo chino se basa principalmente en la construcción de infraestructura, no muestra la misma preocupación por la evolución política interna de los países.
En este contexto, la diplomacia económica se convierte en una herramienta crucial para USAID. No solo le permite incrementar su presencia económica, sino también reforzar su influencia política en América Latina.
La congelación de fondos de USAID: consecuencias y oportunidades para China
La reciente decisión de la administración Trump de congelar los fondos de USAID para América Latina ha tenido un gran impacto en la política de desarrollo y en las relaciones diplomáticas de Estados Unidos en la región.
La suspensión de estos fondos no solo interrumpe programas clave de cooperación y asistencia. También afecta la confianza de los gobiernos latinoamericanos en el compromiso de Estados Unidos con el desarrollo sostenible y el fortalecimiento de las democracias locales.
Estos cambios en la política de asistencia económica pueden generar efectos negativos, especialmente en países que han recibido financiamiento continuo. La interrupción de estos recursos impacta directamente en el fortalecimiento de sus economías, así como en sus sistemas de salud y educación.
La congelación de los fondos abre una oportunidad significativa para China, que ya ha comenzado a posicionarse como un actor alternativo en la región a través de su enfoque flexible y sus propuestas financieras sin condiciones políticas. La oferta de China en términos de financiamiento directo a través de préstamos para proyectos de infraestructura, sin las restricciones que USAID suele imponer en cuanto a la gobernanza y la democracia, ha sido atractiva para varios gobiernos latinoamericanos, particularmente aquellos que buscan un desarrollo rápido y de bajo costo.
Además, la ausencia de fondos de USAID puede acelerar la tendencia de algunos países a alinearse más estrechamente con China, lo que podría repercutir en el debilitamiento de la influencia estadounidense en América Latina.
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Esto no solo afectaría la posición económica de Estados Unidos, sino que también podría tener repercusiones políticas. La falta de asistencia por parte de USAID podría llevar a un distanciamiento de los gobiernos latinoamericanos en foros multilaterales, en donde China ya ha estado ganando terreno a través de la diplomacia económica. Si bien algunos gobiernos podrían buscar restablecer los lazos con Estados Unidos en el futuro, el espacio ganado por China podría ser difícil de revertir, especialmente si Beijing continúa ofreciendo proyectos de infraestructura más rápidos y de menor costo.
La congelación de los fondos de USAID presenta no solo un desafío para los países de América Latina que dependen de esa asistencia, sino también una oportunidad estratégica para China, que podría fortalecer su presencia económica y política en la región a medida que Estados Unidos disminuye su protagonismo. Si no se aborda rápidamente, esta situación podría tener consecuencias a largo plazo para la competitividad de EE. UU. en la región.
Conclusiones sobre el futuro de USAID
La situación actual de USAID en América Latina refleja la intersección compleja entre la diplomacia económica, las políticas de desarrollo y la competencia global. En un contexto donde China ha logrado posicionarse con un enfoque más flexible y menos condicionado, Estados Unidos enfrenta el reto de revitalizar su presencia en la región.
Las fluctuaciones en los fondos de USAID y las políticas cambiantes de Washington generan incertidumbre sobre el futuro de los proyectos de desarrollo que Estados Unidos había implementado durante décadas.
Si bien USAID sigue siendo un actor clave en la región, su capacidad para mantenerse como un contrapeso efectivo frente a China dependerá de su adaptación a las nuevas realidades económicas y políticas.
Para lograrlo, deberá ofrecer alternativas más atractivas para los países latinoamericanos. Estas no solo deben resolver sus necesidades inmediatas, sino también fortalecer sus democracias e instituciones a largo plazo.
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Mirando hacia el futuro, los escenarios para USAID son diversos. Un escenario optimista podría implicar una reactivación de los programas de desarrollo con un enfoque renovado en la colaboración público-privada y en áreas estratégicas como la tecnología, la sostenibilidad y las energías renovables, lo que fortalecería la relación con América Latina y contrarrestaría la influencia de China.
Por otro lado, si las políticas de EE. UU. continúan fluctuando y no logran presentar un modelo alternativo competitivo frente a los megaproyectos chinos, la región podría volverse cada vez más dependiente de las inversiones chinas. Esto, a su vez, podría erosionar la influencia estadounidense a largo plazo.
En cualquier caso, USAID necesitará no solo más fondos, sino también una visión estratégica coherente y sostenida. Su objetivo deberá ser reafirmar el compromiso de Estados Unidos con el desarrollo económico y la estabilidad política de América Latina.
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