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La dictadura de al-Assad: 24 años gobernando Siria con puño de hierro

Análisis

David García Pesquera
David García Pesquera
Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos. Sus principales intereses son la geopolítica, el análisis de conflictos y la seguridad internacional, especialmente en Europa del Este, Oriente Próximo y el Norte de África.

Tras más de dos décadas en el poder y una Guerra Civil que devastó Siria durante 13 años, el régimen de Bashar al-Assad ha sucumbido tras una ofensiva rebelde que culminó en escasos días. En este artículo, el alumni del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítica de LISA Institute, David García Pesquera, explora el perfil del dictador sirio, su entorno familiar y los hechos más significativos de su mandato, incluyendo las violaciones de Derechos Humanos, el trato a las minorías y las alianzas internacionales que definieron su régimen.

La dinastía Assad llevaba gobernando el país décadas, en concreto desde 1971, cuando Háfez al Asad, padre de Bashar, asumió el liderazgo del país. Su gobierno dictatorial se extendió hasta el año 2000, cuando el ya exdictador asumió el poder. Si bien al-Assad se encaminaba hacia su cuarto mandato consecutivo, amparado por una Constitución siria que permite mandatos de hasta siete años, su permanencia prolongada en el poder y la ausencia de alternativas se han sostenido gracias a prácticas contrarias a la normalidad democrática.

La Primavera Árabe y el inicio de la guerra civil siria

Durante el año 2011 tuvieron lugar las Primaveras Árabes, una serie de movimientos populares y rebeliones a lo largo de los países árabes para reivindicar mayor calidad democrática, el fin de la corrupción política y mayores derechos sociales. Siria fue uno de los países más sacudidos por las protestas, que dividieron el país entre los partidarios del régimen de al Assad y los rebeldes que confrontaban este modelo y encabezaban el movimiento popular.

Aunque en sus primeros años al-Assad prometió reformas para abrir políticamente el país, todo quedó en una imagen proyectada mientras las élites del régimen mantuvieron el control. Con los años, la represión aumentó y las protestas de 2011 intensificaron la tensión social.

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El conflicto derivado de las protestas se recrudece y se extiende en el tiempo y desemboca en la guerra civil siria, que arroja cifras de 14 años de enfrentamiento y más de 300.000 muertos.

Además, debemos añadir los millones de desplazados tanto a nivel interno como en categoría de refugiados por todo el mundo, destacando países cercanos como Jordania o Turquía, pero también naciones occidentales como Alemania, Suecia o Francia. En 2023 alcanzarán una cifra superior a 7,2 millones de personas desplazadas por el conflicto, destacando años atrás la crisis de refugiados durante el verano de 2015.

La guerra ha dejado un país dividido, no solo entre partidarios de al-Assad y las fuerzas rebeldes, sino también en múltiples facciones enfrentadas, incluyendo grupos terroristas como el Daesh, con aspiraciones de instaurar un califato islámico. La presencia de estos grupos entre los opositores al régimen complica la transición democrática y debilita el papel de las fuerzas rebeldes en la construcción de un modelo alternativo a la dictadura de Bashar Al Asad.

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La gran división del país plasmada en la guerra civil siria manifiesta una clara visión acerca del sistema de lealtades del régimen de al-Assad. Mientras sus partidarios permanecían fieles a su modelo y confiados en que sus alianzas internacionales les permitirían continuar hasta la victoria final, las fuerzas rebeldes han esperado su oportunidad para rematar su objetivo, todo ello con un futuro incierto dadas las distintas facciones que las componen, algunas de ellas caracterizadas por el apoyo a grupos terroristas.

Apoyos nacionales e internacionales de Al Assad

Durante gran parte de la guerra, la zona bajo control gubernamental se extiende por la costa mediterránea, el Yebel Druso y todos los territorios en los que las minorías confesionales prestan al régimen un apoyo activo o mantienen una neutralidad benevolente. La capital de Damasco y todas las grandes ciudades también están bajo el control de las fuerzas del régimen en su totalidad o en parte.

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Por ejemplo, en Alepo, segunda ciudad del país, los barrios cristianos son los más fieles a Bashar al-Assad. Sucede lo mismo en el caso de los barrios árabes suníes en los que viven las clases altas y la población que proviene de un origen urbano.

Por su parte, el barrio kurdo de Sheij Maqsud en Alepo tuvo un comportamiento similar al resto del territorio kurdo de Siria. Expulsaron rápidamente a las autoridades oficiales. Sin embargo, más tarde entraron en conflicto con el Ejército Sirio Libre. Esto dio lugar a una guerra abierta contra los rebeldes islamistas que controlaban el este de Alepo.

En cuanto a Damasco, donde encontramos concentradas todas las divisiones que existen en Siria, las localidades druso-cristianas se enfrentan a las localidades suníes conservadoras de Duma, Harasta, Babyla, Daraya y Maadamyeh.

La dictadura de al-Assad tuvo en sus mayores apoyos las élites conservadoras de Siria pero también a minorías en riesgo de persecución, principalmente los cristianos y los drusos. El régimen les ofrecía protección y libertad de culto frente a los postulados de las fuerzas islamistas más radicales en términos étnicos y religiosos.

Sin embargo, otras minorías como los kurdos ponen la nota discordante. El pueblo kurdo tiene la peculiaridad de ser la mayor minoría étnica sin Estado propio actualmente y su estatus jurídico es de pueblo no reconocido en forma de Estado.

El Kurdistán sirio ha contado con el apoyo de Estados Unidos durante toda la guerra. El régimen de Al Assad siempre les negó todo derecho de autodeterminación. Esto generó en ellos un sentimiento de oposición a las instituciones que encarnan el poder en Siria, canalizado durante la Guerra Civil.

Por el contrario, pese a que Turquía apoya a Estados Unidos y a las fuerzas de la esfera OTAN, en el asunto kurdo siempre se han posicionado en el lado opuesto. Esto se debe a la presencia del grupo terrorista PKK y de asentamientos kurdos en el norte de Siria e Irak, áreas que enfrentan ofensivas de las fuerzas turcas para destruir las capacidades logísticas de los terroristas.

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No obstante, el Kurdistán turco también abarca un importante territorio de hasta 17 provincias en el sureste del país, destacando las pobres y montañosas Sirnak y Hakkari como las más conflictivas.

En cuanto al mapa internacional, los principales aliados de al-Assad durante todos estos años han sido la Rusia de Putin y el régimen de los ayatolas de Irán. Siria también ha garantizado su apoyo a facciones terroristas dentro de la cuerda financiera e ideológica de Irán, tales como Hezbolá o Hamás. Por lo tanto, es de sobra entendido que uno de sus principales enemigos durante todos estos años ha sido Israel junto con Estados Unidos

Es chocante observar cómo el resultado varía según la minoría que se analice. En algunos casos, se trata de apoyo férreo, mientras que en otros es persecución. Por ejemplo, apoyo a minorías cristianas perseguidas, pero también a grupos terroristas islamistas radicales. Esto demuestra que Al Assad priorizó el interés estratégico por encima de un modelo basado en ideas o valores concretos.

Hallazgos posteriores a la caída del régimen de al-Assad: el matadero humano

Durante las últimas semanas se han descubierto los secretos más oscuros del régimen de al-Assad. Entre ellos destaca la cárcel de Saidnaya, donde los presos se enfrentaban a torturas y condiciones infrahumanas. Amnistía Internacional calcula que al menos 13.000 personas han muerto en esta cárcel de forma secreta desde 2011, con los cadáveres apilados, sacados de allí en camiones y enterrados en fosas comunes. Si acudimos a las cifras totales, son de más de 30.000 muertos entre torturas, asesinatos, violaciones, ejecuciones, deshidratación y malnutrición.

También se denuncian ahorcamientos de entre 20 y 100 personas a la semana. Esta condena a muerte viene precedida del juicio ante el Tribunal Militar de Campaña, un mero trámite de dos minutos en el que el miembro del Ejército apunta el nombre del condenado en un registro de muertes.

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Un ex guardia de la prisión confirmó que, el día de la ejecución, los presos son sacados de sus celdas con la excusa de ser trasladados a una prisión civil. En realidad, son llevados al sótano, donde reciben palizas. «Sabemos que van a morir de todos modos, así que podemos hacer con ellos lo que queramos», declaró el guardia. Después, los trasladan a la sala de ejecuciones.

La cárcel era conocida como el matadero humano o la prisión roja y ya ha sido liberada por parte del grupo islamista Hayat Tahrir al Shams, principal fuerza que logró la caída de al-Assad. Tras liberar a los presos, algunos de ellos con ejecuciones pendientes, y luego de investigar los informes de los supervivientes sobre los detenidos en celdas subterráneas, dieron el caso por cerrado.

Entender Oriente Medio va más allá de la situación de cada país de forma individual, ya que se trata de una zona del mundo en la que todos los sucesos sufren de una internacionalización palmaria. Es necesario analizar la dinámica de cada país en relación con el total de la región, ya que los poderes regionales y gobiernos aparentemente fuertes dependen de aliados internacionales para conservar el poder.

En resumen, ningún cambio de régimen en Siria va a apartar la vista de los movimientos estratégicos que las grandes potencias van a realizar. A la difícil transición se le suma la proliferación de grupos terroristas, la persecución de minorías o el papel de aquellos que apoyaron el régimen. Al-Assad pasará a la historia como un dictador al que pese a su férreo control del país, la internacionalización de Oriente Medio también marcó los tiempos en los que estuvo más fuerte y más débil, hasta el punto de tener que exiliarse a Rusia, principal aliado al que también su debilidad ha afectado.

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