La caída del régimen de Bashar al-Assad ha desestabilizado el panorama político en Siria y alterado las alianzas internacionales en el Medio Oriente. La entrada de la coalición insurgente liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS) en Damasco marca el final de décadas de control del régimen, al tiempo que evidencia el debilitamiento del apoyo de sus principales aliados, Rusia e Irán. Por otro lado, países como Turquía y las monarquías del Golfo buscan aprovechar el vacío de poder para avanzar sus propios intereses.
El desenlace pone en juego el rol de actores clave como Turquía, que busca reforzar su presencia estratégica en la región, y Estados Unidos, que ha optado por limitar su intervención a prevenir el resurgimiento del Estado Islámico y contener la inestabilidad. A medida que se reconfiguran las piezas en Siria, quedan abiertas preguntas sobre el rumbo político del país y cómo las potencias involucradas moldearán el futuro del Medio Oriente.
Rusia: una pérdida estratégica y de prestigio
Durante casi una década, Rusia fue el principal respaldo militar de Bashar al-Assad, enviando tropas y utilizando su fuerza aérea para mantener al régimen en pie. Desde su intervención en 2015, Moscú había asegurado importantes acuerdos estratégicos, como un arrendamiento de 49 años sobre la base aérea de Hmeimim y la base naval en Tartús. Estas instalaciones no solo consolidaban su presencia en el Mediterráneo oriental, sino que también funcionaban como puntos clave para el traslado de contratistas militares hacia África y otras regiones.
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Sin embargo, la caída de Damasco y la huida de Assad han puesto en jaque este modelo de influencia. Según fuentes del Kremlin citadas por medios estatales rusos, Rusia otorgó asilo a Assad y su familia «por razones humanitarias». En un comunicado, el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso aseguró estar «siguiendo los dramáticos eventos en Siria con extrema preocupación». A pesar de estas declaraciones, el impacto en el prestigio del Kremlin es innegable.
La pérdida de Assad, considerado su aliado más confiable en el Medio Oriente, plantea serias preguntas sobre el futuro de las bases militares rusas. Aunque el Ministerio de Relaciones Exteriores afirmó que dichas instalaciones están «en alerta máxima» y no enfrentan una amenaza inmediata, su relevancia estratégica está en duda. Estas bases habían sido un símbolo del poderío ruso y una herramienta clave para proyectar su influencia en la región y más allá. Ahora, con el nuevo panorama en Siria, su posición está comprometida.
Irán: la ruptura del ‘Eje de la Resistencia’
Para Irán, la alianza con Siria era fundamental en su estrategia para proyectar poder en la región. A través del régimen de Bashar al-Assad, Teherán mantenía un corredor terrestre hacia Líbano que facilitaba el suministro de armas y apoyo logístico a Hezbolá.
Esta conexión era clave para su red regional de aliados, conocida como el «Eje de la Resistencia». Sin embargo, la caída de Assad marca un revés significativo para esta estrategia. Según Alí Akbar Velayati, asesor del líder supremo iraní, «sin el gobierno sirio, esta cadena se romperá y la resistencia contra Israel y sus partidarios se debilitará».
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La pérdida de Siria debilita drásticamente la capacidad de Hezbolá, ya golpeada por los enfrentamientos recientes con Israel, y reduce la influencia iraní en la frontera norte de su némesis. Además, la rapidez con la que cayó Assad demostró cuán dependiente era su régimen del apoyo de Irán y Rusia, que no pudieron acudir al rescate en el momento crítico.
Frente a este panorama, Irán podría intensificar su programa nuclear como una forma de compensar la pérdida de influencia. Aunque insiste en que el enriquecimiento de uranio tiene fines pacíficos, expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica han advertido que sus reservas de material casi apto para armas están creciendo «de forma bastante espectacular». Este avance, combinado con tensiones internas por los recursos dedicados al apoyo de Assad, podría agravar la presión sobre el gobierno teocrático iraní tanto dentro como fuera de sus fronteras.
Turquía: el mayor beneficiado por los cambios en Siria
Turquía emerge como uno de los principales ganadores en la nueva configuración siria. Desde 2011, Ankara ha respaldado a grupos opositores al régimen de Assad, incluidos el Ejército Nacional Sirio (ENS) y otras facciones insurgentes. Aunque el gobierno turco ha negado su participación directa en la reciente ofensiva, los analistas coinciden en que esta no habría sido posible sin el visto bueno de Ankara.
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Según Hakan Fidan, ministro de Exteriores turco, «Turquía da gran importancia a la unidad nacional, la estabilidad y la soberanía de Siria», pero mantiene su oposición a cualquier movimiento que fortalezca a las milicias kurdas en la región.
El derrocamiento de Assad abre varias oportunidades estratégicas para Turquía. Por un lado, Ankara puede debilitar a las milicias kurdas vinculadas al PKK y asegurar su frontera sur. Por otro, el retorno de refugiados sirios a zonas controladas por los rebeldes podría aliviar la presión política y económica interna, ya que Turquía alberga a más de tres millones de refugiados.
A pesar de los beneficios aparentes, algunos riesgos persisten. La desintegración territorial de Siria o un nuevo éxodo de refugiados hacia Turquía podrían desestabilizar la región. Según Sinan Ulgen, director del Centro de Estudios de Economía y Política Exterior, «el principal riesgo que Turquía quiere evitar es la fragmentación territorial de Siria, con estructuras autónomas en disputa». Por este motivo, Ankara se mantiene vigilante frente a los movimientos de las Unidades de Protección Popular (YPG), aliadas del PKK.
Con la caída de Assad, Turquía se posiciona como un actor clave en las negociaciones sobre el futuro de Siria. Sin embargo, el desafío de gestionar una transición política mientras equilibra su relación con otros actores internacionales, como Rusia y Estados Unidos, podría limitar su margen de acción. A largo plazo, el éxito de Turquía dependerá de su capacidad para influir en el nuevo panorama sirio sin generar más tensiones en la región.
Estados Unidos: un enfoque limitado pero estratégico
Estados Unidos ha mantenido una presencia discreta en Siria en los últimos años, enfocándose en la lucha contra el Estado Islámico (EI) y el apoyo a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por kurdos. Aunque Washington no participó directamente en la reciente ofensiva que derrocó a Assad, el colapso del régimen ofrece una oportunidad para debilitar la influencia de Irán en la región. Según Jake Sullivan, consejero de seguridad nacional, las prioridades inmediatas de Estados Unidos son «evitar que el conflicto permita un resurgimiento del EI o provoque una catástrofe humanitaria».
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Sullivan enfatizó que el gobierno estadounidense está comprometido a trabajar con sus aliados locales. «Vamos a tomar medidas nosotros mismos, directamente y trabajando con las fuerzas democráticas sirias, los kurdos, para asegurar que esto no ocurra», señaló durante un encuentro con periodistas en Simi Valley, California. La Casa Blanca también alertó sobre una posible crisis humanitaria, subrayando la necesidad de proteger a civiles y minorías religiosas en las zonas afectadas por el conflicto.
A pesar de estos compromisos, la administración estadounidense parece inclinada a mantener un enfoque limitado. Durante una visita a París, el presidente electo Donald Trump reiteró su postura de no involucrar militarmente a Estados Unidos en Siria: «Siria es un desastre, pero no es nuestro amigo, y Estados Unidos no debería tener nada que ver con ello. Esta no es nuestra lucha. ¡No se involucren!», escribió en su plataforma Truth Social.
Arabia Saudita y el Golfo: una oportunidad para recuperar influencia en Siria
La caída de Bashar al-Assad representa una oportunidad estratégica para Arabia Saudita, que podría fortalecer su liderazgo en el mundo árabe y contrarrestar la influencia de Irán en la región. Durante años, Riad apoyó a facciones opositoras al régimen sirio, pero en los últimos tiempos había adoptado un enfoque más moderado. Ahora, con el vacío de poder en Siria, el reino se posiciona como un actor clave en la reconstrucción del país, promoviendo una solución que preserve la unidad siria y limite el caos.
El Ministerio de Exteriores saudí instó a la comunidad internacional a «estar al lado del hermano pueblo sirio y cooperar con él en todo lo que sirva a Siria y logre las aspiraciones de su pueblo». Arabia Saudita también destacó la importancia de evitar el derramamiento de sangre y proteger las instituciones sirias para garantizar un futuro de «seguridad, estabilidad y prosperidad».
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Según un analista del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, «la caída de Assad puede marcar un punto de inflexión en el equilibrio de poder en Oriente Próximo, permitiendo a Arabia Saudita reforzar su rol como mediador clave». Esto se alinea con los recientes esfuerzos del reino por liderar iniciativas diplomáticas y humanitarias en la región.
Este enfoque refleja su intención de consolidar su posición como mediador en la región y asegurar que Siria se alinee con los intereses del Golfo, reduciendo el alcance de las políticas expansionistas de Irán.
Israel: una ventana para contener a Irán
El colapso del régimen de Bashar al-Assad representa para Israel tanto una oportunidad como un desafío. Por un lado, la caída del gobierno en Damasco debilita significativamente el corredor que conectaba a Irán con Hezbolá, reduciendo su capacidad de abastecer al grupo libanés con armamento avanzado. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó este acontecimiento como un «día histórico en el Medio Oriente», subrayando que las recientes acciones militares israelíes habían contribuido al colapso del eje entre Damasco, Teherán y Beirut.
Sin embargo, Israel enfrenta riesgos inmediatos. La IDF (Fuerzas de Defensa de Israel) ha tomado temporalmente el control de posiciones estratégicas en la zona desmilitarizada de los Altos del Golán, advirtiendo que no permitirá que «ninguna fuerza hostil se establezca en nuestra frontera».
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Netanyahu señaló que la caída de Assad abre una puerta a posibles relaciones pacíficas con los nuevos actores en Siria, pero enfatizó que Israel está preparado para «hacer lo que sea necesario para defender sus fronteras y su Estado». Al mismo tiempo, las preocupaciones sobre arsenales químicos y el vacío de poder que podría ser explotado por grupos extremistas complican aún más el panorama para la seguridad israelí.
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