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La psicología detrás de la pandemia

Análisis

Natalia Moreno
Natalia Moreno
Coordinadora Responsable de la Unidad de Psicología en HM Hospitales. Anterior Directora Gerente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Doctora (Sobresaliente CUM LAUDE) en Psicología Clínica. Licenciada en Psicología. Diplomada en Atención Integral a las Víctimas de Atentados Terroristas. Psicóloga de la Red Nacional de psicólogos para la atención psicológica de víctimas para el Ministerio del Interior y el Consejo General de la Psicología de España.

La llegada del coronavirus como una pandemia global ha cambiado nuestras vidas en muchos aspectos. Saber cómo puede afectarnos desde el punto de vista de la psicología y cuándo debemos pedir ayuda es primordial.

La pandemia de covid-19 ha limitado nuestros movimientos, la libertad para hacer o dejar de hacer ciertas cosas, las relaciones sociales, familiares, la cercanía entre unos y otros… Además, es posible que nos haya hecho replantearnos muchos esquemas que hasta ahora teníamos de cómo funcionan las cosas, y de cuál es el orden y la lógica que deben seguir, incluso el esquema de que el mundo es un lugar seguro y predecible.

Por tanto, toda esta nueva situación en la que nos encontramos transciende al ámbito privado y personal, ya que nos encontramos en un escenario que tiene una dimensión comunitaria, no sólo por el gran número de áreas de la vida de personas que se han visto afectadas, si no por el impacto a nivel mundial que está teniendo. Por todo ello, es previsible pensar que una situación de tal magnitud puede estar relacionada con la presencia de diferentes problemas psicológicos.

No solamente en las personas que se han visto más gravemente afectadas, como las personas enfermas, familiares de personas que han fallecido a causa de la pandemia, o el personal sanitario por haber estado expuestos a un gran número de situaciones traumáticas durante un largo periodo de tiempo, si no que muchas de estas secuelas psicológicas también se pueden apreciar en la población en general, ya que toda la población nos hemos visto afectados por el confinamiento y las restricciones.

En este sentido, algunos estudios previos indican que la población sometida a cuarentena podía presentar sintomatología a corto plazo relacionada con un bajo estado de ánimo e irritabilidad. Así mismo, pueden aparecer síntomas relacionados con la ansiedad por el miedo al propio contagio o a que personas cercanas puedan contagiarse, también por la incertidumbre o por el desconocimiento de las consecuencias tanto a corto como a medio y largo plazo, lo que podría generar un aumento de los síntomas y del malestar.

Es importante tener en cuenta y no olvidar, que no todas las personas que hemos vivido esta situación vamos a desarrollar secuelas o problemas psicológicos, ya que hay factores a tener en cuenta que pueden aumentar o disminuir la aparición de este tipo de secuelas psicológicas.

Por ejemplo, el tiempo de exposición a las diferentes informaciones y noticias, la proximidad al lugar o a la situación traumática, la magnitud de la situación traumática (es decir, el impacto y el número de afectados que existan dentro de un mismo entorno), o diferentes variables de vulnerabilidad previas que la persona pueda tener.

A pesar de todo lo anterior y aunque la situación de la pandemia mundial y de la crisis sanitaria es complicada y en muchos momentos difícil de gestionar, el ser humano suele tener una buena adaptación a los cambios.

Aceptar la situación, aceptar las circunstancias de la vida y admitir que sólo podemos cambiar aquellas cosas que dependen de nosotros, nos ayuda a reducir el estrés y a seguir viviendo, dentro de lo que se puede, felices. Además, es importante generar factores de protección que nos ayuden a tener emociones positivas y crear resiliencia.

Aunque todas las emociones, positivas o negativas, nos ayudan a nuestro desarrollo y a la adaptación a las diferentes situaciones, la creación de emociones positivas genera un aumento de la productividad, la motivación, el compromiso, la persistencia, la creatividad, y la resiliencia, nos hace curiosos y nos anima a probar nuevas actividades.

Impacto psicológico en el personal sanitario 

Independientemente del grado de afectación, todos hemos vivido en primera persona las consecuencias de esta crisis sanitaria. Pero es cierto que una parte concreta de la población ha estado expuesta con una mayor intensidad, duración y frecuencia al virus, en este caso se trata del personal sanitario.

Los sanitarios han tenido que vivir no solo las consecuencias negativas generales que esta pandemia ha originado, sino que de forma particular han estado expuestos a un mayor número de situaciones traumáticas. 

En primer lugar, debido al coronavirus se ha producido un aumento de la demanda asistencial, lo que ha provocado mayores situaciones de estrés, irritabilidad y nerviosismo, a lo que hay que sumar el grado de exposición al virus y el miedo a enfermar y a contagiarlo a sus seres queridos.

En segundo lugar, han tenido que manejar situaciones para las que, en muchas ocasiones, no estaban preparados, como informar a las familias de la ausencia de respiradores para sus familiares, o informar por teléfono de la muerte de un familiar al que no pueden acompañar. 

En tercer lugar, han tenido que manejar situaciones y vivencias marcadas por dilemas morales y éticos, la falta de medios, la sobrecarga de trabajo y la incertidumbre, tanto de la pandemia como de la evolución del virus y de los pacientes, haciendo todo ello que se desencadenen emociones negativas y difíciles de manejar.

Toda esta situación puede hacer que se desarrolle en los sanitarios (o en las personas más expuestas) una serie de emociones, cogniciones y conductas negativas. Por ejemplo, a nivel emocional, estas personas pueden padecer ansiedad, irritabilidad, impotencia, frustración o tristeza.

A nivel cognitivo, anticipaciones negativas, problemas de concentración o de atención, pensamientos obsesivos o imágenes intrusivas, lo que puede provocar un aumento de la activación fisiológica y el desarrollo de conductas evitativas, como no querer hablar de lo ocurrido, consumo de sustancias o aislamiento, conductas que puede hacer que en un futuro la situación se agrave y se cronifique.

En este sentido, se han realizado algunos estudios, como el realizado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Ceuta, en los que se ha observado que el personal sanitario presentaba un incremento significativo en ciertos estados psicológicos negativos como la preocupación, el miedo o la ansiedad, al mismo tiempo que aparecieron síntomas físicos como la agitación, cansancio o conductas evitativas negativas como el consumo del alcohol o de sustancias.

¿Cómo ayudar al personal sanitario?

Así mismo, muchos de ellos también manifestaron cierta necesidad de atención psicológica, aunque fueron muy pocos los que voluntariamente solicitaron esa ayuda. Estos resultados nos hacen reflexionar sobre varios aspectos.

Por un lado, que el personal sanitario se muestra como una población de riesgo y/o vulnerable para sufrir los efectos psicológicos de la pandemia, y por otro lado, que aunque necesiten cierta atención y ayuda psicológica, muy pocos la demandan.

Esto nos lleva a la conclusión, que somos nosotros, los que debemos crear programas de ayuda psicológica para los sanitarios o para las personas que han estado más expuestas a esta crisis sanitaria. Es necesario ofrecerles pautas específicas para el corto plazo y un seguimiento exhaustivo de la evolución de los síntomas y la valoración de un tratamiento psicológico para el medio y largo plazo.

¿Cuándo pedir ayuda?

La ocurrencia de las situaciones traumáticas es a menudo inesperada, súbita y abrumadora. En algunos casos, no se detectan signos visibles de lesiones físicas, pero se paga un precio emocional. Es muy habitual que las personas que se han visto afectadas por situaciones traumáticas de diversa índole sufran consecuencias psicológicas muy intensas.

Comprender las respuestas normales a las situaciones traumáticas pueden contribuir a que, en caso de que seas víctima, testigo o profesional, puedas controlar con efectividad tus sentimientos, pensamientos y comportamiento, así como los de los demás para ayudarte/les en el camino a la recuperación.

Ante estas situaciones la persona puede sentir que el suceso le ha desbordado y que le cuesta adaptarse a la nueva situación. En los primeros momentos pueden aparecer emociones más dramáticas como el dolor, la ira, la impotencia… así como la sensación de volver a reexperimentar el hecho. 

Aunque es importante saber que las reacciones psicológicas también van a depender de otras variables como la intensidad del trauma, las circunstancias del suceso, la edad, la historia previa de agresiones, la estabilidad emocional, los recursos psicológicos previos, la autoestima, el apoyo social y familiar y las relaciones afectivas.

Cualquier situación, incidente o emergencia que afecte a la salud, provoca un impacto de importantes consecuencias psicológicas a corto, medio y largo plazo.

Es normal que después de la vivencia de una situación traumática y de la aparición de diferentes síntomas aparezcan una serie de síntomas y nos surja la duda de saber si necesitamos o no ayuda profesional. Para ello, se aconseja que valores si las reacciones emocionales van aumentando, se vuelven más intensas o si se vuelven más interferentes en el día a día, dificultando la realización de las actividades del día a día.

Cualquier situación traumática puede dejar huella en quien lo sufre directamente (víctimas de terrorismo, de robos con violencia, de agresiones sexuales, agresiones físicas, accidentes de avión, tren, autobús o vehículo particular, bullying, moving, etc.) así como en todas aquellas personas relacionadas.

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