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Disputas territoriales en Asia: la ambición de China más allá del Mar de la China Meridional

Análisis

Silvia Ventoso Pagés
Silvia Ventoso Pagés
Estudiante de Relaciones Internacionales y Comunicación Global en la Universidad Pontificia de Comillas, con especialización en Política Exterior y Seguridad Internacional. Entusiasta de la cooperación internacional, la geopolítica y la política del Sudeste Asiático.

En un mundo donde el poder territorial se disputa en los rincones más remotos del planeta, la ambición de China trasciende las aguas del Mar de la China Meridional. Las fronteras en conflicto, los recursos estratégicos y las ambiciones regionales crean un complejo entramado que desafía el orden establecido. ¿Cómo podrían estas disputas, desde las alturas del Himalaya hasta las islas del sudeste asiático, redefinir el equilibrio de poder en Asia y qué impacto tienen para la estabilidad global? Este artículo analizamos las tensiones que subyacen en las reclamaciones de China y explora las posibles implicaciones de una confrontación que podría alterar el curso de la historia

Desde las altas cumbres del Himalaya, donde lidia con India, hasta las disputadas islas del Mar de la China Meridional y la tensa situación en Taiwán, las reclamaciones de Beijing han generado fricciones que tienen el potencial de redefinir el equilibrio de poder en la región. 

La historia de China ha estado marcada por una constante expansión territorial, desde las dinastías Han, Tang, Yuan y Qing, hasta la era moderna. Desde 1997, se promueve el «gran renacimiento de la nación china». En política exterior, esto implica el intento de China de restaurar su posición como hegemonía regional y restablecer el sistema sino-céntrico que dominó Asia durante siglos. Bajo el liderazgo de Xi Jinping, esta ambición ha tomado una nueva dimensión, consolidándose como una pieza central de la política exterior del país. 

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Actualmente, Asia registra más disputas territoriales que cualquier otra parte del mundo. La región representa el 38% de todas las disputas activas, así como las tasas de resolución más bajas para este tipo de conflictos. 

Desde las montañas del Himalaya hasta las islas en el Mar de la China Meridional, cada uno de estos territorios ofrece ventajas que China no está dispuesta a ceder. La importancia de estas disputas radica en la riqueza de recursos naturales y la posición geoestratégica de las regiones en conflicto. 

China vs. la India: Cachemira, Tíbet e Himalaya

La disputa territorial entre China e India es una de las más complejas y prolongadas en Asia. En el centro de este conflicto se encuentra la región de Aksai Chin, que China administra desde su victoria en la Guerra sino-india de 1962. Esta región es estratégica para China, ya que alberga una carretera crucial que conecta Tíbet y Xinjiang. Sin embargo, India reclama esta región como parte de su territorio de Jammu y Cachemira. 

El Tíbet, región de gran altitud y significado cultural, fue anexado por China en 1950 tras el Acuerdo de los diecisiete puntos. Desde entonces, la frontera entre el Tíbet y el estado indio de Arunachal Pradesh ha sido una fuente constante de tensión. China reclama Arunachal Pradesh como parte del «sur del Tíbet», lo que ha llevado a varios enfrentamientos fronterizos. El enfrentamiento más reciente tuvo lugar en 2022, entre 300 militares chinos y 600 militares indios. Por suerte, no hubo bajas. 

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El conflicto en el Himalaya no solo involucra a India y China, sino también a Bután. China ha presionado a Bután para que ceda territorios en el norte en un intento de ganar acceso estratégico a áreas que fortalezcan su posición en el Himalaya. La construcción de infraestructura militar en estas regiones por parte de China es vista como una táctica para consolidar su control y desafiar a la India.

Fuente: BBC

El drama de las islas

El conflicto en las aguas del sudeste asiático es de los escenarios geopolíticos más activos del mundo. Incluso el nombre de este mar es motivo de disputa entre los actores involucrados. Para los chinos es el Mar Meridional, los vietnamitas lo llaman Mar Oriental y los filipinos, Mar Occidental de Filipinas. 

China trata de controlar el tráfico marítimo de estas aguas. El control le brindaría significativos beneficios económicos, especialmente la capacidad de explotar materias primas y beneficiarse de las rutas comerciales marítimas. Este mar contiene aproximadamente 11.000 millones de barriles de crudo y 190 billones de pies cúbicos de gas natural.

Además, las importaciones y exportaciones que cruzan este mar representan un flujo de capital de 3,4 billones de dólares estadounidenses, el 20% del comercio internacional. China es el mayor exportador a través del Mar de la China Meridional, con un 28% del total.

Principales rutas comerciales de crudo en el Mar de la China Meridional (2011) Fuente: EE. UU. Energy Information Administration 

China utiliza la línea de los nueve puntos, una demarcación en sus mapas que abarca casi todo el Mar de la China Meridional, para justificar sus reclamaciones territoriales. Especialmente en las islas Paracelso, las islas Spratly y el Arrecife de Scarborough. Para incrementar su poder en este mar, China se sirve de tácticas diversas: desde la construcción de islas artificiales a la promoción de viajes turísticos a las islas

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Las Islas Paracelso, disputadas con Vietnam y Taiwán, son ricas en recursos pesqueros y poseen yacimientos de gas y petróleo. En 1932, la Indochina francesa anexó las islas, que posteriormente pasaron a ser parte de Cochinchina, Japón y Vietnam. Desde 1974, China ocupa las Islas Paracelso, tras tomar una guarnición de Vietnam del Sur que ocupaba estas islas occidentales. China ha construido una instalación militar en la isla Woody. Esta está equipada con un aeródromo y un puerto artificial.

Las Islas Spratly consisten en más de 100 pequeñas islas o arrecifes. China, Taiwán y Vietnam reclaman todas en su totalidad, mientras que partes de ellas son reclamadas por Malasia y Filipinas. Beijing ha construido instalaciones militares avanzadas en estas islas, que cuentan con bases aéreas, puertos navales, sistemas de misiles antibuque y otras infraestructuras militares.

Varios países reclaman partes de las Islas Spratly y han establecido puestos militares en ellas. Fuente: EE. UU. Department of Defense (2023) 

El Arrecife de Scarborough, cerca de Filipinas, es otro punto de conflicto. No hay estructuras construidas en el arrecife. China, ha mantenido una presencia constante de la guardia costera en el lugar desde 2012 tras un enfrentamiento con Filipinas. A pesar de un fallo en 2016 de la Corte Permanente de Arbitraje, Beijing sigue consolidando su presencia en estas aguas.

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Las Islas Senkaku son otro punto caliente, objeto de disputa territorial entre Japón y China. Japón fundamenta su soberanía en su incorporación legal en 1895 y su inclusión bajo la administración estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial. China comenzó a reclamar estas islas en los años 70, cuando se empezó a especular sobre posibles reservas de petróleo en la región. Aunque China reclama la soberanía y ha aumentado su presencia en la región, las islas continúan siendo administradas por Japón.

Menos conocidas, pero igualmente significativas, son las disputas en los ríos Tumen y Yalu, que forman la frontera entre China y Corea del Norte. Históricamente, China reconoce la soberanía de Corea del Norte sobre la mayoría de las islas en estos ríos, incluyendo las más grandes. Sin embargo, las islas deshabitadas y ciertos puntos de control, como la isla de Pidan, han generado tensiones.

El pulso final: Taiwán

La isla de Taiwán se encuentra en el centro de una prolongada disputa territorial y política entre la República Popular China (RPC) y la República de China (Taiwán). La RPC considera a Taiwán como una provincia renegada que debe reunificarse bajo el principio de «una sola China», mientras que Taiwán se ve a sí misma como una entidad soberana con su propio gobierno, constitución y fuerzas armadas.

Tras finalizar la Guerra Civil China en 1949, el gobierno del Kuomintang se exilió en Taiwán tras ser derrotado por los comunistas liderados por Mao Zedong. Allí estableció un gobierno paralelo al de la RPC, manteniendo el control sobre la isla y sus alrededores. 

Durante varias décadas, Taiwán fue reconocida internacionalmente como el gobierno legítimo de China, pero en 1971 perdió su asiento en la ONU a favor de la RPC. Desde entonces, Taiwán ha visto restringida su participación en la comunidad internacional, pero ha fortalecido sus lazos con aliados estratégicos como Estados Unidos, Japón y otros países democráticos que apoyan su posición.

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En términos de control físico, Taiwán administra toda la isla de Taiwán y algunas islas adyacentes. La RPC no tiene control efectivo sobre el territorio de Taiwán, pero mantiene la posición de que la isla es una provincia china que eventualmente deberá ser reunificada. Taiwán ha expresado su deseo de mantener su estado actual de facto independiente y más del 80% de su población coincide. Sin embargo, la RPC busca intensificar la presión para una eventual reunificación y a menudo amenaza con el uso de fuerza si fuera necesario.

La situación se ha vuelto más tensa en los últimos años, con crecientes incursiones de aviones militares chinos en el espacio aéreo de Taiwán y ejercicios militares cerca de la isla

¿Qué implicaciones globales tiene la expansión regional de China? 

Las disputas territoriales de China en Asia reflejan su ambición de consolidarse como una superpotencia global bajo el liderazgo de Xi Jinping, adoptando una postura cada vez más asertiva a través de la diplomacia y, en algunos casos, el uso de la fuerza para avanzar sus reclamaciones. 

Las respuestas internacionales han sido diversas: países como Estados Unidos, Japón y Australia han adoptado una firme oposición a la expansión china, destacando sus preocupaciones de seguridad. En contraste, naciones como Camboya y Pakistán han optado por equilibrar sus relaciones económicas con Beijing, buscando beneficios comerciales y de inversión, a pesar de las preocupaciones de seguridad.

En los próximos años, estas disputas territoriales podrían intensificarse, potencialmente desencadenando conflictos militares y diplomáticos. Esto es debido a varios factores, incluyendo el aumento de la militarización en la región, la competencia por recursos naturales y las ambiciones geopolíticas de China. La estabilidad en Asia dependerá de la capacidad de los actores involucrados para encontrar soluciones pacíficas y mutuamente aceptables. Sin embargo, resolver estas disputas de manera definitiva parece difícil en el contexto actual.

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Las implicaciones globales son significativas. Un conflicto en el Mar de la China Meridional o en Taiwán podría interrumpir rutas comerciales clave y tener repercusiones económicas a nivel mundial. 

Sin embargo, pese a la persistencia de estos conflictos latentes, los países del sudeste asiático son expertos en evitar enfrentamientos más graves mediante el «bracketing», una estrategia para poner disputas en paréntesis y preservar las relaciones bilaterales. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) es un claro ejemplo de esta práctica pues, aunque esta organización no resuelve los enfrentamientos directamente, ha logrado relativizar la importancia de estos y así fortalecer la cohesión regional.

¿Elegirá China intensificar sus disputas territoriales, o preferirá minimizar su impacto para preservar la estabilidad regional? Esta elección no solo será crucial para determinar sus intenciones geopolíticas, sino también para esbozar el orden global del siglo XXI.

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