Desde 2014 China está construyendo islas artificiales en el Mar Meridional del Océano Pacífico para reclamar las aguas territoriales que las rodean y expandir su influencia logística y, sobre todo, militar. En este artículo, la alumna del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Gabriela Andreea Gherghel, explica el modus operandi de Pekín y los encuentros y desencuentros que esta política tiene respecto a otros países de la región.
China aspira a convertirse en la gran y única superpotencia mundial. De esta forma, busca desbancar del puesto hegemónico a Estados Unidos, que ocupa desde finales de la Segunda Guerra Mundial. El gigante asiático pretende provocar un cambio en el orden internacional en el que China se posicione como la nación más poderosa e influyente del mundo. Aun así, para convertirse en una potencia a escala mundial primero tiene que convertirse en la principal potencia regional. Es por ello que, desde 2014, China está construyendo islas artificiales en el Mar Meridional para reclamar las aguas territoriales que las rodean.
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El modus operandis de la construcción de las islas artificiales de China en el Pacífico
Se estima que en 2014 China comenzó a construir al menos siete islas artificiales en el Mar de China Meridional. La construcción la realizaba encima de rocas o arrecifes de coral cercanos a la superficie del agua cuando aumenta la marea. En estas islas artificiales, China está edificando bases militares para fortalecer su poder militar en la región.
Algunos de los puntos más estratégicos son islas Spratly, en las que Pekín ha construido varios aeródromos, infraestructuras para radares y misiles, o las islas de Paracels, donde también ha construido una importante edificación militar que alberga aeronaves militares y aviones. Recientemente, se ha advertido de la construcción de una nueva pista de aterrizaje para aviones con 2.000 pies de largo en la Isla Tritón, ubicada en las aguas territoriales disputadas por Vietnam y Taiwán.
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Lo destacable de estas islas es que no aparecen en ningún mapa del mundo y tampoco se puede acceder a ellas a través del transporte marítimo convencional, sino que solo las flotas chinas tienen derecho a adentrarse y circular en ellas.
El modus operandi se basa en la utilización de embarcaciones de dragado. Estos barcos son capaces de destrozar el lecho marino mediante la aspiración de la arena y las rocas, transportándolas a través de una tubería. Esta técnica es utilizada por Pekín para despejar el fondo marino y colocar cemento sobre rocas o arrecifes de coral. Una vez que ya son lo suficientemente grandes y estables se pasa a construir la infraestructura sobre ellas. Estos barcos pueden excavar 6.000 metros cúbicos por hora y trasladar la arena obtenida del fondo del mar hasta 15 kilómetros para crear dichas islas.
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Las principales disputas por las aguas territoriales del Pacífico
El fin último de la estrategia expansionista militar de China es el control y la reclamación de las aguas territoriales que rodean las islas artificiales. Todas están creadas a propósito en puntos estratégicos del Mar Meridional. Asimismo, China defiende que, según el Derecho Internacional, tiene derecho a reclamar dichas aguas territoriales. Antes de la construcción de las islas artificiales no se consideraba como aguas de ningún Estado sino como internacionales.
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Por otro lado, China argumenta la soberanía de las aguas territoriales enmarcándolas en la conocida como «Línea de los Nueve Puntos». Esta es una estrategia de defensa naval china que define que el país necesita controlar estos puntos para garantizar su seguridad nacional, así como sus intereses económicos. Según China, esta línea de puntos en forma de U imaginaria consta en el mapa de la dinastía Qing del Imperio chino. Por lo tanto, por «razones históricas», China señala tiene derecho a actuar en esta área de influencia. Estos territorios reclamados en el Mar Meridional de China son las islas Paracel, las islas Macclesfield Bank, las islas Pratas, las islas Spratly, el estrecho de Taiwán y el de Luzón.
No obstante, otros países vecinos mantienen disputas con China por estos territorios como es el caso de las islas Paracel, reclamadas por Vietnam y Taiwán. Por otro lado, las islas Spratly son la manzana de la discordia entre Filipinas, China, Brunéi, Malasia y Vietnam.
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China presentó la teoría de la «Línea de los Nueve Puntos» a Naciones Unidas. Sin embargo, en 2016, la resolución del tribunal internacional dictaminó que China no contaba con soberanía para reclamar la propiedad del mar y que, por lo tanto, había incumplido el derecho internacional marítimo con sus proyectos expansionistas.
La importancia geoestratégica del control sobre el Pacífico
El Océano Pacífico es el conjunto de agua más extenso del planeta, con más de 60 millones de millas cuadradas. Debido a esta inmensidad marítima, ningún país ha sido capaz de hacerse con su control completo. Ni siquiera Japón durante su época colonial en la que se hizo con al menos el 12% del Pacífico. Sin embargo, China ha luchado durante más de una década por conseguir lo que nadie hasta el momento ha logrado: controlar el Pacífico. Pero, ¿qué busca China en estas aguas? El Pacífico es una región sumamente rica en recursos naturales como el petróleo, el gas y los minerales. Las tres son materias primas esenciales para el continuo crecimiento económico y tecnológico chino.
Además, la región de Asia-Pacífico alberga una de las rutas comerciales más relevantes del mundo. Conecta los puertos más importantes, como los que unen la Ruta de la Seda o los que atraviesan el Estrecho de Malaca. Este último es un chokepoint de vital importancia para el comercio marítimo de la zona, alberga alrededor del 25% del comercio mundial.
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Entre las rutas comerciales destacan la ruta Asia-Norteamérica, a través la cual se comercializan principalmente aparatos electrónicos, ropa, juguetes y automóviles. Por otro lado, también es de igual importancia la ruta del Pacífico Asia-Europa, una de las más largas del mundo y en la que China ha desplegado estrategias como las del Collar de Perlas o la Nueva Ruta de la Seda. Por ella circulan principalmente maquinaria, productos químicos, textiles, así como también alimentos.
De igual modo, China y la India son los mayores exportadores en el mercado internacional, del cual más del 50% se desarrolla vía marítima. Por lo tanto, el control de esta área tiene grandes intereses geopolíticos, sobre todo para China. Si China consigue hacerse con el control del Mar de China Meridional a través de sus islas artificiales, tendrá el mayor monopolio de la ruta marítima más importante del mundo. Además, también podría utilizar su poder para coaccionar a Japón, país con quien se disputa las islas Senkaku/Daiowu.
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Por otro lado, Vietnam y Filipinas se muestran muy preocupados por las ambiciones de China. Tanto es así que han comenzado a blindarse con barcos guardacostas y monitorizan la actividad en las aguas para evitar un posible ataque de China. La preocupación les ha llevado a pedir ayuda a grandes potencias de la zona, así como a enemigos de China como son Estados Unidos y Japón.
Sin embargo, si finalmente China pone en marcha su material armamentístico, Taiwán será el país más afectado. Si las tensiones entre Estados Unidos y China por Taiwán escalan, China perfectamente podría bloquear el estrecho de Malaca e incluso atacar a la isla.
Además, como señala el medio estadounidense, Foreign Policy, China habría podido utilizar las operaciones de dragado del fondo marino con el fin de imponer elevados costes a Taiwán. Así este no se vería obligado a desviar sus recursos y atención a la Guardia Costera y no al Ejército. Lo que también podría llegar a plantear la hipótesis de que las islas artificiales de China son una estrategia para hacerse con el control de la isla de Taiwán, territorio que China reclama como propio, al igual que sucedía con Rusia por el Donbás en Ucrania.