Desde la caída de la Unión Soviética en el año 1991 se han suscitado una gran variedad de conflictos en el espacio geográfico que ocupó el ya extinto país. A simple vista, podría parecer que estos conflictos no guardan mayor semejanza entre ellos; sin embargo, tras un análisis geopolítico y haciendo énfasis en las causas históricas, quedarían expuestas raíces más profundas para estos conflictos en la era postsoviética, que las llevarían a tener más en común de lo que se podría pensar.
Este artículo plantea explorar una visión diferente donde estos conflictos no son hechos aislados, sino que forman parte de un proceso que el historiador ruso Alexander Dementyev ha denominado como «La guerra civil postsoviética».
Las raíces que unen a los conflictos de la órbita ex soviética pueden englobarse en tres causas fundamentales que se abordarán a lo largo del artículo.
1. La formación de «países artificiales» en la era postsoviética
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas nace el año 1922 con la firma de las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia: uniendo los respectivos territorios de estas entidades Estatales. A partir de ahí, la Unión Soviética empezó a integrar nuevos miembros a su unidad, aunque muchas veces estos nuevos miembros no eran nuevos territorios, sino que eran nuevas repúblicas surgidas de repúblicas preexistentes: hay ejemplos muy claros de esto.
La República Socialista Soviética de Transcaucasia se disolvió en las Repúblicas Socialistas de Armenia, Azerbaiyán y Georgia en 1936; y el caso de las Repúblicas Socialistas del conjunto de países que hoy denominamos como «Istanes» (Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán), que surgieron progresivamente en la década de 1920 y 1930 del territorio que le pertenecía a la República Socialista de Rusia.
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Analizando estos casos nos damos cuenta de que tanto la división de la República Socialista Soviética de Transcaucasia como la de Rusia responde a una división étnica y cultural de los pueblos armenios, georgianos, azerbaiyanos -en el caso de Transcaucasia- y kazajos, kirguises, tayikos y uzbekos -en el caso ruso- Sin embargo, hay un punto muy importante que es el modo de vida y el concepto que cada etnia-pueblo tiene de nación.
La Unión Soviética tomó estas decisiones administrativas contemplando el modelo europeo sobre nación, donde cada etnia-pueblo está sujeta a una tierra natal. Este concepto no fue el más adecuado para separar los Istanes, ya que estos eran pueblos nómadas cuya cultura configuraba un modo de vida de constante tránsito y movimiento, por lo que ellos no estaban atados a una tierra. Esta segmentación del territorio traería a largo plazo conflictos culturales muy difíciles de resolver y el caso más claro es el valle de Ferganá, una región geográfica que se encuentra divida administrativamente entre los países de Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán.
Según diversos analistas esta región es considerada la más conflictiva de Asia central, llegando a denominarla como «el polvorín de Asia central» y no están tan lejos de la verdad, ya que en las provincias que se encuentran en el valle del Ferganá se han dado acontecimientos realmente terribles como las masacres de Osh en 1990 y 2010 y el deterioro de las relaciones diplomáticas entre los países que administran el valle.
Estas disputas territoriales empezaron a ocurrir en el año de 1990 donde ya el colapso de la Unión Soviética era previsible y cuando finalmente ocurrió y las Repúblicas ya no formaban parte de una misma unión y un mismo país es que empezaron los conflictos territoriales y étnicos.
2. Las nuevas fronteras en la era postsoviética
La creación de nuevos países también implica la creación de nuevas fronteras que tras la caída de la URSS desataron conflictos territoriales. Ya mencionamos el caso del valle de Ferganá, donde la disputa es latente y la escalada de violencia es siempre una posibilidad entre los Estados Administradores. En este caso fue la creación de los Estados usando un concepto de nación que les resultaba extraño a los nómadas que habitaban la región de Asia central lo que provocó las disputas en el territorio del Ferganá.
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Pero no se necesita el surgimiento de un nuevo Estado para que haya nuevas líneas fronterizas entre las Repúblicas Socialistas Soviéticas. El caso más claro es el de Ucrania que llegó a expandir su territorio con la Segunda Guerra Mundial, e incluso después de ella. Muchos de los territorios polacos que se repartieron Hitler y Stalin quedaron bajo administración de la República Socialista Soviética de Ucrania, además de parte del territorio checoslovaco y rumano adquirido por la URSS en la guerra. En el año 1954 la República Socialista Soviética de Rusia deja bajo control administrativo la península de Crimea, un territorio que tenía una fuerte presencia rusa desde que fue conquistado por el Imperio Ruso en 1784.
Estas nuevas fronteras entre Rusia y Ucrania no crearon mayor conflicto debido a que pertenecían a la misma unión y al mismo país a pesar de pertenecer a una república diferente. Sin embargo, cuando cayó la Unión Soviética se dio pie a que haya conflictos geopolíticos por los territorios pertenecientes a Ucrania, como ha venido sucediendo desde el 2014 con la anexión rusa de Crimea, las rebeliones en el sudeste de Ucrania y actualmente con la operación militar especial rusa en territorio ucraniano.
3. Nuevos extranjeros y nuevos nacionalismos
Al crear nuevos países se crea también nuevos ciudadanos y nuevos extranjeros. En sí mismo esta cuestión podría no ser un problema, pero en el caso concreto de la disolución de la Unión Soviética resultó en una problemática, que, dada la circunstancia, escaló a ser una problemática internacional.
Mientras la Unión Soviética mantuvo unidas a sus Repúblicas hubo mucha migración nacional entre los ciudadanos soviéticos. No era raro que personas nacidas en Ucrania trabajen en Kazajistán, o que personas nacidas en Georgia terminen trabajando en Estonia. Esto causaba que haya una gran diversidad poblacional en las Repúblicas.
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Tras la caída la diversidad poblacional en los nuevos países independientes significó un problema, debido a que muchas personas que eran ciudadanos soviéticos pasaron a ser extranjeros en un país en el que ya se habían asentado de manera permanente, o que no pensaban mudarse en un futuro cercano. Esta situación se agravó con el surgimiento de un discurso nacionalista en los nuevos países independientes; nacionalismo que curiosamente estaba encabezado por líderes que habían pertenecido a la cúpula política local de la Unión Soviética. Algunos de estos eran Leonid Kravchuk (Presidente de Ucrania 1991-1994), Nursultán Nazarbáyev (Presidente de Kazajistán 1991-2019), y Anatolijs Gorbunovs (Presidente de Letonia 1991-1993).
Este nacionalismo promovió una visión histórica hostil y opresiva hacia la era soviética que vivieron en conjunto esos países, donde el mayor «Opresor» fue la República Socialista Soviética de Rusia y su sucesora directa la Federación Rusa.
Este discurso nacionalista llevó a episodios de violencia, asociado a limpieza étnica, como La Guerra del Alto Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán, la crisis de los «no ciudadanos» en los países bálticos de Estonia y Letonia y en Ucrania que fue una de las causas que detonó la rebelión en los territorios del sudeste y que ha escalado a la situación que podemos ver en el presente.
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Vemos que el «divorcio amistoso» que atravesó la Unión Soviética dejó muchos cabos sueltos y situaciones inestables que crearían los conflictos que experimentamos ahora. La creación de nuevos Estados nación bajo sistemas ideológicos que no encajaban en la situación sociocultural de los territorios divididos sentó las bases para un conflicto étnico y territorial que estallaría en la medida que estos Estados nuevos y «artificiales» ya no formen parte del mismo país, la Unión Soviética.
Además, es importante destacar que los cambios fronterizos entre 1922 y 1991 se mantuvieron, lo que ha dado lugar a reclamaciones territoriales en el presente, como es el caso de Ucrania. Asimismo, el surgimiento de nuevos nacionalismos ha contribuido a las tensas relaciones actuales entre Rusia y varias ex repúblicas soviéticas, como los países bálticos. Estos países ahora adoptan un discurso que retrata su experiencia durante la era soviética como la de oprimidos, mientras que Rusia es vista como el opresor.
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Es evidente que en el espacio postsoviético seguiremos viendo crisis humanitarias y conflictos entre países que alguna vez formaron parte de la Unión Soviética y muy probablemente veamos más intervenciones rusas en países de Asia central y Transcaucasia. De manera concreta se podrían mencionar dos eventos que podrían ocurrir en el espacio postsoviético en un mediano o corto plazo.
El primer evento es un acercamiento entre Rusia y Kazajistán, esto promovido por la muestra del poder militar ruso en Ucrania, que parece acercarse a una victoria. Anterior a la guerra se registraron revueltas y protestas contra el gobierno kazajo que fueron duramente reprimidas, y desde el inicio de la Operación Militar Especial en Ucrania no ha habido noticias de nuevas protestas en Kazajistán. Se podría decir que el futuro de las relaciones internacionales en Rusia y Kazajistán depende mucho del resultado que obtenga Rusia en Ucrania.
El segundo evento que veremos será un recrudecimiento en las relaciones de Rusia con los países bálticos con progresivas escalas de tensión que podrían o no desembocar en una guerra. Un factor determinante para el estallido o no de una guerra será el liderazgo de Estados Unidos en la OTAN. Hasta el día de hoy Estados Unidos ha demostrado un liderazgo unificador en dicha organización, sin embargo, este liderazgo ha sido fuertemente criticado por el candidato a la presidencia Donald Trump.
Una OTAN decapitada sería más vulnerable a recibir ataques rusos y muy probablemente muchos países se nieguen a cumplir el acuerdo de mutua defensa. Lo que sí es seguro, es que la guerra civil postsoviética seguirá dando de que hablar por varios años más en todos sus frentes.
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