En LISA News analizamos algunos patrones de comportamiento de las personas que desaparecen con aportaciones del criminólogo y Profesor del Curso de Investigación de Personas Desaparecidas de LISA Institute, Eduardo Navasquillo.
La problemática de la desaparición de personas es un tema complejo y profundo, más aún cuando se intenta delimitar un perfil de la persona desaparecida. No existe una guía para construir un retrato de la persona ausente, ya que no existe una mayor predisposición dentro de esta problemática basada en la edad, el sexo o el nivel socioeconómico.
Además, desde un punto de vista psicológico, es aún más complejo definir un perfil sin poder analizar ni observar a la persona. Normalmente, la familia es la fuente más cercana para poder conocer a la persona desaparecida; no obstante, es imposible obtener una información no sesgada por parte del entorno familiar.
“La mayoría de las personas recuerdan a sus familiares desde sus mejores momentos, exaltando las cualidades”, explica el criminólogo y Profesor del Curso de Investigación de Personas Desaparecidas de LISA Institute, Eduardo Navasquillo.
A pesar de la complejidad del proceso, es posible establecer un perfil y unos patrones de comportamiento de la persona desaparecida que ayuden a entender las causas de la desaparición. De hecho, establecer un perfil personal es una de las claves de las investigaciones de desaparición.
“La importancia de los rasgos de la persona desaparecida radica en que, mediante la información aportada, se podría construir un modelo de prevención. Además, en algunos casos las desapariciones están vinculadas a una situación particular con la pareja y/o cónyuge, con un familiar/amigo cercano, etc., mientras en otros casos simplemente no hay indicios, pistas o información que permita esclarecer la razón de la desaparición”, explica Navasquillo a LISA News.
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El perfil de víctima de las desapariciones forzosas
Establecer un perfil psicológico es también especialmente complejo en las desapariciones forzosas; es decir, aquellas desapariciones que suceden en contra de la voluntad de la víctima. Pueden ser secuestros, casos de violencia de género, trata de blancas/explotación sexual. extorsiones, homicidios o secuestros parentales.
“El perfil a nivel de rasgo de la víctima puede ser muy heterogéneo, debiendo considerar, en primer lugar, la situación psicosocial/contextual en la que el sujeto se desenvolvía”, cuenta Eduardo Navasquillo. Según el experto, estudiar el entorno y comportamiento de la víctima ayuda a los investigadores a entender la posible causa de la desaparición y la forma en la que la víctima pudo actuar ante ella.
Países como Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y México disponen de protocolos y estudios sobre factores psicosociales y perfiles de este tipo de desapariciones en sus respectivos países.
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En los casos de secuestro, las víctimas sufren un cúmulo de sentimientos y sensaciones negativas. Entre las primeras sensaciones de la víctima se suelen encontrar sentimientos de embotamiento e incredulidad, incertidumbre y extrañeza. A medida que pasa el tiempo y se supera el estado de «shock» aparecen sentimientos de rabia, ira, dolor, indignación, impotencia.
Una vez que la víctima es puesta en libertad, sufre un proceso complicado, muchas veces depresivo, y que desemboca en problemas de adaptación a su vida anterior. Los expertos han detectado algunos factores de vulnerabilidad para superar este tipo de procesos como puntuaciones bajas en búsqueda de sensaciones: mala adaptación a los cambios y locus de control (percepción de la causa del problema) externo; bajo umbral a la excitación psicofisiológica ante estímulos percibidos como amenazantes, y falta de factores de protección social.
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Por otro lado, otros perfiles con gran resistencia al estrés; apoyo y protección familiar; apoyo social próximo: amigos, grupos de referencia; apoyo social general: opinión pública, medios de comunicación, redes sociales; apoyo social institucional: superiores, gobierno, etc. suelen evolucionar mejor que otro tipo de persona sin estos rasgos.
Desapariciones involuntarias
Este tipo de desapariciones no se produce de forma forzosa, pero tampoco de forma consciente ni por voluntad de la víctima. Normalmente se deben a un trastorno mental, deterioro cognitivo, identificación autolítica y parasuicida o dificultades conductuales y/o emocionales previas a la desaparición.
Los trastornos mentales más habituales dentro de este tipo de desapariciones son:
- Trastorno de personalidad paranoide, que genera desconfianza y sospechas hacia los demás.
- Trastorno de personalidad esquizotípico, caracterizado por deficiencias sociales, interpersonales y distorsiones cognitivas.
- Trastorno de personalidad antisocial, que no permite distinguir entre el bien y el mal e identificar los sentimientos de los demás.
- Trastorno de personalidad límite, que genera acciones impulsivas.
- Trastorno histriónico de la personalidad, caracterizado por una excesiva emotividad y necesidad de buscar la atención del resto.
Todos estos trastornos generan sentimientos y pensamientos que pueden llevar a quienes los sufren a considerar desaparecer como una solución a la situación que viven.
En los últimos años, el número de personas desaparecidas que padecían demencia ha aumentado significativamente. Normalmente estas personas sufren desorientación e incapacidad para regresar a su domicilio.
Desapariciones voluntarias
Existe un tercer tipo de desaparición en la que no intervienen factores criminológicos o psiquiátricos, la persona desaparece por voluntad propia. Crear un perfil psicológico en este tipo de casos es clave para ponerse en el lugar de la persona desaparecida e intentar recrear los motivos de su ausencia. “A la hora de considerar la desaparición voluntaria, debemos valorar si la persona quiere o no ser encontrada”, destaca el Profesor del Curso de Investigación de Personas Desaparecidas de LISA Institute.
Además, los expertos señalan cinco tipos de desapariciones voluntarias más frecuentes: jóvenes que desaparecen buscando nuevas sensaciones, jóvenes que desaparecen al percibir problemas en su entorno, adultos que desaparecen por problemas conyugales/familiares y carecen de habilidades de afrontamiento, adultos que desaparecen por un desajuste psicosocial, no creen estar en el lugar que debieran, y adultos que desaparecen por problemas económicos.