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Entre dos mundos: Canadá y la transformación de sus alianzas internacionales

Análisis

Roberto Pozas Lázaro
Roberto Pozas Lázaro
Alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute. Jurista y politólogo con especialización en el ámbito internacional. Tiene experiencia en la interpretación de leyes y el análisis de sistemas políticos globales. Su formación interdisciplinaria le permite abordar retos complejos en contextos multinacionales. Está comprometido con la excelencia y la ética profesional y busco contribuir de manera significativa en entornos diversos.

En un contexto marcado por las crecientes tensiones con Estados Unidos, Canadá se enfrenta al desafío de redefinir su papel en el escenario internacional. En este artículo, el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Roberto Pozas, analiza la nueva estrategia canadiense, centrada en el replanteamiento de sus relaciones bilaterales y en la búsqueda activa de nuevas alianzas. A través de este enfoque, se pretende responder a una cuestión clave: ¿cómo está adaptando Canadá su política exterior para diversificar sus vínculos y aprovechar nuevas oportunidades en un orden global cambiante?

Las relaciones entre Canadá y Estados Unidos, han sido el eje central de las políticas de Estado  canadienses. Entre los factores que explican mejor esta dinámica se encuentran la extensa frontera compartida. También influyen la profunda interdependencia económica y la afinidad cultural y política, derivada de su pertenencia a un mismo bloque geopolítico.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha marcado un significativo cambio en las relaciones bilaterales con Canadá. Entre las medidas más controvertidas se encuentra la reanudación de la guerra comercial, iniciada en su primera legislatura. Y, sobre todo, la propuesta altamente polémica de una posible anexión de Canadá como el quincuagésimo primer estado de la Unión. Un tema que no ha pasado desapercibido y que ha ocasionado desavenencias por parte del Gobierno de Ottawa.

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Los cambios en las dinámicas globales, impulsados por la nueva administración norteamericana, han obligado a Canadá a replantearse sus objetivos estratégicos. También lo han llevado a reconsiderar sus relaciones tradicionales con sus aliados. En este contexto, la Unión Europea, el Reino Unido y los países de Asia-Pacífico surgen como alternativas clave para garantizar la estabilidad diplomática e internacional que Ottawa necesita.

Un nuevo contexto geopolítico para Canadá

El cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos ha transformado radicalmente las  tradicionales relaciones con Canadá. Entre las medidas destacables se encuentra la imposición de aranceles de entre un 10% y un 25% a todos los productos canadienses. También destaca la declaración de su deseo de integrar a Canadá como el 51.º Estado de la Unión. Además, el cambio en la postura estadounidense en la defensa europea ha llevado a Canadá a reevaluar tanto sus objetivos estratégicos como su histórica alianza con Washington.

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Aunque la política expansionista estadounidense aún no se ha materializado, su impacto en la sociedad y las administraciones canadienses ha sido significativo. Ha generado un auge nacionalista sin precedentes, evidente en la extraordinaria coordinación entre las provincias para rechazar productos de EE. UU. Incluso el movimiento independentista francófono de Quebec ha  quedado relegado frente a este renovado sentimiento de unidad nacional.  

Esta reorientación de la política exterior estadounidense sugiere el retorno a la Doctrina Monroe. Esta estrategia se caracteriza por un marcado aislacionismo respecto a Europa, combinado con un enfoque expansionista en las Américas. Esto evidencia los intereses de Estados Unidos sobre los recursos canadienses.

La percepción en Canadá refleja una creciente desconfianza hacia EE. UU. como aliado fiable en el panorama internacional. Esta desconfianza se ha intensificado debido a la agresividad de Washington en sus políticas comerciales. Especialmente, por la percepción de que Donald Trump busca establecer un reparto global de influencias con Rusia y China. Ante este escenario, Canadá ha  optado por reforzar su soberanía y desarrollar mayores capacidades para responder eficazmente a  situaciones adversas.

Canadá y la Unión Europea: un horizonte de oportunidades  

Como se ha señalado, Canadá se encuentra en la necesidad de reevaluar sus alianzas tradicionales debido a las decisiones de la nueva administración estadounidense. En este contexto, la Unión  Europea surge como un socio más confiable y estable que EE.UU.  

Esta percepción se ve respaldada por el Acuerdo Económico y Comercial Global, el CETA, que  ha generado un impacto positivo en ambas economías. Los sectores más destacables incluyen el intercambio tecnológico, el desarrollo conjunto en energías renovables y el comercio de bienes de consumo en mercados con altos niveles de demanda. Si bien el volumen comercial con la Unión Europea no alcanza el de su principal socio, Estados Unidos, el CETA representa una vía estable para redirigir el comercio y las inversiones. Esto ayuda a mitigar, en parte, los efectos adversos de la segunda guerra arancelaria.

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La impresivilidad de las políticas estadounidenses, sumada a la retórica expansionista, ha llevado  a Canadá a fortalecer otras alianzas estratégicas. La Unión Europea, aunque no todos los Estados miembros son parte de la OTAN, comparte valores fundamentales y enfrenta desafíos comunes. Esto fomenta relaciones mutuamente beneficiosas. Asimismo, la cooperación en defensa, respaldada por una larga historia de integración militar, es ahora más necesaria que nunca para ambas partes. Resulta clave para garantizar su soberanía.

Por otra parte, la posición geográfica de Canadá le permite actuar como un puente entre dos esferas geopolíticas cada vez más distantes. Desempeña un papel clave como vínculo y garante de un sistema multilateral en crisis.

Sin embargo, las relaciones entre Canadá y la UE no están exentas de desafíos. Las diferencias en regulación, estándares comerciales y fitosanitarios representan obstáculos significativos en el ámbito económico. Además, la competencia estratégica en la región Asia-Pacífico sigue siendo un  punto de fricción clave.  

Canadá en Asia-Pacífico: mirando hacia el Este.  

La región Asia-Pacífico adquiere una importancia estratégica en el panorama actual. En este  contexto, destaca la participación de Canadá en el Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, CPTPP. Este tratado, que involucra a 11 Estados de la región, representa una gran  oportunidad para la diversificación de las relaciones comerciales.  

El CPTPP, no solo reduce las barreras arancelarias, sino que consolida estándares comerciales de alto nivel y fomenta la inversión. Esto posiciona a Canadá como un actor clave en la región y reafirma su compromiso con el libre comercio, incluso frente al ascenso del proteccionismo global. Además, este acuerdo ofrece acceso privilegiado a economías consolidadas como Australia y Japón. Son destinos estratégicos para diversificar los mercados y reducir la dependencia económica de Estados Unidos.

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China, como segundo socio comercial canadiense, también desempeña un papel esencial en la estrategia de diversificación comercial del país. No obstante, las relaciones bilaterales han enfrentado tensiones significativas, como los conflictos derivados del caso Huawei y la detención de empresarios canadienses en territorio chino. Estas crisis diplomáticas han planteado retos que Canadá debe gestionar con una política equilibrada. Esta debe contemplar las oportunidades económicas, los intereses geopolíticos y sus principios políticos.

A pesar de la importancia de Pekín como socio comercial canadiense, el ascenso del gigante asiático ha impulsado a Canadá a fortalecer alianzas estratégicas con democracias de la región, como Corea del Sur, Japón y Australia. Esta política busca no solo consolidar la cooperación económica y militar. También pretende posicionar a Canadá como un aliado confiable en la región, contrarrestando la creciente influencia china en Asia-Pacífico.

Desafíos y consideraciones en la transformación de las alianzas canadienses

El principal desafío que enfrenta la nueva política canadiense de diversificación estratégica, radica en el riesgo de una dependencia fragmentada. Aunque esta estrategia logra el objetivo de reducir la dependencia de un solo socio, como Estados Unidos, también puede generar incoherencias en la política exterior canadiense. Establecer y mantener relaciones sólidas con actores tan diversos como Japón, la Unión Europea, China, Australia y Corea del Sur, exige una gestión diplomática meticulosa para equilibrar los múltiples objetivos estratégicos, que inevitablemente pueden entrar en conflicto.  

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Esta reconfiguración de las alianzas canadienses tiene un impacto significativo en el equilibrio de  poder dentro del sistema internacional. La mayor participación de Canadá tanto en su alianza transatlántica como en Asia-Pacífico lo posiciona como un actor con el potencial de rivalizar la influencia estadounidense, ofreciendo una alternativa más estable y confiable para sus socios.  

Además, esta estrategia podría desencadenar un efecto dominó, inspirando a otros Estados a buscar una mayor autonomía tanto en defensa como en economía respecto al antiguo hegemón, Estados Unidos. Este enfoque, aunque ambicioso, plantea grandes retos en términos de coordinación y coherencia en un entorno internacional cada vez más competitivo y fragmentado.  

En el contexto internacional multipolar, caracterizado por cambios significativos en las estrategias de numerosos actores globales, Canadá se enfrenta a la necesidad de reorientar sus alianzas objetivos estratégicos. Esta situación ha sido provocada por las decisiones de la nueva administración estadounidense, que parece interesada en dividir el mundo en esferas de influencia, poniendo fin al sistema internacional basado en normas y en el multilateralismo.  

La diversificación de socios comerciales y estratégicos representa una oportunidad crucial que el  Gobierno de Ottawa no puede desaprovechar. Este enfoque permitiría a Canadá consolidarse como un actor relevante en el escenario global, cimentando su influencia en su papel como garante de estabilidad y moderación.  

Los retos para la nueva administración canadiense, tras la dimisión de Justin Trudeau, son  considerables. Entre ellos destacan la decadencia de la hegemonía estadounidense, las presiones internas derivadas del cambio de orientación política y las complejidades internacionales de mantener relaciones con actores tan dispares como la Unión Europea, Japón, Australia, Corea del Sur, el Reino Unido, Vietnam y China, entre otros.  

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