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Los Estados del Golfo y su papel en el nuevo gobierno de transición en Siria

Análisis

Andrés Fuentealba
Andrés Fuentealba
Periodista y Máster en Análisis Internacional y Geopolítico de LISA Institute. Investigo para comprender y difundir conocimientos sobre el mundo arabo-islámico, con particular hincapié en entender el fenómeno del yihadismo y sus implicaciones sociales, económicas y políticas a nivel global.

La transición en Siria abre una ventana de oportunidad para que las potencias del Golfo consoliden su influencia regional. En este artículo, el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Andrés Fuentealba, analiza cómo Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar exploran nuevas formas de participación en un escenario en transformación, donde cada movimiento puede redefinir el equilibrio geopolítico de Oriente Medio.

Desde la masacre de alauitas en la costa de Latakia, se han encendido todas las alarmas en Siria, ante el posible surgimiento de una segunda guerra civil y la creciente desestabilización en el país. Los enfrentamientos sectarios y la proliferación de grupos opositores al nuevo gobierno han reavivado el fantasma de un conflicto a gran escala.

Frente a esta compleja coyuntura, diversos actores regionales emergen con capacidad para ejercer una influencia determinante en la promoción de la unidad nacional y la estabilidad regional. Destacan particularmente los países del Golfo. Gracias a su considerable influencia diplomática y su robusta capacidad financiera, se encuentran en una posición privilegiada para desempeñar un papel decisivo en la pacificación del escenario sirio.

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El desafío es enorme, considerando que existe el riesgo de que las animosidades del pasado resurjan. Esto puede ocurrir si estas monarquías perciben el vacío de poder en Siria como una oportunidad para ampliar su esfera de influencia. En lugar de verlo como una coyuntura favorable para promover la estabilidad regional.

Las monarquías del Golfo y su relación con Siria 

El conflicto Sirio ha sido un campo de pruebas para las estrategias de influencia regional de las monarquías del Golfo. Desde 2011, las potencias del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) (principalmente Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar) han experimentado tres factores fundamentales que limitaron su capacidad de acción. El primero fue el sólido respaldo ruso-iraní a Asad. El segundo, las divisiones internas entre los miembros del CCG. Y el tercero, el protagonismo adquirido por Turquía, que relegó la influencia de las monarquías a un rol secundario.

El primer revés estratégico para el bloque del Golfo se manifestó con la imposibilidad de derrocar rápidamente a Assad. Esta circunstancia resultó especialmente significativa considerando el sustancial respaldo financiero y político que estos países habían canalizado hacia diversos grupos de oposición.

El segundo obstáculo surgió cuando Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, junto con Jordania y Egipto, establecieron condiciones para la normalización de relaciones con el régimen de Damasco.

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Estas exigencias incluían un marco de solución política sustentado en la implementación de la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad. Esta resolución contemplaba la reducción sustancial de la influencia iraní y medidas efectivas contra el contrabando de captagon hacia territorios de la península arábiga.

Sin embargo, estas condiciones nunca se materializaron. La razón fue la posición inflexible de Asad, quien se negó categóricamente a ceder cuotas de poder mediante acuerdos políticos. Aprovechó, además, su posición consolidada para desarrollar una estructura de narcotráfico que se convirtió en una fuente vital de ingresos para su régimen.

El tercer factor determinante ha sido el protagonismo adquirido por Turquía. Su proyección como actor predominante en la configuración del escenario sirio marginó sistemáticamente las iniciativas árabes. Esta situación demuestra la complejidad de las dinámicas regionales y la multiplicidad de intereses en juego.

Cambio de paradigma en Siria

Un cambio de paradigma se observó en la política de las monarquías del Golfo hacia Siria desde los cambios de liderazgo y la transformación de las prioridades regionales de dichos estados. La nueva generación de líderes ha priorizado el desarrollo económico y la proyección global.

Tal es el caso de Arabia Saudita. Tras el ascenso en 2017 de Mohammed bin Salmán (MBS), la política saudí se orientó hacia la transformación económica, lo que resultó en una mínima intervención en Siria.

Por su parte, Emiratos Árabes Unidos percibió un vacío estratégico y buscó ampliar su influencia en Damasco. En 2020 y 2021, Emiratos Árabes Unidos fue pionero en normalizar relaciones con el régimen, considerando a Asad como vencedor de facto del conflicto. Posteriormente, MBS siguió esta línea para estabilizar relaciones con Irán y abordar el tráfico de drogas.

El caso de Qatar es distinto. Doha mantuvo una posición de rechazo consistente a la normalización de relaciones con el régimen de Damasco. Este posicionamiento se comprende por la presencia turca en el norte de Siria desde 2015 y los estrechos vínculos Doha-Ankara consolidados tras el bloqueo a Qatar en 2017.

A pesar de los distintos enfoques y alianzas de las monarquías hacia Siria, los tres países no lograron sus objetivos: el flujo de drogas continuó, la conducta de Assad permaneció inalterada y la solución política nunca se materializó. 

Contexto actual en Siria

El actual periodo de transición en el Gobierno Sirio, representa una coyuntura decisiva para los estados del Golfo. La oportunidad de establecer un liderazgo compartido con Turquía y otros influyentes actores internacionales, emerge como una prioridad para la estabilización regional. Al mismo tiempo, la importancia del contexto actual radica en el riesgo que enfrentan estas monarquías. Podrían ser relegadas nuevamente a un plano secundario de influencia en el escenario sirio.

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Desde la caída del régimen de Al-Assad, las monarquías del Golfo han revaluado sus intereses y oportunidades emergentes en Siria. A continuación se detallará cada caso, analizando sus aproximaciones diplomáticas y cálculos geopolíticos particulares.

Qatar: Consolidación estratégica en la Siria post-Assad

El apoyo sistemático de Doha a la oposición siria y su firme negativa a normalizar relaciones con el régimen de Assad han proporcionado a Qatar un capital diplomático diferencial. En estrecha coordinación con Turquía, esto le ha permitido establecer canales de comunicación efectivos con la nueva administración de Siria.

La rapidez con la que Qatar restableció su presencia diplomática en Damasco, tras la precipitada caída del régimen de Assad, representa un movimiento estratégico calculado. Esta maniobra diplomática, consolidada con la visita del emir Tamim bin Hamad Al Thani, el pasado 30 de enero, evidencia una estrategia de estrecho vínculo, considerando que esta fue la primera visita de un jefe de Estado recibido por la nueva administración de Siria.

Reunión entre el emir Tamim bin Hamad Al Thani, con el nuevo presidente de Siria, Ahmed al- Sahara.

Reunión entre el emir Tamim bin Hamad Al Thani, con el nuevo presidente de Siria, Ahmed al-Sahara. Fuente: Agenzianova

Proyección económica como instrumento de influencia en Siria

En el tablero económico, Qatar ha desplegado una agenda orientada a consolidar su influencia mediante compromisos tangibles de reconstrucción. Los anuncios realizados por Doha contemplan inversiones estratégicas en sectores neurálgicos de la infraestructura siria, devastada por más de una década de conflicto.

Las declaraciones del Ministro de Asuntos Exteriores sirio, Asaad Hassan al-Shibani, durante el reciente Foro Económico Mundial en Davos, confirman la apertura económica de Damasco a inversiones extranjeras. Además, resaltan la prioridad de establecer acuerdos comerciales con estados del Golfo.

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La asociación qatarí-turca para el despliegue de barcos generadores en territorio sirio, representa una acción con impacto inmediato. Esta iniciativa, complementada con el envío de dos aviones adicionales con ayuda humanitaria, consolida un corredor de asistencia que legitima la presencia qatarí en el terreno.

Mucho se ha comentado sobre la posible ruta de exportación de gas de Qatar a Europa a través de Turquía. Este gasoducto, emergería como alternativa para el viejo continente de reducir su dependencia del gas ruso.

No obstante, la materialización de dicha infraestructura presenta diversos obstáculos. Uno de ellos es la necesidad de estabilizar políticamente el país tras más de una década de conflicto armado. A esto se suma la complejidad de negociar y alcanzar acuerdos diplomáticos entre distintos actores internacionales que no poseen una agenda en común. De momento, la viabilidad de este proyecto no es algo tangible.

Arabia Saudí: Intereses convergentes en un nuevo orden regional

La caída del régimen de Assad, ha precipitado un giro sustancial de la política saudí hacia Damasco. La recepción ofrecida por la Embajada saudí en Siria, para conmemorar el Día de la Fundación, simboliza la normalización de estas relaciones.

El pasado 2 de febrero, se realizó un importante encuentro entre el Príncipe Heredero Mohammed bin Salmán y el presidente sirio, Ahmed Al-Sharaa. Esta fue la primera visita del nuevo mandatario en suelo extranjero.

Reunión entre el presidente sirio, Ahmed al-Sharaa y el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán. Fuente: Agenzianova

El nuevo liderazgo sirio ha priorizado decididamente su relación con Arabia Saudí. Al-Sharaa ha cultivado sistemáticamente este vínculo, interactuando con medios y figuras políticas saudíes. Eligió Riad como destino de su primera visita internacional y concedió su primera entrevista televisada al canal saudí Al Arabiya. En esta conversación, el mandatario sirio alineó su discurso con la visión de MBS sobre cooperación económica regional y destacó sus vínculos personales con el Reino.

Este acercamiento responde a un cálculo estratégico: Arabia Saudí representa para Damasco el puente hacia la legitimidad internacional. Al-Sharaa ha identificado en Riad el interlocutor ideal para transmitir su mensaje de transformación a Washington, aprovechando los sólidos vínculos entre el liderazgo saudí y la administración Trump.

En cuanto a la monarquía, este acercamiento sirve como puente de intereses estratégicos. La caída de Al-Assad supone la reducción de amenazas críticas, como la red de tráfico de captagon que afectaba severamente al Reino. Esto convierte la estabilización siria en una prioridad de seguridad nacional.

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El Príncipe Faisal bin Farhan, ministro de Asuntos Exteriores saudí, materializó este compromiso durante su visita a Damasco. Allí anunció negociaciones con aliados occidentales para el levantamiento de sanciones económicas contra Siria.

Emiratos Árabes Unidos (EAU): Aproximación pragmática en un contexto de transformación

La posición de Emiratos Árabes Unidos (EAU) en el nuevo escenario sirio presenta particularidades que lo distinguen de los demás actores del Golfo. Su apoyo sostenido al régimen de Bashar al-Assad hasta los últimos días de su gobierno ha generado un proceso de normalización con un grado menor de cercanía hacia Damasco.

A pesar de esto, la reciente visita de una delegación siria de alto nivel a Abu Dabi, encabezada por el ministro de Exteriores, Asaad al-Shaibani, revela los esfuerzos de ambas partes por establecer puentes diplomáticos.

La declaración del viceprimer ministro de Emiratos Árabes Unidos, Abdullah bin Zayed, reafirmando «el apoyo de su país a la independencia y soberanía de Siria sobre todos sus territorios», intenta reposicionar a EAU como un socio constructivo en el proceso de transición.

EAU deberá implementar una estrategia que compense su posición inicial desventajosa. Posiblemente lo hará a través de canales económicos y comerciales en colaboración con Qatar y Arabia Saudí, para así no quedar relegado en esta nueva etapa de transición.

¿Disputa de influencia o estrategia unilateral? La nueva configuración de unidad en el Golfo

Las condiciones que propiciaron tensiones en ciclos anteriores han experimentado un profundo cambio. La caída del régimen de Assad ha creado una coyuntura que requiere aproximación coordinada, especialmente considerando la fragilidad institucional siria y los múltiples desafíos securitarios que enfrenta.

La 45ª Cumbre del CCG en Kuwait plasmó este renovado sentido de unidad regional. El evento marcó una visión más estructurada en ámbitos cruciales como seguridad, gobernanza y desarrollo económico. Esta evolución no representa un fenómeno aislado, sino la consolidación de tendencias que surgieron tras la histórica cumbre de Al-Ula en 2021, que puso término a la crisis del Golfo iniciada en 2017.

La Dra. Betul Dogan Akkas señala en el think tank Gulf International Forum que «el creciente papel del CCG como fuerza diplomática y económica subraya el resurgimiento de una identidad colectiva khaliji, posicionando al bloque como un actor clave en la configuración de la estabilidad regional y la influencia global».

Turquía y el Golfo: De la confrontación a la cooperación estratégica

Una de las principales lecciones que las monarquías del Golfo deben superar es su histórica falta de coordinación con Turquía. El escenario sirio representó por años un campo de confrontación entre Riad y Abu Dabi frente a Ankara, en el que cada actor invirtió considerables recursos con el objetivo de derrocar a Assad, pero divergiendo profundamente sobre sus intereses en el país.

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Esta fragmentación, exacerbada por visiones contrapuestas sobre el islam político y agravada por el bloqueo a Qatar en 2017, generó importantes tensiones entre dichas potencias.

La actual coyuntura siria, evidencia un notorio cambio en las relaciones entre las monarquías del Golfo y Ankara. La especialista Sinem Cengiz, en su análisis para el Gulf International Forum, identifica tres elementos fundamentales que explican esta nueva dinámica. El primero es un enfoque más pragmático hacia el islam político, que abandona antiguas posiciones más dogmáticas.

El segundo, la renuncia mutua a políticas de dominio regional unilateral, en favor de esquemas que reconocen la cooperación estratégica como prioridad. Y el tercero, un entorno internacional restrictivo (particularmente bajo la administración Trump) que incentiva la coordinación frente a desafíos compartidos, como la crisis en Gaza.

Conclusiones

El emergente escenario post-Assad configura una inédita alineación de intereses entre Damasco y las potencias del Golfo. Esto crea un terreno fértil para aproximaciones diplomáticas y económicas que hubiesen sido impensables durante la última década.

La notable capacidad de inversión de las monarquías resulta sustancial para la reconstrucción de infraestructuras críticas, devastadas tras años de conflicto. Mientras tanto, el peso diplomático saudí emerge como un activo determinante para negociar el progresivo desmantelamiento de sanciones hacia Damasco.

A esto se le suma la urgente necesidad de neutralizar las redes de narcotráfico de captagon, que constituyeron una amenaza directa para el tejido social de la Península Arábiga.

Sin embargo, por sólida que sea esta coordinación, su efectividad quedará comprometida si Damasco no implementa estrategias de inclusión sectorial, e inclusive, sigue mostrando una postura intransigente hacia minorías étnicas, como las masacres de alauitas en Latakia.

A este complejo panorama, se le suma la resistencia que están ejerciendo milicias pro assad como el Consejo Militar por la Liberación de Siria (MCLS) y las Brigadas del Escudo Costero (CSB) en las zonas noroeste del país.

Iniciativas como el pacto para integrar las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) en las instituciones estatales y el acuerdo con los drusos en Suwayda, señalan posibles vías de integración confederal.

La consolidación de estas estrategias por parte de Al-Sharaa, complementada por una coordinación efectiva de los países del Golfo, podría representar un factor diferencial. Este elemento sería clave para la reconfiguración de un Estado sirio funcional y estable en el nuevo mapa geopolítico de Oriente Medio.

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