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Cómo la amenaza terrorista puede beneficiar a Erdogan en las elecciones de 2023

Análisis

David García Pesquera
David García Pesquera
Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos. Sus principales intereses son la geopolítica, el análisis de conflictos y la seguridad internacional, especialmente en Europa del Este, Oriente Próximo y el Norte de África.

El próximo 18 de junio se celebrarán elecciones presidenciales en Turquía con un Recep Tayyip Erdoğan más débil que nunca en las encuestas y un marco compuesto por las complicaciones económicas, la amenaza terrorista y el papel geopolítico del país. En este artículo analizamos cómo Erdoğan se ha beneficiado anteriormente de la amenaza terrorista e inestabilidad política y cómo la respuesta al atentado en Estambul del pasado 13 de noviembre tiene mucho que ver con las elecciones.

Durante la última década se han producido numerosos atentados en suelo turco, principalmente en Estambul, Ankara y el Kurdistán turco (sudeste del país). Sin embargo, el pasado 13 de noviembre de 2022 tuvo lugar el primer acto terrorista reseñable tras varios años relativamente calmados. Sobre todo tras la oleada de atentados durante los años 2015 y 2016 reivindicados tanto por el ISIS como por el independentismo kurdo.

Este último atentado ocurrió en una de las principales vías comerciales de Estambul, en la calle Istiklal, y la bomba que se detonó se cobró la vida de, al menos, 8 personas además de los 38 heridos según datos de las autoridades turcas. Días después del ataque terrorista fue detenida una mujer de nacionalidad siria que declaró responder a las órdenes del PKK, Partido de los Trabajadores del Kurdistán, declarado como organización terrorista por parte de Turquía, la UE y EEUU.

Aun así, existe bastante ambigüedad acerca de la autoría ya que, hasta ahora, el PKK no ha reivindicado la autoría del ataque y hay sospechas de censura. La principal reacción tras darse a conocer estos datos ha sido bombardear posiciones kurdas en el norte de Siria e Irak, buscando una respuesta implacable.

Este último atentado de Estambul tiene varios campos de estudio: la ambigüedad en la autoría y la utilización geopolítica del mismo para afrontar la campaña del año siguiente. Se puede plantear de esta forma ya que no es la primera vez que un atentado influye en unas elecciones y en la política exterior del país.

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Cómo antes la amenaza terrorista ha beneficiado a Erdoğan

En junio de 2015 los turcos votaron en elecciones generales para la Gran Asamblea Nacional. El AKP, en este caso con Ahmet Davutoğlu como cabeza de lista, tuvo una victoria clara con el 40,8% de los votos, pero perdió la mayoría absoluta de la que gozaba. Sin embargo, la oposición quedó lejos de sumar una alternativa y fueron los desacuerdos para formar una coalición con los socios del MHP, partido ultranacionalista situado en el extremo derecho del espectro político turco, los que forzaron una repetición electoral en noviembre de ese mismo año.

Ese verano y comienzo de otoño fueron muy convulsos en Turquía. La crisis de los refugiados y las negociaciones con la Unión Europea se sumaron a la situación con los kurdos, que se tensó mucho. El doble juego del gobierno turco en el conflicto sirio y los enfrentamientos entre autoridades desembocaron en potenciales irregularidades para llevarse a cabo una votación libre en el sudeste del país.

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A su vez, el 20 de julio de 2015 se produjo un atentado en Suruç, ciudad fronteriza con Siria, en el que murieron 32 personas y hubo más de 70 heridos. Además, el 10 de octubre de ese mismo año se vivió el peor atentado en suelo turco: un doble atentado suicida en Ankara en una manifestación por la paz que dejó 102 muertos y 246 heridos según fuentes oficiales. Ambas matanzas fueron reivindicadas por el ISIS.

Posterior a esto, el 1 de noviembre tuvo lugar la repetición electoral y el AKP recuperó la mayoría absoluta con el 49,5% de los votos. Una amplia victoria que fue tildada de sorpresa debido al gran movimiento de voto durante los pocos meses que transcurrieron entre ambos procesos electorales. Los kemalistas se mantuvieron como principal bastión de oposición mientras que tanto los kurdos como los derechistas radicales del MHP perdieron votos.

De nuevo vinieron meses muy convulsos, con otros atentados entre los que se puede destacar el cometido en el centro de Ankara en marzo de 2016, el atentado en el aeropuerto de Estambul en junio de 2016 y la cúspide de la inestabilidad que llegó con el intento de Golpe de Estado el 15 de julio de 2016.

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A simple vista, todo parecía indicar que el Gobierno iba a sufrir las consecuencias de las tensiones en el país. Sin embargo, en las elecciones del 24 de junio de 2018, Erdoğan, ya como cabeza de lista tras el referéndum de 2017, volvió a arrasar con el 52,5% de los votos y una mayoría más que absoluta.

Estos sucesos y datos no hacen más que confirmar que la visión de la sociedad turca se inclinaba por defender que un fortalecimiento de Erdoğan terminaría con los atentados y la inestabilidad política. Dicha visión se basa en el recuerdo de la primera década del mandatario, con un país que mantenía sus valores y tradiciones, pero se abría a Europa, gozaba de buena salud política y experimentó un gran crecimiento económico.

Sin embargo, no deja de ser curioso que, tras la apabullante victoria de 2018, la situación del país se tranquilizó en gran medida. Además, tan solo un año después, en abril de 2019, la alianza del pueblo (AKP y MHP) ganó las elecciones municipales a nivel nacional, pero con un margen estrecho y perdió en las tres grandes ciudades: Estambul, Ankara e Izmir frente a la alianza de la nación (CHP e IYI).

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Elecciones en Turquía de 2023 y por qué Erdoğan está debilitado

Las próximas elecciones presidenciales de Turquía tendrán lugar el 18 de junio de 2023, con un contexto de debilidad política de Erdoğan y numerosos frentes abiertos tanto internos como externos.

Uno de los asuntos que más preocupan a la población turca y que ha generado un descenso de popularidad del Gobierno es la inflación y la devaluación de la lira. La política económica de Erdoğan se ha basado en recortes a las tasas de interés para que sean bajas y así potenciar la lira turca como moneda competitiva de cara a la exportación.

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Estas medidas contradicen las doctrinas de economistas como Arda Tunca, que optan por aumentar las tasas de interés para contener la inflación, que ha situado al país al límite con una cesta de la compra desorbitada y con falta de oportunidades para los más jóvenes, precisamente el bloque social más crítico con la gestión del presidente. 

Alrededor de nueve millones de turcos que han nacido a partir de finales de la década de los 90 tienen derecho a voto en las próximas elecciones. Esto podría suponer un problema para el AKP, ya que hay un 25% de paro juvenil y, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Turquía tiene la cuarta proporción más alta de jóvenes en el mundo sin trabajo, educación o capacitación.

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Una encuesta publicada en junio de 2022 situaba al Partido de la Justicia y el Desarrollo, el AKP, en mínimos, por debajo del 30% por primera vez desde la llegada al poder de Erdoğan. Cabe destacar la aparición del partido IYI, de corte nacionalista, kemalista y secularista.

Esta formación alcanzaría el 15,5% de los votos, mientras que el principal partido de la oposición, los kemalistas socialdemócratas del CHP, llegarían hasta el 26,5% de los sufragios. No hay que olvidar el papel del HDP, el partido pro-kurdo, que estaría en el 10,5% de los votos según la misma encuesta y podría tener un papel fundamental ante una posible derrota de Erdoğan.

El partido IYI, fundado en 2017 como respuesta a un espacio político con margen de crecimiento en el país, agruparía el ala derecha del CHP y el ala menos islamista del AKP. Esta nueva fuerza ensancha el bloque de alianza nación, desde la izquierda del independentismo kurdo hasta el centroderecha europeísta y nacionalista de IYI. Sin embargo, la oposición no ha ostentado un poder real frente a Erdoğan salvo pequeñas victorias en elecciones municipales y expectativas de cambio.

La geopolítica de Turquía en Siria y Ucrania

El papel que juega Turquía en el tablero geopolítico es fundamental en conflictos como Siria y Ucrania. En Siria, el doble juego le hace ser fiel a Estados Unidos como parte de la coalición internacional contra el ISIS al mismo tiempo que se da el mayor punto de choque por el asunto kurdo, ya que Estados Unidos es uno de los principales aliados de los kurdos.

Tras el último atentado de Estambul y la detención de una mujer de nacionalidad siria que declaró responder a las órdenes del PKK, la principal reacción, como se expuso anteriormente, ha sido bombardear posiciones kurdas en el norte de Siria e Irak. Además, se ha amenazado con una posible escalada militar terrestre en Siria. Como dato y en el contexto del conflicto en Ucrania, Estados Unidos y Rusia han coincidido en el llamamiento a la desescalada de tensión en la frontera turcosiria.

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Por otra parte, Turquía, como miembro de la OTAN, ha condicionado la entrada de Suecia y Finlandia a la alianza a su posición con respecto a los kurdos y al PKK. A comienzos de noviembre, Erdoğan informó que la adhesión de estos países a la OTAN no se ratificaría por el Parlamento turco antes de junio de 2023; es decir, hasta después de las elecciones en el país. Turquía argumenta que la entrada de estos dos países no haría otra cosa que forzar una mayor agresividad de Rusia en Ucrania.

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Conclusiones y futuro (Kurdistán y elecciones)

Podemos afirmar que los años más convulsos del mandato de Erdoğan han terminado por fortalecer su posición con respecto a la sociedad turca. Estos últimos años Erdoğan ha conseguido reforzar su mayoría e ir realzando su figura como parte de una república presidencialista y, a pesar de haber salido en el referéndum con una estrecha minoría, logró su objetivo de perpetuarse en el poder.

Visto lo ocurrido anteriormente, su estrategia de cara a estas nuevas elecciones podría pasar por tensionar el país hasta el punto en el que pueda validar su argumento de erigirse como salvador de la patria y único capaz de restablecer el control, como ya ha hecho en anteriores ocasiones.

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Con todo esto, existe una gran posibilidad de que Erdoğan endurezca su política exterior de cara a intereses puramente nacionalistas, ya que ha sido lo que siempre le ha dado rédito político. Los sectores más nacionalistas reclaman mayor dureza contra los kurdos y menos pliegues globalistas con la OTAN y en relación con la respuesta a Rusia.

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Precisamente debido a esta reclamación nacionalista, la decisión del ejecutivo turco ha sido retrasar la ratificación de adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN hasta no antes de junio de 2023, es decir, tras las elecciones. Todo ello pese a que ya han levantado su veto inicial.

Como respuesta al ataque terrorista en Estambul mencionado al comienzo de este artículo, se puede prever que el futuro será tenso, en especial en el sudeste de Turquía. Es en esta zona en la que se sitúan las provincias más pobres del país y donde las autoridades turcas tienen un peso menor para mantener el estatus del país y contener a los disidentes. A su vez, es la zona en la que se concentran las mayores irregularidades democráticas y tras lo sucedido, es probable que la campaña electoral tenga las mayores incidencias en términos de seguridad en estas provincias.

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En el plano de una posible victoria de la alianza nación, la política de cara a Occidente será mucho más activa y constructiva que en el caso de que Erdoğan revalide su mayoría. Parece que el país afrontará meses de tensión con una sociedad bastante dividida y un AKP que buscará movilizar a su electorado de forma estratégica.

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