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Turquía, ¿mediador «neutral» en la guerra ruso-ucraniana?

Análisis

Paula Gómez Moñiz
Paula Gómez Moñiz
Estudiante de Relaciones Internacionales interesada en Geopolítica y Derechos Humanos.

Turquía es miembro de la Organización del Atlántico Norte desde 1952, pero también es un buen aliado de Moscú. ¿Podría llegar a ser un buen mediador en el conflicto?

El alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior y Seguridad, Josep Borrell, declaró este 23 de agosto en Twitter que confía que Turquía utilice su influencia sobre Moscú para detener la guerra de Ucrania. Además, en la misma conversación con el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, valoró el papel turco en el acuerdo de la ONU para garantizar la exportación de grano ucraniano.

A mediados de este mes de agosto el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, declaraba que «Turquía está en el lado de Ucrania» y consideró que la guerra terminará en una mesa de negociaciones. Ankara ha apoyado a Ucrania con ayuda humanitaria mientras que no ha aplicado sanciones contra Moscú a pesar de pertenecer a la OTAN. En relación a esta cuestión, el comercio entre Turquía y Rusia ha aumentado desde primera y Erdogan ha duplicado este año sus importaciones de petróleo ruso a pesar de las sanciones occidentales.

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Hay muchos países que intentan ejercer el papel de «mediador» en el conflicto; en este contexto, Turquía se encuentra en una posición estratégica para hacerlo y conseguirlo. Lo que hace especial a este país para contribuir de manera efectiva a la solución del conflicto es su posición en el supuesto centro: pertenece a la OTAN y suministra armas a Ucrania, pero no sanciona a Rusia porque es un gran socio comercial. Sin embargo, podemos apreciar como «su balanza» se inclina un poco más hacia Ucrania, pero no al bloque occidental en sí.

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«Hay que apoyar a los ucranianos por todos los medios posibles para que puedan defenderse, pero Rusia debe ser escuchada, de una forma u otra», declaró Erdogan tras la invasión rusa de Ucrania. «No podemos justificar los actos de agresión a la soberanía de un país vecino», dijo en una conferencia en directo para NTV.

Sin embargo, hay una de cal y una de arena pues también aprovechó en su discurso para acusar a Occidente de «permitir» la invasión ya que considera que, ante la ocupación de la península de Crimea, no se levantó la voz. «¿Estaríamos frente el escenario actual? Ahora dicen cosas los que se quedaron callados», criticó Erdogan.

«En el seno de la ONU condenó la invasión, pero se abstuvo de votar en el Consejo de Europa, así como de imponer sanciones económicas y cerrar su espacio aéreo a Moscú. Por otro lado, siempre ha participado activamente en el desplazamiento de ciudadanos y refugiados y en la prestación de ayuda humanitaria. Además, aplicó la Convención de Montreux impidiendo el tránsito de los buques de guerra rusos», explicaba Valeria Giannotta, analista experta en Turquía, a El Independiente.

A pesar de rechazar públicamente la anexión de la península por parte de Rusia, mantiene estrechas relaciones con la Federación, importando cerca del 33% del gas total que consume la República. Rusia también es parte del mercado de exportación agrícola turca, y constituye la mayor parte del sector turístico que visita el país otomano.

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El presidente turco también declaró que «a Ucrania la han dejado sola» señalando a Occidente y, a su vez, denunció una «bancarrota» del sistema de las Naciones Unidas. Bajo este contexto hizo un llamamiento a la reforma de la Carta de las Naciones Unidas, para que se anule el derecho a veto en el Consejo de Seguridad.

El debate de este poder exclusivo que solo ostentan unos afortunados vuelve a salir cuando en la práctica se aprecia la ineficacia de la organización. «El mundo es mayor que cinco» es el lema que Erdogan utiliza para defender una reforma del sistema de la ONU. Su crítica coge mayor peso cuando argumenta que, al ser uno de los bandos en el conflicto un miembro permanente del Consejo, en este caso Rusia, la capacidad de imposición de la organización que solo puede emanar de este comité y se ve truncada.

De todas formas, Turquía ha mantenido tensiones sistemáticas con los dos bloques, mediante el derribo de un caza ruso que sobrevolaba el espacio aéreo turco o por la compra de sistemas de defensa de la federación a pesar del desagrado de Estados Unidos. Esta línea de actuación del país nos deja claro que lo más importante, como para todo en realidad, es mirar primero por el interés de su territorio. Esto podría abrir una puerta a una supuesta «neutralidad» entre ambos bloques en la que no llegaría a tomar una posición o inclinarse por uno de ellos sino que va decidiendo según le convenga.

El amor-odio de las relaciones de Turquía con Occidente

Turquía es el país que lleva más tiempo en proceso de adhesión para poder formar parte de la Unión Europea. Sin embargo, desde la llegada de Recep Tayyip Erdogan al poder, cada vez se encuentra más lejos de este objetivo.

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La UE y Turquía llevan siendo socios cercanos desde que se firmó en 1963 el Acuerdo de Ankara con la Comunidad Económica Europea; no obstante, cada lado ha ido actuando en concordancia con sus intereses propios. A pesar de los intentos de actuación conjunta entre Turquía y Occidente, han mantenido una relación «amor-odio». Las idas y venidas de las relaciones surgen también del descontento turco al observar cómo países miembros actuales solicitaron la entrada mucho más tarde que Ankara.

La adhesión se utiliza como herramienta de poder blando y la organización la ha ido utilizando en casos como los de Europa del Este para ayudar a la democratización, pero el caso de Turquía no llega a salir como se espera y las negociaciones se encuentran de alguna manera «congeladas».

A parte de este intento de adhesión a la Unión, los vínculos de Turquía con la Comunidad Europea van mucho más allá. Cooperan en materia de energía, economía y seguridad, pero el acuerdo más remarcable es el que se firmó en torno a los refugiados. Estas negociaciones entraron en vigor en 2016, reduciendo de manera muy considerable la entrada de personas irregulares a Europa, ejerciendo como «tapón».

La ubicación del país es clave para Europa y, sobre todo en cuanto a estas materias, se ha convertido en un socio muy importante. A pesar de hablarse de una modernización de la Unión Aduanera, según dice Ilke Toygür, experta en relaciones entre Turquía y Europa, solo si la república no empeora políticamente, encontrará un hueco en la organización.

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Desde la entrada a la presidencia de la república de Erdogan, se pasó de una postura que era claramente proeuropea y prooccidental a una en contra de los valores que intenta «imponer» la Unión como la secularización y laicización donde en lugar de ello muestra una imagen de clara inclinación al Islam, a pesar de ser oficialmente un estado laico; otro hito fue el autogolpe de estado de 2016 que derivó en más represión y tampoco puede dejarse atrás el trato hacia los kurdos.

Respecto a la OTAN, el país otomano tiene el segundo ejército más poderoso de la organización después de Estados Unidos. A pesar de ser calificado muchas veces como un aliado «incómodo» debido a su mala relación con Grecia y a sus diferentes posturas en el conflicto de la zona kurda, Turquía es un actor muy importante dentro de la Alianza.

El secretario general del Tratado del Atlántico Norte Jens Stoltenberg ha destacado en diferentes ocasiones el esfuerzo que ejerce en la lucha contra el terrorismo, resaltando su labor en la represión de la mayor parte de los ataques terroristas. «Turquía está desempeñando un papel clave para la protección de las fronteras de la OTAN. Es un aliado muy importante para nosotros», declaró, por ejemplo, en una rueda de prensa recientemente en La Haya.

La estrecha colaboración entre Rusia y Turquía

Las relaciones turco-rusas avanzaron tras el fin de la Guerra Fría, pero la recuperación no fue ni fácil ni total. Crisis como los Balcanes, el mar Negro o el Cáucaso, junto al estallido de la guerra de Siria, no ayudaron a desarrollar unas relaciones estables y consolidadas entre ambos países.

A pesar de considerarse «rivales», cada uno veía en el otro una oportunidad de cooperación. Ankara veía oportunidades energéticas, debido a la riqueza de Rusia en gas natural, así como de desarrollo de políticas que solucionaran los problemas de la región; y por su parte Moscú, vio oportunidad de negocio en la misma materia, junto al potencial comercial.

Ambos países han estado trabajando en un proyecto conjunto para construir la primera central nuclear en Turquía y así compensar la necesidad nuclear del estado otomano, aprovechando Rusia también para demostrar su capacidad en la materia. De la misma manera, Ankara es uno de los mayores compradores de gas ruso, por lo que es un cliente fundamental para el país exportador. Además, Rusia aprovecha el enclave estratégico en el que se encuentra para poder suministrar este recurso natural nacional hacia Europa.

Otro sector destacable en las relaciones turco-rusas es el turístico. Turquía es uno de los destinos favoritos de «vacaciones baratas» para los ciudadanos rusos, lo que convierte a Rusia el primer «exportador» de turistas para Ankara. La interdependencia entre los dos países se aprecia claramente cuando se habla de estas cuestiones más allá de la «buena» relación reflejada en diálogos entre ambos países en conflictos como el Alto Karabaj y Libia, donde cada uno apoyaba al bando contrario.

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El mayor punto de disputa entre ambos países lo encontramos en la Guerra de Siria, concretamente en Idlib. Para Rusia es prácticamente imposible conseguir sus objetivos de establecer una estabilidad sostenible en el país a pesar de que declare una victoria militar. Este enfrentamiento ha sido aprovechado desde Occidente, que lo ha visto como una oportunidad de desestabilizar las relaciones y ha mostrado su apoyo a Turquía en el conflicto.

Si no se llega a un acuerdo entre ambos países sobre la situación en Idlib, hay muchas probabilidades de que una nueva tensión se desate entre Ankara y el Kremlin, revirtiendo el acercamiento que se ha ido registrando a lo largo de estos años. Alguno de los dos actores deberá renunciar a sus peticiones en la zona para poder mantener sus relaciones estratégicas.

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Con el actual conflicto se hacen visibles las estrechas relaciones que mantienen en materia comercial ambos países, el presidente de la Oficina de Inversiones de la Presidencia, Ahmet Burak Dağlıoğlu, ha hecho pública la decisión de muchas empresas rusas que han trasladado sus negocios a Turquía a causa de las sanciones impuestas desde Occidente. El político ha negado estar haciendo negocios con personas que beneficien directamente a Putin y se ha mostrado muy molesto ante las acusaciones sobre acoger oligarcas rusos.

«Nunca permitiremos nada ilegal», declaró el político, escudándose en que los oligarcas pueden visitar el país, ya que Turquía no participa en las sanciones impuestas y los turistas rusos son bienvenidos.

La diplomacia “neutral” de Turquía

Turquía lleva siendo un país «problemático» para Occidente en la región bastante tiempo, lo que se observa en la continua debilitación de su economía. Es por ello que, probablemente la involucración de Erdogan en la resolución de la guerra sea también por interés propio, con el objetivo de lograr una colocar en una posición respetable.

Debido a la estrecha relación de intereses que mantiene con ambos bandos, Turquía está jugando un papel central en las negociaciones para terminar esta guerra que también le afecta en buena medida. Ha intentado mostrarse neutral en el conflicto debido a los lazos que mantiene tanto con la OTAN como con la Rusia de Putin.

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«En el seno de la ONU condenó la invasión, pero se abstuvo de votar en el Consejo de Europa, así como de imponer sanciones económicas y cerrar su espacio aéreo a Moscú. Por otro lado, siempre ha participado activamente en el desplazamiento de ciudadanos y refugiados y en la prestación de ayuda humanitaria. Además, aplicó la Convención de Montreux impidiendo el tránsito de los buques de guerra rusos”, arguye Giannotta. 

Erdogan ha dicho que no va a tomar posición en ninguna de las partes del conflicto, no quiere renunciar a ninguna de las relaciones que mantiene con ambos países y, por ello, ha decidido invocar su derecho a bloquear buques de guerra rusos hacia el mar negro y a la vez se ha negado a adoptar las sanciones contra Moscú.

Esta condición es la que muestra la «neutralidad» del país ante la solución del conflicto, ya que no se evidencia la voluntad de favorecer de manera desproporcionada a ninguna de las partes. Tanto Ucrania como Rusia parecen respetar al país y ahí puede residir la esperanza de su diplomacia de tener resultados favorables en las negociaciones.

El portavoz de Erdogan, Ibrahim Kalin, declaró en el Foro de Doha la importancia de realizar una restructuración de la seguridad mundial, ya que considera que este conflicto ha sido una derivación del desequilibrio de poder en el orden mundial tras la Guerra Fría; y es por ello que considera que hay que ser cautelosos al reconstruir de nuevo el orden internacional.

Kalin se reafirma, la guerra no está justificada ni fue provocada, pero no cree que «romper lazos» con Rusia ayude a restablecer la paz . ¿Quién hablará con ellos al final? El político considera que hay que ayudar a Ucrania dándole todo el apoyo que necesite para defenderse, pero que a la vez hay que escuchar Moscú en sus peticiones para poder llegar a «entender» las causas, ambiciones o preocupaciones de seguridad rusas para empezar esta guerra.

El ministro de asuntos exteriores turco, Mevlüt Çavuşoğlu, ha considerado que la mejor salida para Kiev es establecer una política exterior equilibrada, convirtiéndose en un «modelo» que no elija entre los históricos este-oeste, así como ha hecho Turquía por su posición geográfica.

En la primera reunión organizada por Turquía a principios de marzo, el delegado ucraniano renunció por escrito a la solicitud de adhesión a la OTAN, optando por un estatus «neutral» pero a cambio de garantías efectivas de seguridad proporcionadas por una lista de países. En la última negociación, Ucrania mostró la lista de países que quiere como «garantes» de su seguridad: China, Rusia, Estados Unidos, Francia, Turquía, Alemania, Israel y Canadá. No obstante, Moscú no mostró una respuesta favorable ante esta petición.

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Turquía es más optimista y cree que si que hay un plan que puede interesar a las partes, por lo que su objetivo actual es: conseguir una reunión presencial entre Zelenski y Putin. Si esta conversación se consigue, Erdogan podría deshacerse de su mala reputación autocrática ante el panorama internacional.

Por todas estas razones, la involucración de Turquía en el conflicto es esencial, siendo el único país que equilibra la «balanza» de las negociaciones entre los países en guerra. Aunque no pueda decirse que sea por «buena fe», quizás en este caso los intereses de Turquía en mantener su relación con ambos bloques sea clave para lograr una salida efectiva del conflicto.

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