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El coronavirus no era un cisne negro

Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias

Análisis

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El Orden Mundial (EOM) es un medio de análisis internacional en español privado e independiente orientado a la divulgación de asuntos internacionales.

El coronavirus no era un «cisne negro», uno de esos eventos muy improbables e imprevistos que causan un enorme impacto. Simplemente ningún Gobierno quiso prestarle atención a la amenaza e invertir en prevenirla.

Multitud de estudios e informes avisaban del impacto que podía tener un brote vírico de alcance mundial, no solo en vidas humanas sino también en términos económicos o políticos. Muchos países identificaban claramente las pandemias como una amenaza, pero ninguno actuó para prevenirlas. 

Todos los años, en cada mes de enero y pocos días antes de que se celebre en la ciudad suiza de Davos el Foro Económico Mundial, esta organización publica un informe donde apunta y analiza los principales riesgos a los que se enfrentará el mundo a lo largo de los doce meses siguientes. 

Como es lógico, por el contexto de los últimos años, los principales temas de discusión han girado en torno al cambio climático, la desigualdad o la economía mundial. Sin embargo, antes de que la crisis financiera de 2008 trastocase el rumbo del planeta, había otras preocupaciones que señalar.

En la edición de 2007 se planteó un escenario ficticio que sirviera para evidenciar el impacto político y económico que tendría uno de los principales riesgos que se barajaban aquel año: una pandemia. Esta pandemia ficticia surgía en enero de 2008 en Asia. Se desconocía con precisión cuál era su origen, aunque se sospechaba del ganado aviar, y al mes siguiente ya se había expandido por varios países de la región e incluso había alcanzado lugares como Alemania o Australia.

Durante ese febrero se producían abruptas caídas del precio del petróleo y los bancos centrales tenían que salir a inyectar liquidez en las economías. Para el mes de noviembre esta enfermedad desconocida ya se había cobrado un millón de vidas y había cercenado el comercio mundial.

Esta «invención» guarda importantes paralelismos con el brote de coronavirus que, a finales de 2019 comenzó en la ciudad china de Wuhan. A los pocos meses, ya se había cobrado más de 500.000 contagios y cerca de 20.000 meses, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) pasó a calificarlo de pandemia.

Y es que, más allá de las casualidades, las pandemias llevan muchos años contempladas como una seria amenaza para la seguridad internacional. Numerosos Gobiernos, especialmente occidentales, han intentado minimizar la importancia de esta pandemia argumentando que era un problema lejano o pidiendo que se hiciese vida normal.

Pero ninguna de esas afirmaciones es correcta: era público que este tipo de amenazas podían acabar materializándose, así como su potencial impacto. La cuestión real de fondo es por qué ninguno de esos Gobiernos decidió prepararse para un escenario así. 

Tendencia creciente de brotes epidémicos globales

Numerosos análisis, informes y estrategias orientadas a detectar las amenazas que podría enfrentar el mundo coincidían en el origen probable de una pandemia mundial: Asia, y en concreto China. Existían incluso estudios que apuntaban al peligro de los mercados chinos como potencial foco de contagio de un coronavirus por los escasos controles sanitarios y la costumbre de ofrecer como alimento animales salvajes, incluyendo murciélagos, transmisores de este tipo de virus.

Esas circunstancias coinciden punto por punto con el origen del brote en Wuhan. De igual manera, la cantidad de epidemias que se han producido en los últimos años pone de manifiesto que hubo numerosos avisos previos: la gripe aviar, la gripe A -también conocida como gripe porcina-, el zika, el ébola, el SARS o el MERS se han dado en las últimas dos décadas y han tenido un alcance mundial, o lo habrían tenido de no haber sido detenidas.

De hecho, desde 2010 se venía observando una tendencia creciente en el número de brotes epidémicos a escala global. Por tanto, era cuestión de tiempo que uno de ellos consiguiese rebasar las medidas de contención y alcanzase un impacto mundial. Ese momento ha llegado con la covid-19.

Donde mejor se puede comprobar esta previsión es en los distintos documentos y estrategias de seguridad nacional que por norma se elaboran en muchos países. Todas ellas sirven, además de para marcar las principales líneas estratégicas de la acción de gobierno, para compilar las principales amenazas que cada Estado considera le pueden acabar afectando de forma crítica.

Estados Unidos

Estados Unidos, primera potencia mundial, recogía las pandemias desde hacía tiempo en sus estrategias de seguridad nacional. Lo habitual es que cada nuevo presidente elabore una al poco tiempo de llegar a la Casa Blanca, y todos los que han gobernado el país en lo que va de siglo las contemplaban. 

La de George W. Bush en 2006 apuntaba a la debilidad del sistema de salud para hacer frente a amenazas biológicas, entre las que se encontraban las pandemias, al tiempo que identificaba a China como un actor fundamental con el que cooperar para evitar esos brotes epidémicos. La misma Administración Bush llegó a desarrollar un año antes, en 2005, una estrategia dedicada exclusivamente a una potencial pandemia de gripe.

Barack Obama, mantuvo una línea similar a la de su predecesor tanto en la estrategia de 2010 como en la de 2015, y en la primera de ellas ya se apuntaban de forma clara los efectos de una catástrofe así: “Una epidemia que empieza en un lugar concreto puede rápidamente evolucionar en una crisis sanitaria internacional que cause sufrimiento a millones de personas, así como provocar importantes disrupciones en los viajes y el comercio”.

El cuanto a Donald Trump, este otorgó a las pandemias una importancia más secundaria que sus predecesores, y en la estrategia del año 2017 solo son mencionadas una vez como parte de las amenazas biológicas. No obstante, otros organismos públicos estadounidenses sí se han encargado de hacer un ejercicio prospectivo. 

El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) mantiene desde el año 2005 un plan contra una pandemia de gripe que actualiza cada cierto tiempo. Pero a veces los esfuerzos que se hacen por un lado se minan por otro. A pesar de que en los análisis se advertía seriamente de la necesidad de trabajar con China, durante el verano de 2019 Trump eliminó el puesto de enlace del CDC en el país. Esto imposibilitó la correcta coordinación con Pekín, así como otros puestos en la Administración fundamentales ante una hipotética pandemia, en un país cuyo sistema sanitario no estaba preparado para el coronavirus.

Reino Unido

En el Reino Unido el nivel de acierto también fue considerable. La Estrategia de Seguridad Nacional fue actualizada durante el mandato de David Cameron, en noviembre de 2015. Menos de un año antes del referéndum del Brexit. En ella se señalaba la relevancia y el impacto de una pandemia de gripe. 

Además, el Gobierno la complementó en 2016 con una estrategia de bioseguridad en 2016, en la que se concluía que una “crisis sanitaria a gran escala en humanos” estaba entre el grupo de amenazas que combinaba mayor probabilidad con mayor impacto, junto con los ataques terroristas, los conflictos internacionales o los ciberataques. El Gobierno británico era en 2015 muy consciente de lo dañina que podía ser para el país una pandemia mundial.

España

Incluso en España, la amenaza de una pandemia también estaba muy presente en su Estrategia de Seguridad Nacional del año 2017. El documento, desarrollado por el Gobierno de Mariano Rajoy, apuntaba a este tipo de brotes como una amenaza a vigilar en la región de Asia-Pacífico, además de advertir de la necesidad de contar con programas de prevención para minimizar el impacto de una hipotética pandemia y de desarrollar un plan específico ante riesgos biológicos. Con todo, esto último no se ha llegado a hacer.

Entonces, ¿por qué no se actuó?

La gran pregunta es, si un número considerable de Gobiernos preveían un escenario como este, ¿por qué ninguna economía avanzada parecía estar preparada para hacer frente al coronavirus? Cabe decir que la falta de medios y de coordinación no ha sido cosa de los países más golpeados por la pandemia.

En septiembre de 2019, el primer informe de la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación, un organismo bajo el amparo de la OMS sobre emergencias sanitarias, aconsejaba a los Gobiernos tomar medidas enérgicas de cara a estar mejor preparados ante una hipotética pandemia: “El mundo no está preparado para una pandemia causada por un patógeno respiratorio virulento y que se propague con rapidez”.

Un mes después, en octubre, durante la presentación del Global Health Security Index, también se advertía que ningún país del mundo estaba preparado de forma adecuada para enfrentar una pandemia y todos presentaban más o menos deficiencias en recursos, protocolos o capacidad anticipatoria.

Las razones de por qué los Estados no prestaban atención a estas señales pueden estar relacionadas con la probabilidad y la economía. Los modelos probabilísticos apuntaban desde hacía tiempo a que las pandemias, a pesar de tener potencialmente un elevado impacto, eran de las amenazas menos probables de ocurrir .

Esto abría un dilema: ¿compensaba invertir recursos en una de las amenazas menos probables, o era más práctico y rentable destinar esos recursos a otras áreas a costa de arriesgarse a sufrir el impacto? Prácticamente todos los Gobiernos optaron por la segunda opción, y el precio a pagar parece que va a ser elevado. Por el contrario, Corea del Sur optó por la opción contraria. Esto no es casual: el país ya había vivido un brote de Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) en 2015, haya sido uno de los que de forma más exitosa y eficiente ha gestionado este brote de coronavirus.

¿Ha compensado económicamente todo lo no invertido en prevención? Hoy es evidente que no. Un informe del Foro Económico Global en 2019 cuantificaba el impacto económico que tendría una pandemia de gripe en 570.000 millones de dólares por las distorsiones que generaría en el comercio, el turismo o los mercados financieros.

Este coronavirus, sin embargo, ha dejado en optimistas esas previsiones. Solo en Alemania los costes se estiman en un intervalo de 255.000 a 729.000 millones de euros, y a nivel mundial, Naciones Unidas ampliaba el rango a una cifra de entre uno y dos billones de dólares.

El coronavirus no era un cisne negro, uno de esos eventos muy improbables e imprevistos que causan un enorme impacto; su aparición estaba prevista y era conocido el tremendo impacto que podía causar a nivel mundial. Simplemente ningún Gobierno quiso prestarle atención a la amenaza e invertir en prevenirla. Ahora ya es demasiado tarde. 

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