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Por qué la crisis alimentaria global no se resolverá fácilmente

Análisis

Lucía Carbayo
Lucía Carbayo
Colaboradora en LISA News. Especializada en el ámbito de los Estudios Internacionales y de la Ciencia Política. Interesada en el ámbito de la Seguridad Internacional, los procesos de paz y de resolución de conflictos internacionales.

Este 1 agosto ha partido el primer barco con grano ucraniano desde Odessa de acuerdo a lo pactado entre Ucrania, Turquía y Rusia buscando aliviar la crisis alimentaria mundial. En este artículo analizamos por qué este acuerdo no es suficiente y cómo los expertos llevan más de un año alertando de esta crisis alimentaria global, que podría empeorar en 2024.

Ucrania es el mayor productor y exportador de grano a Europa, Asia y los países de las regiones del norte de África y Oriente Medio. De hecho, estas dos últimas son las que más dependen de las exportaciones ucranianas, ya que el consumo de alimentos en estos países supera los niveles de producción, y, por tanto, deben importar.

A raíz de la guerra en Ucrania, la crisis alimentaria se ha exacerbado. Los barcos que portan el trigo estuvieron atracados en los puertos del Mar Negro, sin posibilidades de poder partir desde que comenzó la invasión rusa en febrero de 2022 hasta el acuerdo firmado entre Ucrania, Turquía y Rusia con profundizaremos más adelante.

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Esto provoca, en primer lugar, que los países más dependientes de las exportaciones ucranianas carezcan de alimentos, y en segundo punto, que los productores de grano ucranianos no obtengan beneficio, y, por tanto, no puedan continuar con la producción. Los costes de los materiales utilizados para producción de grano, como los fertilizantes o el gasóleo utilizado para la maquinaria agrícola, cada vez son más altos.

En este contexto, Ucrania y la Unión Europea han acusado a Rusia por emplear los alimentos como “arma de guerra” y causar la crisis. Por su parte, Rusia también apunta a que las sanciones de la UE son el origen de la escasez de alimentos.

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Sin embargo, según los expertos, la crisis alimentaria no ha sido ocasionada por la guerra, sino que ha nacido como consecuencia de múltiples factores, entre los cuales destacan la pandemia de la COVID-19 o el cambio climático.

Según los datos proporcionados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, entre 2005 y 2014, la cantidad de personas desnutridas, decreció un 30%, pasando de 806 a 572 millones. Esta mejora provino, en parte, por el crecimiento económico de China e India, que mejoraron los índices de pobreza.

Debido a la pandemia, las sequías y otros conflictos regionales, aproximadamente 770 millones de personas pasaron hambre en 2021, la cantidad más alta desde 2006. Con base a esta cifra, UNICEF alerta de que alrededor de 13,5 millones de niños en el mundo “están gravemente afectados”.

Además, la inflación en los precios del petróleo, la comida y los fertilizantes -intensificado desde la invasión rusa de Ucrania-, amenazan a los Estados con la hambruna. World Food Programme, alerta de que 345 millones de personas están “marchando al borde de la inanición”, lo que representa un aumento del 25% con respecto a los 276 millones de principios de 2022.

En medio del bloqueo, Turquía y las Naciones Unidas han intermediado entre Rusia y Ucrania, llegando al acuerdo para reanudar las exportaciones durante 120 días de alimentos desde los puertos ucranianos en el Mar Negro.

Para conseguir este resultado, hay que asegurarse de que los barcos que llevan atracados en los puertos Mar Negro desde que comenzó la guerra, puedan cargar el grano y partir. Por encima de todo, Rusia, debe cumplir su promesa de no atacar a los barcos de mercancía para que se lleven a cabo las operaciones.

Parece entonces que hay un halo de luz en mitad la crisis, con la partida desde el puerto de Odessa, de un carguero que se dirigía a Líbano con 26,000 toneladas de maíz este 1 de agosto. Cabe destacar que el barco ha recorrido una ruta extremadamente peligrosa, porque debido a la guerra, hay minas marinas en el Mar Negro que podían explotar durante el trayecto. Sin embargo, la culminación ha sido exitosa y ya ha arribado al puerto libanés de Trípoli.

Aumento de precios de alimentos a nivel global

La escasez de alimentos ha provocado la subida de precios mundiales, sobre todo en Asia, África y Oriente Medio, donde las economías son más débiles y la alimentación constituye parte importante del gasto de los consumidores. Los precios de los alimentos básicos, como el pan, la pasta y los aceites de cocina, son los que más han subido.

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En Egipto, Líbano y Turquía, países que dependen en gran medida de las importaciones ucranianas, los precios de los alimentos y los fertilizantes que se emplean en su producción, se han disparado hasta el 80%, según los datos del Banco Mundial.

Las predicciones coinciden en que la escasez de alimento y la inflación, acentúa el riesgo de hambruna para el año 2024. Incluso los países que no compran directamente a Rusia o Ucrania, pero que son grandes importadores netos de productos agrícolas, se enfrentan a costes de importación más elevados.

La respuesta a la crisis alimentaria se complica también porque la financiación actual solamente cubre el 20% de las necesidades humanitarias y está principalmente dirigida a salvar las necesidades del conflicto en Ucrania. Naciones Unidas pide para este último país más del 80% de los fondos humanitarios disponibles para este año.

Este porcentaje, sin embargo, contrasta con los porcentajes destinados a otros países que también precisan de esa ayuda, como Afganistán, al que se le han destinado el 38% de los fondos humanitarios, Yemen (27%) o Sudán (20%).

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Mientras tanto, otros países, que históricamente han participado en estos fondos, como las Monarquías del Golfo Pérsico, no están destinando ningún tipo de ayuda humanitaria a Ucrania ni a los países más necesitados.

Por su parte, la Unión Europea insiste en que, para mantener la misma cantidad de fondos destinados a ayuda humanitaria, se debe ampliar el presupuesto. Sin embargo, en la actualidad, con la subida del precio del petróleo y los costes de vida en general, los gobiernos de la UE no están dispuestos a ampliar los fondos destinados a esta cuestión.

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Las previsiones son desfavorables

El precio del grano ha alcanzado un pico máximo y ahora se encuentra en recesión. Eduardo Saldaña, director de EOM y Profesor del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, aclara en Twitter que, a pesar de que los precios hayan caído, la crisis alimentaria no se ha acabado, y que, de hecho, los analistas sugieren que realmente el mayor impacto de la crisis se verá en 2024 y durará varios años.

Existen también temores a que la demanda del arroz aumente como respuesta a la escasez y el alto coste del trigo y su precio se dispare. El arroz es un alimento básico en la dieta de muchos países asiáticos. En la actualidad, solo se exporta alrededor del 10% de la producción de arroz, y, por lo tanto, si la demanda aumenta y se producen restricciones a la exportación, los precios internacionales subirán.

Fuente: El Orden Mundial

En general, las previsiones son desfavorables, sobre todo para los países más vulnerables. Laura Wellesley, investigadora principal de Chatham House argumenta que “el panorama actual parece ser el de una oferta cada vez más ajustada y unos precios elevados, sin ninguna probabilidad de que se produzca una tregua a corto plazo”.

Aunque se hayan reanudado las exportaciones de grano desde Ucrania, los analistas coinciden en que la crisis alimentaria podría durar años, ya que la guerra se suma al cambio climático, las consecuencias de la pandemia y los conflictos en todo el mundo. Cualquiera de estos factores que han impulsado la inflación alimentaria podrían continuar.

Los comerciantes tienen la esperanza de que la reapertura de la ruta comercial del Mar Negro pueda señalar el inicio de un “alto el fuego de facto”. Sin embargo, sigue habiendo incertidumbre sobre el compromiso y las intenciones de Rusia, que continúa atacando las zonas cercanas a los puertos ucranianos.

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Aunque la guerra terminar, todavía sería necesario reconstruir las infraestructuras agrícolas y portuarias de Ucrania, así como eliminar las minas, las aguas de su costa. Además, es posible que los agricultores no puedan o no quieran volver a trabajar en sus tierras.

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