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Fin de la Operación Barkhane en África: ¿cuál será el futuro estratégico en el continente?

Análisis

Ana García De Paredes Dupuy
Ana García De Paredes Dupuy
Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). Sus principales intereses son el funcionamiento de las Organizaciones Internacionales y su influencia a nivel global, así como la aplicación del Derecho Humanitario y el análisis geopolítico en el contexto de conflictos armados.

El miércoles, 9 de noviembre, el presidente francés Emmanuel Macron anunciaba el fin oficial de la operación anti yihadista Barkhane en el Sahel. En este artículo te contamos en qué consistía dicha operación y analizamos la nueva estrategia de Francia en África.

El presidente francés, Emmanuel Macron, oficializó a comienzos de noviembre de 2022 el fin de la operación Barkhane en Mali, detallando que la nueva dirección estratégica del país en el continente africano estaría finalizada dentro de seis meses, en el marco de una reorganización de sus operaciones tras las tensiones con la junta militar en Bamako. Macron ya anunciaba en 2021 su intención de transformar íntegramente la presencia militar gala en la región, que pasaba por el fin de dicha operación, lanzada en 2014 y pilar básico de la estrategia francesa en una región marcada por la creciente inseguridad en los últimos años.

“Nuestro apoyo a nuestros socios continuará, pero de acuerdo con los nuevos principios definidos con ellos”, ha indicado el mandatario francés en una rueda de prensa desde la ciudad portuaria de Toulon, según recoge el diario francés ‘Le Figaro’. Según Macron, la presencia de Francia en la región continuará, pero de acuerdo a una estrategia y una forma decidida juntamente con los gobiernos africanos.

¿Qué es la Operación Barkhane?

Mali se independizó de Francia en 1960. En 2012, rebeldes tuareg empezaron una ofensiva en el norte, exigiendo la independencia de Azawad, una zona desértica del norte del país. Tras un golpe de Estado en marzo de 2012, los rebeldes independentistas tomaron el control de las ciudades de Kidal, Gao y Tombuctú, pero fueron rápidamente expulsados por sus aliados islamistas asociados a Al-Qaeda en el Magreb Islámico.

Como reacción a estos acontecimientos, el 11 de enero de 2013, Francia lanzaba la operación Serval para frenar el avance de los yihadistas, desplegando hasta 5.000 soldados, lo que permitió la reconquista progresiva de las tres ciudades. La ONU estuvo a su vez involucrada en la misión de estabilización en el país a través de la misión Minusma, todavía en curso.

Sería un año después, en 2014, cuando la operación Serval cambiaría de nombre, convirtiéndose así en Barkhane, como una lógica de asociación con cinco países del Sahel: Malí, Burkina Faso, Mauritania, Níger y Chad.

Sin embargo, a pesar de varias victorias por parte de Francia y del asesinato de varios jefes yihadistas, la situación no logró estabilizarse, lo que llevó a un primer golpe de estado en 2020, para después enfrentarse a un segundo en 2021, llevando al deterioro de las relaciones entre París y Bamako.

Este declive se debe a su vez al creciente sentimiento antifrancés que surgió en el territorio. Aunque las fuerzas francesas fueron bien recibidas cuando llegaron por primera vez a Mali hace nueve años, desde entonces las relaciones se han deteriorado.

El número de ataques terroristas en el país ha aumentado constantemente, al igual que el número de malienses que se unen a grupos insurgentes. Durante los últimos años, la amenaza militante islamista también se ha extendido a otros países como Burkina Faso y Níger, con insurgentes atacando la región desde sus bases en el Sahara.

Muchos lugareños sentían que Francia, como potencia militar avanzada, debería haber sido capaz de resolver el problema del terrorismo y que debería quitarse de en medio si no era capaz de conseguirlo. Algunos incluso calificaron de “ocupación” la presencia de tropas de la antigua potencia colonial, además de acusarles de financiar a yihadistas e introducir elementos subversivos en el país para propiciar aún más su frágil situación de inseguridad.

Sin embargo, el deterioro de las relaciones bilaterales entre ambos países no se debe únicamente al descontento de las autoridades y habitantes de Mali. Dado que 55 soldados franceses han muerto en el Sahel desde el inicio de la operación, tampoco es popular en Francia. A esto se le suma numerosas discusiones entre el gobierno francés y la nueva junta militar de Mali, que tomó el poder a partir de un golpe de estado en agosto de 2020.

Más recientemente, París mostró su indignación tras la decisión de la junta del país africano de invitar a mercenarios de la empresa rusa Wagner para ayudar en la lucha contra los grupos yihadistas. La ministra de las Fuerzas Armadas de Francia, Florence Parly, defendía que “no podremos cohabitar con mercenarios”. Este último acontecimiento se considera como el punto clave que llevó a la retirada de las tropas francesas, implicando el final definitivo de la operación Barkhane.

El fin de la Operación Barkhane y la creciente presencia rusa

Las potencias occidentales criticaron el despliegue del grupo paramilitar Wagner en Mali, que pretende ayudar a las fuerzas locales en su lucha contra el yihadismo. Mali está gobernada por una junta militar, después de dos golpes de Estado liderados en agosto de 2020 y mayo de 2021 por el coronel Assimi Goïta, actual presidente de la transición y que solicitó la colaboración de este grupo.

La ONU y las potencias occidentales temen violaciones de los derechos humanos por parte de los paramilitares y violencias contra los civiles. También denuncian una mayor desestabilización de la situación en la región desde la llegada del grupo ruso. Wagner ha estado operando en varios otros países africanos, incluidos Mozambique, Sudán y la República Centroafricana, siendo incluso relacionado con crímenes de guerra en la guerra civil de Libia.

En abril de 2022, el ejército francés acusó a mercenarios rusos de enterrar cuerpos fuera de una base militar, culpando a las tropas francesas de los asesinatos. París dice que esta acción constituye uno de los muchos esfuerzos de Moscú para desacreditar a su fuerza de salida. Estados Unidos y Francia volvieron a cargar este miércoles, 16 de noviembre, ante el Consejo de Seguridad de la ONU contra el grupo de seguridad privada ruso, el cual a su vez, acusó a Washington de haber enviado mercenarios a guerras durante años.

“Estados Unidos también está preocupado por las asociaciones de seguridad de Mali con el Grupo Wagner, respaldado por el Kremlin, cuyas fuerzas están explotando los recursos naturales y socavando activamente la estabilidad en Mali y en otras partes de África”, defendió el representante adjunto de EE.UU. en la ONU Robert Wood, que también acusó a Wagner de “obstruir” las labores de la misión de paz de la ONU: “Los esfuerzos del gobierno de transición de Mali por menoscabar la libertad de movimiento de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali (Minusma) para crear espacio para Wagner, están poniendo en peligro esta misión y su personal”, concluyó.

A estas acusaciones se sumaron las declaraciones del representante francés en este organismo, que se unió a las acusaciones de Washington hacia la agrupación rusa de cometer abusos y “expoliar los recursos naturales”, con lo que estaría provocando una “peligrosa espiral de violencia” y “hace retroceder las libertades fundamentales bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo”.

En respuesta a estas acusaciones, la representante adjunta de Rusia en la ONU, Anna Evstigneeva, aseguró: “A diferencia de nuestros colegas occidentales, Rusia brinda asistencia militar y técnica a Bamako sin condiciones políticas previas”.

Moscú nunca ha admitido tener vínculos directos con el grupo Wagner y si reconoce la presencia del grupo ruso en países de África, asegura que responde a contratos privados firmados con Wagner por los Gobiernos respectivos.

La representante rusa insistió en que Moscú seguirá prestando ayuda bilateral a los países del Sahel y mejorando la preparación militar de sus fuerzas armadas y agentes de la ley y “también brindará asistencia en la esfera humanitaria, incluida la educación y la atención médica”.

¿Cuál es el futuro de la estrategia francesa y la Operación Bakhane en África?

Aunque la noticia llegaba el pasado miércoles, la famosa operación antiterrorista tenía los días contados a raíz del distanciamiento entre París y Bamako, por todas las razones expuestas anteriormente. El comunicado definitivo del Elíseo anunciaba que el objetivo de los cambios que se avecinan comprende “reducir la visibilidad de las fuerzas militares en África para centrarse en la cooperación y el apoyo en términos de equipo militar, inteligencia y un partenariado operacional”.

Así, Macron ha anunciado que se iniciará una fase de intercambios con los socios africanos para determinar el nuevo estatus de París en la región, así como la futura actividad de las misiones francesas en África. Por otro lado, el presidente francés ha destacado, en el marco de una nueva revisión estratégica militar que se perfila dentro del Ejecutivo, que las nuevas medidas deberán impulsar “una Francia unida, fuerte, autónoma y soberana en sus evaluaciones”.

El objetivo de este nuevo enfoque, en palabras del propio presidente, consiste en “adaptarse a los nuevos tiempos” y facilitar una “movilización más integral” de las fuerzas involucradas. En definitiva: “No se trata de militarizar la sociedad, sino de fortalecer el espíritu de resiliencia”.

De esta forma, ha alabado a su vez el papel de la OTAN, reafirmando que París seguirá “desempeñando el papel de un aliado ejemplar, capaz de asegurar el papel de nación marco y, si es necesario, de asegurar la defensa del flanco oriental de Europa”.

La salida francesa de Mali supone adicionalmente un vacío de seguridad que afecta a las misiones internacionales a las que daba apoyo, principalmente logístico, tanto a la misión de la ONU como a la misión europea de entrenamiento a las fuerzas malienses, EUTM Mali.

Finalmente, Macron explicó que la ayuda en cada país será diferente en función de “las necesidades manifestadas en términos de equipamiento, de formación” y de operaciones, pero sobre todo se hará “en apoyo de los esfuerzos civiles” que esos mismos gobiernos pongan en marcha “para responder a las tensiones comunitarias, a las vulnerabilidades sociales y económicas que tratan de explotar las organizaciones terroristas”.

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