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Gastrodiplomacia: una oportunidad para América Latina

Análisis

Ricardo Mc Cubbin
Ricardo Mc Cubbin
Licenciado en periodismo por la Universidad Jaime Bausate y Meza. He estudiado cursos de especialización en Relaciones Internacionales, en la Academia Diplomática del Perú, y Comunicación y Marketing Político, en la Universidad de Lima. El foco de mis investigaciones giran en torno a América Latina, Política Exterior y Geopolítica.

Cómo América Latina podría utilizar la “gastrodiplomacia” inspirándose en el caso asiático y qué países de la región apuestan por esta estrategia de política exterior.

América Latina, una región que une a diferentes países del continente americano con lazos étnicos, de idioma, historia, música, tradiciones… y gastronomía. La región suele ser, sin embargo, quizá más reconocida a nivel global por la violencia, drogas, pobreza o delincuencia.

La “gastrodiplomacia”, en este sentido, podría no funcionar solo como una estrategia para “venderse” de manera positiva de cara al exterior, también podría atraer inversión privada y turismo, logrando un mayor bienestar para sus habitantes. Pero empecemos por comprender qué quiere decir el concepto de “gastrodiplomacia”.

Según la exdiplomática estadounidense y experta en “gastrodiplomacia”, Mary Jo A. Pham, en su artículo “Food as communication: A case study of South Korea’s gastrodiplomacy”, este tipo de diplomacia es una forma innovadora de aprovechar y empaquetar la identidad nacional única de un país, de una forma tangible de poder blando, para el consumo masivo.

Dentro de los diferentes tipos de diplomacia que existen, la “gastrodiplomacia” forma parte de la diplomacia más relacionada con la cultura. Esta, a su vez, entra dentro del concepto de diplomacia pública. Un término que, tal y como apunta Hans N. Tuch en su libro “Communicating with the world: US public diplomacy overseas”, consiste en un proceso gubernamental de comunicación con el público extranjero en un intento de lograr la comprensión de las ideas e ideales de su nación, instituciones y cultura, así como sus metas y políticas nacionales.

Pero, sobre todo, la “gastrodiplomacia” es un instrumento que encaja a la perfección en las estrategias para las economías emergentes o países en vías de desarrollo que buscan influir en la arena internacional.

Inspirarse en el caso asiático

Durante la primera década de los años 2000, se dieron los primeros grandes pasos de la “gastrodiplomacia”, siendo Tailandia uno de los primeros países en lanzar una estrategia diplomática en torno a la gastronomía. ¿Cómo? En el año 2002 el gobierno tailandés presentó “Global Thai”, un programa que tenía como objetivo aumentar el número de restaurantes tailandeses en el mundo de 5.500 a 8.000 para el año 2003.

Este año, a pesar de la pandemia, los ingresos de la industria alimentaria representaron más del 20% del PIB del país y el valor de las exportaciones ascendió a 33 000 millones de dólares según datos del año pasado. Además, Tailandia se está convirtiendo también un centro y fuente de financiación mundial para empresarios dedicados a la tecnología alimentaria, también conocidos como “agroemprendedores”. De esta forma el gobierno tailandés está desarrollando la estrategia “Tailandia 4.0” para convertirse en ese “centro de innovación alimentario” en Asia.

Corea del Sur también es otro ejemplo del triunfo de la “gastrodiplomacia”. En 2008, este país anunció la campaña “Global Hansik” con el fin de liderar la cocina étnica en el mundo para el año 2017. Para conseguirlo, el gobierno promulgó la ley de la Fundación Hansik y la Agencia Hansik para el desarrollo de la globalización. Esta estaba conformada por 36 miembros entre los que se encontraban representantes del gobierno, de la academia, ejecutivos de la industria alimentaria o la ex primera dama, Kim Yoon.

Según asegura la observadora de “gastrodiplomacia” Anna Lipscomb, en su ensayo “Culinary Relations: Gastrodiplomacy in Thailand, South Korea, and Taiwan”, el poder del ejecutivo surcoreano promocionó su gastronomía como sinónimo de salud y bienestar a través de alimentos orgánicos, naturales y respetuosos con el medioambiente.

Corea del Sur tampoco es ajeno a este tipo de tácticas de soft power. En la década de los años noventa, el país ya empezó a invertir en promoción de películas, series y música surcoreana. Actualmente se puede validar hasta qué punto a funcionado la estrategia si observamos el éxito global de series como “Squid Game”, películas como “Parasite” y las bandas de K-Pop.

En estos grandes éxitos surcoreanos, sobre todo en las películas y series, también se pueden ver muestras de “gastrodiplomacia” en un esfuerzo multidisciplinario donde convergen y se interelacionan diferentes componentes de la cultura del país.

En Japón, su comida tradicional es llamada Washoku y desde inicios del siglo han emprendido diversas estrategias para posicionarla culturalmente. En el 2006 se instauró la primera gran campaña para la presentación de comida y cultra gastronómica japonesa en el extranjero, denominada “Washoku-Try Japan’s Good Food”. El objetivo era presentar platos japoneses en eventos especiales organizados por las misiones diplomáticas en el exterior y crear una demanda de consumidores a través de los medios de comunicación.

La influencia cultura de Japón fue creciendo sustancialmente en las dos últimas décadas. Así como está sucediendo con Corea del Sur, Japón fue construyendo poco a poco una identidad en el exterior, caracterizada principalmente por los videojuegos, tecnología y series y películas animadas que producían.

Los casos más conocidos de América Latina

En América Latina los países que más promueven la “gastrodiplomacia” son Perú y México. Es en ellos donde podemos ver los mayores esfuerzos.

En una conferencia ofrecida en Madrid por Guillermo González Arica, embajador del Perú en Honduras (2013-2016), afirmaba que “la gastrodiplomacia debe ser un nexo entre la gastronomía, la cultura y las relaciones”. En el Plan de Política Cultural del Perú en el exterior del 2003, el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú planteó un programa gastronómico, también llamado “La gran cocina peruana”.

Este contaba con dos niveles: por un lado, la promoción de festivales gastronómicos en restaurantes internacionales, a cargo de importantes especialistas nacionales; y por otro lado, la implementación de festivales, degustaciones y concursos gastronómicos a cargo de restaurantes y cocineros residentes, organizados y/o auspiciados por las misiones en el exterior.

En 1991, el Estado también reconocía, a través del Decreto Supremo N° 001-91-ICTI/IND al pisco como denominación de origen peruana, iniciando así una batalla diplomática y cultural con Chile por la apropiación de la procedencia de la bebida.

Desde el sector privado también crearon iniciativas importantes, como la feria gastronómica Mistura, la cual congrega a miles de peruanos y visitantes extranjeros cada año y que es impulsada por la Sociedad Peruana de Gastronomía (APEGA) junto al reconocido chef Gastón Acurio.

Los restaurantes peruanos también han logrado ganarse un lugar en el escenario culinario internacional. Por ejemplo, “Central”, del chef Virgilio Martinez, ocupó este año el cuarto lugar a nivel mundial, y el primero a nivel latinoamericano, en la lista de los 50 mejores restaurantes del mundo, un ranking bastante conocido que es elaborado por la empresa William Reed Business Media del Reino Unido.

En cuanto a México, un hito que marcó el interés en este tipo de diplomacia cultural fue el reconocimiento de la cocina tradicional mexicana como patrimonio de la humanidad por parte de la UNESCO en el 2010. Inspirados en este hecho, cinco años después, durante el mando de Enrique Peña Nieto, se presentó la Política de Fomento a la Gastronomía Nacional.

Bajo este plan, en el 2016, se realizaron cuatro acciones claves: la creación del distintivo “Ven a Comer”, del Cuerpo Diplomático de Cocineros, del “Programa Jóvenes Talentos”, para que graduados de las escuelas de gastronomía de México realicen prácticas profesionales en Embajadas y Consulados; y el anuncio de que en los eventos de las representaciones de México en el exterior se serviría vino nacional.

Sin embargo, la vigencia de esta política solo era de cuatro años, y el actual gobierno
parece no tener interés en continuar una estrategia similar o establecer otra de más
largo alcance.

En Colombia, por otro lado, la “diplomacia cafetera colombiana” tiene como origen a la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNC), quienes se han encargado de hacer mundialmente conocido a este país por su bebida “bandera”.

La FNC fue también la pionera en América Latina en impulsar una estrategia de soft power para vender, aunque sea desde el sector privado, un producto autóctono. Esto fue concretado en 1959 con la creación del popular personaje de Juan Valdez, quien representaba a miles de trabajadores cafeteros de Colombia. Décadas más tarde, en el 2002, la FNC crea las tiendas Juan Valdés, una marca que al día de hoy cuenta con 445 sucursales a nivel mundial.

Otros muchos países latinoamericanos y caribeños también tienen en la gastronomía un potencial para ejercer este poder blando en su política exterior, una forma de persuasión y atracción al mundo a través de los platos tradicionales: el sancocho o la bandera de República Dominicana, el ajiaco o la bandeja paisa de Colombia, los moros y cristianos de Cuba, las enchiladas y los chiles en nogada de México podrían ser algunos ejemplos.

De esta manera, América Latina presenta un gran potencial para implementar este tipo de estrategias de política exterior ligadas a la “gastrodiplomacia”. No solo desde el punto de vista nacional, sino también regional. Teniendo en cuenta que si bien cada país cuenta con sus propios platos típicos, hay preparativos que son comunes en territorios vecinos como las pausas en El Salvador, Honduras y Guatemala; las arepas en Colombia y Venezuela; y los talas y empanadas que traspasan fronteras y llegan a todos los rincones latinoamericanos.

En conclusión, los modelos de éxito de los países asiáticos pueden darle a América Latina una idea de cómo lograr, con políticas de Estado que trasciendan gobiernos y partidos políticos, una estrategia nacional, o regional, alrededor de la “gastrodiplomacia”, logrando así, reconocimiento internacional, además de inversión económica y turismo gastronómico.

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